jueves, 31 de marzo de 2016

A marchar el dos de abril

En mis artículos para este blog suelo volver, a modo de ritornello, sobre este llamado:

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA TARDE!

Pues bien, la convocatoria que desde distintos sectores de la opinión se ha venido haciendo en estos días para que la gente del común salga a las calles el próximo dos de abril para protestar contra el mal gobierno de Juan Manuel Santos no significa otra cosa que pedirnos a los colombianos que despertemos y centremos nuestra atención en los gravísimos peligros que nos acechan.

La vida de Colombia a lo largo de su ajetreada historia no ha sido fácil. Nuestro devenir siempre ha estado erizado de dificultades que mal que bien hemos sabido sortear. Pero rara vez habíamos tenido que enfrentar tantas calamidades a la vez.

La primera calamidad radica en tener en la jefatura del Estado a un personaje frívolo, vanidoso, amoral e incompetente a más no poder.

No sin muy válidas razones en la última encuesta que se ha dado a conocer su gobierno aparece apenas con un 13% de favorabilidad. 

Eso significa que Santos ha agotado prácticamente su caudal político y carece del respaldo necesario para gobernarnos. Pero hay algo peor: bajo su ejercicio presidencial Colombia se ha vuelto casi ingobernable y amenaza con bordear de nuevo la ominosa categoría de los Estados fallidos.

En 2002 los analistas internacionales temían que nuestro país se dividiera en tres: lo que la Secretaría de Estado norteamericana llegó a calificar como una intolerable Farclandia, al suroriente; un Estado paramilitar reinando en el norte y el oriente; y los restos del antiguo Virreinato de la Nueva Granada, en la región andina.

Álvaro Uribe Vélez revirtió esa funesta tendencia, hizo que reviviera la confianza de los colombianos en su gobierno y puso en jaque a los agentes del desorden. Pero Juan Manuel Santos, quien se comprometió a continuar y llevar a feliz término esa empresa redentora, nos ha traído de regreso a esas tristes épocas que creíamos ya superadas.

Como resultado de su desastrosa gestión, en Colombia reinan hoy la desconfianza y el pesimismo. Y las instituciones están en su nivel más bajo de apoyo popular. De hecho, casi todas están desacreditadas, exceptuando la Procuraduría, a la que Santos le quiere echar mano para poner ahí algún amigo suyo, una vez finiquite la defenestración de Ordóñez.

En Colombia está desapareciendo a marchas forzadas la autoridad. Ya ha desaparecido el Estado de Derecho. De ese modo, también desaparecerá la seguridad. Por consiguiente, en lugar de someter a los agentes del desorden al imperio de la ley, serán ellos los que impongan la suya, tal como está ocurriendo a todo lo largo y ancho del territorio nacional.

Agréguese a este clima deletéreo la crisis económica en que ya nos encontramos. Todos los indicadores en este campo son inquietantes en grado sumo, comenzando con los déficits cambiario y fiscal. Si gobernar es gastar, como predicaban los hacendistas franceses en el siglo XIX, lo que ha malgastado Santos en su ruinoso ejercicio presidencial le impedirá en adelante atender los más elementales compromisos con las comunidades. Por eso, prepara una reforma tributaria supuestamente integral que probablemente desanimará más todavía a los inversionistas y gravará con cargas insoportables a los contribuyentes.

Hay un derecho elemental a protestar contra los malos gobiernos. Y Santos es un pésimo gobernante. Por eso hay que salir a las calles este dos de abril, a fin de que su aventurerismo político, tocado tal vez de autismo, no nos lleve a la ruina.

sábado, 26 de marzo de 2016

Vamos de mal en peor

Las recientes declaraciones de Obama sobre el conflicto colombiano y el encuentro de Kerry con los capos de las Farc en Cuba se prestan a muy diversos comentarios.

Para los promotores de los diálogos en La Habana, esos eventos resultan muy halagüeños. Según piensan, son espaldarazos decisivos en favor de la gestión de Santos y preludian el buen éxito de la misma.

Pero a los que descreemos de las bondades de este proceso nos parece que estos desarrollos de la política norteamericana le asestan un golpe mortal a nuestra institucionalidad democrática.

