domingo, 26 de febrero de 2023

¿Cuál democracia?

 Desde un punto de vista racional se entiende que la democracia exige para configurarse adecuadamente una comunidad de ciudadanos debidamente informados que deciden de modo reflexivo sobre los asuntos públicos sometidos a su votación.

Desde luego que, así concebida, la democracia es un sistema ideal, pues en ninguna parte funciona así.

Hay sociedades que se acercan más que otras a ese ideal. Y no faltan las que se alejan ostensiblemente del mismo.

El tema de fondo es la cultura política, que depende en muy buena medida de la educación de la ciudadanía. Precisamente, una tarea muy significativa de los partidos políticos y los medios de comunicación social radica en promover una seria cultura democrática.

Para desgracia de nuestra sociedad, los partidos políticos ya no se esmeran en cumplir tan importante función. Tampoco los medios de comunicación social, más atentos a lo espectacular y frívolo, lo hacen.

Al lado de esa concepción racional de la democracia fluye otra que puede identificarse a partir del discurso oficial imperante en nuestro país desde el 7 de agosto del año pasado. Es la que se manifiesta a los gritos, con actitudes violentas y animada por la pasión, tal como lo experimentamos hace cerca de dos años con los desmanes de la Primera Línea.

La defensa de la misma que se hace desde la Casa de Nariño no deja lugar a dudas acerca de cuál es el ideal de democracia que ahí se postula. 

Para decirlo en términos de uso corriente hoy por hoy, ese ideal no promueve una utopía, sino una distopía, que la RAE define como "Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de alienación humana".

Esa concepción de la democracia no conduce al mejoramiento de la sociedad. Al prescindir de su componente racional y excitar las pasiones de la turbamulta, intensifica los conflictos y promueve la violencia. Su resultado no suele ser el gobierno de los mejores, sino el de los peores (kakistocracia).

No en vano grandes pensadores clásicos como Platón u Aristóteles alertaron sobre esta forma de corrupción de la democracia, llamando la atención sobre las debilidades del fundamentalismo que trasunta el célebre discurso de Pericles, que la encomia como un modelo que deberían adoptar los demás pueblos. Vid. Críticas contrafundamentalistas a la democracia ateniense: Platón / Aristóteles | Filosofía (filosofia.org).

Tal como lo hemos visto últimamente, una democracia algo pervertida y muy desorientada ha venido encumbrando a los demagogos, algunos de ellos verdaderos dirigentes tóxicos, como el que ahora nos gobierna.

El discurso oficial considera que es de la esencia de la democracia estatizar todo lo que se pueda en materia de bienes y servicios, dizque para ponerlos a la orden del pueblo y quitándoselos a sus actuales detentadores y prestadores, ignorando que de ese modo se llega otra forma perversa, la democracia totalitaria.

El ingenio popular colombiano ha intuido que ese extremo de democratización equivale a expoliación y, en últimas, a despojo o robo. Lo que supuestamente se democratiza no se pone al servicio del público, es decir, del pueblo, sino de unos políticos venales que han capturado el poder para beneficiarse del mismo tanto ellos como sus validos o paniaguados.

La corrupción que campea por doquier es lo que debería combatirse con denuedo por un gobierno que se dice del cambio. Pero lo que se advierte a todas luces es que ese gobierno se apoya en los políticos más acusados de corrupción, dizque para lograr la aprobación de sus iniciativas.

Bien dijo el ingeniero durante la campaña presidencial que su contrincante se rodea con lo peor de lo peor.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Reflexiones cuaresmales

Hoy, Miércoles de Ceniza, se da inicio al período cuaresmal, que nos invita a reflexionar sobre el sentido último de nuestras vidas.

¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? 

Lo que Heidegger llamaba "el tráfago de la vida cotidiana" suele distraernos de estas preguntas cruciales. Lo de que "cada día trae su afán" es una verdad de a puño que nos lleva a ocuparnos de las urgencias inmediatas, que son muchas y a menudo acuciantes. Pero hay cuestiones de fondo que no nos es dable eludir, así no tengamos respuestas plausibles a la mano.

Borges hablaba en alguna ocasión de la "triste mitología de nuestro tiempo", que en buena medida se nutre del materialismo. el agnosticismo y el relativismo moral.

