martes, 19 de junio de 2018

¡Laus Deo!


Hago parte de los millones de colombianos que le damos gracias a Dios por la elección de Iván Duque como  nuevo presidente de Colombia.

Con Duque renace la esperanza que Santos echó a perder con sus enormes desaciertos. Y nos libramos de haber caído en garras de un personaje demoníaco, como lo es Petro.

Vuelvo sobre lo que escribí hace algunas semanas: de Petro solo podíamos esperar pesadillas; con todo, no le pidamos maravillas a Duque, pues lo que se ha ganado es, simple y llanamente, la rifa del tigre.

Afortunadamente es un hombre joven lleno de energía y dotado de cualidades excepcionales, las que se requieren para gobernar un país que ahora sí, como diría Carlos Lleras Restrepo, está descuadernado.

La herencia que deja Juan Manuel Santos está erizada de conflictos y enredos de toda índole.

Afortunadamente, hay dos asuntos que, mal de su grado, quizás deje resueltos.

El primero, la corrupción política, pues la llevó a tales extremos que ya ha tocado fondo. En lo sucesivo, las relaciones con el Congreso tendrán que manejarse de otra manera, con transparencia y corrección. Después de lo que ha confesado Musa Besaile sobre la ruta de la mermelada, será imposible seguir comprando descaradamente a los congresistas del modo como lo ha hecho Santos.(Vid. http://www.wradio.com.co/noticias/actualidad/la-ruta-de-la-mermelada-y-sus-protagonistas-segun-musa-besaile/20180529/nota/3755657.aspx). 

Duque puede reclamar para sí, como dijera López Michelsen en su momento, un verdadero mandato claro al que necesariamente tendrán que plegarse los congresistas, sin perjuicio de su derecho de proponer, discutir e incluso disentir, en función de su deber de votar consultando la justicia y el bien común.

El segundo, las Farc. La situación con el que ahora es un partido político legal es muy diferente a la que tuvieron que enfrentar los gobiernos anteriores. Hay con ellas un acuerdo muy deficiente que tarde o temprano habrá que corregir, no obstante los alegatos que  se están aduciendo acerca de su intangibilidad. Pero ha quedado claro que sus dirigentes están desacreditados hasta el punto de que en las pasadas elecciones ningún candidato presidencial se atrevió a exhibir su apoyo. Y los exiguos resultados que arrojó su votación para el Congreso muestran que ya no están en capacidad de intimidar a la población con sus exigencias. Como vulgarmente se dice, en las relaciones con sus dirigentes habrá que tragarse buena cantidad de sapos, pero no todos los que desean.

No me atrevo a hacerle recomendaciones al Presidente electo. Mejor, las hago a la comunidad, en el sentido de ofrecerle el respaldo necesario para que según su leal saber y entender dirija la nave del Estado por el mejor rumbo posible, a sabiendas de los escollos y los malos vientos que ciertamente se atravesarán en su trasiego por mares dificultosos.

Dentro de esos escollos aparece una Corte Constitucional armada al gusto de Santos y con período que abarca el de Duque. Él verá cómo protegerse de sus asechanzas.

Es hora de reiterar lo que, palabra más palabra menos, dijo el presidente Kennedy al iniciar su mandato:"No pregunte qué puede hacer el gobierno por usted, sino qué puede hacer usted por el país".

Sabedor de lo que le esperaba, el presidente Barco anunció, sin poder llevarlo a cabo, que no vacilaría en acudir al pueblo para sacar adelante sus proyectos. La Constitución, pese a sus defectos, ofrece ahora distintos escenarios para el ejercicio de la democracia participativa. Es verdad que dichos espacios están cercados, como dijera Gabriel Turbay en célebre oportunidad, por "una alambrada de garantías hostiles". Pero ahí están y, en caso necesario, habrá que acudir a ellos.

Duque es hombre de fe. Pidámosle a Dios que lo ilumine y estimule en la muy ardua empresa que con su ayuda le hemos encomendado los colombianos.

lunes, 11 de junio de 2018

Si vota por un payaso, tendrá un circo

Leí hace poco esta reflexión en Facebook y me parece que cae de perlas en estas vísperas electorales.

Insisto en que la clasificación de las tendencias politicas en tres grandes categorías (derecha, centro e izquierda) es muy superficial y esquemática. En realidad, los grandes temas de la política son demasiado complejos y dan lugar a múltiples opiniones que no se dejan encasillar en conceptos tan simples.

