lunes, 27 de septiembre de 2021

Libertad Religiosa


Los creyentes de verdad sabemos que la fe cristiana es un don de Dios, un verdadero regalo de salvación que nos llega por obra de la gracia y llama a nuestra libertad. Podemos asentir a ese llamado o prestarle oídos sordos. Nada ni nadie puede forzarnos a creer, salvo la voz de la conciencia estimulada desde lo Alto.

Sabemos, igualmente, que las creencias que involucra la fe son difíciles desde el punto de vista meramente racional y están rodeadas, como lo ha señalado Jean Guitton, por un espeso velo de misterio. Él mismo lo ha afirmado en su testamento filosófico: para ser católicos hay que practicar la obediencia, doblegar nuestro orgullo, dejarnos guiar por los maestros. Marshall Mc Luhan, un famoso converso, lo señaló de modo rotundo: a la Iglesia se entra de rodillas.

Lo anterior significa que los creyentes debemos movernos en medio de un mundo que no lo es y a menudo nos resulta hostil. Tenemos que aprender a convivir con quienes no comparten nuestra fe y esa convivencia implica el respeto por las creencias ajenas o la incredulidad de los demás. Nuestra fe no garantiza la calidad de nuestros comportamientos, pues como lo reconoció Evelyn Waugh, el célebre novelista británico, "Soy católico para no ser peor". La falta de fe religiosa, por su parte, no implica que el que adolece de ella sea necesariamente una mala persona. Muchos incrédulos dan ejemplo de virtudes sobresalientes y es probable que a la hora del juicio post-mórtem la misericordia de Dios les abra las puertas del Cielo.

La fe o la falta de ella resulta ser algo muy íntimo, pero es natural que la una y la otra se proyecten en nuestras opiniones, nuestras valoraciones y, en últimas, en nuestras acciones. Ambas penetran nuestra conciencia moral y condicionan nuestro juicio sobre lo que está bien o está mal, no sólo en nuestras vidas individuales sino en el ámbito colectivo.

A lo largo de la historia los ordenamientos sociales han sufrido el influjo de las creencias religiosas, pero a partir de la Ilustración se ha venido imponiendo la idea de que las mismas corresponden exclusivamente al fuero íntimo de cada individuo y ninguno está legitimado para imponerles a otros las concepciones morales derivadas de sus creencias. Este proceso ha conllevado la separación de la fe religiosa de la moral social y luego la de una y otra respecto del ordenamiento jurídico.

Se olvida que tanto la moral social como el derecho involucran consideraciones axiológicas sobre lo que conviene o perjudica la convivencia y el orden comunitario. Esas consideraciones suelen llevar expresa o tácitamente la impronta de creencias religiosas fuertemente ancladas en las tradiciones de los pueblos. En su más alto nivel de abstracción, tocan con lo que en las comunidades se considera sagrado. Y éste es un concepto que difícilmente puede encasillarse dentro del discurso racional.

Nuestra civilización, que surgió del triunfo del Cristianismo en el Imperio Romano, se fue ordenando a lo largo de siglos alrededor de la creencia judeo-cristiana en la Ley de Dios, reforzada por la creencia sobre todo estoica en la Lex Naturalis. En el siglo XVIII Kant pretendió sustituir esas ideas por la de un fundamento meramente racional del orden moral expuesto en sus célebres imperativos categóricos. Pero éstos, a la hora de la verdad, abren discusiones interminables que debilitan su fuerza argumental. Quizás no sea excesivo el comentario de Hegel, según el cual el sanguinario Robespierre era Kant en acción, o el de Nietzsche, que acusaba a Kant de ser un cristiano alevoso por cuanto intentaba disfrazar los contenidos de la moralidad cristiana bajo un ropaje supuestamente racional.

Los filósofos distinguen en las valoraciones morales la ética formal y la ética material. La primera versa sobre reglas abstractas, como la que postula Kant acerca del deber de tratar al hombre como fin en sí mismo y no como medio, en tanto que la segunda se ocupa de los contenidos mismos de los deberes y las conductas. Para el caso, la ética material trata de establecer en concreto qué significa la dignidad de la persona humana y cuáles comportamientos la favorecen o la menoscaban.

Difícilmente se encuentra hoy una expresión más trajinada que la de dignidad de la persona humana. No entraré en las discusiones que suscita. Me limitaré a observar que su fundamento es nítidamente religioso y, en particular, cristiano. Su genealogía hay que buscarla en los Evangelios y en textos muy significativos de San Pablo, que la asocian con el carácter espiritual del ser humano y su destino eterno.

