martes, 23 de noviembre de 2021

Bienvenido, Óscar Iván Zuluaga

El Centro Democrático anunció ayer que su candidato presidencial es Óscar Iván Zuluaga, que ganó la nominación en franca lid con una lujosa nómina de contendores. Siendo todos ellos muy respetables, el triunfo de Zuluaga goza de explicaciones razonables, pues ya fue candidato presidencial en las elecciones de 2014 que le birlaron en una de las maniobras más oscuras de nuestra historia política, orquestada por Juan Manuel Santos y Eduardo Montealegre, su fiscal del bolsillo.

La hoja de vida de Zuluaga es encomiable. Su desempeño tanto en el sector público como en el privado lo acredita de sobra para ejercer la Primera Magistratura de la Nación. No es hombre pugnaz y sus declaraciones lo muestran como persona de muy buen juicio que pondera con serenidad las situaciones y ofrece soluciones razonables para afrontarlas. 

Las circunstancias actuales ofrecen muchas diferencias respecto de las que rodearon su primera candidatura hace 7 años. En ese momento el debate se centraba en el diálogo que se estaba adelantando en La Habana con las Farc. Mal de nuestro grado, ese diálogo cuajó en un acuerdo que ya es un hecho cumplido, así sea a costa del Estado de Derecho, que quedó severamente desvertebrado por las trapisondas que para imponerlo se le ocurrieron a Santos. Frenarlo o darle reversa es ya prácticamente imposible imposible. Quizás podrían introducírsele correctivos, siempre que en el próximo congreso hubiere mayorías dispuestas para ello.

Ese acuerdo con las Farc no trajo consigo la paz que se buscaba. La violencia de distintos pelambres está enseñoreada en vastos escenarios del territorio nacional, principalmente por obra de la funesta herencia de más de 200.000 hectáreas de cultivos de coca que nos dejaron Santos y su ministro Alejandro Gaviria. No sabe uno con qué cara se atreve este último a aspirar a gobernarnos, después de tan proditorio legado.

El próximo presidente tendrá que lidiar con estos problemas y otros de no menor gravedad.

Pero la circunstancia que representa mayor peligro para la sociedad colombiana es la candidatura de Gustavo Petro, que al tenor de las encuestas goza de un inquietante favor en distintos sectores de nuestra sociedad. Cuán fuerte sea ese apoyo es algo que se verá en las elecciones de congresistas que tendrán lugar en marzo próximo. Lo cierto es que se trata de una aspiración que hace mucha bulla, de parte de quién a todas luces es una mala persona y no guarda recato alguno para hacer pésimas propuestas.

Así se esmere en ocultar su verdadera identidad y sus más acendradas convicciones, es un hecho notorio que Petro en  el fondo es un comunista que sigue las consignas que le dictan en La Habana. 

Por consiguiente, Colombia corre el riesgo de que el comunismo llegue al poder por medio del voto popular.

Este peligro exige gran habilidad política para integrar una coalición capaz de enfrentarlo eficazmente en las urnas. Zuluaga así lo ha entendido muy bien y afortunadamente posee las condiciones que se requieren para aunar voluntades que coincidan en el propósito de salvar la democracia liberal entre nosotros. Hay que llegar a las elecciones presidenciales con un liderazgo fuerte y excelentes propuestas que convenzan al  electorado acerca del camino que deberemos seguir para no hundirnos en cenagales como el de Venezuela o el Perú. 

Para que estos propósitos sean viables es necesario doblar muchas páginas y hasta tragarse bastantes sapos. En síntesis, la polarización entre uribistas y santistas debe superarse. Las estigmatizaciones recíprocas deben dejarse de lado, pues los más altos intereses de la patria así lo exigen.




martes, 2 de noviembre de 2021

Alerta: Vienen tras nuestros niños.

