lunes, 26 de marzo de 2018

Dos revoluciones

Decía Raymond Aron que el pensamiento de Marx es inagotable y equívoco. Lo primero, porque del mismo se desprenden muchísimas conclusiones; lo segundo, porque dichas conclusiones pueden ser de diverso orden e, incluso, contradictorias.

Traigo este comentario a colación porque, en efecto, ese pensamiento ha inspirado dos revoluciones muy diferentes, una, de carácter socio-económico, y la otra, eminentemente cultural.

La primera es bien conocida: la comunista, que tuvo su inicio en Rusia hace cien años y se fue expandiendo por el resto del mundo hasta tocar nuestro suelo y nuestras puertas. Nuestro suelo, porque es la inspiradora de los movimientos guerrilleros que nos han afligido a lo largo de más de medio siglo; nuestras puertas, porque está en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela y en Bolivia, alborotando nuestro vecindario.

Esta revolución socio-económica pretende cambiar radicalmente la sociedad a partir de la destrucción de la infraestructura tradicional, sustituyéndola por el modo de producción socialista que aspira a erradicar la propiedad privada y eliminar las clases sociales. 

Uno de los signos de esta revolución es la violencia, abierta o disimulada, que se traduce en regímenes represivos de corte totalitario.

Como trae consigo el desorden en la economía y la desaparición de las libertades, tal como ha ocurrido en Venezuela, los pueblos son refractarios a ella. Y en donde ha tenido lugar, tarde o temprano ha terminado en fracaso. La URSS se liquidó, los países de Europa oriental abandonaron el comunismo y no quieren saber nada de él, China y Vietnam viraron hacia el modo de producción capitalista, etc.

En síntesis, el marxismo, sobre todo en su versión leninista, cayó en descrédito desde hace varias décadas. Pero no ha muerto, pues sobrevive a través del llamado marxismo cultural de Gramsci, la Escuela de Frankfurt y lo que en Estados Unidos se denomina la "conexión francesa", integrada por intelectuales galos seguidores de Sartre, Simone de Beauvoir, Foucault, Derrida y, en general, los "deconstruccionistas", junto con otros que han pretendido amalgamar las tesis de Marx y las de Freud.

A esta segunda revolución se refiere el importante trabajo de Nicolás Márquez y Agustín Laje, "El Libro Negro de la Nueva Izquierda: Ideología de Género o Subversión Cultural" (https://archive.org/details/NicolasMarquezAgustinLajeElLibroNegroDeLaNuevaIzquierda.IdeologlaDeGeneroOSubversionCultural2016)

El marxista italiano Antonio Gramsci observó que la reticencia de los pueblos respecto de los partidos comunistas obedecía ante todo a factores culturales. Según su punto de vista, la transformación revolucionaria de la sociedad no se logra por medio de la destrucción de la infraestructura económica del modo de producción capitalista, sino modificando la superestructura cultural que le sirve de apoyo y lo refuerza. Cambiando la mentalidad de los pueblos a través de los medios culturales, de la educación, de la prensa, de la difusión persistente de ideas y la promoción de valores contrarios al clima espiritual dominante se podría obtener con mayor facilidad la adhesión de los pueblos a las políticas emancipatorias tendientes a superar las alienaciones que impiden el goce de las libertades. Esas alienaciones equivalen a las famosas cadenas que Rousseau pensaba que esclavizan al hombre en la sociedad civilizada: las creencias religiosas, la moralidad tradicional, los imperativos jurídicos, el orden social, incluso los condicionamientos y limitaciones que surgen del orden natural.

No importa que al final de su vida Gramsci probablemente hubiera retornado a la fe católica de su infancia (Vid. http://es.catholic.net/op/articulos/10165/cat/463/gramsci-fundador-del-pc-italiano-abrazo-el-catolicismo-antes-de-morir.html#). Lo cierto es que él trazó la hoja de ruta para demoler la fe cristiana, que tanto los marxistas revolucionarios como los culturales consideran como el principal obstáculo que se interpone en sus propósitos de transformación radical de la sociedad.(Vid. http://forosdelavirgen.org/92136/por-que-el-cristianismo-esta-siendo-expulsado-de-occidente/).

