LA SUERTE ESTÁ ECHADA
No cabe duda: el tahúr Santos ya lanzó los dados sobre el
tapete para finiquitar su proceso de diálogos con los narcoterroristas de las
Farc.
Lo más probable es que en el primer semestre del año venidero
se firme dicho acuerdo, se aprueben en el Congreso las reformas constitucionales
previstas para su implementación, se dote a Santos de atribuciones dictatoriales
para darles gusto a las Farc y se logre un simulacro de refrendación popular
mediante un plebiscito amañado.
Todo ello marcha a la diabla como si fuese sobre el lomo de un
caballo desbocado y solo una intervención piadosa de la Divina Providencia
podría enderezar un rumbo que nos lleva hacia el abismo.
Esa intervención bien podría manifestarse a través de la Corte
Constitucional, que tendrá a cargo la severa responsabilidad de dictaminar sobre
la exequibilidad de las reformas a la Constitución y la Ley Estatutaria sobre
mecanismos de participación democrática, mediante las cuales se pretende hacer
del tal Congresito una verdadera Asamblea Constituyente maniatada, convertir
a Santos en dictador, establecer una Jurisdicción Especial de Paz que lo será de
venganza de las Farc y darle a todo ello una apariencia de legitimidad
democrática mediante un plebiscito en el que una precaria porción de la
ciudadanía se limite a avalar toda una deplorable cadena de
claudicaciones tendiente a arrodillar al país ante una ominosa organización
narcoterrorista que aspira a instaurar un régimen totalitario y
liberticida.
Pero, desafortunadamente, la Corte Constitucional quizá
renuncie a su papel de guardiana de la integridad de la Constitución y, debido
al juego de presiones, manipulaciones y seducciones que sobre ella ejercerá el
pérfido Santos, es probable que le dé vía libre a todo este proceso, siguiendo
la torpe doctrina que proclama que “el Derecho no puede ser obstáculo para la
Paz”.
La salvación de Colombia quedará entonces en manos del pueblo
y su escenario será el plebiscito que de seguro se convocará con miras a
legitimar la rendición ante las Farc.
Insisto en la tesis que vengo sosteniendo desde un principio:
las Farc solo firmarán un acuerdo que les dé garantía de ubicarse ad portas del
poder que andan persiguiendo desde hace más de medio siglo.
Colombia lleva muchas décadas defendiéndose de la agresión
comunista contra su institucionalidad. Y aunque según todas las encuestas las
rechaza abrumadoramente, por obra de un presidente traidor está a punto de
doblegarse. Eso sería posible a través de diversas concesiones normativas, de la
entrega del poder judicial, del nombramiento de funcionarios en posiciones
estratégicas y del desmantelamiento y la desmoralización de las fuerzas armadas
que ya están en marcha.
El proceso de La Habana no ha dado lugar a la conversión de
las Farc a las ideas y las reglas democráticas tal como las hemos concebido a lo
largo de nuestra historia constitucional. Sus dirigentes mantienen la línea
sectaria del marxismo leninismo que las ha caracterizado siempre. Su ideal
explícito es promover la revolución castro-chavista en Colombia y no descansarán
hasta llevarla a cabo.
Así se desmovilicen sus frentes y hagan dejación de armas, su
idea de la combinación de las diferentes formas de lucha seguirá en vigencia, y
podrían ponerla en ejecución desde la posición privilegiada que les otorgará la
dictadura santista en caso de que ese funesto acto legislativo logre pasar por
el filtro de la Corte Constitucional.
A la ciudadanía solo le quedará la opción de defenderse en el
plebiscito. Es verdad, como lo denuncia la senadora Paloma Valencia, que este
será amañado y Santos hará uso de toda su perversidad para que salga avante.
Pero habrá que participar en él votando rotundamente No a lo que proponga el
gobierno.
La abstención no es el camino, pues el voto es un deber
ciudadano y no está bien ponerles trabas a los procedimientos democráticos. Hay
una delicada cuestión ética de por medio en este asunto.
Para motivar a la ciudadanía a que vote No, será necesario
multiplicar desde ahora todos los esfuerzos, como se hizo en Austria a través de
una campaña puerta a puerta que motivó a los soviéticos a aceptar el Tratado de
Viena de 1955 que dio lugar al cese de la ocupación del país por tropas
extranjeras y al reconocimiento de la soberanía del pueblo austríaco.
Hay que llegar a todos los estratos sociales para que la gente
vote abrumadoramente en conciencia y no presionada ni engañada por
la intensa propaganda que desde ya está poniendo en marcha Santos con los
últimos cartuchos que le quedan del exhausto tesoro público que ha dilapidado en
mermelada.
No es la paz lo que podrían ofrecer los acuerdos de La Habana,
sino la continuación del conflicto en medio de condiciones favorables a unas
Farc que conservarían su organización política intacta y fuertemente reforzada,
así como los ingentes recursos con que la dotan el narcotráfico y la minería
ilegal.
¡COLOMBIA; DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!