viernes, 20 de diciembre de 2019

Una crisis que toca fondo

El Presidente de la Corte Suprema de Justicia acusa de extorsionistas a un grupo minoritario de magistrados que están bloqueando las elecciones que le corresponden a ese alto tribunal, que por esa causa apenas cuenta hoy con 16 de los 23 integrantes que legalmente deben hacen parte de él (vid. https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/declaraciones-del-presidente-de-la-corte-suprema-de-justicia-sobre-eleccion-del-fiscal-444620)

Se dirá que maña vieja no es resabio, pues en varias oportunidades la Corte se ha dividido en torno de la elección de su presidente, de los magistrados que deben reemplazar a los que ya no están y del fiscal general. 

Un caso especialmente bochornoso fue el que ocurrió a finales del período presidencial de Álvaro Uribe Vélez, cuando debido al enfrentamiento con él, la Corte bloqueó la elección de fiscal general, dando así lugar a una larga interinidad en el cargo y a que para superar el impasse el presidente Juan Manuel Santos, con el visto bueno de la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado, retirara la terna que había presentado su antecesor y presentara otra que sirvió de base para una elección de nuevo fiscal que se efectuó violando los reglamentos "por una sola vez".

La crisis actual sucede en momentos en que se está actuando en torno del llamado "Cártel de la Toga", asunto que versa sobre un grupo de magistrados penales a quienes se acusa de incurrir en negociaciones multimillonarias para resolver distintos casos en que están involucrados ante todo dirigentes políticos (vid. https://es.wikipedia.org/wiki/Cartel_de_la_toga).

Todo esto es, simple y llanamente hablando, asqueroso. Parafraseando el célebre dicho de Hamlet, nos hace sentir que hay algo muy podrido en Cundinamarca. En rigor, ofrece evidencia de que la crisis colombiana en los tiempos que corren es ante todo de orden moral.

Allá a principios de la década de 1940 el entonces canciller López de Mesa proclamaba el primado de Colombia en el concierto de naciones latinoamericanas por ser una "potencia moral".  Hoy sería osado a más no poder insistir en dicho aserto. 

Hace varios años leí un análisis de Hernando Gómez Buendía que creo haber citado en algotra ocasión, en el que palabra más palabra menos ilustraba la decadencia moral de nuestra sociedad diciendo que aquí había fracasado la ética de la caridad de los católicos, la de la probidad de los republicanos liberales y la de la solidaridad de los socialistas, en pro de un remedo de ética oportunista, la del "CVY" ("Cómo voy yo") y el aprovechamiento del "cuarto de hora" para enriquecerse y beneficiar a los allegados.

Lejos está la época en que un presidente que fue víctima de injustas acusaciones, José Eusebio Otálora, murió de pena moral. Otros, más recientes, de los que se cree que alimentaron la corrupción en su entorno y hasta se beneficiaron de algún modo de ella, se pavonean en cambio, gracias a la impunidad que un sistema dañado les garantiza.

Los conservadores del siglo XIX y la primera mitad del XX insistían en que sin religión no hay moral, sin moralidad no hay orden y sin orden no hay derechos.

Es el momento de pensar en que quizás tenían razón. 

Hace poco leí que Richard Dawkins, el conocido promotor de un ateísmo militante que estuvo por acá en meses pasados, anda quejándose de que la campaña contra la religión en el escenario público no ha dado lugar a que se imponga como nueva vigencia social, en el sentido orteguiano de la expresión, una moral secular y racional que ordene adecuadamente las interacciones sociales y haga mejores a los individuos.

A mis discípulos solía recomedarles que leyeran un inquietante libro de Rüdiger Safranski que lleva por título "El mal o el drama de la libertad" (http://ghiraldelli.pro.br/wp-content/uploads/Safranski-Rudiger-El-mal-o-el-drama-de-la-libertad-1997.pdf). 