Los feministas radicales, los adherentes de la ideología de género, los activistas del movimiento LGTBI, los ambientalistas promotores de la "Carta de la Tierra"(http://earthcharter.org/invent/images/uploads/echarter_spanish.pdf), los burócratas que controlan la ONU, los adalides del control de la población, los ateos que suscriben los manifiestos del Humanismo Secular (Vid. https://es.wikipedia.org/wiki/Humanismo_secular), los liberales libertarios, etc., todos a una conspiran contra la religión cristiana y su obra maestra, el matrimonio monogámico y heterosexual que ha hecho posible la civilización de que nos enorgullecemos. No lo digo yo, sino un sociólogo eminente, Carl C. Zimmerman, cuyo libro "Family and Civilization" merece una lectura cuidadosa.

Las ideas de estos grupos han colonizado las instituciones educativas y, a partir de estas, las mentes de políticos, juristas, periodistas, dirigentes sociales, empresarios y, en general, integrantes de las elites sociales, que a su vez las han transmitido a capas inferiores de las comunidades hasta el extremo de pretender convertirlas en "pensamiento único" de estirpe totalitaria, del que no es posible sustraerse ni muchísimo menos disentir.

De ese modo, se ha puesto en marcha una verdadera revolución cultural que trata de modificar sustancialmente la concepción cristiana del mundo y sus corolarios morales, para sustituirla en el fondo por un neopaganismo naturalista que prescinde de toda idea de trascendencia allende el psiquismo individual.

A esa revolución no se convoca al pueblo. Ni siquiera a sus representantes más cercanos, que son los congresistas. La deciden y ejecutan las minorías que controlan las cortes de justicia y las burocracias gubernamentales, tal como se ha visto entre nosotros en los casos del aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual o la adopción por parejas del mismo sexo. El régimen de estas transformaciones no se encuentra en actos legislativos ni leyes del Congreso, sino en fallos de la Corte Constitucional y reglamentaciones de los ministerios de Educación y de Salud.

Pues bien, no deja de llamar la atención que sobre asuntos de tamaña importancia para la comunidad tal vez apenas las voces de Alejandro Ordóñez y Vivian Morales, junto con las de algunos representantes de movimientos católicos e iglesias cristianas, hayan puesto de presente sus llamados de alerta en torno de la pendiente por la que Colombia se está deslizando y que podría llevarnos a escenarios de persecución, a veces abierta y otras veces soslayada, como los que se padecen en Norteamérica y Europa occidental y describe, entre otros, el libro de Janet L. Folger, "The Criminalization of Christianity", que en varias ocasiones he mencionado en este sitio.(Vid. https://www.amazon.com/Criminalization-Christianity-Before-Becomes-Illegal/dp/1590524683).

El trasfondo de esta revolución no es, en rigor, emancipatorio e igualitario, como suele pregonarse, sino el control del crecimiento de la población humana o, más bien, la disminución de su tamaño, tal como se advierte en "The New Order of Barbarians", que también he citado en otras oportunidades y vuelvo a hacerlo aquí: http://uscl.info/edoc/doc.php?doc_id=89&action=inline. Quien lo lea cambiará sustancialmente su imagen del mundo en que vivimos. "Feminism is a depopulation program", denuncia Henry Makow en otro escrito que también amerita leerse con cuidado (Vid. https://www.henrymakow.com/200202.html).

