sábado, 20 de febrero de 2021

Precisiones

Hace algún tiempo publiqué unos comentarios sobre la profesora Sheri Berman, que destacó el papel de la social democracia en la consolidación democrática de la Europa occidental después de la II Guerra Mundial. La profesora Berman publicó un importante libro titulado "Democracy and Dictatorship in Europe: From the Ancien Régime to the Present Day", en el que muestra que el auge democrático en los tiempos que corren es, de hecho, una novedad histórica, pues versa sobre una modalidad de régimen político que todavía está en ciernes (vid. https://www.amazon.com/-/es/Sheri-Berman/dp/0199373191).

El profesor Brian Girving, de la Universidad de Glasgow, hizo una interesante reseña del libro, en la que llama la atención sobre el importante papel que jugaron los partidos demócrata cristianos en ese proceso de consolidación democrática (vid. https://reviews.history.ac.uk/review/2403).

Pues bien, ahora que entre nosotros se habla de una alternativa social demócrata a propósito del debate electoral venidero, es oportuno hacer algunas precisiones sobre el asunto.

En primer lugar, hay qué preguntar acerca de la idea que sus promotores tienen acerca de la social democracia. 

Si su fuente de inspiración es, por ejemplo, la social democracia alemana, deben recordar que ésta renunció al marxismo hace más de medio siglo y adoptó con toda honestidad los postulados de la democracia liberal, así como los de la economía social de mercado que promovió Ludwig Erhard en el gobierno de la democracia cristiana. Los gobiernos socialistas que lo sucedieron pusieron mayor énfasis en la acción social del Estado, en la dirección pública de la economía, en lo ambiental, en tópicos de lo que hoy se cobija bajo el rótulo de progresismo, y sobre todo en lo que Willy Brandt llamó la "östpolitik", es decir, el entendimiento con la Unión Soviética. Pero de ninguna manera pusieron en peligro el Imperio de la Ley, las libertades públicas, el aparato productivo, la pureza del sufragio y el pluralismo político. Ya habían abandonado el mesianismo de las primeras Internacionales y el propósito de crear una nueva humanidad. En lugar de la revolución propusieron la evolución. Aceptaron de buen grado que la opinión pública pudiese virar de nuevo hacia sus contradictores de la democracia cristiana, lo cual permitió una sana alternación en el mando. Incluso, llegaron a admitir eventualmente la coalición con ella para hacer posible la gobernabilidad en caso de que ninguno de los partidos lograse una nítida mayoría en las elecciones.

El ejemplo alemán puede verse también en el Reino Unido, en Francia, en los Países Bajos, en los escandinavos y hasta en España, salvedad hecha de lo que ahora está sucediendo con la coalición de extremistas que ejerce el poder y la está desquiciando.

Pero si los postulados de nuestros social demócratas de nuevo cuño se acercan a los del Socialismo del Siglo XXI, hay que combatirlos sin tregua, por supuesto que dentro de una escrupulosa legalidad. La mayoría que buscan en el próximo Congreso sería ruinosa para Colombia. Así sucedería si la controlaran los petristas de la fementida Colombia Humana. Pero a lo mismo se llegaría si la voz cantante la llevasen la Alianza Verde, de la que es bueno recordar que integra el funesto Foro de San Pablo, o el Polo Democrático, en el que medra el tenebroso senador Cepeda.

El abismo que separa a la social democracia europea de los comunistas, abiertos o disfrazados, no es otro que la civilización política. Los últimos son totalitarios, liberticidas y, a no dudarlo, criminales.

Un segundo tema de reflexión tiene que ver con el sistema de partidos. Generalmente se piensa que la separación de poderes, que constituye una preciosísima garantía de las libertades públicas, obra ante todo entre las ramas del poder, olvidando que la misma sólo logra articularse adecuadamente cuando se da un adecuado equilibrio entre el gobierno y la oposición, es decir, cuando unos partidos organizados logran contrarrestar las tentaciones hegemónicas de los que ejerzan el poder.

Conviene recordar sendas reflexiones de Montesquieu y de Lord Acton. El primero señalaba que todo el que ejerce poder tiende a abusar del mismo; el segundo afirmó que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.