El mal es tema de la ética, que reflexiona sobre cómo debemos obrar. Su premisa fundamental reza que debemos optar por el bien,en lugar del mal. Pero ello supone que podamos conocer y valorar lo uno y lo otro. En un interesante reportaje para El País Semanal, Safranski observa que la clave para distinguir estos dos conceptos en la cultura europea la suministraba el cristianismo, "que durante 2.000 años había señalado, por así decir, dónde estaba el cielo sobre la sociedad, la fe, la trascendencia". Pero la crisis de la religión ha traído consigo el nihilismo, que implica el abandono de la verticalidad en favor de la horizontalidad: como anota Leo Strauss,  si todo vale igual, nada vale en sí mismo (vid. https://elpais.com/elpais/2015/10/16/eps/1444991480_212093.html).

El capítulo de su libro sobre San Agustín es luminoso. Según el santo, si queremos comprender y valorar al hombre, debemos considerarlo a través de Dios, es decir, en función de su trascendencia. Pero el pensamiento actual lo ubica exclusivamente en la inmanencia, en su materialidad, en su finitud, en su contingencia: "Comamos y bebamos, que mañana moriremos".

Pues bien, si no hay un ordenamiento superior al que produce la voluntad humana, las reglas dejan de serlo y se tornan acomodaticias en manos de "operadores jurídicos" amorales e incluso pervertidos. Y si se pierde de vista que el ejercicio de la administración de justicia implica un llamado, una vocación, un apostolado, como se creía en otras épocas, y se lo ve como una función netamente utilitaria, el resultado no puede ser más desastroso para la sociedad.

La idea de la separación del derecho y la política del orden moral trascendente es la madre de la crisis que padecemos y aquí dejo registrada.

Muchos consideran con buen sentido que esta crisis solo puede resolverse a partir de la educación, acompañada por supuesto de la disciplina. Pero, ¿de cuál educación se trata? ¿qué valores deben inculcarse para salir del cieno en que Fecode y sus conmilitones, e incluso los mandamases que controlan el sistema educativo, han sumido a nuestros jóvenes?

Ahí está el detalle.


domingo, 15 de diciembre de 2019

Ayúdame a vivir

Este es el título de una película de Libertad Lamarque en la que canta el tango homónimo que la hizo famosa en España y América Latina (vid. https://www.youtube.com/watch?v=3EijyPNWhyA)

Es evidentemente una pieza melodramática que a unos les toca el alma hasta hacerlos llorar y a otros los invita a la burla. Pero de lo que aquí se trata no es de analizar la película ni la canción, sino de utilizar el título para ilustrar un aspecto fundamental de las relaciones interpersonales, sean las de simple amistad o, con más veras, las amorosas.

Es verdad de Perogrullo que la vida humana transcurre en medio de circunstancias difíciles que hacen de ella una aventura azarosa. Buena cuenta de ello se da en el fascinante libro que acaba de publicar mi fraternal amigo Javier Tamayo Jaramillo bajo el título de "En contravía y por atajos", que como digo en su presentación, nos ofrece a su manera unas como memorias de infancia, adolescencia y juventud.

Según él, haciendo suya una observación de Dilthey, "La vida es una rara mezcla de azar, destino y carácter". Discrepo cordialmente, pues creo que tras el misterio de la acción humana hay, como observa Dostoiewsky acerca de su personaje Dimitri Karamazov, la lucha entre Dios y el Diablo que se libra en el interior de cada hombre. Javier descree de la Providencia; yo, en cambio, la encuentro en cada uno de los pasajes de mi vida, que no ha estado exenta de dolorosos episodios de caída y recuperación, o mejor dicho, de muerte y transfiguración, en el sentido del célebre poema sinfónico de Richard Strauss, que versa sobre el padecimiento terrestre hacia la bienaventuranza , tal como se lo explica en https://www.elsigma.com/Arte%20y%20Psicoan%C3%A1lisis/richard-strauss-i-transfiguracion-hacia-la-muerte-i-1864-1949/8490.

La cultura contemporánea, fuertemente impregnada de ateísmo en sus distintas modalidades, ha perdido de vista el hecho de que a través de nuestra vida edificamos un ser espiritual con vocación de trascendencia hacia la eternidad. Cada paso que damos contribuye a esa edificación o a su demolición. Y como lo he escrito en otra parte en torno al impacto que en cada uno de nosotros produce la decepción, "Cuando uno cree estar ascendiendo hacia la cumbre de la espiritualidad, una decepción lo desmorona todo y obliga a reemprender la marcha casi desde el punto de inicio. Trae consigo tormentas interiores, dudas, sensación de fracaso, frustraciones, heridas que se reabren, esfuerzo doloroso para volver a empezar a partir del perdón. Las tres caídas del Señor en el camino del Calvario nos enseñan a levantarnos una y otra vez. Laus Deo."