Pero el pensamiento actual la ha despojado de sus raíces religiosas, asignándole una identidad autárquica de la que originalmente carecía. Sus bases judeo-cristianas la hacían depender del hecho de que Dios le confirió al ser humano el señorío sobre la naturaleza, pues lo creó a su imagen y semejanza. El pensamiento moderno niega o es indiferente a Dios, pero tiende a desplazar sus atributos hacia el ser humano. Para decirlo en síntesis, su dogma parece resumirse en estos términos: "Homo homini Deus" ("El hombre es un dios para el hombre").

En el fondo, hay dos visiones radicalmente opuestas acerca de lo sagrado. Una, lo asocia con Dios. La otra, lo asocia con el ser humano. La primera sujeta al hombre a la Ley Divina, aunque sin negar su libertad de seguirla o desconocerla, de todo lo cual se siguen consecuencias para su vida espiritual. La segunda, en cambio, exalta la libertad humana proclamando su autonomía, es decir, su capacidad de fijarse sus propias reglas y definir sus contornos éticos. La más acabada expresión de esta tendencia se encuentra en el pensamiento de Sartre, que proclama que la idea de Dios es radicalmente incompatible con la libertad humana, que para él ostenta el máximo valor.

Estas dos visiones enfrentadas la una la otra entrañan ante todo un conflicto de índole religiosa y, por ende, ética.

Así se observa en los ásperos debates que rodean temas como el aborto, la eutanasia, la configuración de la familia, la homosexualidad, las adopciones, la educación moral y otros análogos. La religión que podemos llamar humanista pretende imponer sus puntos de vista a toda costa, transmutando sus concepciones morales en preceptos jurídicos con cuya imposición coercitiva buscan acallar e incluso doblegar a quienes profesamos creencias cristianas.

Estos debates, en sana lógica democrática, deberían someterse al escrutinio de las mayorías, pero como éstas a pesar de todo siguen siendo más o menos fieles a las creencias cristianas, se alega que deben resolverse por autoridades judiciales "contramayoritarias", comprometidas con los intereses de las minorías. Sucede entonces que si, por ejemplo, los congresos elegidos popularmente se abstienen de contrariar las creencias de sus electores, los jueces pueden enmendarles las planas imponiendo las suyas a guisa de "principios y valores" constitucionales.

Esas imposiciones vulneran casi siempre la libertad de conciencia de los creyentes en las religiones tradicionales, llegando muchas veces al extremo de lo que Janet Folger ha tratado como la criminalización del Cristianismo en un importante libro que he citado en otras ocasiones en este blog. Así, un episodio reciente ocurrido en Finlandia involucra a una dama que está siendo procesada por haber citado en las redes sociales el texto del Génesis que habla de que Dios nos creó  hombre y mujer. Se considera que reproducir el texto bíblico es ofensivo para los transexuales y que considerar que nuestra identidad es ora masculina, bien femenina, trasgrede el pensamiento políticamente correcto hoy en día acerca de que el género es más o menos arbitrario y no coincide con la configuración con que nos ha dotado la naturaleza.

De hecho, la religión humanista es un neopaganismo que pretende erradicar las creencias cristianas que, como he señalado atrás, dieron origen a nuestra civilización. Lo que está en marcha es otra idea de la civilización que los que creemos que entraña más bien un retroceso estamos abocados a sufrir exclusión e incluso persecución de parte de sus promotores.





sábado, 18 de septiembre de 2021

Bajo el Sol de Satán

 A Georges Bernanos lo obsesionaba el problema del mal. Dedicó varias novelas a examinarlo. Una de ellas lleva el título del que me valgo para encabezar este escrito. Puede descargarse en el siguiente enlace la excelente película que sobre el libro protagonizó Gérard Depardieu en 1987 (vid.  https://www.filmin.es/pelicula/bajo-el-sol-de-satan).

Hay muchas hipótesis sobre la naturaleza y el origen del mal. Se habla de traumatismos inscritos en el inconsciente (Freud, etc.), de desajustes en la estructura cerebral (Koestler), de ignorancia (Sócrates), de estructuras sociales arcaicas y no suficientemente superadas por la evolución de las sociedades (Marx y los suyos). Pero, como creyente que soy, sigo lo que al respecto enseña el Evangelio.

Se lee en el Evangelio de San Marcos:

«Oiganme todos y entiendan. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»(Mc. 7, 15, 21-23).