El Socialismo del Siglo XXI sufre una perniciosa proclividad hacia el abuso de poder, que lo lleva a ejercerlo de manera hegemónica y corrupta. Sus voceros se muestran como adalides de la lucha contra la corrupción, pero cuando llegan al gobierno abandonan esas consignas y lo ejercen con el mayor descaro posible. Para muestra, lo que ha sucedido en Bogotá con varios alcaldes que se dicen de izquierda, o lo que parece estar ocurriendo en Medellín con el ya tristemente célebre "Pinturita".

Hay algo peor. El coronel Marulanda llama la atención en sus escritos sobre la influencia del Crimen Organizado Transnacional (COT) en gobiernos como el de Venezuela. Y, para no ir muy lejos, ¿qué decir de las gravísimas denuncias acerca del papel que jugaron las bandas criminales de Medellín en la elección del alcalde actual?

Acá ya no se está hablando de la corrupción como método de gobernabilidad que debilita a los opositores reales o posibles mediante el vergonzoso reparto de "mermelada", sino de gobiernos que actúan de consuno con el crimen organizado, es decir, que ellos mismos son gobiernos de delincuentes.

Los procesos electorales que tendrán lugar entre nosotros el año entrante obligan a pensar bien desde ahora mismo en las decisiones que debemos tomar para que el poder se ejerza por quienes tengan claro compromiso con la civilización política y no por los que se proponen destruirla.



viernes, 12 de febrero de 2021

Evocación de Cayetano Betancur

Por una feliz iniciativa de su sobrino José María Bravo Betancur y bajo los auspicios de la Academia Antioqueña de Historia, ICPA, la Gobernación de Antioquia y Unidos, está en circulación un precioso libro compuesto por aquél, que lleva por título "Apuntes para una biografía de Cayetano Betancur Campuzano, filósofo, maestro, académico".

La Academia tuvo a bien honrarme, desde luego que muy inmerecidamente, con el encargo de hacer su presentación, tarea que cumplí ayer de modo virtual, como corresponde a las circunstancias que estamos viviendo hoy en día (vid. https://www.youtube.com/watch?v=Lx5MvyujV4A).

Con el profesor Cayetano Betancur tuve una relación episódica, mas para mí inolvidable, a raíz de un encuentro profesional en el que poco hablamos del asunto que yo tenía entre manos, pues él aprovechó la oportunidad, con la gentileza que lo caracterizaba, para darme una breve lección sobre Hegel.

La sede de la Academia ubica en la casa que habitó en sus últimos años acá en Medellín el profesor Luis López de Mesa, que fue quien, siendo Canciller del gobierno de Eduardo Santos, hizo que Betancur migrara a Bogotá para servirle como asesor. Ya él gozaba de un amplio reconocimiento por su sapiencia, no obstante su juventud.

Hube de recordar que fue uno de los firmantes del acta de fundación de la Universidad Católica Bolivariana, hoy Pontificia, el dos de junio de 1936 en la sacristía del templo de La Candelaria, cuyo párroco era en ese momento el padre Germán Montoya. En ese mismo año, Betancur se graduó con honores con una tesis sobre Filosofía del Derecho que reeditó, con algunas adiciones, en 1959. Regentaba en ese momento dicha cátedra en la Universidad de Antioquia y pasó a servirla en la Bolivariana a partir de su fundación.

Por esas calendas, años de 1935 y 1936, protagonizó un sonado debate filosófico con mi padre en las páginas de la revista de la Universidad de Antioquia. Ambos eran muy jóvenes, pues Betancur había nacido en Copacabana en 1910 y mi padre vio la luz primera en Rionegro en 1912, pero ya se los tenía en muy buena estimación por sus acendrados méritos intelectuales. Pude rescatar en Scribd las publicaciones de ese debate, que dan fe de la altura con que se lo llevó a cabo, no obstante la distancia que había entre el pensamiento conservador de Betancur y el liberal de mi padre (vid. https://www.scribd.com/document/11531697/Cayetano-Betancur-Filosofia-y-metafisica-Tres-Ensayos-Entorno-a-Una-Polemica-Con-Joaquin-Vallejo-1935-y-36#download). Eran tiempos en los que todavía se disputaba con las ideas, no como los que corren ahora, en los que la controversia política se centra en los puestos, los contratos, el agravio personal y el engaño al electorado.