Pues bien, por ese arduo camino de construcción de una personalidad cimentada en el espíritu no andamos solos. El libre desarrollo de la personalidad que la Constitución consagra ampulosamente como objeto de un derecho fundamental, se realiza de modo inexorable dentro de marcos sociales y, más precisamente, interpersonales. Ascendemos o nos hundimos con nuestros prójimos.

Traigo a colación una obra que Enrique Santos Discépolo dejó inconclusa al momento de su muerte, el precioso tango "Mensaje". Sus deudos le pidieron a Cátulo Castillo que le pusiera letra. Cátulo se puso en el lugar de Discépolo, y escribió como si este lo hiciera desde el cielo una de las mejores paginas de su copiosa y variopinta producción. El mensaje que pensó que enviaría el finado dice, entre otras cosas, estas: "...Mensaje con que te digo que soy tu amigo y tiro el carro contigo...Yo, tan chiquito y desnudo, lo mismo te ayudo cerquita de Dios..." (https://www.youtube.com/watch?v=3vZ34HQWuqY)

¡Eso hacen quienes nos rodean con su afecto: nos ayudan a vivir!

Hace algún tiempo escuché en una de las iglesias en las que procuro asistir diariamente a misa, una homilía que me produjo honda impresión. El celebrante insistió en ella en que no nos salvamos solos. De hecho, se da la comunión de los santos, los que habitan este mundo terrenal y los que ya han pasado a la vida eterna. Unos y otros, de distintos modos, cooperan con todos los humanos en esa marcha hacia la bienaventuranza que inspira el poema sinfónico de Richard Strauss. Esa cooperación se da a través de la oración, el ejemplo, el consejo, el estímulo, la camaradería, el alivio en el dolor o en la preocupación, en las muestras de afecto que nos acompañan en cada paso que damos por la vida.

A raíz de mis recientes quebrantos de salud, me he visto favorecido por tantas manifestaciones de solidaridad procedentes incluso de personas que apenas conocía de vista y hasta de otras que han aparecido circunstancialmente a ayudarme a bajar unas escaleras, a recorrer un trecho demasiado largo para mis posibilidades de movilización o a hacer compras en el mercado, que no puedo dejar de pensar que la bondad del prójimo se halla por doquiera. Está ahí, presta a manifestarse de modo espontáneo.

Después de la Consagración, siempre le doy gracias a Dios porque nos auxilia con su gracia, nos fortalece con su presencia y nos guía con amor por el camino de la bienaventuranza.

Leí no hace mucho una reflexión de San Pío de Pietrelcina, el gran santo del siglo XX y quizás de todos los tiempos, según se colige de lo que sobre él escribió Antonio Socci en "El Secreto del Padre Pío" (La Esfera de los Libros, Madrid, 2009). Ha dicho el santo que el amor es un reflejo de la acción de Dios sobre la humanidad. Así lo creo: cuando entre nosotros surge de pronto el sincero y desinteresado sentimiento amoroso compartido en sus distintas modalidades, de las que no se excluye una profunda relación de amistad, es la obra de Dios que viene en nuestro auxilio. Y, por contra, el amor engañoso o ilusorio, el que se nutre del ánimo aventurero, el pecaminoso, así como el desamor que enfrenta los que antes se quisieron de veras y por obra del funesto orgullo, la torpe acedia o las seducciones que tanto abundan por ahí, se ha trocado en indiferencia, desdén o rencor, son productos de la deletérea acción del Maligno que se solaza con el extravío de las almas.

El libro de mi amigo Javier evoca la presencia que él cree que fue obra del azar, pero a todas luces lo fue  de la Providencia, de un alma bendita que pasó fugaz y trágicamente por su vida para estimularlo, enderezarlo y hacer de él la eminencia  que hoy conocemos y admiramos: la finada Ángela Montoya, que seguramente le sigue ayudando cerquita de Dios.