A mí, personalmente, no me extraña esta deriva de Obama, pues tengo por bien sabido que él procede del ala más radical de la izquierda estadounidense. En rigor, Obama está muy poco identificado con los principios, la tradición y el talante de la sociedad que le ha tocado en suerte gobernar. Mientras que Putin se identifica a fondo con el alma de la Madre Rusia, Obama es un disidente que carece de todo apego hacia lo que los Estados unidos representan. Hijo de padre keniano y musulmán que lo abandonó desde muy niño, y de una hippie; apadrinado por unos abuelos extremistas que le confiaron su guía a Frank Marshall Davis, a quien el Senado investigó por sus actividades antinorteamericanas a partir de su indudable adhesión al partido comunista; matriculado como musulmán por su padrastro en la escuela católica a la que asistió en Indonesia; y convertido de modo oportunista a una secta bautista con cuyo pastor hubo de romper debido a sus exageraciones, Obama es, por lo menos, un marxista cultural que va a entregar una sociedad con profundos agrietamientos por la persecución que ha desatado desde el gobierno con miras a erradicar los valores cristianos, la cual continuará con más vigor si triunfa Hillary Clinton en las próximas elecciones presidenciales.

De todo ello hay abundante documentación en Google. Basta con buscar "Los mentores comunistas de Obama" para enterarse de su oscuro pasado. Para la muestra, este botón: https://yahel.wordpress.com/2010/10/25/frank-marshall-davis-mentor-comunista-de-obama/

No es extraño, entonces, que Obama simpatice con los hermanos Castro y con las Farc.

Su afirmación acerca de que está contribuyendo a superar una guerra civil de más de cincuenta años en Colombia muestra no solo su desinformación acerca de lo que sucede entre nosotros, sino su propósito de mutar el Plan Colombia en un plan pro-Farc.

Cualquier observador relativamente bien informado tiene que llegar a la conclusión de que el conflicto colombiano no puede catalogarse como guerra civil. De hecho, es una agresión narcoterrorista y totalitaria contra una institucionalidad democrática débil y a punto de desmoronarse por los ingredientes anárquicos que la afectan.

Basta con leer lo que hoy publica "El Colombiano" sobre las amenazas que aún tiene la paz, para darse cuenta de que nuestro país padece de una profunda debilidad de la institución estatal que no se remediará, sino que se acentuará, con la firma de un acuerdo con las Farc en los términos que parecen haberse convenido en La Habana. Son términos llamados a debilitar la autoridad pública y estimular a quienes la desafían.(Vid. http://www.elcolombiano.com/colombia/las-amenazas-que-aun-tiene-la-paz-HK3804889).

Las encuestas muestran el rechazo profundo del pueblo respecto de las organizaciones subversivas. Ese rechazo es explicable no solo porque ellas siguen una ideología totalitaria del todo ajena a nuestra tradición político-cultural, sino por la atrocidad de sus procedimientos. Así los capos de las Farc aleguen que no son terroristas, los hechos de sangre que han protagonizado los muestran como tales. No en vano así se los clasifica en los Estados Unidos y la Unión Europea.

Llama la atención que al tiempo que en Europa se pone de manifiesto el reino de terror que pretenden imponer los extremistas musulmanes, con hechos que han suscitado el repudio del mundo civilizado, Obama, Kerry y Santos se muestren tan indulgentes con quienes han cubierto de sangre inocente los campos de Colombia. 

Es todavía menos comprensible a la luz de la sana razón que los gobernantes norteamericanos exhiban esa indulgencia en torno de una de las organizaciones narcotraficantes más poderosas del mundo.

Se acaba de celebrar con boato, por lo menos desde la perspectiva del gobierno colombiano, el décimoquinto aniversario del Plan Colombia. Este plan se gestó para ayudarnos en la lucha contra  el narcotráfico y, como pronto se vio la profunda implicación de las Farc en ese flagelo, de hecho se lo aplicó contra ellas. Sus resultados fueron elocuentes a lo largo del gobierno de Uribe. Pero Obama le restó dinamismo, por lo que ya sabemos, y Santos hizo lo propio con sus claudicaciones. El resultado está a la vista: Colombia ha vuelto a ser el mayor productor de coca en el mundo. Y el Plan ya no se enderezará contra los responsables de ello, sino dizque para convencerlos de que se conviertan en aliados en la lucha contra el narcotráfico. Es decir, tratando de amarrar gato con longaniza.