Pero su origen último está en otra parte. En Lc. 22:3 y Jn. 13:27, el relato de la Última Cena alude a la traición de Judas y dice que Satanás entró en su interior induciéndolo a entregar al Señor.

El Evangelio es rotundo en esto. El mal moral procede en últimas de influencias diabólicas de distinto género que actúan en nuestro interior. Satanás y su cortejo de demonios no son entidades míticas ni símbolos de que nos valemos para identificar la maldad. Son reales y de ello dan testimonio elocuente los exorcistas, tales como el padre Amorth, fallecido hace algún tiempo, quizás el más famoso de todos ellos (vid. https://www.velasquez.com.co/LuisF/EL%20MAS%20ALLA/EBOOK-HABLA%20UN%20EXORCISTA-%20Gabriele%20Amorth.pdf; https://www.ebookscatolicos.com/memorias-de-un-exorcista-gabriele-amorth/).

Dostoiewsky creía firmemente en la acción demoníaca. A propósito de Dimitri, su personaje de "Los Hermanos Karamazov", dijo que con él ilustraba la lucha que se libra en el interior del hombre entre Dios y el Diablo: Es terrible que la belleza no solo sea algo espantoso, sino, además, un misterio. Aquí lucha el diablo contra Dios, y el campo de batalla es el corazón del hombre”(vid. https://omnesmag.com/cultura/fiodor-dostoievski-1821-1881-en-busca-de-dios-y-la-belleza/).

A este pasaje de Dostoiewsky me he referido en otra oportunidad, a propósito del libro de mi entrañable y fraternal amigo Javier Tamayo Jaramillo que lleva por título "En Contravía y por Atajos" (vid. https://www.lalinternaazul.info/2019/12/16/ayudame-a-vivir/)

Pues bien, esa lucha no sólo se libra en el interior del hombre, sino en el de las sociedades mismas.

Cuando observamos la degradación de nuestra sociedad en todos los ámbitos, muchos de mis interlocutores se alarman exclamando que cómo es posible todo esto. Mi respuesta suele ser que estamos, como bien escribe Bernanos, bajo el sol de Satán.

A nosotros no nos ha valido que en el Preámbulo de nuestra Constitución se hubiera escrito que se la expidió "invocando la protección de Dios", pues se trata de una declaración de circunstancias, hipócrita, avalada por ateos confesos y a la que legisladores, gobernantes y jueces poca atención le prestan. Colombia parece poseída por el Demonio.

A mis discípulos solía recomendarles que leyeran "El Mal o el Drama de la Libertad", de Rüdiger Safranski, que vincula esos dos fenómenos un poco a la manera pascaliana (vid. https://ddooss.org/libros/safranski_rudiger.pdf).

Según Pascal, cuya lectura también les encarecía a mis alumnos, "El hombre no es ángel ni bestia" (vid. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/pensamientos--1/html/ff08eee4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html). La libertad puede elevarlo a las alturas celestiales, como San Francisco de Asís, o hundirlo en los abismos más despreciables. Para no ofender a las damas con nombres concretos, les mencionaba el caso hipotético de la atroz Rosario Tijeras.

A propósito de Pascal, una pregunta que me hizo en estos días un apreciado interlocutor me incitó a emprender la lectura de un  exquisito estudio que sobre su personalidad y su pensamiento publicó hace cosa de un siglo Jacques Chevalier (vid. Pascal, Librairie Plon, Paris, 1922). Es uno de los pocos libros que decidí conservar de la nutrida biblioteca que hube de sacrificar para internarme en una residencia de tercera edad y así poder atender a mi amada esposa en sus últimos meses de vida.

Según Chevalier, Pascal representa para Francia lo que Dante para Italia, Shakespeare para Inglaterra o Cervantes para España. No sólo era un refinado escritor y un sabio fecundísimo, sino ante todo un santo.

Lo traigo a colación porque algunos de los ateos teóricos y prácticos que más influyen en la Colombia de hoy dicen adherir a una ética laica despojada de coloraciones religiosas que puede hacer de ellos unas personas decentes y hasta meritorias, pero no los lleva a la perfección que exige el Evangelio: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" (Mt. 5:48).

Es asunto sobre el que volveré más adelante.



lunes, 13 de septiembre de 2021

El Ateo Chileno

Así denominan en las redes sociales a Alejandro Gaviria, el enésimo candidato a la presidencia para el próximo cuatrienio, a raíz de unas declaraciones que ha dado sobre sus increencias religiosas. 

