sábado, 26 de octubre de 2019

Religión y Política

Las relaciones entre estos dos aspectos de la vida humana son de muy vieja data. Hasta el advenimiento de la Modernidad, fueron estrechísimas.

He señalado en otras oportunidades que la religión parte de la base de que habitamos en medio de dos mundos, el natural y el sobrenatural; que entre ambos hay interacciones; que se da en los seres humanos el tránsito de esta vida mortal a la eterna; y, en un concepto más evolucionado, que el modo como vivimos en este mundo natural condiciona el de nuestra supervivencia en el más allá.

La religiosidad se pone de manifiesto en los más antiguos restos de la vida primitiva que han llegado hasta nosotros y aparece bajo diversas modalidades en todas las culturas y civilizaciones.

Ella cumple distintos cometidos tanto en la vida individual como en la colectiva. En esta ha sido determinante de la configuración, la cohesión y el ordenamiento de las sociedades primitivas y tradicionales, así como de la legitimación de las autoridades que las han gobernado. Ahí de da, entonces, la íntima conexión de lo religioso con lo político.

A lo largo de la historia cada colectividad se ha identificado a partir de lazos religiosos. El fenómeno es nítido en la antigüedad romana. El Fas, que era el derecho antiguo de Roma, tenía significado eminentemente religioso. De ahí que el vínculo político, así como el jurídico, fuera ante todo de índole religiosa. La pertenencia al pueblo romano implicaba la sujeción a una colectividad religiosa, dando lugar así, como lo dice Fustel de Coulanges en su famosa obra "La Ciudad Antigua" a una religiosidad cívica. Pero este es apenas un ejemplo, desde luego eminente, del fenómeno. Otros historiadores han llegado a la conclusión de que los imperios antiguos se estructuraban alrededor de centros religiosos en los que el Templo era el núcleo fundamental, según lo acredita, por ejemplo, la historia de Israel. Para no ir muy lejos, el mundo islámico aún hoy gira en torno de la Umma, es decir, la unidad de los creyentes, que los somete rígidamente y excluye a los infieles (vid. https://www.trotta.es/static/pdf/fragmento_9788498790160.pdf).

Si el vínculo religioso es determinante de la configuración y la cohesión de culturas y civilizaciones tradicionales, el mismo constituye entonces, como lo sostenían antaño los conservadores, fundamento del orden social y de la legitimidad del poder político.

Es conocido, aunque de hecho olvidado hoy en día, el argumento conservador acerca de la importancia de la religión en la vida colectiva:"Sin religión no hay moralidad; sin moralidad no hay orden; y sin orden no hay derechos".

El ordenamiento social implica autoridad, y esta en todas las latitudes ha invocado argumentos religiosos para imponerse y consolidarse. En unas partes se ha sostenido la divinidad o la filiación divina de las altas autoridades, tal como se creía en Egipto, en Persia, en China o en Japón, y trataron de imponerlo sobre la base de ficciones los Césares en Roma. Estas ideas se proyectaron de distintas maneras en la Europa cristiana, al tenor de lo que Duverger denomina la "investidura providencial" de que trata el texto de San Pablo que proclama que todo poder viene de Dios. El célebre historiador británico Cristopher Dawson observa que en el mundo bizantino dieron lugar a que el poder religioso y el político confluyeran en el Basileus, mientras que en el occidental se mantuvo la distinción entre el poder temporal y el espiritual, que postula el Evangelio cuando habla de lo que es del César y lo que es de Dios, pero reconociendo la supremacía moral del segundo, representado en el Papado. De ahí que la legitimación del poder real pasara por la unción sagrada. En el mundo protestante y sobre todo en Inglaterra cobró fuerza la doctrina del Derecho Divino de los Reyes, de que trata la obra del mismo nombre de otro historiador británico, John Neville Figgis, que con distintos argumentos destacaba el poder monárquico por encima del eclesiástico y dio lugar, cuando se impuso la Reforma, a que los príncipes  acumularan a su poder político el religioso. Es el caso de Enrique VIII, que se proclamó jefe de la Iglesia de Inglaterra, autoridad que todavía hoy ejerce nominalmente S.M. Isabel II (vid. http://www.saavedrafajardo.org/Archivos/equipofilosofia/documento7.pdf).

En "La Cultura del Renacimiento en Italia" muestra Burckhardt cómo los señores se exhibían ante el pueblo tratando de identificarse con Nuestro Señor Jesucristo y hasta con el Niño Jesús (vid. https://www.academia.edu/29314038/Burckhardt_Jacob_La_cultura_del_Renacimiento_en_Italia_pdf). Y es sabido que a Isabel I de Inglaterra se la presentaba como la "Reina Virgen" (que era lo primero, mas no lo segundo) para usurpar el puesto que la Santísima Virgen María ocupaba en la veneración del pueblo.