Por eso, no creo que sea impertinente preguntarles a los candidatos presidenciales cuál es la opinión que se han formado acerca de estos tópicos que son, sin duda, de la mayor importancia.

sábado, 24 de marzo de 2018

La Corte del Dr. Moreau

Según se dice, al discutir con Alejandro Ordóñez la posibilidad de un acuerdo pro-vida, el candidato Iván Duque Márquez manifestó que él no estaba dispuesto a firmar nada que estuviera por encima de la Constitución (Vid. http://www.razonmasfe.com/fe/este-es-el-acuerdo-provida-de-duque-con-ordonez/).

Conviene preguntarse a este respecto acerca de cuál es la Constitución a que el candidato está haciendo referencia, si la que está escrita en textos formalmente aprobados o la espuria que a partir de fallos prevaricadores ha venido pergeñando la Corte Constitucional.

Aunque el artículo 374 de la Constitución Política dispone que la misma solo podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo, es un hecho indiscutible que la Corte Constitucional, so pretexto de ejercer la guarda de la integridad y la supremacía de la Constitución que le asigna el artículo 241 id., se ha autoadjudicado un poder constituyente que se superpone al primario que según la doctrina corrientemente aceptada le pertenece al pueblo y al secundario o derivado que ejercen cuerpos representativos como el Congreso o una Asamblea Constituyente.

No obstante la restricción que le impone dicha disposición en el sentido de que la jurisdicción constitucional  se ejercerá por la Corte "en los estrictos y precisos de este artículo", en la práctica tan perentoria advertencia es letra muerta, algo así como una talanquera que aquella corporación se salta sin reato alguno, como si no existiera.

De ese modo, una es la Constitución formal que los estudiantes de Derecho leen y aprenden en los cursos respectivos, y otra muy distinta, la que emana de las sentencias que profiere la Corte Constitucional, que hace suyo un dogma del realismo jurídico norteamericano según el cual "el Derecho es lo que los jueces dicen que es". De ahí se sigue que los contenidos jurídicos no hay que buscarlos en el Derecho escrito formalmente promulgado en la Constitución, las Leyes o los Reglamentos, sino en el que crean los jueces y se recopila en los documentos jurisprudenciales.

En la doctrina jurídica se enseña que ese proceso irregular pero muy efectivo de creación y reforma de la normatividad fundamental lleva el nombre de mutación constitucional, tomado de una analogía con lo que los biólogos evolucionistas suponen que es el dispositivo básico de la evolución de las especies, la mutación genética.

Digamos entonces que la Corte Constitucional es una especie de laboratorio jurídico en el que se producen mutaciones que dan lugar a nuevas figuras normativas, unas procedentes de la reelaboración o relectura de los textos para ponerlos a decir lo que no dicen, y otras surgidas del afiebrado magín de sus integrantes en su empeño de hacer valer sus propias concepciones ideológicas. A menudo, estas licencias interpretativas constituyen prevaricatos mondos y lirondos, pero ¿a la Corte quién la ronda?

Muchas de estas criaturas jurídicas traen a la memoria las terribles bestias pobladoras de la isla del Dr. Moreau en la célebre novela del mismo nombre escrita por H.G. Wells, en la que se han basado varias películas memorables (Vid. https://www.liceo-londres.edu.mx/tareas_liceo/wp-content/uploads/2017/10/la-isla-del-dr-moreau.pdf).

El Dr,. Moreau practicaba la vivisección de hombres y animales para hacer injertos y crear nuevos especímenes. Ahora, unas de esas bestias resultan de la hibridación de genes humanos y animales, las quimeras, de las que se dice que se han creado más de 150 solo en el Reino Unido (Vid. https://lamatrixholografica.wordpress.com/2012/08/29/mas-de-150-hibridos-humanoanimal-han-sido-desarrollados-solo-en-el-reino-unido/).

Desde el punto de vista jurídico, los discípulos del Dr. Moreau en la Corte Constitucional suelen aplicarse también a la creación de quimeras normativas, de las que ofrezco varios ejemplos elocuentes:






La Constitución dice que la vida humana es inviolable (art. 11), pero la Corte Constitucional autoriza el aborto y la eutanasia, por encima de tan contundente afirmación de principio. 

