jueves, 28 de enero de 2016

Soñar y nada más

Habla por ahí un tangazo ("Mimí Pinson") de cuán corto es el camino de los sueños. Conviene agregar que es también engañoso y suele resultar funesto.

Santos y su Corte de los Milagros andan en la empresa de convencernos a los colombianos acerca de las bondades de lo que se está acordando en La Habana con los narcoterroristas de las Farc. 

Nos dicen que de ahí resultará la ansiada paz con esas hordas salvajes y surgirá, luego de un período de "Postconflicto", un nuevo país en el que correrán ríos de leche y miel, y "la vida será una para todos llena", como lo ansiaba el gran Guillermo Valencia en su vibrante poema "Anarkos"(Vid. http://www.poesiacastellana.es/poema.php?id=ANARKOS&poeta=Valencia%2C+Guillermo).

Seducidos por la retórica de los heraldos de esa Nueva Era, no pocos aspirantes a cumplir el papel de redentores de esta patria adolorida andan ahora con el cuento de que hay que "refundar el país", cuando todo parece indicar que lo que más bien podría ocurrir es que se termine fundiéndolo.

¿Qué significa para ellos ese propósito de refundar a Colombia?

La idea de unos "Padres fundadores", tan cara al constitucionalismo norteamericano que algunos veneran aquí con beatería digna de mejor causa, no deja de ser mítica, pues ninguna sociedad se constituye de la noche a la mañana por decisión de unos cuantos iluminados. Todas son hijas de la historia. Nacen, crecen, se reproducen y mueren en virtud de procesos colectivos que a menudo escapan al control individual y son incluso aleatorios. Su signo distintivo es la complejidad.

No es improbable, como van las cosas, que algo se acuerde con las Farc. Pero es excesivo afirmar desde ya que se tratará de acuerdos de paz y que esta se dará como fruto en sazón.

De entrada, hay que advertir que no necesariamente los pactos con los capos que veranean a sus anchas en La Habana serán vinculantes respecto de quienes hacen parte de los frentes que actúan en el territorio colombiano, trátese de los que siguen en pie de lucha en zonas rurales o de los colaboradores que obran en los núcleos urbanos. Hay, en efecto, informaciones fidedignas acerca de la poca voluntad de varios frentes de las Farc para acogerse a la fementida paz, pues son bandidos que están hechos a la contracultura de la ilegalidad y se hallan inmersos en el oscuro mundo del narcotráfico. 

Si este es el combustible que alimenta el conflicto, y en lugar de disminuir está creciendo vertiginosamente, lo que cabe esperar razonablemente es que muchos contingentes de lo que hoy son las Farc ingresen a las tenebrosas Bacrim que ya ejercen su dominación sobre vastos espacios de nuestra difícil configuración geográfica. De hecho, se habla de acuerdos de control territorial y colaboración en las distintas etapas del crimen organizado entre aquellas y estas.

Colombia es un Estado al borde del colapso. Su institucionalidad se encuentra seriamente agrietada y cada vez obedece menos al impulso de la autoridad. Va al garete bajo la conducción de un capitán cuyo paso por la Escuela Naval de Cartagena no da garantía de que hubiese siquiera aprendido a remar. Y lo que sigue requiere a no dudarlo de mano fuerte, cuando lo que hay al mando es, según dije en un escrito de hace días en el que tomé prestadas unas expresiones de Churchill, "un prodigio de blandura".

El proceso constituyente de hace un cuarto de siglo se adelantó también con la idea de sentar bases sólidas para la construcción de una nueva Colombia. Lo que de ahí resultó es peor que lo que antes había. Hoy puedo reiterar con más fuerza lo que advertí desde un principio, a saber: que la Constitución de 1991 merece que se la llame el Código Funesto. Y ahora se nos quiere convencer de la posibilidad de enmendarle la plana con gente muchísimo peor que la del M-19.

