Circula por las redes sociales un trino de la nueva directora del ICBF, Lina María Arbeláez, en el que que critica a alguien por afirmar que "el feto es un ser humano con ideales", que "el aborto es violencia" y que "el aborto es un negocio" (vid. https://www.google.com/search?sa=X&sxsrf=ALeKk00ZhtppVsEUQpwO8zqFcWNrpp7pXg:1583445753729&q=Twitter+de+Luc%C3%ADa+Arbel%C3%A1ez+sobre+el+feto&tbm=isch&source=univ&ved=2ahUKEwiv9a-Nq4ToAhVSiOAKHbamCV8QsAR6BAgKEAE&biw=1038&bih=468#imgrc=tQDuGGrR74zfRM).
Ello indica que la funcionaria encargada del bienestar familiar es una abortista que niega que el producto de la concepción sea un ser humano digno de protección.
Ignora, como muchas otras acérrimas feministas, el dictamen de la ciencia, que ha llegado a la conclusión de que desde el momento de la fusión del óvulo femenino con el espermatozoide masculino se genera un nuevo ser que evidentemente es humano, pues dispone de su propio ADN y desde el momento de su implantación en en el útero materno actúa de diversas maneras sobre el cuerpo de la madre, poniéndolo por así decirlo a su disposición. En su conferencia Genes y Vida Humana que puede leerse a través del siguiente enlace, explica con totales claridad y sencillez cómo se produce la fusión del espermatozoide con el óvulo y que se deriva de ahí (vid. https://laverdadysololaverdad.wordpress.com/2013/07/08/genes-y-vida-humana-dr-jerome-lejeune/).
En esa célula primigenia está toda la información que el padre y la madre transmiten y que da lugar al desarrollo del individuo humano. Es otro ser con sus características propias, entre ellas su propio tipo de sangre, que va creciendo y formándose a lo largo del embarazo. Lo que la madre lleva adentro no es un aglomerado de células, algo así como una tumoración, sino un hijo que poco a poco va manifestando las características que dicta el ADN que posee desde el inicio.
Es verdad que todavía no se lo puede catalogar como un sujeto dotado de autonomía racional, ni goza del poder de moverse libremente. Pero tampoco los recién nacidos ni los infantes tienen esos atributos. Solo con el tiempo van adquiriendo el atributo que los filósofos consideran propios de la persona moral, así como la posibilidad de procurarse su propio alimento y buscar sus propios fines.
La sabiduría de Aristóteles postuló que cada ente debe de ser considerado en acto y en potencia. El embrión y luego el feto son seres humanos en acto con la potencialidad de llegar a ser individuos a carta cabal.
Si son seres humanos, mal puede tratárselos como si fuesen cosas susceptibles de comerciarse o destruirse. Kant, que es el maestro que los defensores de los derechos humanos suelen invocar en sustento de sus opiniones, decía que las cosas tienen precio, mientras que el individuo humano ostenta dignidad. No se lo puede tratar como una cosa. Y esa dignidad es en últimas algo sagrado. Gústeles o no a sus seguidores racionalistas, ahí está presente el núcleo fundamental del mensaje cristiano sobre el valor de la vida humana.
El ateísmo que predomina hoy en los círculos dominantes de nuestro país niega que el ser en gestación esté dotado de alma. Incluso la niega en el recién nacido y, desde luego, en el individuo ya formado, hecho y derecho. Muchos adhieren al crudo dictado del filósofo Searle: "Somos apenas bestias biológicas". Dictado que repite lo que enseñaba Ralph Linton en "El Estudio del Hombre", a cuyo tenor "El hombre no es un ángel caído, sino un mono erguido".
Si eso somos y nada más, ¿en qué reside el valor del ser en gestación, del recién nacido, del infante, del adolescente, del joven, del adulto, del anciano?
Los kantianos dicen que ese valor deriva de la posibilidad de proseguir racionalmente los propios fines. Pero esto abre mil discusiones acerca de cuán racionales y libres somos los seres humanos, aún los que creemos haber alcanzado la madurez.
Un famoso profesor de Ética, Peter Singer, predica que como los niños no gozan todavía del cabal uso de razón, con los mismos argumentos justificativos del aborto bien podrían ser sacrificados.
El asunto no versa entonces sobre si el embrión y el feto son seres humanos, pues evidentemente lo son de acuerdo con los descubrimientos del profesor Lejeune, sino sobre su valor.
