sábado, 16 de enero de 2016

Credo in unam, sanctam, catholicam, et apostolicam Ecclesiam

Todos los días, al elevar mis ofrendas y peticiones a Dios, le formulo un ruego especial por la unidad y la santidad de la Iglesia, que hoy padece quizás una de las más severas crisis de una historia que, como dice el preciso libro "Histoire de la Papauté", de Yves-Marie Hilaire, registra ya dos mil años de misión y tribulaciones.

Son muchas las publicaciones católicas que recibo a través de internet y en ellas veo un muy inquietante espíritu de división que se está esparciendo a todo lo largo y ancho del mundo. 

En alguna de ellas leí hace poco que lo que caracteriza al catolicismo es su fidelidad al papa. Para decirlo en los términos peyorativos que usan los anglicanos, los católicos somos, ante todo, papistas. 

Pero esa fidelidad se está deteriorando aceleradamente y no son pocos los escritores de artículos y ensayos que se dicen católicos y sin embargo no escatiman epítetos a menudo denigrantes contra el papa Francisco e incluso contra sus predecesores. Hay quienes lo tildan de hereje, de apóstata, de agente demoníaco y otras cosas peores.

Observo que la unidad doctrinal de la Iglesia se halla afectada por lo menos por cuatro tendencias que obran con distinta fuerza en su interior:

- Una primera tendencia podría considerarse como "ultramontana". En ella se agrupan los "sedevacantistas" que consideran que la elección de Juan XXIII fue nula porque era masón y estaba excomulgado. Y como los sucesores fueron elegidos por cardenales cuyas elecciones también eran nulas, la sede de Pedro está vacante desde 1958. Otros, que no llegan a ese extremo, opinan, sin embargo, que el Concilio Vaticano II se apartó de la tradición de la Iglesia, produjo consecuencias nefastas y debe ser desconocido por los fieles. Es la posición de los lefebvristas, que no comulgan con las tendencias doctrinarias que hicieron carrera en el Concilio, al cual califican de "modernista". Estas tendencias "ultramontanas" cuentan con muy poco número de seguidores, pero hacen bastante ruido y contribuyen a debilitar la unidad de la Iglesia.

- La segunda tendencia es, en cambio, muy fuerte y en ella nos incluimos los que bien podríamos ser considerados como "católicos de a pie", que sabemos que, por supuesto, la Iglesia debe evolucionar para ponerse a tono con los tiempos y corregir sus falencias, pero sin desmedro de una identidad que procede de la fidelidad a la Sagrada Escritura, la tradición y un magisterio viejo de siglos.

- Una tercera tendencia que, en realidad, agrupa dos inclinaciones que no son coincidentes en puntos esenciales, podría considerarse como de inspiración protestante. Hay, en efecto, una fuerte corriente  que obra en favor de la "protestantización" de la Iglesia. Pero el protestantismo, como bien se sabe, no se caracteriza por la unidad orgánica, la ritual y muchísimo menos la doctrinaria. Exhibe, en consecuencia, muchísimos matices que van desde el fundamentalismo extremo hasta los excesos del libertarismo contemporáneo. La tendencia a contemporizar con los protestantes ha conducido a demeritar el culto por la Santísima Virgen, que está profundamente enraizado en el alma católica, a desnaturalizar el carácter sacrificial de la misa, a debilitar las prácticas sacramentales y a relativizar las posturas doctrinarias. Pero el impacto mayor procede de la influencia del protestantismo liberal, muy fuerte en Alemania, en Holanda, en los países de habla inglesa y en otras latitudes, que socava toda la estructura dogmática del cristianismo, tal como lo pone de manifiesto, por ejemplo, la obra del padre Llano S.J., que niega la Anunciación, la Encarnación, la Inmaculada Concepción, la Virginidad de María, la Resurrección y, desde luego, la Ascensión, por no hablar de la Presencia Real de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía.