Recuerdo que por esos días me encontré en la calle con Gabriel Arenas Sánchez, un muy querido  y simpático abogado que participó en la fundación de lo que hoy es la UPB. Me dijo ese apreciable colega que estaba siguiendo de cerca mis escritos sobre la Constitución de 1991 y compartía la severidad de mis críticas a la misma. Para reforzar su comentario, trajo a colación lo que observó un cliente suyo:"Dígame, doctor, para qué va a cambiar uno de finca si le va a meter el mismo ganado".

Colombia está llena de malas reses, sobre todo en sus estratos dirigentes. Ahora se pretende que lleguen al gobierno los peores criminales que hemos tenido en toda nuestra historia y que de ahí resulte una paz estable y duradera.

Santos trae a mi memoria dos preciosos temas del folclor argentino.

El primero es "Hopa, hopa, hopa", que lo cantaba Gardel y trata de un tropero que era el desengaño. Apareció, "cuasi anochecido", al lomo de un matungo zaino, "arriando animales que parecían sombras". Cuando se le preguntó por los bichos que llevaba en esa tropa, contestó:"Voy pa´ la tablada de los gauchos zonzos a venderles miles de esperanzas gordas ..."(Vid. http://www.todotango.com/musica/tema/2119/Hopa-hopa-hopa/).

Eso es lo que nos promete Santos: miles de esperanzas gordas.

El otro tema es de Atahualpa Yupanqui. 

Trátase de "El vendedor de yuyos", que andaba por los campos ofreciendo "Poleo, carqueja, flor de romerillo, yuyos milagreros, yerbas pa' olvidar"(Vid. https://www.letras.com/atahualpa-yupanqui/848246/).

Eso es también Santos: un vendedor de yuyos.

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!








sábado, 16 de enero de 2016

Credo in unam, sanctam, catholicam, et apostolicam Ecclesiam

Todos los días, al elevar mis ofrendas y peticiones a Dios, le formulo un ruego especial por la unidad y la santidad de la Iglesia, que hoy padece quizás una de las más severas crisis de una historia que, como dice el preciso libro "Histoire de la Papauté", de Yves-Marie Hilaire, registra ya dos mil años de misión y tribulaciones.

Son muchas las publicaciones católicas que recibo a través de internet y en ellas veo un muy inquietante espíritu de división que se está esparciendo a todo lo largo y ancho del mundo. 

En alguna de ellas leí hace poco que lo que caracteriza al catolicismo es su fidelidad al papa. Para decirlo en los términos peyorativos que usan los anglicanos, los católicos somos, ante todo, papistas. 

Pero esa fidelidad se está deteriorando aceleradamente y no son pocos los escritores de artículos y ensayos que se dicen católicos y sin embargo no escatiman epítetos a menudo denigrantes contra el papa Francisco e incluso contra sus predecesores. Hay quienes lo tildan de hereje, de apóstata, de agente demoníaco y otras cosas peores.

Observo que la unidad doctrinal de la Iglesia se halla afectada por lo menos por cuatro tendencias que obran con distinta fuerza en su interior:

- Una primera tendencia podría considerarse como "ultramontana". En ella se agrupan los "sedevacantistas" que consideran que la elección de Juan XXIII fue nula porque era masón y estaba excomulgado. Y como los sucesores fueron elegidos por cardenales cuyas elecciones también eran nulas, la sede de Pedro está vacante desde 1958. Otros, que no llegan a ese extremo, opinan, sin embargo, que el Concilio Vaticano II se apartó de la tradición de la Iglesia, produjo consecuencias nefastas y debe ser desconocido por los fieles. Es la posición de los lefebvristas, que no comulgan con las tendencias doctrinarias que hicieron carrera en el Concilio, al cual califican de "modernista". Estas tendencias "ultramontanas" cuentan con muy poco número de seguidores, pero hacen bastante ruido y contribuyen a debilitar la unidad de la Iglesia.