Hay quienes lo descalifican por haber nacido en Chile cuando su padre adelantaba estudios de especialización en ese país, pero el reproche no es válido, pues de acuerdo con la Constitución Gaviria es colombiano de nacimiento por ser hijo de padres colombianos y haberse domiciliado en nuestro país.

Según aparece en las redes, Gaviria ha dicho sin reticencia alguna que es ateo, que le parece bien vivir sin religión, que no hay vida después de la muerte, que no hay premio ni sanción en el más allá y que, en últimas, la vida carece de sentido. No obstante ello, manifiesta interés en la espiritualidad y ha escrito un libro sobre el humanismo.

Vaya uno a saber si su espiritualidad es la más o menos frívola de la Nueva Era. No es, en todo caso, la agónica de los grandes místicos cristianos que, como San Juan de la Cruz, han experimentado la oscuridad de la noche del alma. La inquietud espiritual de Gaviria tampoco se identifica probablemente con la de Mitterrand que, agobiado por un cáncer incurable, buscaba respuestas que le dieran alivio para hacer su tránsito de esta vida mortal a la eterna leyendo a esos grandes místicos y consultando a quienes pudieran ofrecerle alguna luz, como el gran filósofo católico Jean Guitton (vid. https://www.liberation.fr/evenement/1996/01/11/hante-par-le-mystere-de-l-au-dela-mitterrand-lisait-les-mystiques-consultait-les-theologiens-avec-la_160401/).

La incredulidad de Gaviria es quizás frecuente en los altos círculos colombianos hoy por hoy. Si se hiciera una encuesta entre quienes aspiran a gobernarnos no sería raro encontrar que no pocos de ellos comparten los puntos de vista de Gaviria. ¿En qué cree, en efecto, Fajardo, que tan áspero se mostró respecto de la religión cuando fue alcalde y gobernador por estos pagos? ¿Qué tal Petro, de quién más podría creerse que es fiel de oscuras deidades africanas que de nuestra luminosa Santísima Trinidad, si bien anda diciendo que es católico e hizo construir iglesias en Bogotá cuando era alcalde, aunque se ha declarado librepensador?  ¿O De La Calle, que en su apetitoso libro de memorias confiesa su agnosticismo y su animadversión contra la religión católica? Ahí dice que dejó de creer en ella, entre otras razones, porque leyó en Steckel que una religión que predique la condenación eterna no puede ser verdadera. Tal vez le convendría leer a San Pío de Pietrelcina, que dice que quien niegue el infierno creerá en él cuando allá llegue.

El ateísmo confeso y tal vez militante de Gaviria puede ganarle adeptos entre los mal llamados progresistas, pero se los restará entre católicos y cristianos preocupados por la suerte de sus creencias que los librepensadores dicen respetar, pero en el fondo aspiran a erradicar.

Hay en los tiempos que corren una profunda fractura espiritual que se pone de manifiesto no sólo en nuestro país, sino incluso en los más avanzados, tal como acontece en USA. El conflicto entre Biden y los legisladores texanos acerca del aborto así lo evidencia.

He sostenido en mis cursos de Teoría Constitucional, Filosofía del Derecho e Introducción a la Política que las bases últimas de la  organización social, la normatividad y el poder dependen de la concepción del hombre que se abrigue. La Antropología Filosófica, que procura responder a la cuarta y última pregunta de Kant, ¿qué es el hombre?, suministra la clave para orientarse en esos tópicos.

Cuando se considera que el ser humano es producto de una evolución ciega y su existencia, como afirmaba Sartre, "es una pasión inútil", muchas atrocidades son posibles. De Sartre se dice que al final de sus días, bajo la influencia de su secretario judío y presa ya de su declinación final, abjuró de su ateísmo, manifestando que  “No me siento que soy el producto de la casualidad, una mota de polvo en el universo, sino alguien que era de esperar, preparado, prefigurado. En pocas palabras, un ser que sólo un Creador pudo colocar aquí… y esta idea de una mano creadora hace referencia a Dios”(vid. https://elcoloo.com/2014/11/28/jean-paul-sartre-y-dios-se-arrepinti-sartre-de-su-atesmo-antes-de-su-muerte/).