Esto lo escribo con una dedicatoria implícita a la que, haciendo mío un verso de Racconto, "esquiva y provoca". Que Dios la bendiga siempre.


martes, 10 de diciembre de 2019

¿Fronterizos del delito?

El artículo 469 del Código Penal regula así la asonada: "Los que en forma tumultuaria exigieren violentamente de la autoridad la ejecución u omisión de algún acto propio de sus funciones, incurrirán en prisión de dieciséis a treinta y seis meses".  Agrega el artículo 473 que la pena se aumentará en la tercera parte cuando el agente sea servidor público (v.gr. Petro).

Si bien la Constitución garantiza el derecho a la protesta pacífica, queda claro que cuando la  misma se torna tumultuaria y degenera en violencia, deja de ser protegida por el derecho y se torna en asonada.

Nunca ejercí la profesión de abogado en lo penal, pero pienso que el modus operandi de las marchas que han ocurrido en las principales ciudades del país en las últimas semanas sugiere que se acercan a la tipificación del delito de asonada.

Así sus promotores digan que la convocatoria que hacen es a marchar pacíficamente, lo usual es que sean desordenadas, vale decir, tumultuarias, y las acompañen grupos vandálicos que atacan a la fuerza pública y hacen daños considerables a las personas y a las cosas. De suyo, hay violencia cuando impiden el libre tránsito por las vías públicas, así como el acceso a los puestos de trabajo y los centros de prestación de servicios esenciales, como los de salud y otros, todo ello con el propósito de forzar al gobierno a adoptar ciertas políticas. 

Circula la grabación del testimonio de alguien que presenció en Monterrey (México) el lanzamiento del libro de Santos sobre la paz y escuchó que Timochenko, al dar respuesta a una pregunta sobre lo que les recomendaría a los promotores de los paros, dijo que les recomendaría seguir adelante con ellos, porque los propósitos que los han animado están a punto de cumplirse.

¿Cuáles son esos propósitos? 

Petro ha dicho a voz en cuello que se trata de doblegar al Presidente, y el medio que considera expedito para ello es la alteración permanente del orden público, mediante el ejercicio de un supuesto derecho a la resistencia que inventó a poco de perder las elecciones presidenciales. 

¿Es fortuita la presencia de vándalos en las manifestaciones que se han programado? ¿Hace parte, más bien, de un avieso designio subversivo? ¿Tiene que ver con ello la convocatoria que les hizo Petro a los estudiantes para que salieran también a marchar? ¿Están involucrados los congresistas de las Farc en esta posible acción delictiva?

De ser ello así, dichos congresistas perderían los beneficios del NAF, en el que se comprometieron a no seguir delinquiendo.

Si bien contamos con una administración de justicia que les pone el ojo ante todo a los uribistas, sería bueno que alguno se despabilara y le prestara atención a una seguidilla de paros, marchas y desórdenes que obedecen a las claras al designio proclamado por sus promotores de poner en jaque al presidente Duque e incluso derrocarlo, es decir, darle jaque mate.

Lo que está sucediendo no obedece a un movimiento espontáneo de la Colombia profunda, sino a un propósito que quedó delineado en el NAF, cuyo contenido el común de la gente ignora y, como lo denuncia el exfiscal Néstor Humberto Martínez en su reciente libro, se orienta a facilitarles a las Farc o a sus secuaces y conmilitones la toma, tarde o temprano, del poder. 

Se trata de una minoría subversiva que cuenta desafortunadamente con la complicidad de políticos, periodistas, profesores y hasta clérigos, entre otros, que descreen de la democracia liberal y se inclinan por otra que, peor que iliberal, es totalitaria.

El NAF quizás sea irreversible, al menos por medios institucionales, pero es una bomba de tiempo para nuestra identidad democrática. Contiene elementos que la socavan gravemente.

Por eso hay que repetir una y otra vez que Dios nos lleve de su mano. No vamos por buen camino.


miércoles, 4 de diciembre de 2019

Llenando la copa...

Debo admitir que no fue de todo mi gusto la lectura de la historia de España que publicó hace poco Arturo Pérez Reverte. Escrita en un estilo chabacano que parece poco apropiado para un académico de la lengua, denota muchísimos sesgos ideológicos. Pero hay informaciones aprovechables para quienes somos profanos en tan importante asunto.