Cayetano Betancur era ante todo un pensador. Las urgencias vitales lo llevaron a ejercer muy decorosamente la profesión de abogado, pero lo suyo era el trato con las ideas, que exige una rigurosa disciplina para conocerlas, asimilarlas, someterlas a la prueba ácida del examen racional, ponerlas por escrito, enseñarlas, difundirlas, etc. El intelectual, en el sentido estricto del término, es una rara avis que aplica sus energías a la búsqueda de la verdad. Hay muchos se jactan de serlo, pero en realidad son diletantes, charlatanes y a menudo logreros que aprovechan el prestigio que da esa categoría para medrar en la burocracia y el mercado de los honores. No fue ese el caso de Betancur, que vivió muy sencillamente y sólo aceptó posiciones universitarias en las que se sintiera realmente útil, como en efecto lo fue y con lujo de competencia.

En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado había pocos filósofos profesionales en Colombia. Los que se destacaban en ese campo eran en su gran mayoría autodidactas, algunos de ellos muy esforzados, como fue el caso de Betancur, que aprendió alemán para estudiar en su lengua original a los filósofos más destacados del mundo teutónico. Se acercó a ellos a través de Ortega y Gasset, cuya obra asimiló a fondo, y los dio a conocer en nuestro ambiente académico. En sus lecciones universitarias, sus conferencias y sus escritos se supo por estos pagos de Dilthey, Husserl, Scheler, Hartmann, Heidegger, Kelsen y tantos otros más que dieron lustre al pensamiento alemán en las primeras décadas del siglo pasado. Muchos consideraban a Betancur como el filósofo más lúcido y brillante que había entre nosotros por esos años.

No obstante su apertura a distintas escuelas de pensamiento, se mantuvo siempre firme en su adhesión a la fe católica, iluminada por la tradición aristotélico-tomista. Como Paul Landsberg, uno de los siete filósofos judíos que encontraron a Cristo, según un precioso libro con ese título de John M. Oesterreicher que conservo como un tesoro invaluable en lo que resta de la que otrora fue mi copiosa y selecta biblioteca, Betancur sostenía que el filósofo que cree en la Revelación no tiene el orgullo de poseer la filosofía, sino la humildad de necesitarla. Así lo consigna como epígrafe de la segunda edición de su "Ensayo de una Filosofía del Derecho" (Temis, Bogotá, 1959).

No entraré en el debate acerca de en qué sentido es posible hablar de una filosofía católica, así como de si cabe filosofar desde la fe, habida consideración del cerril prejuicio antirreligioso que a muchos ciega hoy por hoy. Pero es lo cierto que en el pensamiento católico obra una egregia tradición que se propone conciliar la racionalidad con la fe.

Ignoro si Betancur conoció ese precioso texto de Jean Guitton titulado "Lo Absurdo y el Misterio", en  el que ese distinguido pensador francés nos enseña que la racionalidad ha de moverse entre esos dos extremos (vid. http://libroesoterico.com/biblioteca/enigmas_conspiraciones/Guitton%20Jean%20-%20Lo%20Absurdo%20Y%20El%20Misterio.PDF). Hay asuntos, en efecto, en los que el solo ejercicio de nuestras facultades racionales y la captación de los datos que nos suministran los sentidos no es suficiente para orientarnos en la exploración de la realidad, por lo que necesitamos del auxilio que nos ofrece la fe en la Revelación. Menciono a este respecto la valiosísima enseñanza de Claude Tresmontant, profesor ilustre si los ha habido en Francia, que a partir de su contundente argumentación en "Cómo se plantea hoy el problema de la existencia de Dios" llega a la conclusión de que, habiendo creado Dios al ser humano, es del todo razonable que lo ilumine con su Revelación (vid. "El Problema de la Revelación", https://www.cultura.com/le-probleme-de-la-revelation-tea-9782021266764.html).