- La segunda tendencia es, en cambio, muy fuerte y en ella nos incluimos los que bien podríamos ser considerados como "católicos de a pie", que sabemos que, por supuesto, la Iglesia debe evolucionar para ponerse a tono con los tiempos y corregir sus falencias, pero sin desmedro de una identidad que procede de la fidelidad a la Sagrada Escritura, la tradición y un magisterio viejo de siglos.

- Una tercera tendencia que, en realidad, agrupa dos inclinaciones que no son coincidentes en puntos esenciales, podría considerarse como de inspiración protestante. Hay, en efecto, una fuerte corriente  que obra en favor de la "protestantización" de la Iglesia. Pero el protestantismo, como bien se sabe, no se caracteriza por la unidad orgánica, la ritual y muchísimo menos la doctrinaria. Exhibe, en consecuencia, muchísimos matices que van desde el fundamentalismo extremo hasta los excesos del libertarismo contemporáneo. La tendencia a contemporizar con los protestantes ha conducido a demeritar el culto por la Santísima Virgen, que está profundamente enraizado en el alma católica, a desnaturalizar el carácter sacrificial de la misa, a debilitar las prácticas sacramentales y a relativizar las posturas doctrinarias. Pero el impacto mayor procede de la influencia del protestantismo liberal, muy fuerte en Alemania, en Holanda, en los países de habla inglesa y en otras latitudes, que socava toda la estructura dogmática del cristianismo, tal como lo pone de manifiesto, por ejemplo, la obra del padre Llano S.J., que niega la Anunciación, la Encarnación, la Inmaculada Concepción, la Virginidad de María, la Resurrección y, desde luego, la Ascensión, por no hablar de la Presencia Real de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía.

- Una cuarta tendencia disociadora procede de la Teología de la Liberación y sus afines, como la Teología del Pueblo que, según se afirma, es la que sigue el papa Francisco. Al examen de estas corrientes se aplica un excelente libro de Julio Loredo de Izcue que comenté en otra ocasión en este blog: "Teología de la Liberación-Un salvavidas de plomo para los pobres". Sus promotores hacen hincapié en el mensaje político-social que, según dicen, trae consigo el Evangelio. Son socialistas cristianos, que de acuerdo con el parecer de un personaje de Dostoievsky en "Los Hermanos Karamazov", son mucho más peligrosos que los socialistas ateos (Editorial Juventud, Barcelona, 2014, p. 67). Creen posible instaurar el Reino de los Cielos en la Tierra a través de la revolución social, así sea mediante una violencia que, según ellos, contrarreste la violencia institucional que los opresores de los desheredados ejercen valiéndose del aparato jurídico-estatal.

"Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse", reza el Evangelio (Mc. 3:25). No obstante la garantía que ofrece el Señor acerca de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra su Iglesia (Mt. 16:18), Él mismo hace un tremendo anuncio profético que parece estar en vía de cumplirse, cuando pregunta si a su regreso hallará fe sobre la tierra (Lc. 18:8).

En efecto, la crisis que hoy afecta a la Iglesia es de fe y se traduce, como no podría ser de otro modo, en una pavorosa crisis moral. A la desorientación de las creencias le sigue necesariamente la de las costumbres.

El Evangelio de San Juan alerta contra la mundanidad (Jn. 14 a 17), pero en buena medida la Iglesia ha cedido a esa tentación. 

Las seducciones del poder, de las riquezas, del lujo, del prestigio, del orgullo, de la sensualidad llevada a los extremos más viles, etc. han hecho mella en su espíritu. Muchos no solo han transformado la Casa del Padre en una cueva de ladrones (Mc. 11:15-18), sino en asquerosas mancebías, cuando no en centros de horrible corrupción de inocentes parvulillos, contrariando así la severa condena que lanza el Evangelio contra los escandalosos y especialmente los que corrompen a los niños:"¡Ay de aquel hombre por el que el escándalo viene!" (Mt. 18:7).