En lo que concierne a la realidad práctica, parece preferible abordarlas desde otras perspectivas, como, por ejemplo, las de lo deseable y lo posible, las moderadas y las radicales, las realistas y las delirantes, las serias y las fatuas, etc.

A la luz del grotesco y sacrílego espectáculo que ofreció una tropilla de histriones la semana pasada frente a la iglesia del Voto Nacional en Bogotá, no queda duda alguna acerca de lo que verdaderamente se abre a la consideración de los colombianos el próximo domingo.

De un lado, aparece un candidato serio, Iván Duque, que mantiene un discurso coherente y centrado en las realidades de la Colombia de hoy; del otro, una partida de payasos que sigue las orientaciones de Gustavo Petro, cuyo camaleónico discurso cambia de un día para otro al tenor de las circunstancias.

Según la sabiduría popular, los niños, los locos y los borrachos dicen la verdad. Ya lo proclamaban los antiguos:"In vino veritas". Comenta Lola Morón en "El País Semanal" que más o menos lo mismo afirma el Talmud babilónico, cuando dice "Entró el vino y salió un secreto", y agrega después que "En tres cosas se revela un hombre: en su copa de vino, en su bolsa y en su cólera"(https://elpais.com/elpais/2016/11/06/eps/1478387112_147838.html).

Al tenor de estas consideraciones, cabe preguntar a cual de los variopintos personajes que habitan en Petro conviene prestarle credibilidad, si al borracho que hace poco en Montería dijo que, lo mismo que Chávez, le gustaría salir a las calles a pregonar "Exprópiese, exprópiese", o al bufón que haciendo de Moisés exhibió unas tablas con la promesa opuesta y once más que entran en contradicción flagrante con lo que ha venido predicando en la plaza pública.

En rigor, como dicen en la Costa, Petro y sus compañeros de farsa son "caimanes del mismo charco". Tanto el Polo Democrático Alternativo como la Alianza Verde hacen parte del Foro de Sao Paulo, creado por Fidel Castro y Lula para promover el Socialismo del Siglo XXI en América Latina (Vid. https://www.periodismosinfronteras.org/organizaciones-politicas-colombianas-que-pertenecen-al-foro-de-sao-paulo.html). Sus proclamas en favor de la propiedad privada, la libre empresa, la economía de mercado o el "capitalismo popular" son para atrapar incautos. El modelo que en últimas los inspira es el cubano, que no solo suprime las libertades económicas, sino todas las demás, pues está demostrado por la experiencia del siglo XX que la democracia socialista es incompatible con el pluralismo, no solo político, sino cultural. Socialismo radical y totalitarismo liberticida van de la mano.

Petro utiliza un eslogan engañoso que copió de su mentor, Chávez: la "Colombia Humana" (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/19035-venezuela-humana). Es un ropaje engañoso bajo el que pretende remozarse el marxismo en los tiempos que corren (Vid. http://www.scielo.br/pdf/ea/v11n30/v11n30a21.pdf). En varios países se han formado partidos "humanistas" que pretenden revivir las tesis de Marx limándoles las asperezas que las desacreditaron bajo el régimen de la URSS y sus satélites. Pero aquí bien cabe aquello de que "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

En efecto, el humanismo marxista es materialista y niega, por consiguiente, la dimensión espiritual del hombre. 

El papa Francisco trae en "Evangelii Gaudium" una cita de Romano Guardini que es pertinente traer a colación ahora: "El único patrón para valorar con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época".

Un humanismo auténtico promueve la plenitud de la existencia humana. Hay que preguntarse si el humanismo libertino y depravado que animan Petro y sus conmilitones conduce más bien a la degradación y, en últimas, a la destrucción del hombre.

Conviene abrir el debate acerca del verdadero significado de la dignidad de la persona humana, habida consideración  de las manipulaciones que de tan sagrado concepto hacen personajes perversos del jaez de los cómicos de la legua que siguen a ese endemoniado, hijo del "Padre de la Mentira", que es Petro. Quizás se lleven una sorpresa cuando sepan que su impacto en el discurso político y jurídico contemporáneo viene de la encíclica Divini Redemptoris de S.S. Pío XI (Vid. http://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1121&context=yhrdlj).