Según el primero, venimos de la tierra y a ella retornaremos cuando nos llegue la muerte. En lo que toca con nuestra identidad, la nada nos precede y ella nos espera. Nuestra vida es como un fuego fatuo que hoy es y mañana no parece. Somos fruto del azar y bien podríamos adoptar como leitmotiv de nuestra existencia los versos de León de Greiff en los que exclama: "Juego mi vida, cambio mi vida./ De todos modos/ la llevo perdida..." (Vid. ¡Juego mi vida!... - León de Greiff - Ciudad Seva - Luis López Nieves). 

O, como dijo Sartre: "El hombre es una pasión inútil". Repitió ahí lo que ya había proclamado Shakespeare: “ La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido ” [Fuente: Macbeth, 5.º acto, escena V]

El agnosticismo del que no pocos se jactan pone un velo infranqueable a nuestra razón. No podemos saber qué hay más allá de lo que nos transmiten nuestros sentidos. El más acá, lo que los filósofos llaman la inmanencia, eso que puede nombrarse a partir de la percepción sensorial, traza los límites del mundo. Si hay algo que lo trascienda, no puedo saberlo y, en últimas, no me interesa, me es indiferente. Mi contingencia es insoluble. 

Si nada me trasciende, nada hay sobre mí. Por consiguiente, no hay regla moral que me ate. La utilidad es la que pauta mis acciones. Bueno es lo que me conviene; malo, lo que me perjudica. Identificar lo uno y lo otro es asunto de un cálculo de probabilidades; a la postre, un juego de suerte y azar, como lo había previsto Leo Le Gris.

Pero ¿qué tal si hay un más allá? ¿Qué tal si el modo como vivimos en este más acá condiciona nuestro estado en el más allá? ¿Si hay un Dios ante el que debamos rendir cuenta de lo que acá hicimos, de lo que construimos en nosotros mismos?

Viene a cuento la famosa apuesta pascaliana, que Wikipedia resume así:

  • Puedes creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo.
  • Puedes creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás nada.
  • Puedes no creer en Dios; si no existe, entonces tampoco ganarás nada.
  • Puedes no creer en Dios; si existe, entonces no irás al cielo.

Vid. Apuesta de Pascal - Wikipedia, la enciclopedia libre

Pascal planteaba el asunto desde el punto de vista lógico. Su apuesta partía de cuatro alternativas existenciales. Hay quienes se han aplicado a demeritarla, pero a la luz de experiencias ya muy estudiadas la realidad del más allá cuenta, como ahora se dice, con el respaldo de evidencias empíricas abrumadoras según las cuales lo que nos espera tras la muerte biológica no es la nada, sino otra vida. Así lo ha visto Elizabeth Kübler-Ross en "La muerte: un amanecer" (vid. (99+) La muerte: un amanecer Elisabeth Kübler-Ross | Adrian Herrera Ramos - Academia.edu).

¿Es vida eterna? ¿Cuáles son las características de esa vida?

Las experiencias mediúnicas ilustran sobre el cielo, el purgatorio y el infierno. 

Algunas hablan de la luz; otras, de la oscuridad que a través de una evolución se puede superar; en fin, Sta. Faustina Kowalska relata en su Diario la visión que tuvo del Infierno. Vid. 7 datos sobre Santa Faustina y su visión del Infierno (aciprensa.com)

Es uno de los libros que más me han impactado en mi vida Vid. DIARIO COMPLETO SANTA FAUSTINA KOWALSKA (somoscatolicos.org). Esa horrible visión es tema de la tercera aparición de la Sma. Virgen en Fátima. Vid. Así es el infierno que la Virgen de Fátima mostró a los tres pastorcitos (aciprensa.com).

La realidad del más allá abre los caminos para explorar la existencia de Dios y la de Jesucristo. No me explayaré en estos tópicos. Me limitaré por lo pronto a recomendar un libro excelente de Lee Strobel en cuya lectura estoy ahora enfrascado. Lo descargué al Kindle a través de Amazon, pero es posible leerlo gratis pulsando el siguiente enlace: ElcasodelJesúsverdadero.pdf (uprrp.edu).

Como reza un himno litúrgico, somos peregrinos y nuestro rumbo apunta hacia el Cielo, sobre cuya evidencia versa otra excelente investigación de Strobel (vid. Amazon.com: En defensa del cielo: Un periodista examina la evidencia de la vida después de la muerte (Spanish Edition) eBook : Strobel, Lee: Tienda Kindle).