La labor filosófica de Betancur se desarrolló principalmente en la cátedra. Dejó algunas publicaciones muy meritorias, la principal de ellas, la ya citada sobre Filosofía del Derecho, que merece reeditarse para aportar luz sobre un campo en el que hoy prevalece la desorientación. No en vano su nombre aparece citado por iusfilósofos de la talla de Del Vecchio y Recaséns Siches. Su ensayo de madurez, "La Idea de Justicia y la Teoría Imperativista del Derecho", que puede consultarse en Dialnet, somete a dura prueba los dogmas kelsenianos, mostrando que al tenor de ellos la validez del ordenamiento jurídico termina apoyándose en un dato fáctico, la eficacia, y demoliendo la falsa dicotomía que campea en los estudios de introducción al Derecho, acerca de la insalvable fisura lógica del Ser y el Deber Ser. ¡Lo que otros hemos sostenido acerca de la inescindible relación entre esos dos órdenes, con base en los postulados aristotélicos, Betancur lo corrobora invocando nada menos que la autoridad  intelectual de Heidegger!

Siguiendo una augusta tradición, Betancur enseña que el núcleo del Derecho está en lo justo, y que la justicia es ante todo un valor moral, por lo que no es posible desligar radicalmente lo jurídico de lo ético, así haya entre ambos órdenes diferentes cometidos.

Su crítica a Kelsen por el declarado agnosticismo axiológico que abiertamente profesa en sus obras es certera. Kelsen, al igual que los doctrinantes y científicos que proclaman que todo  pronunciamiento sobre el valor es subjetivo y arbitrario, tienen que reconocer por lo menos un valor: el de la verdad. De lo contrario, su esfuerzo sería baldío. En efecto, tendrían que confesar que sus denodadas empresas intelectuales reposan sobre mentiras, engaños, fraudes, sofismas, etc. En Kelsen mismo se pone de manifiesto otro valor, la seguridad. Su teoría se encamina a que el pensamiento jurídico sea riguroso, de suerte que los doctrinantes y operadores nos ofrezcan conclusiones previsibles y, en el fondo, razonables. La anarquía que hoy padecemos respecto de valoraciones e interpretaciones de la normatividad, por obra del relativismo imperante, conspiran contra la racionalidad del ordenamiento jurídico, vale decir, lo hacen arbitrario.

Betancur ganó en 1955 el premio nacional de ensayo con su "Sociología de la Autenticidad y la Simulación", texto en que hace gala de su cabal conocimiento de la Filosofía de la Historia y de la Cultura, así como de la Sociología, de los pensadores alemanes de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En efecto, su planeamiento arranca de la distinción que plantea Spengler entre la cultura y la civilización, siendo la primera creación espontánea de pueblos emergentes, mientras que la segunda es obra de los decadentes. La cultura es manifestación vital, en tanto que la civilización tiende a esclerosarse, a fosilizarse. Adoba su estudio con finas observaciones sobre la psicología del antioqueño y la de los naturales del altiplano cundiboyacense. 

En un escrito sobre la universidad, destaca como misión primordial suya la formación de caracteres, asunto que hoy se presta a múltiples cogitaciones. ¿Qué tipo de profesional estamos formando, en efecto?

Pienso que este libro de mi apreciado amigo José María Bravo Betancur merece llegar sobre todo a los jóvenes, que necesitan buenos ejemplos y sanas enseñanzas que los estimulen en el proceloso tránsito por la vida. Recuerdo a propósito de ello una observación de Raymond Aron: la juventud necesita tener a quienes admirar. Pues bien,  la vida y la obra de Cayetano Betancur son admirables, ejemplares.

jueves, 4 de febrero de 2021

Como un mico en un pesebre


No otra es la imagen que proyecta "Pinturita", el exótico alcalde petro-comunista de Medellín, que, según denuncia un concejal del Partido Verde, se propone destruir la ciudad que lo eligió (vid. https://www.bluradio.com/blu360/antioquia/quintero-quiere-destruir-en-medellin-y-lo-vende-como-una-pelea-contra-el-gea-concejal-daniel-duque).

