Habla por ahí un tangazo ("Mimí Pinson") de cuán corto es el camino de los sueños. Conviene agregar que es también engañoso y suele resultar funesto.
Santos y su Corte de los Milagros andan en la empresa de convencernos a los colombianos acerca de las bondades de lo que se está acordando en La Habana con los narcoterroristas de las Farc.
Nos dicen que de ahí resultará la ansiada paz con esas hordas salvajes y surgirá, luego de un período de "Postconflicto", un nuevo país en el que correrán ríos de leche y miel, y "la vida será una para todos llena", como lo ansiaba el gran Guillermo Valencia en su vibrante poema "Anarkos"(Vid. http://www.poesiacastellana.es/poema.php?id=ANARKOS&poeta=Valencia%2C+Guillermo).
Seducidos por la retórica de los heraldos de esa Nueva Era, no pocos aspirantes a cumplir el papel de redentores de esta patria adolorida andan ahora con el cuento de que hay que "refundar el país", cuando todo parece indicar que lo que más bien podría ocurrir es que se termine fundiéndolo.
¿Qué significa para ellos ese propósito de refundar a Colombia?
La idea de unos "Padres fundadores", tan cara al constitucionalismo norteamericano que algunos veneran aquí con beatería digna de mejor causa, no deja de ser mítica, pues ninguna sociedad se constituye de la noche a la mañana por decisión de unos cuantos iluminados. Todas son hijas de la historia. Nacen, crecen, se reproducen y mueren en virtud de procesos colectivos que a menudo escapan al control individual y son incluso aleatorios. Su signo distintivo es la complejidad.
No es improbable, como van las cosas, que algo se acuerde con las Farc. Pero es excesivo afirmar desde ya que se tratará de acuerdos de paz y que esta se dará como fruto en sazón.
De entrada, hay que advertir que no necesariamente los pactos con los capos que veranean a sus anchas en La Habana serán vinculantes respecto de quienes hacen parte de los frentes que actúan en el territorio colombiano, trátese de los que siguen en pie de lucha en zonas rurales o de los colaboradores que obran en los núcleos urbanos. Hay, en efecto, informaciones fidedignas acerca de la poca voluntad de varios frentes de las Farc para acogerse a la fementida paz, pues son bandidos que están hechos a la contracultura de la ilegalidad y se hallan inmersos en el oscuro mundo del narcotráfico.
Si este es el combustible que alimenta el conflicto, y en lugar de disminuir está creciendo vertiginosamente, lo que cabe esperar razonablemente es que muchos contingentes de lo que hoy son las Farc ingresen a las tenebrosas Bacrim que ya ejercen su dominación sobre vastos espacios de nuestra difícil configuración geográfica. De hecho, se habla de acuerdos de control territorial y colaboración en las distintas etapas del crimen organizado entre aquellas y estas.
Colombia es un Estado al borde del colapso. Su institucionalidad se encuentra seriamente agrietada y cada vez obedece menos al impulso de la autoridad. Va al garete bajo la conducción de un capitán cuyo paso por la Escuela Naval de Cartagena no da garantía de que hubiese siquiera aprendido a remar. Y lo que sigue requiere a no dudarlo de mano fuerte, cuando lo que hay al mando es, según dije en un escrito de hace días en el que tomé prestadas unas expresiones de Churchill, "un prodigio de blandura".
El proceso constituyente de hace un cuarto de siglo se adelantó también con la idea de sentar bases sólidas para la construcción de una nueva Colombia. Lo que de ahí resultó es peor que lo que antes había. Hoy puedo reiterar con más fuerza lo que advertí desde un principio, a saber: que la Constitución de 1991 merece que se la llame el Código Funesto. Y ahora se nos quiere convencer de la posibilidad de enmendarle la plana con gente muchísimo peor que la del M-19.
Recuerdo que por esos días me encontré en la calle con Gabriel Arenas Sánchez, un muy querido y simpático abogado que participó en la fundación de lo que hoy es la UPB. Me dijo ese apreciable colega que estaba siguiendo de cerca mis escritos sobre la Constitución de 1991 y compartía la severidad de mis críticas a la misma. Para reforzar su comentario, trajo a colación lo que observó un cliente suyo:"Dígame, doctor, para qué va a cambiar uno de finca si le va a meter el mismo ganado".
Colombia está llena de malas reses, sobre todo en sus estratos dirigentes. Ahora se pretende que lleguen al gobierno los peores criminales que hemos tenido en toda nuestra historia y que de ahí resulte una paz estable y duradera.
Santos trae a mi memoria dos preciosos temas del folclor argentino.
El primero es "Hopa, hopa, hopa", que lo cantaba Gardel y trata de un tropero que era el desengaño. Apareció, "cuasi anochecido", al lomo de un matungo zaino, "arriando animales que parecían sombras". Cuando se le preguntó por los bichos que llevaba en esa tropa, contestó:"Voy pa´ la tablada de los gauchos zonzos a venderles miles de esperanzas gordas ..."(Vid. http://www.todotango.com/musica/tema/2119/Hopa-hopa-hopa/).
Eso es lo que nos promete Santos: miles de esperanzas gordas.
El otro tema es de Atahualpa Yupanqui.
Trátase de "El vendedor de yuyos", que andaba por los campos ofreciendo "Poleo, carqueja, flor de romerillo, yuyos milagreros, yerbas pa' olvidar"(Vid. https://www.letras.com/atahualpa-yupanqui/848246/).
Eso es también Santos: un vendedor de yuyos.
¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!