Cerca ya de cumplir ochenta años tengo clara conciencia de la cercanía de mi tránsito de esta vida mortal a la eterna. No creo merecer el Cielo, pero hago todo lo posible por evitar el Infierno. Reitero mi confianza en la misericordia y el amor infinitos de nuestro Padre Celestial.




martes, 7 de febrero de 2023

Crisis Institucional

Por una muy amable invitación de la Tertulia Il Pomeriggio, que coordina Orlando Solano Bárcenas, tuve oportunidad el sábado último de intercambiar opiniones sobre un tema que he tratado de manera recurrente en este blog, la crisis institucional que nos afecta desde hace un buen tiempo.

A pesar de los anuncios rimbombantes sobre una nueva era cargada de promesas halagüeñas que se abriría con la Constitución de 1991, hoy, después de más de 30 años de haber entrado en vigencia, resulta muy cuestionable no sólo la realidad del Estado de Derecho entre nosotros, sino la del Estado mismo, en cuanto se observa que en vastos espacios del territorio nacional imperan grupos de delincuentes de los más variados pelambres.

Para no ir lejos, en el valle de Aburrá en que habito se considera que operan más de 300 bandas criminales que controlan de hecho las distintas comunidades que lo pueblan. Y qué decir del Catatumbo, el Cauca, Nariño, Chocó, Putumayo, Arauca, la Sierra Nevada y un largo etcétera que cubre una enorme porción de la geografía patria.

En muchos municipios es posible que las autoridades locales dependen de la delincuencia organizada o, al menos, tienen que entenderse con ella para ejercer sus funciones.

San Agustín planteaba la cuestión de qué es lo que diferencia a la autoridad legítima de las bandas criminales. Decía que la solución estaba en la justicia. El poder de las bandas reside en su capacidad de intimidar, de corromper, de poner los recursos de las comunidades al servicio de sus apetitos. La autoridad legítima se funda, en cambio, en la confianza que inspira entre los gobernados por su búsqueda de la justicia y el bien común. Se robustece por la respetabilidad que inspiran sus detentadores. 

Pues bien, la crisis institucional en el fondo lo es de legitimidad. Si se vota por demagogos, aventureros, charlatanes o desvergonzados, es porque en las comunidades se ha perdido el sentido correcto de la justicia y el bien común, que son presupuestos necesarios para que prevalezca el imperio de la ley y se consolide el ordenamiento jurídico.

No en vano viene alertándonos Rafael Nieto Loaiza sobre la degradación que padecemos. Su más reciente escrito es tenebroso: "Llegó la narcocracia" (Vid. Llegó la narcocracia – La Linterna Azul).

El gobernante actual se ha rendido en la batalla contra la criminalidad. Promueve una "paz total" con la delincuencia que se ha enseñoreado en el país. No es la paz que resulta de la instauración de la regla de derecho, sino de la claudicación de la autoridad frente a quienes la han desafiado y combatido acudiendo incluso a los peores extremos de violencia. No es la justicia en su sentido prístino lo que va a imponerse en esas negociaciones, sino una atroz parodia de la misma, revestida dizque de misericordia, perdón e índole "restaurativa".

Hay promesas de cambio que se dice que obedecen a necesidades apremiantes del pueblo colombiano. Por supuesto que esas necesidades son reales y se debe actuar para satisfacerlas. La pobreza extrema, la desigualdad excesiva, la violencia generalizada, la corrupción rampante, la deplorable falta de oportunidades para la juventud, la triste desprotección de los ancianos que clama justicia al cielo, el abandono del campo, etc. Todo ello justifica que se hable de cambios en las políticas públicas y en la sociedad. 

Pero una cosa es reconocer las realidades sociales y otra muy diferente es identificar los modelos que se aspira a construír y los medios adecuados para ello.

El gobierno actual no se atreve a ofrecernos los modelos de Cuba, Venezuela, Argentina o Corea del Norte, que a todas luces son fallidos, aunque los alberga in péctore. Sin mucho conocimiento de causa, nos habla del modelo de Corea del Sur, ignorando que allá impera el odiado capitalismo al que se sindica de los males que aquejan a la humanidad, que sus logros han sido posibles gracias a la disciplina social y que el punto de partida del despegue de su economía radica en un denodado esfuerzo educativo que las generaciones anteriores consideraron indispensable para superar el atraso del país.