Y si la misma Constitución define la familia a partir de la unión conyugal de un hombre y una mujer, la Corte le enmienda la plana diciendo que también la pueden configurar los deseos de dos hombres o dos mujeres entre sí, abriendo de ese modo la posibilidad para que después se diga que en su conformación podrían colaborar  simultáneamente varios hombres y varias mujeres., y quizá incluso animales.

La Corte Constitucional lleva su ímpetu desenfrenado hasta el punto de modificar las reglas gramaticales, a despecho de lo que la suprema autoridad rectora del buen decir, la Real Academia de la Lengua Española, ha dispuesto sobre lo de "todos y todas, ellos y ellas".la igualdad,

Y no se para en pelillos para imponer la muy discutida ideología de género, como si hiciera parte de nuestro ordenamiento fundamental. 

Todos estos fallos ponen en marcha una devastadora revolución cultural que es el pueblo y no la Corte quien debería avalar.

Pues bien, si esta es la Constitución que el candidato Duque afirma que hay que mantener y contra la que no puede firmar nada, me parece que anda muy desenfocado, pues una tarea que corresponde emprender en aras de la restauración de nuestra desvencijada institucionalidad es precisamente poner en su sitio a la Corte Constitucional, obligándola a no seguir dando el mal ejemplo de usurpación del poder constituyente y a ceñirse en el ejercicio de sus funciones a "los estrictos y precisos términos" de la normatividad cuya guarda se la ha confiado.

Por supuesto que Duque es una salvaguarda contra el extremismo del abominable Petro, mas no parece serlo respecto de ciertas tendencias no menos abominables que pretenden, fundándose en interpretaciones excesivas y tergiversadoras del laicismo, la dignidad y la igualdad, socavar los principios espirituales sobre los cuales reposa nuestra civilización.

Al fin y al cabo, la que se está imponiendo, sea de modo abierto o subrepticio, es una idea de civilización en la que no cuenta lo que Maritain denominaba la "supremacía de lo espiritual", sino una concepción materialista, nihilista y errática de la naturaleza humana que promueve la ONU para instaurar un Nuevo Orden Mundial, según lo denuncia el padre Michel Schooyans en "La Cara Oculta de la ONU" (Vid. http://www.michel-schooyans.org/images/publications/LibrosSP/2002CaraOcultaONU.pdf).

miércoles, 21 de marzo de 2018

Halcones y Palomas

Insisto en que la clasificación de las tendencias políticas en derechistas, centristas e izquierdistas es demasiado esquemática y no ofrece una visión adecuada de sus respectivos contenidos, pues los temas controvertibles en ese mundo son bastante más variados y complejos.

Un clásico de la Ciencia Política, el profesor Leslie Lipson, sostenía que cada tipo de Estado representa la respuesta institucional a cinco grandes cuestiones (Vid. https://www.deepdyve.com/lp/sage/book-reviews-the-great-issues-of-politics-an-introduction-to-political-ulNmURrCLn):

- La elección entre igualdad y desigualdad.

-La elección entre el monismo y el pluralismo estatal.

-La elección entre libertad y dictadura.

-La elección entre concentración y dispersión de poderes.

-La elección entre el Estado único y la multiplicidad de Estados.

Respecto de cada una de estas cuestiones pueden darse muchas respuestas, al tenor de diferentes circunstancias propias del espacio y el tiempo de las comunidades políticas. Y esas respuestas bien pueden estar teñidas de una de dos grandes coloraciones: el radicalismo y la moderación. Podría también decirse que uno y otra se traducen en fundamentalismo y pragmatismo.

Es probable que al listado en referencia convenga añadir otras cuestiones, atinentes al tamaño del Estado, a su organización territorial, a su intervención en la economía, al modelo de sociedad que aspira a conservar o a instaurar, así como a la visión del pasado, el presente y el futuro que inspire sus acciones. 