Yo oro todos los días en mis plegarias por nuestros gobernantes, para que acierten en sus decisiones. Pero, acto seguido, le formulo al Padre Celestial este pedido: que nos proteja de sus desaciertos.

Con lo que estamos viendo,que Dios nos tenga de su mano.

domingo, 20 de marzo de 2016

Ser pillo paga

Hace poco dio Santos unas declaraciones para "El País" de España en las que dijo que pensaba que estaba haciendo lo correcto en torno de las negociaciones con las Farc, pero expresó que  se sentía incomprendido por la opinión pública colombiana, quizás por falta de pedagogía para la paz.  Ver en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/12/colombia/1457804192_438113.html.

Según Santos, en lo que con él coinciden sacerdotes como el jesuíta De Roux, hay que convencer a los colombianos del común para que les perdonen de todo corazón a los guerrilleros de las Farc y, en su momento, a los del Eln, los innumerables y atroces desmanes que han cometido contra las comunidades en desarrollo de la tristemente célebre consigna de matar para que otros vivan mejor.

Es indiscutible, en efecto, que para sentar las bases de una paz efectiva y duradera se hace necesario emprender un profundo proceso espiritual de parte de las autoridades públicas, la población civil y los alzados en armas, en el que cada uno reconozca sus responsabilidades por lo que ha ocurrido a lo largo de décadas en nuestro país, pida y otorgue perdón por ello, asuma las consecuencias de sus actos y se comprometa sinceramente a renunciar al ejercicio de la violencia para hacer valer sus pretensiones.

Bien se sabe que la convivencia pacífica solo es posible si cada uno se esmera en aceptar al otro, así no comparta sus ideas, sus valores, sus intereses o sus modos de obrar.

Leí hace poco en un reportaje de Thierry Wolton que, más que la igualdad, que no deja de hacer sentir un tufillo de uniformidad, lo que hay que promover es la diversidad humana. En ello radica el pluralismo a que aspiran las sociedades contemporáneas, tendencia que, por lo demás, considero no solo natural, sino necesaria, según acostumbraba enseñarlo en mis cursos de Teoría Constitucional. 

Pues bien, que quienes nos han gobernado y quienes desde sus actividades privadas hayan incurrido en desafueros, los reconozcan y paguen por ellos, es algo que debe darse por sentado a fin de que nunca más se los repita en el futuro.

 No hay que temerle a una Comisión de la Verdad, como la que bajo la dirección de Ernesto Sábato investigó en Argentina los crímenes de desaparición forzada cometidos bajo la dictadura militar,  y produjo el espeluznante documento que puede consultarse en este enlace: http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/. 

A lo que debemos temerle es al imperio de la mentira, a cuyo amparo proliferan los abusos y desaparecen las libertades.

Pero en el caso colombiano una Comisión de la Verdad tendría que ocuparse también de los múltiples y estremecedores crímenes cometidos por las fuerzas subversivas, entre ellos el secuestro, del que el Informe Sábato dice en el Prólogo lo siguiente:

"Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita vergüenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza."

Si en la Argentina la dictadura militar produjo la más grande tragedia de su historia, y la más salvaje, con la multitud de los desparecidos, tal como dice el Prólogo que escribió Sábato, la más grande y salvaje tragedia en Colombia, la de los secuestrados, los extorsionados y los masacrados, obedece a las consignas de la subversión marxista-leninista, cuya moralidad revolucionaria no solo admite, sino que estimula, todo aquello que pueda debilitar al enemigo de clase y contribuir al éxito de la Revolución.