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz, declaró el hoy santo Paulo VI (Vid. Desarrollo, el nuevo nombre de la paz: Encíclica de Su Santidad Pablo VI - UNESCO Biblioteca Digital) y así lo reiteró el también hoy santo Juan Pablo II (Vid. Juan Pablo II: «El desarrollo es el nuevo nombre de la paz» - ZENIT - Espanol). Este aspecto de la Doctrina Social Católica atañe no sólo al crecimiento económico, sino al desarrollo social, pues aquél se justifica en la medida que se proyecte hacia todas las capas de la sociedad, sobre todo las más débiles. Pero sin una buena economía no es posible instaurar la justicia social. 

En contravía de estas verdades de Perogrullo, lo que ahora se predica es el "decrecimiento" que conlleva la pauperización de las comunidades y la destrucción del sistema de libertades, al hacerlas dependientes en un todo de lo que les distribuya el Estado. Siguiendo el pensamiento de Hayek, lo que se nos está ofreciendo es un camino de servidumbre. Lo de "producir sólo lo indispensable" que proclaman nuestros actuales gobernantes únicamente puede darse en un régimen totalitario.

En otra oportunidad he observado que la crisis del ordenamiento constitucional se presenta bien cuando sus normas dejan de cumplirse, ya cuando se las distorsiona haciéndoles decir lo que no dicen, esto es, "torciéndoles el pescuezo".  El mal ejemplo lo ofrece la Corte Constitucional, que pasa por alto que su tarea de guardar la integridad y la supremacía de la Constitución debe ejercerse dentro de los estrictos y precisos términos de su artículo 241. A menudo, la Corte sacrifica la normatividad en aras de sus preferencias ideológicas, a las que realza como si de una supraconstitución se tratase, or por consideraciones de oportunismo político. De este modo, lo político deja de estar sometido a la juridicidad, la cual se pone a su servicio.

El desorden campea en todas las esferas del poder. Disposiciones que se adoptaron con los mejores propósitos han terminado desvirtuándose por obra de la corrupción. Piénsese, por ejemplo, en la elección popular de alcaldes y gobernadores, que ha conducido a la captura de las entidades territoriales por avezados delincuentes que burlan los esfuerzos de los órganos de control, si es que los mismos se dan.

La Corte Constitucional se ha mostrado muy celosa en pro de la intangibilidad del espíritu de la Constitución, pero sólo en lo que le conviene desde el punto de vista político. Quizás no se interese en escrutar el desconocimiento del carácter deliberante del proceso legislativo que ocurre con la famosa "aplanadora" que impidió el debate de la reciente reforma tributaria y cercenó los derechos de la oposición.

La Constitución se proyectó para garantizar la separación de poderes entre la rama ejecutiva y la legislativa. Es evidente que la repugnante "mermelada" ha dado al traste con ella.

¿Qué decir de la administración de justicia? Hace algún tiempo, en una charla que di en la SAI, denuncié que estamos sometidos a una justicia ideologizada, politizada y, por desgracia, corrompida. Lo del "Cártel de la Toga" es un episodio bochornoso como el que más. ¿Qué se puede esperar de un organismo en el que se da algo de tamaña gravedad?

El debate entre el Presidente y la Alcalde de la capital acerca del metro ilustra sobre el desconocimiento que aquél exhibe en torno del principio constitucional de la autonomía de las entidades territoriales. Bien se dice que tan flamante principio no pasa de ser un saludo a la bandera y, en el fondo, letra muerta.

Hasta hace algún tiempo nos ufanábamos de la confiabilidad de nuestro sistema electoral. En los últimos tiempos su funcionamiento, para decir lo menos, ha dejado mucho qué desear. Hay que hacer un escrutinio a fondo sobre las deficiencias de nuestra democracia. 

Estas y muchas otras consideraciones me llevan a sostener que entre nosotros el Estado de Derecho es una entelequia lábil, elástica, muy poco confiable. Su crisis es de enormes proporciones y no se observa un esfuerzo serio para superarla.

Es una crisis de graves connotaciones. Volviendo a san Agustín, su trasfondo es espiritual. Es una crisis de valores.