El Estado es el principal escenario de la acción política, que al decir de David Easton tiene por objeto la adjudicación autoritaria de valores en la sociedad (Vid. http://webs.ucm.es/info/cpuno/asoc/profesores/lecturas/easton.pdf). Esos valores se integran dentro de una noción venerable que se remonta al gran pensamiento griego y ha mantenido su vigencia gracias en buena medida al pensamiento católico: el bien común. Según ella, hay valores que interesan sustancialmente a la sociedad y por esa razón se hace menester promoverlos y asegurarlos de modo autoritario, a través del poder público.

Pero la representación de esos valores, su jerarquía, la manera de hacerlos compatibles entre sí y de lograr su realización práctica en las comunidades son tema de las diferentes concepciones políticas, que pueden apreciarlos, como digo, ora de modo radical, ya con moderación.

Dos de esos valores, que entrañan gran importancia, pero no constituyen los únicos, son la igualdad y la libertad.

Encuentro en un lúcido texto del profesor Lipton que lleva por título "La Filosofía de la Democracia" una interesante descripción de las antinomias entre la libertad y la igualdad (Vid. http://www.mty.itesm.mx/dhcs/deptos/ri/ri95-801/lecturas/lec036.html).

Se dice en la introducción al mismo: "Los ideales clásicos que rigen la democracia -libertad e igualdad- en realidad son contradictorios cuando se "los empuja hasta sus extremos lógicos". Además, añade el experto en ciencias políticas, Leslie Lipson, la política contemporánea ha exagerado esta dicotomía, pues la izquierda se ha apropiado de la igualdad y la derecha de la libertad. Sólo cuando estos dos conceptos se consideran no como ideas absolutas sino como valores conjuntos en un mismo continuo, arguye Lipson, es que una democracia se puede regir efectivamente."

En los tiempos que corren, los que se autoproclaman como de derecha ponen el énfasis en la libertad, mientras que los que se dicen de izquierda insisten en la primacía de la igualdad. Por ejemplo, el finado Carlos Gaviria Díaz rechazaba la libertad económica porque, a su juicio, la encontraba incompatible con el ideal de la sociedad igualitaria. 

Pero Gaviria era, en realidad, un extremista incapaz de ver las múltiples posibilidades de hacer compatibles la libertad y la igualdad. Y, dejando a un lado el aspecto económico de la libertad, era en cambio un adalid, también extremista, de la ideología libertaria, especialmente en lo que toca con las costumbres. Pensaba que había que garantizar un libre desarrollo de la personalidad aun en sus manifestaciones antisociales y, como lo denunció Alejandro Ordóñez en un opúsculo que desató su furia, de modo tan perverso que implicaba no el desarrollo de la personalidad, sino el de la animalidad.

Hay sendos valores asociados a la estabilidad y el cambio en la vida colectiva, sobre los que se detiene la consideración de Easton. Los fundamentalistas de la estabilidad suelen identificarse como conservadores, esto es, de derecha, mientras que los promotores del cambio a como dé lugar se autodenominan progresistas y, en virtud de sus actitudes contestatarias, se jactan de pertenecer a la izquierda.

Pero pocas cuestiones ofrecen tantas incertidumbres como las atinentes a lo que amerita conservarse o modificarse en la vida social, tal como lo advirtió hace años Raymond Aron en "Progreso y Desilusión: La Dialéctica de la Sociedad Moderna".

Por ejemplo, hoy es un lugar común en los medios que se dicen ilustrados, esto es, herederos de la Ilustración, que la religión es asunto meramente individual y algo así como un lastre de edades oscuras correspondientes a lo que Kant consideraba como la infancia de la Humanidad. Pero Christopher Dawson demuestra en "Progreso y Religión" que la Civilización Occidental es inconcebible sin el aporte cristiano y que, además, el Progreso es en realidad objeto de una nueva religión, una de esas religiones seculares de que se ha ocupado en sus escritos Eric Voegelin.