- Una cuarta tendencia disociadora procede de la Teología de la Liberación y sus afines, como la Teología del Pueblo que, según se afirma, es la que sigue el papa Francisco. Al examen de estas corrientes se aplica un excelente libro de Julio Loredo de Izcue que comenté en otra ocasión en este blog: "Teología de la Liberación-Un salvavidas de plomo para los pobres". Sus promotores hacen hincapié en el mensaje político-social que, según dicen, trae consigo el Evangelio. Son socialistas cristianos, que de acuerdo con el parecer de un personaje de Dostoievsky en "Los Hermanos Karamazov", son mucho más peligrosos que los socialistas ateos (Editorial Juventud, Barcelona, 2014, p. 67). Creen posible instaurar el Reino de los Cielos en la Tierra a través de la revolución social, así sea mediante una violencia que, según ellos, contrarreste la violencia institucional que los opresores de los desheredados ejercen valiéndose del aparato jurídico-estatal.

"Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse", reza el Evangelio (Mc. 3:25). No obstante la garantía que ofrece el Señor acerca de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra su Iglesia (Mt. 16:18), Él mismo hace un tremendo anuncio profético que parece estar en vía de cumplirse, cuando pregunta si a su regreso hallará fe sobre la tierra (Lc. 18:8).

En efecto, la crisis que hoy afecta a la Iglesia es de fe y se traduce, como no podría ser de otro modo, en una pavorosa crisis moral. A la desorientación de las creencias le sigue necesariamente la de las costumbres.

El Evangelio de San Juan alerta contra la mundanidad (Jn. 14 a 17), pero en buena medida la Iglesia ha cedido a esa tentación. 

Las seducciones del poder, de las riquezas, del lujo, del prestigio, del orgullo, de la sensualidad llevada a los extremos más viles, etc. han hecho mella en su espíritu. Muchos no solo han transformado la Casa del Padre en una cueva de ladrones (Mc. 11:15-18), sino en asquerosas mancebías, cuando no en centros de horrible corrupción de inocentes parvulillos, contrariando así la severa condena que lanza el Evangelio contra los escandalosos y especialmente los que corrompen a los niños:"¡Ay de aquel hombre por el que el escándalo viene!" (Mt. 18:7).

Anoche asistí transido de dolor a la presentación de la película "Spotlight" ("En Primera Plana"), que trata sobre una valerosa e inteligente investigación periodística que dio a conocer las dramáticas dimensiones del abuso sexual contra los niños, tolerado por largo tiempo por el cardenal Law al frente de la Arquidiócesis de Boston. 

Pero estos eventos, como se da a entender en la película, no son aislados ni dependen de la perversión o la cobardía de un jerarca, sino que obedecen a pautas que se han incrustado en el sistema eclesiástico mismo.

De ello da cuenta un libro aterrador,"El Rito de la Sodomía", de Randy Engel, cuyos tomos I y II se pueden descargar pinchando los siguiente enlaces: 

https://zaidpub.files.wordpress.com/2012/09/rite-of-sodomy-vol-i.pdf

https://zaidpub.files.wordpress.com/2012/09/rite-of-sodomy-vol-ii.pdf

Se acerca la conmemoración del primer centenario de las apariciones de Fátima. 

Es hora de repasar las advertencias que le hizo al mundo Nuestra Señora a través de los pastorcitos Lucía, Jacinta y Francisco, así como sus pedidos de conversión, arrepentimiento, oración y sacrificio.

No solo es oportuno recordarlo en razón del centenario, sino porque en la jerarquía vaticana hay quienes tienden a menospreciar las manifestaciones sobrenaturales, considerándolas propias de una religiosidad ingenua que resulta incompatible con el pensamiento y la sensibilidad del hombre actual. Guadalupe, Lourdes, Fátima, Akita o Medjugorje nada les dicen a esos jerarcas de espíritu mundano, que siguen la misma línea de los que alentaron las persecuciones contra el Santo Padre Pío de Pietrelcina, el más grande de los santos del siglo XX (Vid. Socci, Antonio, "El Secreto del Padre Pío", La Esfera de los Libros, Madrid, 2009).

La Santísima Virgen se está manifestando hoy en muchos lugares, a menudo derramando lágrimas de sangre, tal como yo lo he presenciado en varias ocasiones. El motivo está a la vista: el Mal se esparce vertiginosamente en todas las sociedades. Y ha penetrado el interior de la Iglesia de Cristo.

Tiene toda la razón George Weigel: hoy se necesita mucho coraje para ser católico (Vid. http://www.redalyc.org/pdf/701/70100719.pdf).





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