El asunto de ha prestado a discusión, pero, sea de ello lo que fuere, cuando se piensa que el ser humano es producto de de la casualidad, que su cuerpo es  un mero agregado de células, que su espiritualidad es un epifenómeno de procesos físico-químicos que se dan en  el cerebro, que su dignidad es una convención más o menos cómoda y su vida sólo vale en cuanto le sea placentera, se abren las puertas a iniciativas que podrían terminar aniquilándolo o, al menos, reduciéndolo a su mínima expresión. Es a lo que aspiran los promotores del Nuevo Orden Mundial, que en sus manifestaciones más radicales consideran que la población humana no debería pasar de 500 millones de ejemplares. Su punto de vista sostiene que el hombre no es el rey de la creación, sino un estorbo. Consúltese a propósito de ello la Carta de la Tierra (vid. https://cartadelatierra.org/lea-la-carta-de-la-tierra/descargar-la-carta/).

Aborto, eutanasia, promoción de los colectivos LGTBI+, redefinición de la familia, abandono de los ancianos a su propia suerte, el infanticidio que predica Peter Singer como consecuencia lógica de las posturas abortistas y quizás la promoción de la guerra o de las pandemias, constituyen consecuencias del falso humanismo que niega a Dios y pretende erradicarlo de la escena pública.

El conflicto espiritual ya se ha hecho patente entre nosotros, así sea discretamente. Por ejemplo, leí en la página 26 de El Colombiano del 9 de septiembre último un escrito que no dejó de sorprenderme. Titula: "El aborto legal, un derecho que toma fuerza". Si lo promueve un periódico que fue conservador hasta no hace mucho, ahí se va viendo quién lleva las de ganar. Pienso en un escrito que publicaré más adelante parafraseando una célebre novela de Georges Bernanos: "Bajo el sol de Satán".


lunes, 6 de septiembre de 2021

Derecha, Centro, Izquierda ...

Estas expresiones y algunas combinaciones de ellas (Centro Derecha, Centro Izquierda) son cómodas para designar las diferentes tendencias políticas, pero al mismo tiempo resultan imprecisas y engañosas. En realidad, las tendencias políticas son muy variadas y exhiben diversos matices. Lo que interesa es definir sus contenidos, los cuales dependen no sólo de orientaciones doctrinarias, sino también de las circunstancias concretas de cada coyuntura histórica.

Como es bien sabido, de Izquierda, Centro y Derecha comenzó a hablarse a propósito de la ubicación de los distintos partidos en el recinto de la Asamblea Nacional en la Revolución Francesa, los cuales se identificaban en relación con sus puntos de vista acerca de la Monarquía. Más tarde, cuando se hizo  nítida la diferenciación entre conservadores y liberales, se calificaba a los primeros como derechistas y a los segundos como izquierdistas. Pero el espectro político se fue diversificando y matizando, de suerte que en un momento dado esos calificativos fueron haciéndose cada vez más brumosos.

Ya en la década del 30 del siglo pasado, Alfonso López Pumarejo llegó sostener que las fronteras ideológicas entre nuestros dos partidos tradicionales se estaban borrando. De hecho, eso fue lo que después hizo posible la creación del Frente Nacional. 

En la actualidad, las orientaciones políticas son muy variadas y pueden dar lugar a diferentes combinaciones según los valores que se consideren más significativos.

Por ejemplo, como lo ha señalado muchas veces el expresidente Uribe, la seguridad es indispensable para el goce más elemental de los derechos y no puede vérsela entonces como patrimonio de las tendencias conservadoras, ya que liberales, socialistas, comunistas, etc. aspiran a que se los proteja efectivamente. Puede haber, sin embargo, diferencias en cuanto a los derechos que más se pretende defender y los modos de protegerlos. 

Gaitán decía que el hambre no es liberal ni conservadora. En eso tenía toda la razón, pero hay variadas maneras de encarar el problema que dan lugar a su vez a diferentes tendencia políticas.

En su querella contra los socialistas franceses, el entonces candidato Giscard contraatacó eficazmente diciéndoles que ellos no tenían el monopolio de la justicia social. Sus opiniones sobre el mejoramiento de la calidad de vida de la población eran sencillamente diferentes.

Es claro que el cristal a través del cual se miran las circunstancias depende de si se está en el gobierno o en la oposición. Hay en ello un relativismo casi imposible de superar. El gobernante aspira a conservar el orden, porque ejercer su acción en medio de conflictos callejeros dificulta ostensiblemente el logro de sus propósitos. Pero el que está en la oposición cree que está legitimado para estorbarles a aquéllos. Así se ha visto en el comportamiento de Petro, que como alcalde  no escatimaba el recurso al Esmad, pero como líder de la oposición no cesa de satanizarlo.