Lleva un año en ejercicio del cargo y su balance no podría ser más negativo. La crisis en que ha sumido a EPM desafía toda lógica de buen gobierno. Uno queda atónito, sin palabras, frente a ese estilo populachero y errático de manejo de la cosa pública. Y de no salir adelante el proyecto de revocatoria, que parece estar en veremos por la extraña maniobra que para frenarlo ha intentado la autoridad electoral, los habitantes de la Bella Villa tendrán que soportar durante tres años más los estropicios de esta alocada administración.

¿Cómo se hizo elegir alcalde este personaje? ¿Cuáles son sus antecedentes? ¿Qué se esconde tras su cacareada independencia? ¿Qué se propone en realidad?

Cursa en la Fiscalía una denuncia penal contra Quintero por supuestos hechos relacionados con el modus operandi de su elección. En la denuncia se afirma que la logró con el apoyo de bandas criminales que presionaron a las comunidades para que votaran por él e incluso repartieron dinero para ese efecto. De ser ello cierto, estaríamos frente a lo más grave que pueda haber sucedido en la historia de Medellín: un alcalde elegido por el crimen organizado regional.

Lo que se conoce del pasado de "Pinturita" lo muestra como un aventurero, un paracaidista, un saltimbanqui que posa de encapuchado en la Universidad Nacional, de conservador y de liberal derrotado en sendos procesos electorales, dizque de técnico santista y, en fin, de promotor de la candidatura presidencial del extremista Petro. En suma, no es un sujeto serio y exhibe todas las trazas de un irresponsable. Con razón, el expresidente Uribe lo considera como un virus político.

Hace poco comenté el libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt que lleva por título "Cómo mueren las democracias". Si bien su tema se centra en la crisis que padece la democracia norteamericana, ahí se hacen consideraciones pertinentes respecto de otras, como las latinoamericanas y, en especial, la nuestra.

Una de esas consideraciones atañe a la toma del poder por personajes tóxicos al estilo de "Pinturita" o Petro, por ejemplo.

En buena medida, ello obedece a la crisis de los partidos políticos, que es bien patente en nuestro medio. Según los autores citados, los partidos sirven de filtro de esos personajes, pues para hacer carrera dentro de ellos hay que convencer a sus dirigentes, a sus activistas y sus masas, de suerte que los excéntricos en general tienen pocas posibilidades de ascender dentro de ellos.

Las encuestas indican que la mayoría de los colombianos ya no se sienten vinculados a partidos políticos. Son, por así decirlo, ruedas sueltas que se mueven al vaivén de las coyunturas que se van presentando. Incluso, cuando se los interroga por sus preferencias acerca de la derecha, el centro o la izquierda, sus respuestas son equívocas. El voto de opinión parece mandar la parada, pero ella es, como en la célebre definición de Montaigne, "cosa vaga, vana y ondulante". Hay además otros votos, difíciles de cuantificar, que son los de las clientelas, muchas veces corrompidas, los comprados y los coaccionados por las bandas criminales.

¿Cómo, de la noche a la mañana, hizo irrupción en la política local un personaje de la caterva de "Pinturita", que se hizo notar con su discurso sensiblero, sus tomates y su queso gigantesco?

Hubo políticos de varias tendencias que vieron en él opíparas oportunidades y pusieron sus respectivos equipos a su servicio. Ellos tendrán qué dar cuenta del desastre que promovieron. 

Pero hay algo más. Los medios de comunicación social, en particular los audiovisuales, tienen sobre sí severas responsabilidades por no haber explorado los antecedentes de este funesto personaje y haberlo presentado al público como alguien meritorio que logró superar tremendas dificultades familiares y sociales para formarse y salir adelante. No supieron distinguir entre un héroe y un granuja. Lo presentaron como uno de aquéllos, cuando resultó ser de la especie de los segundos.

Hay qué volver sobre ello: la democracia fracasa cuando en lugar de exaltar a los mejores les abre paso a los peores.