Hay que preguntarse si el desarrollo de la personalidad humana que promueve el cristianismo significa un verdadero progreso. ¿Qué es, entonces, lo de derecha o lo de izquierda en esta materia?

Se ha dicho que entre los aspectos más repulsivos de la Civilización Greco-Romana, al lado de la extensión de la esclavitud, figuran la enorme difusión del aborto, así como la del abandono y exposición de niños. Como los cristianos abominaban esas prácticas, sus comunidades se hicieron poderosas e influyentes. De hecho, el cristianismo se impuso en virtud de una profunda revolución moral. ¿Implicó ello un auténtico progreso o fue, más bien un retroceso?

El tema cobra actualidad porque muchas abortistas ávidas de sangre inocente aúllan predicando que el aborto es un derecho intocable de la mujer y su garantía lo es de la liberación femenina respecto no solo de los condicionamientos naturales, sino de las cadenas culturales. Pero Raymond Aron, según leí hace años en un reportaje que publicó "L'Express", se pronunció de modo rotundo sobre el tema con las siguientes palabras: "La Civilización Occidental marcha hacia su destrucción: ya quiere aceptar el aborto".

¿El espectáculo que ofrecen los abortorios, como el que intentó establecer Fajardo en Medellín, los acredita, entonces, como santuarios de la libertad y el progreso, o como abominables sitios de holocausto en los que se sacrifica la dignidad humana? ¿Simbolizan el progreso o la declinación?

Es mucha la tela que hay para cortar en materia de valores políticos. Sobre ellos abundan los excesos declamatorios, como lo de la "Colombia humana" que predica Petro. ¿En dónde radica el valor de lo humano para un ignorante disoluto como él?

Podría uno atreverse a afirmar que tanto más se predica sobre valores cuanto más se ignoran las dificultades de la Axiología. En otras palabras, conviene enterarse primero de la problemática de la Teoría de los Valores antes de dedicarse a perorar sobre lo valioso y lo disvalioso.

Cada uno de los grandes problemas de la Política que identifica el profesor Lipton presenta sus propias complejidades y es dudoso que pueda resolvérselas a priori mediante esquemas que se cataloguen como de derecha, de centro o de izquierda. Hay que ir al fondo de cada uno para mirar , según las circunstancias, la mejor manera de abordarlo. En algunos casos, tal vez lo pertinente sea el fundamentalismo de los halcones; en otros, en cambio, quizás sea más aconsejable la suavidad pragmática que se asocia al comportamiento de las palomas.




miércoles, 14 de marzo de 2018

Falsos dilemas

Se dice que el resultado electoral del último domingo pone de manifiesto la polarización del país entre la izquierda que sigue a Petro y la derecha de Duque, por lo que hay que buscar una solución centrista que supere el enfrentamiento de esos dos extremos.

Ese modo de ver las cosas persevera en la idea de que las tendencias políticas pueden clasificarse a partir de los conceptos de izquierda, derecha y centro, cuando se trata de una clasificación simplista que no da cuenta cabal de la complejidad del pensamiento político.

En realidad, los dilemas que deberá enfrentar el electorado en las elecciones presidenciales venideras son de otra índole.

Ya he señalado en escritos anteriores que la ciudadanía deberá decidir entre el gobierno de transición que las Farc esperan que se aplique a cumplir rigurosamente lo convenido en el NAF  o un gobierno de contención que ponga freno a sus apetitos. Petro, Fajardo (¿Farcjardo?) y De La Calle  están comprometidos con la primera de esas opciones. Duque y Vargas Lleras, en cambio, son partidarios de matizar unos acuerdos que, si se los pone en práctica tal como se los firmó, podrían hacer trizas a Colombia. Piénsese tan solo en los compromisos presupuestales que entrañan para un fisco que Santos entregará arruinado.