Timochenko, que es hoy el jefe máximo de las Farc, ha dicho que nada tiene de qué arrepentirse, ni piensa pedir perdón por las fechorías de su organización subversiva, tal como puede leerse en los siguientes enlaces: http://www.noticiasrcn.com/nacional-pais/timochenko-dice-no-piensa-pedir-perdon-y-no-se-arrepiente y http://www.kienyke.com/noticias/las-farc-no-se-arrepienten-de-nada-timochenko/.

Creo haber leído en otra parte que, según Timochenko, si se arrepintiera, dejaría de ser revolucionario a carta cabal.

No veo cómo, al tenor de estas declaraciones, el jesuíta De Roux haya podido atreverse a comparar a los guerrilleros de las Farc con el Hijo Pródigo, que fue tema del Evangelio del domingo antepasado. El Hijo Pródigo se arrepintió, pidió perdón y se sometió de buen grado a lo que su padre tuviese a bien disponer. No esperaba ese derroche de misericordia, esa muestra da amor infinito de parte de su progenitor. 

No dudo que a las Farc y al Eln debemos tenderles la mano, lo que ha hecho con largueza tal vez irresponsable Santos. Pero no hasta el extremo de permitirles que la muerdan y hasta la arranquen de tajo.

Los subversivos no han renunciado a su credo revolucionario. Por consiguiente, de ellos no podemos esperar que Nunca Más se repitan las acciones violentas que al tenor de sus  perversas creencias han perpetrado a todo lo largo y ancho del territorio colombiano, cubriendo sus campos de sangre inocente.

Santos y sus áulicos no entienden que el conflicto que nos aflige va más allá de las responsabilidades por hechos indebidos realizados por sus diferentes actores, pues su trasfondo es ante todo ideológico y entraña la contraposición entre dos versiones radicalmente opuestas de la democracia, la pluralista que mal que bien se consagró en la Constitución de 1991, y la totalitaria que pretenden instaurar los comunistas de las Farc y el Eln.

¿Cómo hacer que convivan pacíficamente los defensores del pluralismo y los promotores del totalitarismo?

He ahí el nudo gordiano de lo que se discute en La Habana. Todo lo demás es secundario. Perdonemos, aceptemos la presencia de los guerrilleros en la vida pública, garanticemos su derecho a la diferencia, ofrezcámosles gabelas, etc., pero a cambio de que se arrepientan, pidan perdón, reparen a sus víctimas y se comprometan a someterse lealmente a las reglas de juego de la democracia pluralista que estamos en mora de edificar. 

No es mucho pedirles, pero, según la intransigencia que pone de manifiesto Timochenko, es algo que no podemos esperar de ellos, que no se comportan como el Hijo Pródigo que se acoge, vencido, a la misericordia del Padre, sino como el que viene por toda la herencia.






miércoles, 9 de marzo de 2016

¿Se puede creer en los comunistas de las de las Farc?

Se cuenta que uno de los empresarios que viajaron hace poco a La Habana para entrevistarse con los capos de las Farc tuvo el valor de advertirles que, por su arrogancia, estaban sembrando en la opinión  colombiana la idea de que resultaría menos beneficioso un acuerdo de paz con ellos que la continuación del conflicto armado.

Pero no son solo las Farc quienes deben de responder por las sombras que se ciernen sobre el resultado de los diálogos de paz, pues también al gobierno de Santos le cabe una enorme cuota de responsabilidad por el fracaso histórico que se ve venir de modo inexorable.

Un sensato analista de la realidad política colombiana, de esos que con justicia cabe considerar que están más allá del bien y del mal porque la vida les ha dado más de lo que de ella esperaban, ha llamado la atención sobre los ostensibles errores en que ha incurrido Santos a todo lo largo y ancho de este tortuoso proceso.

Según su punto de vista, Santos ha demostrado ser un pésimo negociador frente a unas Farc que son extremadamente mañosas.

Cuando se anunciaron los diálogos, no vacilé en manifestar mi escepticismo, por cuanto abrigaba, y aún mantengo, la creencia de que las Farc solo firmarían algo que las pusiera ad portas de la conquista del poder.