El pensamiento político moderno, a través de una interesante evolución que no es del caso reseñar aquí,  ha tratado de independizar lo político de lo religioso. Hay distintos aspectos de esta tendencia, tales como la tesis de Maquiavelo según la cual el Príncipe debe ejercer su poder mirando ante todo los hechos y dejando de lado la moralidad; la de Grocio, que considera que la normatividad jurídica tiene fundamento exclusivamente racional y no requiere la idea de Dios; la de Pufendorf, que desliga el derecho de la metafísica realista; la de Thomasius, que diferencia el derecho y la moral señalando que el primero regula los aspectos externos del obrar humano, mientras que la segunda versa sobre los interiores; etc. 

El desenlace de estas y otras ideas da lugar a que se piense que la religión es asunto exclusivamente individual  que incluso corresponde a cierta etapa infantil o al menos adolescente de la evolución del espíritu humano, mas no a la su madurez, tal como lo enseña Kant en su opúsculo "Qué es la Ilustración": "La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad" (vid. https://filosofiajaimeferran.files.wordpress.com/2012/04/kant_ilu1.pdf). 

Por consiguiente, se cree que la religión no tiene que ver con la configuración de la sociedad, que racionalmente deriva de un contrato y no de la Providencia ni de la historia, ni con la legitimación de la autoridad, que según Max Weber en los tiempos modernos de desencantamiento del mundo ha de ser eminentemente racional, a diferencia de los tiempos antiguos en que era de índole carismática o tradicional.

Esto ha conducido a que en el pensamiento político-jurídico dominante hoy se diga que las ideas religiosas no tienen cabida en el debate que se da en el seno de la razón pública. Pero se desconoce que esta supuesta razón pública se halla permeada por no pocos ingredientes que son en sí mismos irracionales o cuya racionalidad está en tela de juicio. Muchos de esos ingredientes son meramente ideológicos, como los que postula hoy la ideología de género, de muy cuestionables bases científicas y filosóficas.

Se ignora que ideas morales de tanta significación como la de dignidad de la persona humana o la valoración positiva de la libertad y la igualdad, remiten indiscutiblemente a la tradición cristiana, como en su momento lo demostró Lord Acton (vid. http://www.hacer.org/pdf/Acton2.pdf).

Se ignora también que el espíritu religioso ha perdurado en lo que Karl Schmitt y otros han identificado como religiones políticas. Del nacionalismo, por ejemplo, se ha dicho que es el Dios de la Modenidad, título de una interesante obra de Josep Llobera. Ya la tesis había sido expuesta minuciosamente por Rudolf Rocker en "Nacionalismo y Cultura", en donde postula que todo pensamiento pollítico es en el fondo religioso (vid. https://es.theanarchistlibrary.org/library/rudolf-rocker-nacionalismo-y-cultura.lt.pdf). Por su parte, Ernst Cassirer denunció en un libro que ya es clásico, "El Mito del Estado", la irracionalidad del totalitarismo del siglo XX (vid. .https://agoracontemporanea.files.wordpress.com/2016/09/cassirer-e-el-mito-del-estado.pdf Y André Reszler, en otro interesante libro, se ha ocupado de los mitos políticos modernos (vid. https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/view/2191/2448)

Se cumple así lo que sostuvo Will Durant acerca de que las religiones pueden cambiar de forma y de contenido, pero su vigencia se mantiene en las sociedades. De hecho, la saña anticristiana del liberalismo actual, de signo libertario, y los distintos socialismos, excluyendo los de trasfondo cristiano, ostenta todas las características de empeño religioso en el peor sentido de la expresión, con su intolerancia y su fanatismo.

Otro aspecto de la cuestión que merece capítulo aparte toca con las relaciones del Estado con las organizaciones religiosas, especialmente la Iglesia Católica. Ahí entra en juego el debate entre el clericalismo y el anticlericalismo, que tanta incidencia tuvo en nuestra vida política en el siglo XIX y la primera mitad del XX.





martes, 22 de octubre de 2019

Nuestra democracia en peligro

Cualquiera sea la opinión que pueda tenerse acerca de Carlos Alonso Lucio, no cabe desconocer que la lucidez de sus conceptos y sus palabras hace honor a su apellido, tal como es dable apreciarlo en su reciente intervención en La Barbería de Calderón  de que da cuenta el siguiente enlace: 

El tema de fondo de su conversación con el barbero toca con los gravísimos peligros que acechan a nuestra democracia, patentes no solo en el ámbito interno, sino en el contexto exterior.