Hay otros aspectos de la confrontación que escapan a esa fatua dicotomía entre izquierda, derecha y centro.

Recuerdo que hace años escuché de labios del maestro Harold Martina que, según Rossini, solo hay dos clases de música: la buena y la mala. Lo mismo puede decirse de las políticas: cualquiera sea su orientación, las hay buenas y las hay malas.

Para redondear el pensamiento, digo que la primeras son serias, mientras que las segundas son frívolas. Y eso es lo que diferencia nítidamente a Duque de Petro. Duque, como fiel discípulo de Uribe Vélez, es un candidato responsable y serio, que afronta cuidadosamente la realidad. Petro es, en cambio, un charlatán poseído por el espíritu de aventura.

Varias veces he citado en mis escritos para este blog a quien estimo uno de mis grandes maestros "a distancia", el célebre historiador italiano Guglielmo Ferrero. En su luminoso estudio sobre el poder advierte sobre ese espíritu de aventura que tantos desastres ha producido en las sociedades que se entregan a gobernantes que se dejan llevar por el mismo. Sus consideraciones al respecto pueden verse en https://www.consensocivico.com.ar/uploads/540b73512c5fc-_FERRERO,%20Guglielmo%20-%20El-Poder.Los-Genios-Invisibles-de-La-Ciudad%20(1998-1942).pdf

Petro es un aventurero altamente peligroso. Es de sobra conocido su desprecio por el régimen institucional y su gusto por lo que bien podemos llamar la "democracia tumultuaria". Demostró en su paso por la Alcaldía de Bogotá su carácter arbitrario y sus graves deficiencias como administrador de la cosa pública. Ahí están a la vista las glosas de la Contraloría Distrital a su gestión (Vid. http://www.pulzo.com/nacion/embargan-tercera-vez-cuentas-gustavo-petro-PP171674).

Sus críticos han señalado su tendencia a avivar el odio de clase, su desenfreno demagógico. Asume la pose de un reencarnado de Gaitán, como si estuviera predestinado a cumplir lo que el caudillo liberal no pudo llevar a cabo. 

Lo suyo es un gaitanismo anacrónico que pretende nutrirse de la ideología del Socialismo del Siglo XXI, que tan funestos resultados ha producido en Venezuela. Así niegue o disimule sus nexos ideológicos con el castro-chavismo, sus antecedentes lo identifican claramente dentro de esa perversa tendencia. 

Y esto nos lleva hasta el fondo de lo que está en juego ahora, que no es la dialéctica izquierda-derecha o Petro vs. Duque, superable a través de una síntesis centrista personificada en De la Calle y Fajerdo, o como algunos están diciendo, en "Sergio de la Calle", sino algo de mayor calado, que es la subsistencia de una democracia liberal pluralista, todo lo defectuosa que pueda ser, frente a un proyecto totalitario y liberticida, que es nítido en Petro y anida tras bambalinas en Sergio de la Calle.

No hay que olvidar que De la Calle es responsable en grado sumo de la humillante claudicación ante las Farc que consagra el NAF, ni que los dos socios políticos de Farcjardo, la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo, que son además los que le sirven de soporte electoral, pues su Opción Ciudadana se hundió casi tan estrepitosamente como el partido de las Farc, hacen parte del Foro de San Pablo y, por consiguiente, del proyecto de expansión del comunismo en América Latina. Farcjardo es , pues, candidato de dicho Foro.

En síntesis, si Ud. apreciado lector desea pavimentar el camino que le abra vía franca al castro-chavismo, puede votar por lo que he llamado la linea dura de Petro o la blanda de Farcjardo y De la Calle. Si prefiere que Colombia conserve su  democracia liberal y pluralista, la mejor garantía para ello la encuentra en Iván Duque.





miércoles, 7 de marzo de 2018

Para enderezar el rumbo

Las encuestas indican que hay en la sociedad colombiana una profunda insatisfacción por el rumbo que la ha llevado el gobierno de Juan Manuel Santos.