No soy particularmente perspicaz, pero algo conozco de la historia y la teoría política. De hecho, en mis años universitarios me formé defendiéndome de los comunistas, para lo cual tuve que estudiarlos y nutrirme de lo que podía aprender de sus adversarios. Dos libros excelentes me suministraron argumentos de peso para confrontarlos: "El Opio de los Intelectuales", de Raymond Aron, y "La Sociedad Abierta y sus Enemigos", de Karl Popper.

Amigos bien informados me hablan ahora de una obra extraordinaria que acaba de aparecer en Francia, "Histoire Mondiale du Communisme", de Thierry Wolton, de la que se han publicado dos volúmenes cuyos títulos son elocuentes: "Les bourreaux" ("Los verdugos") y "Les victimes" ("Las víctimas"). Se anuncia para el año entrante un tercer volumen:"Les complices" ("Los cómplices").

En la reseña del libro que hace la editorial Grasset se menciona la tragedia humana sin precedentes que se asocia a las guerras civiles que los comunistas han desatado contra los pueblos para imponer sus dogmas. Decenas de millones de seres humanos han sido apresados, torturados, deportados, sometidos a la hambruna, etc., en aras de una ideología que a no dudarlo es de naturaleza criminal.(Vid. http://www.grasset.fr/histoire-mondiale-du-communisme-tome-1-9782246732211; http://www.grasset.fr/histoire-mondiale-du-communisme-tome-2-9782246804246).

Ya hace unas dos décadas, los autores de "El Libro Negro del Comunismo" habían denunciado con documentos irrefutables a la mano que, por cuenta de esta ideología a todas luces demoníaca , han perecido no menos de cien millones de seres humanos.

Hace falta investigar a fondo los estragos de toda índole que los promotores del comunismo han ocasionado en nuestro país. Un buen punto de partida para ello es el excelente libro de Eduardo Mackenzie, "Las Farc o el fracaso de un terrorismo", que por desventura ya no se encuentra disponible en las librerías, pero se puede descargar gratuitamente a través del siguiente enlace: http://unoamerica.org/unoPAG/libros.php?id=14.

"El Libro Negro de las Farc" que urge escribir daría muestras inequívocas del sórdido nivel de degradación a que han llegado los agentes de la subversión comunista en nuestra adolorida patria colombiana. 

Todos los crímenes imaginables pueden serles imputados, pero el esperpento de una Jurisdicción Especial para la Paz a que me referí en mi último escrito pretende justificarlos y atenuar su tratamiento, a fin de que los responsables de mares de sangre y lágrimas que se han vertido sobre nuestro suelo puedan hacer política con los mismos procedimientos y propósitos que han hecho tristemente célebres a los comunistas en otras latitudes.

A estas alturas, parece indudable que Juan Manuel Santos y su tenebroso hermano Enrique, junto con otros de la misma o peor calaña, deberían figurar en el tercer volumen de la mencionada obra de Thierry, como cómplices de la torpe aventura de la implantación del comunismo en Colombia. 

Que tengan éxito en ese empeño, dependerá de la voluntad de nuestro pueblo, al que hay que encarecerle que salga a las calles el próximo dos de abril a repudiar masivamente las ominosas concesiones que Santos pretende otorgarle a uno de los grupos narcoterroristas más poderosos del mundo.

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!





martes, 1 de marzo de 2016

Jurisdicción Especial de Paz

Mis vecinos del apartamento 417 del edificio en donde resido suelen ejercer muy activamente durante los fines de semana su derecho al libre desarrollo de la personalidad, consumiendo ingentes cantidades de marihuana cuyo humo sale por el balcón y penetra en el mío impregnando  con su pestilencia el interior.

Por alguna extraña razón, asocio esta actividad de mis desagradables vecinos con lo que a lo largo de 72 horas hicieron cuatro gatos en La Habana y que el expresidente Pastrana ha dicho que dio lugar a la entrega del país a las Farc.(Vid. http://periodicodebate.com/index.php/nacion/politica/item/10998-cnews-2016-02-29?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Portada-PeridicoDebate-PeridicoDebate+%28Portada+-+Peri%C3%B3dico+Debate%29).