La publicación del último escrito de Ricardo Puentes Melo en "La Linterna Azul" es estremecedora (vid. Homosexualismo, una agenda globalista. Su mafia en Colombia – La Linterna Azul  ). Lo que afirma Puentes ahí coincide en buena medida con lo que en este blog he denunciado en otras oportunidades acerca de la agenda de homosexualización de la sociedad. Vid. Pianoforte: La Homosexualización de la Sociedad (jesusvallejo.blogspot.com).

Lo que ha empezado como algo apenas razonable, tendiente a garantizar los derechos de minorías discriminadas sin motivo legítimo, ha dado lugar a lo que no pocos consideran como un totalitarismo LGTBIQ+ que pretende imponer su estilo de vida en todos los ámbitos de la sociedad.

Tras esta tendencia se mueve el ímpetu antinatalista que aspira no sólo a limitar, sino a reducir, incluso sustancialmente, la población humana, a la que se acusa de la crisis ecológica que se pone de manifiesto en el cambio climático. Como lo proponen los promotores del Nuevo Orden Mundial, hay que desligar la sexualidad de la procreación, y uno de los modos más efectivos de lograrlo es la imposición de la homosexualidad.

Hay algo de más hondo aliento en estas tendencias, consistente en la destrucción de la familia tradicional y le erradicación de las creencias cristianas.

Como esta revolución cultural no es de buen recibo en las generaciones adultas, se busca imponerla a los niños a través de la educación. 

Es un proceso que viene en marcha desde hace varios años en distintos países, incluso el nuestro. Ya en los Estados Unidos se dice que la educación pública es el mejor vehículo de perversión de las nuevas generaciones. Y lo mismo se advierte en las políticas educativas en el Reino Unido, Alemania, Francia, España, Holanda, Bélgica y otros integrantes de la Comunidad Europea, contra los que se alzan voces aisladas, como las de Polonia y Hungría.

Por supuesto que educar a los niños en el respeto a la diversidad es digno de encomio. Pero los promotores de estas políticas educativas no se quedan ahí. Su propósito es la destrucción de su identidad sexual; la iniciación temprana en lo que consideran que es un derecho de la infancia, el goce carnal; la enseñanza de las distintas técnicas de satisfacción  incluidas las homosexuales; la presión para que los niños actúen como niñas y éstas como aquéllos, incluyendo su transformación sexual; etc.

Todo esto viene acompañado de medidas contra los padres que se opongan a este modelo de educación sexual. Por ejemplo, según leí en la prensa hace algún tiempo, en Alemania se los priva de la potestad sobre sus hijos e incluso se los somete a penas privativas de la libertad. En Inglaterra se ha sancionado disciplinariamente a educadores que se niegan, por ejemplo, a leerles a los chicos "Las Aventuras de los Pingüinos Gays". En la España de Zapatero se los obligaba a leer "Alí Baba y sus Cuarenta Maricones". En Suecia y en Escocia se procesó a predicadores que recordaban la severa censura de San Pablo a los afeminados o la prohibición veterotestamentaria sobre la sodomía. Hace poco en Finlandia se abrió un proceso contra una dama que mencionó en las redes sociales estas recriminaciones. Hay ahora un debate acerca del Supermán gay que está difundiendo Disney.

Como lo han puesto de presente muchos comentaristas, todo esto apunta hacia la imposición coactiva del modo de vida homosexual. Ya no se trata de proteger a los homosexuales. A los que ahora es menester que se proteja son los heterosexuales.

¿Qué será de nuestros niños frente a esta andanada de perversión que se mueve so pretexto de la igualdad y los proyectos de una sociedad inclusiva?

Contemplo a mis nietos Joaquín y Amalia, que acaban de cumplir tres años y son respectivamente hombre y mujer desde el momento mismo de su concepción, y no por presión cultural como piensan los seguidores de Simone de Beauvoir, y me estremezco pensando en la perversidad que pulula hoy en día, impuesta por el pensamiento dizque de lo políticamente correcto. Le ruego a Dios que los proteja de tanta maldad.