Es bien sabido que muchas tendencias ideológicas e incluso muchas actitudes prácticas consideran que no todos los seres humanos gozan del mismo valor, es decir, de igual dignidad. El Raskolnikov de "Crimen y Castigo" justifica el asesinato de la usurera porque a su juicio es una cucaracha. La tiranía que reina en Cuba oprime a los disidentes porque los considera unos gusanos. La esclavitud de indios y negros se justificó durante siglos porque se negaba que tuvieran alma o de algún modo se los consideraba inferiores, concepto que tenía nada menos que Voltaire, quien se enriqueció invirtiendo en compañías negreras. Los bolcheviques persiguieron con saña implacable a nobles, burgueses, pequeño burgueses, porque la humanidad respetable para ellos era solamente la del proletario. Hitler provocó el holocausto judío sobre la base de reducir a los hijos de Israel a la condición de raza inferior, en lo que coincidía, bueno es recordarlo, con Voltaire. Las Farc y el ELN han dado las peores muestras de bestialidad porque para ellos quienes no coincidieran con sus proyectos totalitarios y liberticidas eran algo así como "res derelictae", cosas abandonadas y sin valor.
El respeto por la dignidad de todo ser humano, desde el momento de la concepción, es principio fundamental del ordenamiento jurídico panamericano, tal como lo destaca el artículo 4-1 del Pacto de San José:
"Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente." (https://www.hchr.org.co/documentoseinformes/documentos/html/pactos/conv_americana_derechos_humanos.html)).
Este principio es para no pocos un mera convención, algo aceptado para ciertos efectos prácticos e incluso para halagar la buena conciencia, pero que es susceptible de diversas excepciones o modulaciones que a fuerza de ampliarse terminan derogándolo. Negar la humanidad del ser en gestación y por ende su dignidad despeja la vía para otras negaciones, como viene sucediendo con quienes sufren enfermedades terminales o discapacidades inhabilitantes.
No, el valor de la vida humana no reposa sobre una convención. Es, ni más ni menos, un presupuesto de la civilización y, más todavía, un dato antropológico fundamental postulado por las tradiciones espirituales más elevadas y en especial por el cristianismo.
En "El Cero y el Infinito", Arthur Koestler plantea una sugestiva ecuación. Para los demás, la vida del individuo aislado puede valer cero, en la medida que se interponga en sus propósitos de toda índole; mas, para ese individuo, ese valor es infinito, lo es todo, pues sin ella carece de derechos e incluso de la existencia misma. Es una obra maestra que pone al descubierto la sinrazón de todo sistema político que niega el valor supremo del individuo humano. (Vid. https://omegalfa.es/titulos.php?letra=e).
En el capítulo 8 de mis "Lecciones de Teoría Constitucional", relativo al humanismo constitucional, pongo como epígrafe una perentoria frase de Karl Jaspers: "Los derechos humanos son el presupuesto de una política humana, no bestial".
Pues bien, lo que hizo Profamilia con el no nacido Juan Sebastián Medina es ni más ni menos una bestialidad que, al parecer, cuenta con el apoyo de la nueva directora del ICBF y del abortista fiscal Barbosa, así como de los perversos magistrados de la Corte Constitucional.
Vuelvo sobre el ateísmo expreso o tácito que prevalece entre nuestros dirigentes. Es claro que para ellos no rige la Ley de Dios, que a lo largo de siglos sirvió de fundamento de los ordenamientos jurídicos civilizados. Ignorándola, la ultima ratio del Derecho será el arbitrio de los famosos órganos de cierre, es decir, los nueve dictadores que integran la Corte Constitucional, que piensan como Iván Karamazov: "Si Dios no existe, todo es posible". Lo que les venga en gana es Derecho, y punto.
En el capítulo 8 de mis "Lecciones de Teoría Constitucional", relativo al humanismo constitucional, pongo como epígrafe una perentoria frase de Karl Jaspers: "Los derechos humanos son el presupuesto de una política humana, no bestial".
Pues bien, lo que hizo Profamilia con el no nacido Juan Sebastián Medina es ni más ni menos una bestialidad que, al parecer, cuenta con el apoyo de la nueva directora del ICBF y del abortista fiscal Barbosa, así como de los perversos magistrados de la Corte Constitucional.
Vuelvo sobre el ateísmo expreso o tácito que prevalece entre nuestros dirigentes. Es claro que para ellos no rige la Ley de Dios, que a lo largo de siglos sirvió de fundamento de los ordenamientos jurídicos civilizados. Ignorándola, la ultima ratio del Derecho será el arbitrio de los famosos órganos de cierre, es decir, los nueve dictadores que integran la Corte Constitucional, que piensan como Iván Karamazov: "Si Dios no existe, todo es posible". Lo que les venga en gana es Derecho, y punto.