Dentro de los múltiples flagelos que amenazan a Colombia, me parece oportuno destacar los siguientes, a saber: el comunismo; la anarquía; la corrupción; la dictadura.
Nuestro país lleva prácticamente 100 años defendiéndose del comunismo, tal como lo acredita el importante libro de Eduardo Mackenzie que lleva por título "Las Farc: El fracaso de un terrorismo". Vid. Las-Farc-el-Fracaso-de-un-Terrorismo.pdf (verdadcolombia.s3.amazonaws.com). Hoy, debido a una campaña taimada y engañosa, estamos bajo la férula de un gobernante que bajo el señuelo de los cambios que requiere el país para mejorar la suerte de sus habitantes se propone someternos a un régimen comunista. Él es comunista y lo son igualmente sus más cercanos conmilitones. Su reciente perorata en Puerto Rellena así lo demuestra: confiesa que el cambio que aspira a promover es revolucionario. Pero es un movimiento que va en contravía de lo que la población desea y requiere, tal como lo demuestran las elecciones del año pasado y la multitudinaria marcha del reciente domingo. Su proyecto está condenado al fracaso, pero es un individuo empecinado y recalcitrante que está dispuesto a sacrificar un país en aras de sus delirios ideológicos.
A uno lo invade un mal pálpito a cuyo tenor el debilitamiento, la desmoralización y la humillación a que ha sometido a nuestra fuerza pública, cuando a la vez se tolera cobardemente el auge de organizaciones contrarias al orden jurídico, con las que se dialoga dizque en busca de una "paz total", sólo tiene como finalidad el arraigo de la anarquía que destruye a la autoridad legítima y encumbra a los agentes de la disolución institucional. Quizás el que nos desgobierna aspira a que de la anarquía surja el nuevo orden que sus quimeras anhelan. Pero nunca se sabe en qué puede desembocar un desorden generalizado. La Historia ilustra de modo fehaciente sobre el asunto.
En las elecciones de 2022 se votó copiosamente contra la corrupción. Los dos candidatos que a la postre se enfrentaron dizque la denunciaban con severidad y se comprometían a desarraigarla. El triunfador, que había cimentado su liderazgo supuestamente sobre la denuncia de los corruptos, preside hoy un desgobierno que naufraga en medio de un fétido ambiente de negociados y oscuridades. ¡Qué tal la denuncia que está en curso acerca de un compromiso de campaña para promover una legislación favorable a las criptomonedas a cambio de un avión que facilitara los desplazamientos del candidato sin que se contabilizaran las prestaciones correspondientes! Agréguese a ello la inquietud que reina acerca de la "mermelada" que se dice que anda repartiéndose o por lo menos ofreciéndose para comprar votos en el Congreso y en especial en la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes. Como decía Gaitán, estamos viendo a "los mismos con las mismas".
Hace más de un siglo Don Marco Fidel Suárez afirmaba que "Colombia es tierra estéril para las dictaduras". En general, así lo ha sido. Pero el talante autocrático a todas luces poco respetuoso de la juridicidad que exhibe el que nos desgobierna hace temer fundadamente sobre el grave riesgo de ruptura institucional que ya se advierte en el horizonte. La democracia tumultuaria que lo seduce deriva inexorablemente en la dictadura. El "Cesarismo Democrático", tan ajeno a nuestra idiosincrasia, a diferencia de nuestros vecinos venezolanos, es hoy una sombra que se proyecta ominosamente sobre nuestro panorama institucional.
En estos difíciles momentos se hace necesaria la unidad de todos los que creemos que Colombia debe enfrentar con decisión estos graves flagelos. No es hora de dar pábulo a las vanidades ni a los egoísmos, sino de conjugar esfuerzos para abrir caminos que de veras conduzcan a mejorar la calidad de vida de nuestras comunidades. Hacia donde nos lleva nuestro Profeta Apocalíptico es un escenario de servidumbre y de miseria.