Al presidente López Michelsen le preguntaron alguna vez por sus lecturas filosóficas. Creo que su repuesta fue la siguiente: "Yo leo los Evangelios, pues ahí está todo".
Los Evangelios constituyen fuente infinita de sabiduría. Por eso los creyentes los consideramos como Palabra de Dios.
¿Qué nos dicen sobre la amistad?
En el patético relato de la muerte y la resurrección de Lázaro, dice San Juan que Nuestro Señor lo amaba, junto con Marta y María, sus hermanas. Cuando llegó ante el sepulcro de Lázaro, se puso a llorar, pues estaba profundamente conmovido. ¡Cuán intensa era la amistad que los unía! (Vid. Catholic.net - La Resurrección de Lázaro).
En el capítulo 15 de su Evangelio reitera San Juan lo que para Nuestro Señor representa la amistad:
"12. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
13.No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos,
14.y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando.
15.Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.
16.Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre."
Suele afirmarse que no se elige a los hermanos, pero sí a los amigos. Los hay excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos. Debemos acercarnos a los primeros y huir de los últimos, De unos y otros tengo experiencias variopintas.
Doy todos los días gracias a Dios por quienes me han tendido la mano, me sirven, me ayudan y me protegen. No tengo palabras para describir lo mucho que les debo. Lo que soy es, ante todo, obra de mis seres más queridos. A varios de ellos les debo mi cercanía a Dios, sin la cual esta etapa final y crucial de mi existencia quizás habría transcurrido sumida en tristezas e incertidumbres infinitas.
No mencionaré los amigos deficientes, aunque por todos ellos rezo cada día, pues también en mis relaciones no es poco lo que he dejado qué desear.
Con un nuevo y muy afectuoso amigo repasé en estos días algo que nos une, que es nuestra común devoción por Pascal. Y oteando sus "Pensamientos" me vi retratado en esta cruda o mejor crudelísima exclamación: "¡Qué hueco y lleno de suciedad es el corazón del hombre!" (Pensamiento No. 207. in fine).
Son los buenos ejemplos, los acertados consejos, los sanos estímulos de quienes nos rodean con su afecto entrañable los que colman nuestro vacío interior, lo que Mauriac denominaba el desierto del amor, y nos rescatan del cieno en que fácilmente nos hundimos y los yermos en que suelen extraviarse nuestras horas.
Una amiga que llevo en mi corazón pese a la distancia geográfica que nos separa me escribe agradeciendo la lluvia de bendiciones que hoy le envié, pues precisa mucho de mis oraciones. Yo también necesito de las preces de quienes me quieren y todos los días ruego a Dios por ellos.
La amistad verdadera nos transporta a un sublime mundo espiritual, es vehículo imprescindible para nuestra trascendencia, ella nos lleva al Cielo. ¡Bienvenida sea a nuestra existencia!
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