Anoche asistí transido de dolor a la presentación de la película "Spotlight" ("En Primera Plana"), que trata sobre una valerosa e inteligente investigación periodística que dio a conocer las dramáticas dimensiones del abuso sexual contra los niños, tolerado por largo tiempo por el cardenal Law al frente de la Arquidiócesis de Boston. 

Pero estos eventos, como se da a entender en la película, no son aislados ni dependen de la perversión o la cobardía de un jerarca, sino que obedecen a pautas que se han incrustado en el sistema eclesiástico mismo.

De ello da cuenta un libro aterrador,"El Rito de la Sodomía", de Randy Engel, cuyos tomos I y II se pueden descargar pinchando los siguiente enlaces: 

https://zaidpub.files.wordpress.com/2012/09/rite-of-sodomy-vol-i.pdf

https://zaidpub.files.wordpress.com/2012/09/rite-of-sodomy-vol-ii.pdf

Se acerca la conmemoración del primer centenario de las apariciones de Fátima. 

Es hora de repasar las advertencias que le hizo al mundo Nuestra Señora a través de los pastorcitos Lucía, Jacinta y Francisco, así como sus pedidos de conversión, arrepentimiento, oración y sacrificio.

No solo es oportuno recordarlo en razón del centenario, sino porque en la jerarquía vaticana hay quienes tienden a menospreciar las manifestaciones sobrenaturales, considerándolas propias de una religiosidad ingenua que resulta incompatible con el pensamiento y la sensibilidad del hombre actual. Guadalupe, Lourdes, Fátima, Akita o Medjugorje nada les dicen a esos jerarcas de espíritu mundano, que siguen la misma línea de los que alentaron las persecuciones contra el Santo Padre Pío de Pietrelcina, el más grande de los santos del siglo XX (Vid. Socci, Antonio, "El Secreto del Padre Pío", La Esfera de los Libros, Madrid, 2009).

La Santísima Virgen se está manifestando hoy en muchos lugares, a menudo derramando lágrimas de sangre, tal como yo lo he presenciado en varias ocasiones. El motivo está a la vista: el Mal se esparce vertiginosamente en todas las sociedades. Y ha penetrado el interior de la Iglesia de Cristo.

Tiene toda la razón George Weigel: hoy se necesita mucho coraje para ser católico (Vid. http://www.redalyc.org/pdf/701/70100719.pdf).





miércoles, 13 de enero de 2016

Ensillando sin tener las bestias

El gobierno nacional está activando una profusa campaña para aclimatar entre los colombianos el apoyo al proceso de diálogos con las Farc que se lleva a cabo en La Habana. 

De hecho, ya inició la campaña en pro del sí en el plebiscito que se proyecta convocar para que la ciudadanía refrende los acuerdos a que se llegue con la subversión narcoterrorista.

Fuera de los aspectos constitucionales y legales que se involucran en esta campaña, habida consideración de que con ella se realiza una actividad preelectoral por fuera de los términos estipulados para el efecto y se pone en abierta desventaja a los partidarios de votar no en ese acto plebiscitario, llama la atención que se le pida a la ciudadanía que apoye unos acuerdos que todavía no se han firmado en su totalidad -recuérdese que una de las reglas de esos diálogos postula que "nada está acordado hasta que todo esté acordado"-, fuera de que aún en el evento de que lo estuvieren, quedaría por definir su reglamentación, que es tarea que se espera que cumplan el congreso restringido ("Congresito" o Asamblea Constituyente soslayada) y Santos, este último en ejercicio de potestades dictatoriales que aspira a adquirir para modificar a su arbitrio todo el régimen institucional de Colombia.

En una intervención que tuve en el Club Campestre de Medellín a fines del año pasado señalé que sobre los dirigentes colombianos recaen severas responsabilidades sobre hechos que sin lugar a dudas repercutirán a fondo sobre nuestro destino. Esos dirigentes gozan de los privilegios del poder, de la influencia sobre las comunidades, de la credibilidad ciudadana. Y en sana lógica, tales privilegios implican deberes correlativos, el principal de los cuales consiste precisamente en dirigir la vida colectiva y hacerlo de modo responsable.