Hay payasos de distintas clases. Por supuesto que unos son amables y delicadamente humanos, como el "Calvero" de la inolvidable "Candilejas" de Chaplin. Pero a otros, como "Chucky", el payaso asesino, hay que sacarles el cuerpo. No en vano el ingenio popular ha identificado a Santos con ese maligno personaje.  Y Petro es del mismo corte. Como bien lo ha escrito hoy Juan David Escobar Valencia en "El Colombiano", si Santos es el sida, Petro es la enfermedad mortal.(Vid. http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/santos-fue-el-sida-petro-ser
ia-la-enfermedad-mortal-JB8838290)






jueves, 7 de junio de 2018

Sobre el voto en blanco

El artículo 258 de la Constitución Política dice que el voto es un derecho y un deber ciudadano. Y en su parágrafo 2o. le confiere eficacia al voto en blanco en las elecciones para corporaciones públicas, gobernadores, alcaldes y la primera vuelta de las presidenciales, cuando obtenga la mayoría de los votos válidos. En tales casos, habrá que repetir por una sola vez las elecciones.

Para la segunda vuelta en las elecciones presidenciales el voto en blanco tiene un valor simbólico que no deja de ser importante, pues pone de manifiesto la insatisfacción frente a las dos alternativas que se sometan al escrutinio ciudadano.

Yo he votado en blanco en dos oportunidades: en 1990 y en la segunda vuelta en 2010. En esta última, porque consideré que se enfrentaban dos payasos, uno de ellos bastante maligno al que con razón se comparaba con el personaje de una película de terror.

Como el voto se debe depositar en conciencia, quien obre invocándola merece todo el respeto.

El fundamento moral de la democracia reside en la adecuada información y el buen criterio de la ciudadanía. Ese buen criterio, lo que Santo Tomás llamaba sindéresis, implica ir al fondo de las cosas para explorar mediante el ejercicio de la razón lo que haya de conveniente o de inconveniente en ellas. Como nunca podremos saber cuáles serán en últimas los resultados de nuestras decisiones, el juicio que las anime debe inspirarse en la prudencia.

En las circunstancias actuales de Colombia todo votante debe preguntarse entonces si es prudente votar por Duque, por Petro o en blanco.

Las razones de los primeros y de los segundos son tema ya más que trillado de las respectivas campañas electorales. Interesa examinar las de los terceros, cuyo trasfondo es simple: da lo mismo que gane el uno o el otro, pues ambos son igualmente perjudiciales para la suerte de Colombia. Como dijo alguna vez el presidente Mitterrand de unos contradictores suyos, optar por cualquiera de ellos equivale a elegir entre el hambre y la peste.

Pero, ¿es así realmente en lo que a Duque y Petro concierne?

Al ciudadano de a pie conviene advertirle que no se fíe mucho de los políticos que están promoviendo el voto en blanco, pues ellos miran ante todo su propia conveniencia. Fajardo, por ejemplo, no se atreve a apoyar a Petro porque ello le enajenaría hacia el futuro el voto de quienes lo identifican con el castrochavismo, fuera de que lo condenaría a perder ciertos apoyos empresariales que le han ayudado a ascender en su carrera política; pero tampoco adhiere a Duque porque al finiquitar la campaña en la primera vuelta le declaró la guerra. Lo mismo sucede con los delfines Galán, cuya enemiga contra todo lo que huela a Uribe es incurable, pero tampoco se atreven a arrojarse al lodazal del petrismo. Igual parece ser la postura de Claudia López, que, como tiene la mirada puesta sobre las próximas elecciones para gobernaciones y alcaldías, no osa tomar partido. Se siente única y cree estar por encima de todos y de todas.

Ellos, como muchos otros de sus congéneres, suelen guiarse, así sea de modo inconsciente, por esta amarga conclusión a que en su vejez llegó Clemenceau:"Los intereses creados nunca perdonarán al político que solo tiene en mira el interés público".  Extraigo esta cita de una joya bibliográfica que estoy disfrutando en razón de mi actividad profesoral, la "Introducción al Estudio de la Constitución de Colombia", de Alfonso López Michelsen, que tuvo a bien reeditar la Universidad Santo Tomás  en 1983.(Vid. pag. 14).

Los políticos hacen sus cálculos generalmente en función de la teoría de los juegos, tratando de avizorar lo que más les conviene frente al público.

Pero el ciudadano corriente debe examinar las situaciones bajo otras ópticas.

Es claro que Duque y Petro no representan lo mismo. Sus respectivas personalidades son muy diferentes, así como sus ideas y sus programas. Que gobierne el uno o el otro no será igual para la sociedad en su conjunto ni para cada uno de los habitantes de este país.