Por ejemplo, nos ilustra sobre el siglo XIX español, que fue una época de lamentabilísima decadencia para el otrora resplandeciente imperio de Carlos V y Felipe II, cuyas bases sentaron los Reyes Católicos. La descomposición condujo a instalar en el trono a un extranjero, Amadeo de Saboya, que hubo de abdicar al poco tiempo declarando que era un país ingobernable, debido a que sus peores enemigos estaban adentro mismo y no por fuera.

Esas páginas hacen pensar en la Colombia de hoy. La gobierna un presidente joven, inteligente, bien intencionado, respetuoso de la institucionalidad, ecuánime y aplicado, de quien la siguiente entrevista que puede descargarse en https://www.youtube.com/watch?v=PFJiVbgl9q8 muestra sus apreciables cualidades de estadista. Pero le ha tocado en suerte un ambiente tan deletéreo que quizás no tenga parangón con ninguno de los que en el pasado han afligido al país.

Vengo afirmándolo desde los comienzos de este período presidencial: Duque, no obstante su buena voluntad y sus excelentes intenciones, adolece de severas dificultades para gobernarnos. Los más de diez millones de votos que obtuvo en franca lid para llegar a la Presidencia se han erosionado rápidamente debido a una oposición controlada desde el Congreso, la prensa y diversas organizaciones sociales por mentes perversas que pretenden derrocarlo o, al menos, doblegarlo para que desarrolle los programas políticos que fueron derrotados en las urnas en las últimas elecciones presidenciales.

Acabo de ver una aterradoras declaraciones del indigno e insolente senador Gustavo Petro, en las que manifiesta que "O sentamos a Duque a negociar, o vienen por nosotros y acaban el país" (vid. https://www.pulzo.com/nacion/gustavo-petro-habla-fortalecer-paro-nacional-PP810522).

Petro es a no dudarlo un energúmeno delirante que cada vez cobra mayor impulso para sacar adelante su proyecto totalitario y liberticida, copiado de los regímenes que imperan en Cuba y Venezuela. El problema radica en que no está solo. Era el candidato de Santos para la elección presidencial del año pasado. Y pretende aglutinar a los variopintos movimientos de izquierda que actúan en la escena política, con la complicidad activa o pasiva de otros movimientos, de ciertos sectores de la prensa y de organizaciones como Fecode, Asonal Judicial, la CUT y otros de inocultable filiación comunista.

So capa de la protesta pacífica que ampara la Constitución, los promotores de los paros de las últimas semanas han aupado las acciones de vándalos que pretenden reproducir entre nosotros la devastación que ha sufrido Chile por estas calendas. 

El presidente Duque ha sido prudente para manejar estas situaciones. Sabe, además, que está sometido a una Constitución y un NAF pensados para hacer ingobernable a Colombia en momentos de crisis. Pero su paciencia tiene límites. Ha de ser consciente de que si no hace acopio de toda su fortaleza el santopetrismo le va a propinar el zarpazo de que en buena hora lo ha advertido el expresidente Pastrana.

Lo que hay en curso es toda una conspiración no tan taimada como se piensa, pues cada vez es más descarada. Y a las conspiraciones hay que hacerles frente con todos los instrumentos que la institucionalidad ofrezca. 

La Constitución consagra el derecho de hacerles a las autoridades peticiones respetuosas, pero también impone entre otros el deber de no abusar del derecho propio y respetar el ajeno. El modo como han actuado Petro y sus conmilitones que firmaron la grosera carta en que le exigen diálogo al presidente Duque so pena de seguir alterando el orden público si no se pliega a cogobernar con ellos, es francamente subversivo. 

La respuesta que debe dárseles tiene que basarse en la reafirmación de la autoridad, como la que dio Alberto Lleras en 1945 a los huelguistas que pretendían paralizar la navegación por el río Magdalena: "En Colombia solo hay un gobierno legítimo y es el que yo presido".

Lleras era paciente y reflexivo, como lo es Duque, pero tenía carácter y lo hacía valer. 

Señor presidente Duque, siga ese ejemplo para bien de Colombia.