Dirigir es trazar rumbos, prever escenarios eventuales, alertar sobre riesgos que puedan presentarse, apoyar lo que sea plausible y oponerse a lo que parezca perjudicial. Para ello hay que informarse adecuadamente sobre las situaciones de que se trate y obrar con prudencia, dado que la acción política acarrea resultados que siempre serán aleatorios y llamados a proyectarse a corto,  mediano y largo plazos.

Por supuesto que unos de esos resultados posibles son altamente deseables, como que las Farc se desmovilicen, prescindan de la acción armada, cesen sus acciones delictivas y se involucren en la vida política en igualdad de condiciones con los partidos y movimientos que actúan en el escenario nacional.

Pero el precio que los capos están exigiendo amerita unas muy reflexivas ponderaciones.

Yo no me imagino, por ejemplo, a los responsables de las grandes empresas apoyando contratos hechos a la diabla con los que se pone en peligro su existencia misma, como tampoco me cabe en la cabeza que la jerarquía eclesiástica, llamada a velar por la salud espiritual del pueblo de Dios, apruebe el perdón indiscriminado de atrocidades que claman justicia al Cielo, ni tampoco encuentro de buen recibo que  los magistrados de las altas cortes les den visto bueno a proyectos y acuerdos que se llevan de calle los más elementales principios del derecho civilizado.

Es verdad que Santos, cual caballo desbocado, anda en una loca carrera de abyectas claudicaciones frente a los capos de las Farc, como la de considerar que el narcotráfico es delito conexo con los políticos y merece tratarse con benignidad en aras de la firma de los acuerdos de paz. Pero, como lo escribí hace algún tiempo en este blog, a ese orate conviene ponerle freno.

El Centro Democrático está preparando un derecho de petición al presidente de la república, orientado precisamente al logro de ese propósito. 

Es importante que la ciudadanía haga uso de todos los instrumentos que la institucionalidad autoriza para hacerse oír y enderezar en la medida de lo posible un rumbo que parece llevarnos al borde de un precipicio y arrojarnos a sus abismos.

Santos todavía no ha querido responderle a Óscar Iván Zuluaga cuando este en campaña le preguntó qué estaba dispuesto a concederles a las Farc. El país no lo sabe, pero sus dirigentes, que vaya uno a saber la yerba que están fumando, nos recomiendan que votemos sí a algo de contenidos y repercusiones que ignoramos.

Todos los teorizantes de la democracia la fundan en decisiones cabalmente informadas y reflexivas del ciudadano del común. Pero acá se pretende que la ciudadanía vote sí a ciegas sobre asuntos que de ninguna manera son de poca monta.

Ese modo de proceder conlleva a todas luces la autodestrucción del sistema democrático.

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!







martes, 5 de enero de 2016

La Democracia Desvirtuada

En su prefacio al célebre libro de Maurice Joly, "Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu" (http://www.barcelonaradical.net/historico/archivos/upload/dialogoenelinfierno....pdf), plantea Jean-Francoix Revel la cuestión de la democracia desvirtuada, que fluye del cínico programa de gobierno que el fantasma del florentino le explica al  del autor de "El Espíritu de las Leyes" mientras esperan en el Hades el juicio de Dios.

Bien sabido es que Maquiavelo es uno de los máximos exponentes de la teoría del realismo político, según la cual el ejercicio del poder en las sociedades debe partir del examen de hechos tozudos y enfilarse hacia objetivos que sean viables al tenor de esos hechos y de los medios de que se disponga, dejando de lado el idealismo y toda consideración moral. Lo que interesa en la acción política son los fines y estos justifican los medios. 

Montesquieu, en cambio, representa el idealismo político. Para él, la política se guía por principios y su acción debe desplegarlos razonablemente con miras al mejoramiento colectivo.