No haré la apología de Duque. Confieso que  al principio tuve ciertas reservas acerca de él, pero su desempeño me ha ido convenciendo de que goza de cualidades sobresalientes, por no decir egregias. Sin embargo, en gracia de discusión, admitamos que no es óptimo, pues sus aptitudes como administrador de la cosa pública están por verse. Mas Petro es pésimo. Su gestión como alcalde de Bogotá fue ruinosa y para nada lo acredita como gobernante. Sus ideas y sus programas están tocados de delirio. Y su personalidad, como lo han admitido algunos que ahora lo acompañan porque odian a Uribe, es detestable.

Sugiero a mis lectores que abran este enlace que me llegó vía Facebook, que exhibe a Petro borracho en Montería diciendo que le gustaría andar como Chaves diciendo por todas partes: "Exprópiese, exprópiese ..."(https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=7884601205131077457&pli=1#allposts).

Dudo que en conciencia se pueda  afirmar que da igual para Colombia y cada uno de los habitantes de su territorio que quien la gobierne sea Duque o Petro. Aceptemos que quizás el primero no ofrezca maravillas, pero del segundo es muy dable esperar pesadillas.

La libertad de conciencia debe ejercerse responsablemente, no a la ligera ni con frivolidad. 

En rigor, como lo observa Eugenio Trías en un texto admirable, la libertad está inextricablemente ligada a la responsabilidad: ser libre es gozar de la capacidad de responder haciendo uso de la razón frente a las diferentes circunstancias de la vida. Aquí y ahora, el ciudadano debe guiarse por la razón.



martes, 29 de mayo de 2018

El NAF vuelve y juega

Conviene recordar que el Nuevo Acuerdo Final (NAF) se concertó con las Farc a espaldas y en contra de la voluntad popular, y se lo refrendó y puso en vigor mediante artimañas seudojurídicas que le dan una apariencia formal de legalidad, pero le restan toda legitimidad.

En las elecciones venideras vuelve y juega este mamotreto, pues Duque sostiene con sobra de razones que se hace menester un gran acuerdo nacional para introducirle ajustes que en verdad hagan de él un instrumento para la construcción de una paz estable y duradera,mientras que Petro insiste en su propósito de ejecutarlo tal como está, con las modificaciones adoptadas por la Corte Constitucional y el Congreso.

Este documento es tedioso a más no poder, pero el voto en conciencia obliga a repasarlo, si es que ya se lo ha leído, o a abordarlo por primera vez, pues así Petro ande ahora exhibiéndose como paladín de la democracia liberal, su contenido muestra que está hecho a la medida de las aspiraciones de las Farc, para situarlas al borde de la toma del poder que les permita llevar a cabo ese proyecto totalitario y liberticida que aquel niega, pero lleva in péctore.

Los lectores pueden consultarlo en el siguiente enlace: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20compartidos/24-11-2016NuevoAcuerdoFinal.pdf

Si lo prefieren, aquí aparece un resumen del mismo: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/Documents/informes-especiales/abc-del-proceso-de-paz/index.html

Sus temas fundamentales son: Política de Desarrollo Agrario Integral; Participación Política; Solución al Problema de las Drogas Ilícitas; Punto sobre las Víctimas del Conflicto Armado; Fin del Conflicto; Implementación, Verificación y Refrendación.

Se cuenta que en una reunión con empresarios Santos les dijo que, como las Farc llevaban medio siglo batallando por el campo, para hacer la paz había que entregárselo. Y tal es el cometido de la Reforma Rural Integral que se convino en el primer capítulo del NAF.

No es fácil sintetizarlo en pocas líneas. Uno de sus propósitos es la alteración radical del esquema de propiedad de los terrenos rurales con el propósito de  distribuirla a familias y organizaciones campesinas. Todos los propietarios actuales están en la mira. Los procedimientos para despojarlos son variados: revisión de titulaciones; incremento asfixiante del impuesto predial; expropiación; extinción del dominio por uso inadecuado (por ejemplo, la ganadería).

Todo ello irá acompañado de la promoción de las Zonas de Reserva Campesina (ZRC), los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), los Planes Nacionales para la Reforma Rural Integral, que incluyen distintos programas tendientes a mejorar las condiciones de vida de la población campesina. Estos compromisos implicarán gastos ingentes cuya estimación se ha hecho de forma aproximada y darán lugar a la creación de estructuras burocráticas y a la destinación de recursos cuyo manejo esperan las Farc que se les confíe. Piénsese, pues, en el poder que le otorgará el control de varios billones de pesos a un partido político que apenas obtuvo 50.000 votos en su primera  salida electoral.