Los comunistas y sus compañeros de ruta son adalides de la causa de los derechos humanos cuando están en su empeño de debilitar a los gobernantes que no sean de su cuerda. Pero al llegar al poder, reprimen con severidad muchas veces brutal a sus contradictores.

En los tiempos que corren han aparecido temas de confrontación que otrora parecían secundarios o de menor importancia. Por ejemplo, el debate entre globalistas, nacionalistas y regionalistas o localistas, que versa en muy buena medida sobre los proyectos del Nuevo Orden Mundial. Como dentro de dichos proyectos median iniciativas sobre una iglesia que sustituya a las existentes, una economía dirigida desde centros internacionales y unos proyectos agresivos de control de la población que incluyen la masificación del aborto y de la eutanasia, es obvio que de ahí resulten nuevos factores de confrontación e incluso de radicalización de las comunidades.

De ahí se sigue la posibilidad de distintas combinaciones. Así, por ejemplo, se puede ser partidario de un ejercicio débil de la autoridad frente a las protestas populares, pero al mismo tiempo de uno riguroso en materia de control de las actividades económicas. Cabe ser muy afirmativo en la acción social del Estado y defender al mismo tiempo la causa Pro-Vida, como lo fue el finado presidente Tabaré Vázquez en Uruguay.

Hay quienes se autocalifican como progresistas y demeritan como retardatarios o inmovilistas a sus contradictores. Pero uno puede preguntarse si ciertas causas, como la destrucción del orden familiar, entrañan verdadero progreso en lo que concierne a la civilización, o más bien constituyen francos retrocesos.

Hoy se piensa con toda razón en la defensa del medio ambiente. Pero hay distintos modos de protegerlo y de conciliar esa apremiante necesidad con otras exigencias colectivas. Una solución radical es la del crecimiento cero, mas hay otras posibles menos procelosas. Los panegiristas del régimen cubano elogian su abnegación para mantener la población en condiciones de pobreza que algunos llaman evangélica. Pero otros consideran que la gente tiene derecho al confort que en las circunstancias actuales sólo es posible en las sociedades industriales que no son del todo amigables con la ecología.

Recuerdo que Raymond Aron alguna vez se refirió a la Fatídica Trinidad que pesa sobre las sociedades modernas, que no logran obtener a la vez tasas de crecimiento, niveles de precios e índices de empleo satisfactorios para todos. Los partidarios de conservar precios asequibles y salarios ventajosos tienen que habérselas con el desmedro de la producción que en últimas acarrea inflación y desempleo. Pero los desarrollistas a ultranza arriesgan a su vez el paro laboral.

Charlando con el embajador de Vietnam en Chile me decía que los gobernantes de su país cambiaron radicalmente la política económica de un día para otro. A los responsables locales les preguntaron qué estaban haciendo para mejorar el país. Respondieron que se ceñían estrictamente a los planes establecidos que estipulaban rígidos controles para la vida comunitaria. Los regañaron manifestándoles que no estaban cumpliendo con el deber de fomentar el desarrollo y que de ahí en adelante debían favorecer la iniciativa privada, la creación de empresas y el libre mercado. ¿Era esto un progreso o un retroceso? ¿Viven en mejores condiciones los vietnamitas hoy bajo un modelo que alienta su espíritu emprendedor o el que los sometía a rígidos controles?

Acá estigmatizamos al Centro Democrático porque propone tres líneas de acción obvias a la luz de las realidades presentes: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social. Digan petristas, fajardistas, gaviristas y todos los demás, qué les choca de cada una de ellas. ¿Les parece bien la violencia narcotraficante enseñoreada en campos y ciudades? ¿Les gusta que los inversionistas se vayan para otros lares y cierren empresas o frenen su crecimiento? ¿No encuentran de recibo fórmulas viables para fortalecer la integración de las comunidades y mejorar sus condiciones de vida? ¿Qué es lo de Derecha, Centro o Izquierda respecto de estos tópicos?

Fernando Londoño Hoyos, por cuya salud formulo los más fervientes votos, suele recordar una consigna de don José Ortega y Gasset que compartía con es gran pensador que fue Edmond Husserl: "A las cosas mismas". La política debe partir de la consideración atenta de las realidades y obrar sobre  ellas pensando siempre en lo posible. Las etiquetas no nos ofrecen soluciones. Éstas fluyen de la consideración atenta de las circunstancias, tal como ellas se manifiestan con sus potencialidades y sus dificultades. El mejor candidato para las elecciones venideras será el que así lo entienda, moteje como le parezca la orientación de sus programas.