Uno y otro ponen en el centro de sus reflexiones la virtud, pero la entienden de modo muy diferente. Para Maquiavelo, la virtud reside, según lo hace ver la etimología, en la fuerza vital. El gobernante virtuoso es el que actúa con vigor y astucia frente a cualquier circunstancia que se le presente, tal como lo hacían los "condottieri" que describe en detalle Burckhardt en "La Cultura del Renacimiento en Italia". El pragmatismo dicta su ley. Montesquieu, en cambio, piensa la virtud en términos morales y más precisamente racionales. Según su punto de vista, cada régimen obedece a algún principio moral que condiciona su racionalidad específica, su modo de ser, su configuración, las acciones que le son propias.

Dicho entre paréntesis, el curso de Teoría Constitucional que por varias décadas profesé en la Universidad Pontificia Bolivariana se inspiraba en la visión de Montesquieu. Toda la institucionalidad política, según esta perspectiva, podría explicarse en función de unos conceptos y principios básicos desarrollados armónicamente en los ordenamientos constitucionales.

Dicho en pocas palabras, la de Montesquieu es la visión del jurista que piensa ante todo en la normatividad a que debe sujetarse el ejercicio del poder para cumplir los objetivos morales que le corresponden en la sociedad, que no son otros que los que dicta el bien común. La de Maquiavelo, en cambio, es la del político, tal como la considera Max Weber en su famoso libro "El Político y el Científico", en el que señala que mientras para este el valor fundamental es la verdad, para aquel lo constituye la eficacia de la acción.

Ignoro si Santos sabe algo de estas disquisiciones. Lo que tengo claro es que es un animal político que tiene cosida, como dice Joly en un pasaje de su libro, la piel de zorro a la del león. También podría comparárselo con un ave rapaz y, porqué no, con una carroñera, pues se lo ve presto a alimentar su ego con los despojos mortales de la república.

El Maquiavelo al que Joly le presta su pluma no es otro que Napoleón III, que destruyó la II República Francesa con cuyos votos se hizo elegir, para entronizar su II Imperio. A partir de un evento democrático y abusando de sus poderes, distorsionó la institucionalidad republicana en aras de un nuevo despotismo presidido por él. 

Para lograr sus objetivos, corrompió todos los poderes y los sometió servilmente a sus designios.

El siguiente extracto del mencionado prefacio de Revel es elocuente. Parece escrito teniendo a la vista los inicuos procederes de Santos:

"...Se trate de la destrucción de los partidos políticos y de las fuerzas colectivas, de quitar prácticamente al Parlamento la iniciativa con respecto a las leyes y transformar el acto legislativo en una homologación pura y simple, de politizar el papel económico y financiero del Estado a través de las grandes instituciones de crédito, de utilizar los controles fiscales, ya no para que reine la equidad fiscal sino para satisfacer venganzas partidarias e intimidar a los adversarios, de hacer y deshacer constituciones sometiéndolas en bloque al referéndum, sin tolerar que se las discuta en detalle, de exhumar viejas leyes represivas sobre la conservación del orden para aplicarlas en general fuera del contexto que les dio nacimiento (por ejemplo, una guerra extranjera terminada hace rato), de crear jurisdicciones excepcionales, cercenar la independencia de la magistratura, definir el “estado de emergencia”, fabricar diputados “incondicionales”, (No vemos que exista sustancial diferencia entre el comportamiento exigido a los candidatos gaullistas de aprobar por anticipado la política del jefe de Estado sin conocerla y el “juramento previo” exigido por Napoleón III a sus futuros diputados), bloquear la ley financiera por el procedimiento de la “depresupuestación” (si el vocablo no existe, existe el hecho), promover una civilización policial, impedir a cualquier precio la aplicación del habeas corpus; nada de todo esto omite Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu Maurice Joly 12 este manual del déspota moderno sobre el arte de transformar insensiblemente una república en un régimen autoritario o, de acuerdo con la feliz fórmula de Joly, sobre el arte de “desquiciar” las instituciones liberales sin abrogarlas expresamente. La operación supone contar con el apoyo popular y que el pueblo (lo repito por ser condición indispensable) esté subinformado; que, privado de información, tenga cada vez menos necesidad de ella, a medida que le vaya perdiendo el gusto. Por consiguiente, la dictadura puede afirmarse con fuerza a través del rodeo de las relaciones públicas. Pero, claro está, cuando se torna necesario, parafraseando una expresión de Clausewitz, el mantenimiento del orden no es otra cosa que las relaciones públicas conducidas por otros medios. Las diferentes controversias acerca de la dictadura, el “fascismo” etc., son vanas y aproximativas si se reduce la esencia del régimen autoritario únicamente a ciertas formas de su encarnación histórica. Pretender que un detentador del poder no es un dictador porque no se asemeja a Hitler equivale a decir que la única forma de robo es el asalto, o que la única forma de violencia es el asesinato. Lo que caracteriza a la dictadura es la confusión y concentración de poderes, el triunfo de la arbitrariedad sobre el respeto a las instituciones, sea cual fuere la magnitud de tal usurpación; lo que la caracteriza es que el individuo no está jamás al abrigo de la injusticia cuando solo la ley lo ampara. No se trata solo de los medios para alcanzar tales resultados. Es evidente que esos medios no pueden ser los mismos en todas partes. Las técnicas de la confiscación del poder en las moderna s sociedades industriales de tradición liberal, donde el espíritu crítico es por lo demás una tradición que hay que respetar, un academicismo casi, donde existe una cultura jurídica, no pueden ajustarse al modelo del despotismo ruso o libio. Más aún, la confiscación del poder, cuando se realiza en tiempo de paz y prosperidad, no puede asemejarse, ni por su intensidad ni su estilo, a una dictadura, instaurada a continuación de una guerra civil, en un país económicamente atrasado y sin tradiciones de libertad."

Santos ha desnaturalizado la función de la presidencia, del congreso, de la administración de justicia, de los órganos de control, de los órganos electorales, de los poderes regionales y locales, de los medios de comunicación social, de las entidades gremiales, de la Iglesia misma. Y, lo peor de todo, ha corrompido a la ciudadanía.

Sus procedimientos son harto conocidos: la seducción, el prevaricato, la compra de conciencias, la intimidación, el engaño, la intriga, la maniobra artera, el disimulo. Solo le ha faltado el recurso a la violencia física, que el Maquiavelo de Joly, por cierto, desaconseja.

So pretexto de la búsqueda de la paz, Santos se propone básicamente dos cosas:

- La instauración en su favor de un poder dictatorial que le asignaría competencias amplísimas e incontrolables para variar sustancialmente la ordenación de la república.

- Otorgarles a los narcoterroristas de las Farc y, eventualmente, del Eln toda suerte de garantías para permitirles  competir ventajosamente en la lucha por el poder.

En un pasaje de los diálogos en comento, se habla de que la acción del Estado debe dar pie para tranquilizar a la gente honrada y para que tiemblen los malvados.

Pues bien, lo que está haciendo Santos es todo lo contrario: la gente de bien en Colombia está espantada con las perspectivas de lo que le anuncian; en cambio, los malvados que han cubierto de sangre nuestros campos se solazan con los regalos que les está prometiendo y piden cada vez más gabelas, como si de una feria de premiaciones se tratase.

Invito a los lectores a examinar cuidadosamente el impresionante escrito que bajo el título de "Impunidad a la carta" publicó hace poco Libardo Botero sobre el escandaloso acuerdo de justicia transicional convenido por los agentes de Santos con los capos de las Farc:


Aplicando la lógica implacable de Maquiavelo, bien puede uno preguntarse: ¿Al servicio de quién actúa Santos? ¿No les da la razón este proceder a quienes afirman a pie juntillas que desde hace años él ha venido siendo un calificado agente de los demoníacos hermanos Castro?

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!