Los más graves de ellos se ponen de manifiesto en los proditorios cometidos que animan al Foro de Sao Paulo, bajo la inspiración del gobierno comunista de Cuba, la acción ejecutiva de la dictadura venezolana y la complicidad de quienes hoy controlan a México y Nicaragua.

Nosotros estamos en la mira de esa coalición de facinerosos que aspiran, cual demonios, a arrastrarnos a sus infiernos liberticidas y totalitarios.

Para desgracia nuestra, median circunstancias internas favorables a la penetración de esa fatídica liga.

Lucio considera que la más delicada se configura a partir del frente subversivo que lidera alias Iván Márquez, que no puede verse como una disidencia marginal de las Farc, sino como una reviviscencia de esta vieja organización guerrillera, fortalecida hoy por las más de 200.000 has. de cultivos de coca y el apoyo del Foro de Sao Paulo. Dice Lucio que Márquez es en estos momentos muchísimo más poderoso y, por ende, peligroso, que cuando se iniciaron los diálogos en La Habana.

Media la inquietud acerca de si la división de las Farc entre un partido integrado a la legalidad y unos frentes que la desafían es más aparente que real. La duda se acrecienta cuando se considera que probablemente las Farc no entregaron todo su arsenal y conservaron tanto acá como en Venezuela la mayor parte del mismo, y que muchos de los antiguos combatientes se han reintegrado a las tales disidencias.

Al lado de las mismas hay que considerar además la presencia de un ELN fortalecido y una constelación de bandas criminales, unas de ellas con designios supuestamente políticos y otras más nítidamente vinculadas a actividades criminales relativas al narcotráfico, la minería ilegal, etc., en buena medida bajo la influencia de cárteles mexicanos que, al parecer, gozan del favor o por lo menos de la tolerancia del gobierno de AMLO.

Vastos segmentos de la geografía nacional padecen hoy bajo el imperio de la ilegalidad, incluyendo zonas urbanas dentro de las grandes capitales. Y según el Procurador General de la Nación, por lo menos 300 municipios se encuentran en riesgo electoral por la presencia de todos esos agentes criminales. 

Al lado de este vasto frente de ilegalidad obra una oposición política de la que en parte cabe sospechar que mantiene con el mismo estrechas conexiones. No se trata solo del partido Farc, sino de otras formaciones políticas. Hay una especialmente caracterizada por el radicalismo agresivo de sus dirigentes, la mal llamada Colombia Humana, que desde que perdieron las elecciones presidenciales han venido amenazando con hacer invivible la república, tal como se está viendo en la seguidilla de paros y manifestaciones violentas que han azotado especialmente a Bogotá. Pero otras, como el Partido Verde y el Polo Democrático, hacen parte del Foro de Sao Paulo y, por consiguiente, así no promuevan consignas violentas, de algún modo favorecen sus propósitos.

¿Qué decir de algunos idiotas útiles que medran en partidos como el Liberal, Cambio Radical, la U y hasta el Conservador? Avanzo con estremecimiento en la lectura del libro de Néstor Humberto Martínez , "Las Dos Caras de la Paz", en el que demuestra de modo incontrovertible la abyección de sus representantes en el Congreso frente a los dictados de las Farc, al votar favorablemente muy discutibles medidas que van más allá de lo estipulado en el NAF, en detrimento de los cometidos de verdad, justicia, reparación y no repetición de crímenes execrables.

El antiduquismo exacerbado lleva a no pocos dirigentes políticos, periodistas, académicos y seudointelectuales a beneficiar, así sea por omisión, los propósitos del Foro de Sao Paulo y sus epígonos.

Todo esto viene a cuento porque en las elecciones del próximo domingo no se trata solo de asuntos regionales y locales, sino de la suerte misma de la democracia colombiana, a la que pese a todos sus protuberantes defectos hay que proteger contra ese siniestro Foro. Y el dique para contenerlo no es otro que el Centro Democrático, que mantiene una posición enhiesta no solo contra ese Foro, sino contra los vicios que distorsionan y desacreditan la institucionalidad. 

Por eso recomiendo votar por Andrés Guerra para la gobernación de Antioquia, Verónica Arango No. 66 para la Asamblea Departamental, Alfredo Ramos Maya para la alcaldía de Medellín y Julio Enrique González Villa No. 10 para el Concejo.








sábado, 5 de octubre de 2019

¿Justicia o Venganza?