Se trata del proyecto de acuerdo sobre la Jurisdicción Especial de Paz, convenido por el gobierno con las Farc, que aparentemente tendrá los siguientes objetivos:

o Satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia 

o Obtener verdad para la sociedad colombiana 

o Contribuir a la reparación de las víctimas 

o Contribuir a luchar contra la impunidad 

o Otorgar seguridad jurídica a quienes participaron de manera directa o indirecta en el conflicto armado

 o Contribuir al logro de una paz estable!y duradera.

(Vid. https://www.minjusticia.gov.co/Portals/0/Audios/23-09-15%20ABC%20FINAL.pdf)

Estas buenas intenciones están  por fuera de toda discusión. 

La parte valseada está en el modus operandi de lo que en tan breve lapso se les ocurrió a los autores del proyecto dizque para resolver los gravísimos retos que para la justicia entraña un posible acuerdo de paz con las Farc.

A las sesudas críticas del expresidente Pastrana se suman muchas otras más, como las del exministro Jaime Castro en "El Tiempo" (Vid. http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/analisis-sobre-la-jurisdiccion-especial-para-la-paz-en-colombia-y-los-cambios-institucionales/16520748), las de organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos o las de la prensa extranjera.

Destaco el párrafo final del escrito de Castro, que plantea inquietudes de hondo calado:

"Varios interrogantes suscita todo lo anterior. Alguien ha medido las consecuencias que la JEP tendrá en la vida institucional del país? ¿Si no hemos logrado que las otras jurisdicciones administren pronta y cumplida justicia, en esta ocasión será distinto? No se han dado hasta ahora todas las explicaciones que el tema merece, ni la opinión pública las ha pedido, tal vez porque quienes deberían hacerlo temen ser declarados guerreristas enemigos de la paz."

Observo que este proyecto adolece de dos graves defectos que se ponen de manifiesto a lo largo y ancho del proceso de negociación con las Farc, a saber:

- La improvisación.

- El ánimo de complacer a una de las organizaciones narcoterroristas más ricas y peligrosas del mundo.

Se sabía que el tema de la justicia era un grave escollo que dificultaba el avance de las negociaciones y ponía en peligro la fecha límite el 23 de marzo, que de modo insensato fijó Santos para la firma del acuerdo final. Entonces, se decidió asignarles a cuatro gatos la misión de redactar a como diera lugar un proyecto que superara las dificultades. Y como de la carrera no queda sino el cansancio, ese gaseoso y malhadado documento fue lo que resultó de la encerrona. Como preguntó Fernando Londoño Hoyos en ocasión memorable, ¿qué sería lo que se fumaron esos cuatro?

Las negociaciones con las Farc han partido de una base falsa de toda falsedad, que es la equiparación del Estado y sus autoridades legítimas con esa tenebrosa agrupación de forajidos. De ahí se siguen todos los estropicios que tienen asustada a la opinión pública y la hacen desconfiar de los beneficios de la paz que ofrece Santos.

Este es un proceso que se ha adelantado en medio de engaños, disimulos, intrigas, manipulaciones y traiciones. Es una negociación entre dos partes que desconfían recíprocamente la una de la otra y a las que nadie que esté en sus cabales puede prestarles fe. El pueblo no les cree ni abriga esperanza alguna de que de ahí pueda lograrse un estado aceptable de paz. Ya hay muchos indicios de nuevos conflictos que se están gestando.

Piénsese tan solo en lo que Alberto Lleras habría denominado la "cuestión caballona" en este delicadísimo asunto: ¿Cómo se integrará la Jurisdicción Especial de Paz?

Hay dos opciones: a) las partes ya lo acordaron y no quieren divulgarlo; b) todavía no se han puesto de acuerdo al respecto, y entonces el convenio está en el aire.

En la segunda hipótesis, todo lo que están hablando los voceros gubernamentales sobre el acuerdo es pura paja, hierba seca  parecida a la que fuman mis vecinos haciendo sahumerios en memoria del celebérrimo jurista que contribuyó decisivamente a darle rango de derecho fundamental al consumo de la marihuana y otras yerbas.

Cómo van las cosas, no tendremos justicia ni, muchísimo menos, paz.