El temor más arraigado radica en que sigamos el fatídico ejemplo de Venezuela, que constituye muestra elocuente de los desastres que produce el comunismo, sobre todo en su versión castro-chavista.

Ese peligro es real. La camisa de fuerza  con que a nuestra institucionalidad ha pretendido atarla el NAF va hacia allá. Los que promueven su implementación no obran inocentemente, pues bien saben qué es lo que quieren obtener. Sus objetivos son nítidos: crear desorden en todos los ámbitos en beneficio de la acción revolucionaria de las Farc y sus conmilitones.

Las elecciones del próximo domingo serán decisivas para la suerte de Colombia. La ciudadanía tiene ante sí básicamente dos opciones: mantener la trayectoria fijada por los acuerdos de Santos con las Farc o darle un viraje sustancial tendiente a restaurar la institucionalidad que aquel ha resquebrajado con sus torpes acciones.

Es tan deplorable el balance de la gestión gubernamental de Santos, que prácticamente ninguno de los aspirantes a verse favorecidos con el voto popular en las jornadas electorales venideras se atreve a encomiarlo. Todos tratan de deslindarse de él, pero no hay que ignorar que el compromiso de perseverar en la implementación del NAF conduce inexorablemente a mantener la línea fijada por Santos.

Continuarla nos llevará sin remedio por la pendiente de la ruina. Hay que ponerle freno a ese proceso y enderezarlo hacia otros objetivos.

Los que ha propuesto el Centro Democrático desde su creación mantienen su vigencia: Seguridad Democrática, Confianza Inversionista, Cohesión Social.

La inseguridad que padecía el país en 2002 ha revivido en los últimos tiempos. El ambiente de zozobra se pone de manifiesto en todas partes. La paz de Santos no ha restablecido el orden. Por el contrario, lo ha desquiciado y la delincuencia de todos los pelambres es la que impone su funesta ley en todas partes. No en vano alguien ha dicho hace poco que los únicos que parece que se han desarmado son los militares y los policías.

Colombia clama por la autoridad, que es lo que menos le gusta a la izquierda revolucionaria que aspira imponer la suya cuando se tome el poder, pero no acepta la que emana de procesos electorales libres y democráticos.

La economía está severamente resentida y el temor de que se imponga el castro-chavismo ya está haciendo estragos. Los inversionistas extranjeros ya no confían en Colombia y se están moviendo hacia otros países que les ofrezcan mejores garantías. Lo que logró Uribe bajo su gobierno lo destruyó Santos con su desgobierno. Si las fuerzas que lo han respaldado tienen éxito en estas elecciones, la desbandada inversionista no tardará en producirse.

Santos entrega un país dividido y desorientado. Su claudicación ante los criminales de las Farc ha sido motivo de escándalo y desasosiego para muchísimos compatriotas. Y no solo ha claudicado ante los violentos, sino frente a los corruptos en quienes se ha apoyado para obtener sus objetivos. 

La cohesión social, que es en lo que consiste realmente un estado de paz, no puede lograrse a espaldas de la justicia, sino reconociéndole a cada uno lo que legítimamente le corresponde en aras del bien común. Este les impone a los diferentes sectores sociales beneficios y cargas que redundan en favor de todos.

Es verdad que Colombia exhibe demasiadas inequidades. Hay que identificarlas y buscar acuerdos para corregirlas. Pero es lo cierto que el NAF no va por ese camino, pues es un instrumento urdido en favor de las Farc y sus propósitos  totalitarios y liberticidas, mas no de una auténtica justicia social.

Usted, ciudadano, tiene en sus manos el futuro de Colombia, su patria. Su voto cuenta, es usted quien decide.