"El campo al que el almirante dirigía su actividad era el campo de la política, tierra donde se fermentan todas las pasiones y donde se crían las plantas más venenosas. La envidia, la venganza, la ingratitud, la codicia, la calumnia, cuanto guarda de peor el corazón, prospera en ese campo, donde no se presenta al espíritu sino la contemplación de la miserable naturaleza humana, que sólo sobrenaturalmente puede amarse”.

Creo haber citado en otras ocasiones este texto del discurso que pronunció Don Marco Fidel Suárez a propósito de la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento para referirse a las vicisitudes que rodearon el triste final de Cristóbal Colón.

Lo traigo de nuevo a colación para referirme a la ordalía a que está sometido el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez por obra de la persecución que han desatado contra él sus más encarnizados enemigos.

Aunque no suelo pronunciarme sobre asuntos judiciales que dependen de lo que conste en expedientes que no son de público conocimiento, el contexto que rodea el llamado a indagatoria de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia a Uribe no deja de suscitar graves inquietudes.

Recomiendo la lectura de este resumen que ha presentado sobre el caso el periodista Gustavo Rugeles bajo el título de "Las puntas de lanza del proceso contra Álvaro Uribe" (Vid. https://lalinternaazul2.wordpress.com/2019/09/30/las-puntas-de-lanza-del-proceso-contra-alvaro-uribe/)

Julio César decía que su mujer no solo debía ser honesta, sino parecerlo. Lo mismo hay que predicar, con más veras, de las autoridades judiciales. Y lo triste en este caso estriba en que nuestra administración de justicia, comenzando por la que ejercen las más altas cortes, ha perdido toda respetabilidad. (Vid. v.gr: https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/los-magistrados-que-estuvieron-o-estan-en-la-corte-suprema-363742?fbclid=IwAR0OfjqHWpuAvUQhget-qNRYsuUG_bOnt5Y6sDWJEeCnulX6W4h01u2Kcik).

Don Miguel Antonio Caro dijo alguna vez que la justicia en Colombia era un perro rabioso que solo perseguía a los de ruana. Ahora es un lugar común afirmar que su presa preferida son los uribistas, comenzando desde luego por su máximo líder.

Median contrastes demasiado significativos entre la lenidad que ha rodeado el tratamiento de los múltiples hechos escandalosos que caracterizaron la gestión gubernamental de Juan Manuel Santos y la severidad de los que se atribuyen a la de Álvaro Uribe Vélez y sus colaboradores. Si se midieran una y otra con el mismo rasero, no pocos de los funcionarios y allegados de Santos seguramente estarían hoy seriamente encartados, cuando no él mismo.

Pero hay la duda acerca de si las altas cortes miran lo de Santos con favoritismo rayano en la complicidad, mientras que lo de Uribe no se considera con espíritu de justicia, sino con sevicia.

Es difícil no pensar que el proceso que la Corte Suprema abrió contra él está ligado al que la misma decidió en favor del oscurísimo senador Cepeda, al que se consideró legitimado para hacer gestiones cerca de testigos que podrían incriminar a Uribe, dizque por hacer parte de la Comisión de Paz del Senado. ¿Tiene que ver Cepeda con la activación de dicho proceso? ¿Hubo alguna consideración de oportunidad política para fijar la fecha de indagatoria poco antes de las próximas elecciones? ¿Qué es eso tan raro de las interceptaciones telefónicas que por error se le hicieron a Uribe?

Como en la célebre reflexión de Hamlet o el título de una famosa novela de José Luis Martín Vigil, alrededor de todo esto se percibe "Cierto olor a podrido".

No hay que olvidar la impresionante denuncia que hizo el coronel Mejía Gutiérrez en "Me niego a arrodillarme" acerca de la superestructura clandestina que mueve los hilos de la izquierda colombiana y los tiene activos en múltiples escenarios, entre ellos los de la administración de justicia.(Vid. http://www.alvarouribevelez.com.co/es/content/me-niego-arrodillarme).

¿Qué tan permeada se halla esta por los agentes del Socialismo del Siglo XXI que aspiran a imponernos un régimen totalitario y liberticida como el que azota a Cuba?

El odio que los marxistas y sus compañeros de ruta le profesan a Uribe es muy explicable, dado que gracias a su entereza todavía no hemos caído bajo las garras de ese ominoso sistema. Pero sus promotores saben bien que liquidándolo, así sea moralmente, tendrán expedito el camino para la ansiada toma del poder en 2022.

No es, pues, aventurado el temor que a muchos nos asalta acerca de que tras la acción de la Corte contra Uribe no solo se mueve un perverso ánimo de vindicta, sino un claro designio político.¡Parece que estamos frente a uno de los episodios más flagrantes de politización de la justicia en toda nuestra historia!