Este capítulo se inspira en la ideología del Socialismo del Siglo XXI, que mira con muy malos ojos al empresariado agropecuario y todo lo que implique modernización del sector. En términos de Álvaro Gómez Hurtado, parte de una visión miserabilista que ignora sus potencialidades productivas. Es un proyecto de colectivización susceptible de desestabilizar la economía, como sucedió en Venezuela. Es bien sabido que las hambrunas del siglo XX se produjeron precisamente bajo regímenes socialistas.

El segundo capítulo dice promover la apertura política para construir la paz. Dizque para profundizar la democracia, se habla de garantías para los partidos y los movimientos políticos de oposición, así como para los movimientos y organizaciones sociales, específicamente en lo que concierne a la movilización y la protesta "pacífica"(esta incluye los disturbios, No. 2.2.2). Es lo que aquí he denominado la democracia tumultuaria que tanto le gusta a Petro y que, una vez generalizada, conlleva la destrucción de la autoridad. Lo acordado hace prácticamente imposible el mantenimiento del orden público. Por otra parte, se incluyen garantías dizque en favor de la tolerancia y la no estigmatización, en virtud de las cuales no será posible llamar en adelante las cosas por su nombre (por ejemplo, decirle criminal a Santrich).

El tercer capítulo versa sobre el modus operandi del cese de hostilidades bilateral y definitivo que dará lugar a la reincorporación de las Farc a la vida civil. Acá hay aspectos que ya son irreversibles y otros que tienen que ver con las bases guerrilleras que Duque dice que hay que atender. Pero queda en pie la cuestión de si las Farc han cumpliido realmente con la dejación y entrega de armas, así como con la desarticulación de sus frentes, habida cuenta del fenómeno de las disidencias. Además, se estipulan privilegios exorbitantes que tienden a hacer de las Farc un partido hegemónico dotado de ventajas inadmisibles dentro dentro de una sana concepción de la democracia.

Santos ha dicho que el precio estipulado es irrisorio en comparación con las vidas que se han salvado, pero incurre en grave confusión, pues no se lo acordó para que dejáramos de matarnos con las Farc, sino para que estas dejaran de matarnos. Son dos cosas muy distintas.

Comentario especial merece el numeral 3.4 sobre garantías de seguridad y lucha contra organizaciones y conductas criminales responsables de homicidios y masacres, que atentan contra defensores/as (sic) de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos, o que amenacen o atenten contra las personas que participen en la implementación de los acuerdos y la construcción de la paz, incluyendo las organizaciones criminales que hayan sido denominadas como sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo.

Esto se explica porque las Farc quieren protegerse de sus enemigos ancestrales. Pero, ¿quién protegerá a las comunidades de las asechanzas de las mismas Farc o sus sucesoras, las disidencias?

En esta sección hay dos figuras muy inquietantes: la Unidad Especial de Investigación (3.4.4) y el Cuerpo Élite de la Policía Nacional (3.4.5), que guardan oscuras semejanzas con los cuerpos de seguridad y policía política de los regímenes comunistas, al estilo de la KGB soviética, la Stasi de Alemania Oriental, el G-2 cubano o la Sebin venezolana.

Uno de los capítulos más controvertidos del NAF es el 4o., relacionado con el problema de las drogas ilícitas. Ahí se puso de manifiesto la estupidez de los negociadores del gobierno y la audacia de los de las Farc. Aquellos cayeron como chorlitos aceptando que el narcotráfico se considere como conexo con el delito político, contra expresa prohibición del artículo 10 de la Convención de Viena, y limitando de tal manera la acción de las autoridades que ha dado lugar a un inusitado crecimiento de los cultivos de coca y, por consiguiente, de la producción de cocaína. Ningún gobernante responsable, que Santos no lo es, puede comprometerse a mantener incólume esta sección del NAF.

El Acuerdo sobre Víctimas del Conflicto contiene un supuesto "Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición" en el que las víctimas son convidados de piedra, según lo han puesto de presente sus auténticos defensores, tales como la senadora Sofía Gaviria y el periodista Herbin Hoyos. Con ellas parece estar cumpliéndose el "quizás, quizás, quizás" que ofreció el hoy extraditable alias Santrich. En cuanto a la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), bien claro ha quedado que son instrumentos al servicio de las retaliaciones de las Farc y la impunidad de sus capos. Son dos monstruos institucionales que mejor sería hacer desaparecer, mientras más pronto mejor.

Si la Corte Constitucional guardara la debida coherencia sobre sus doctrinas acerca de los "principios basilares" que informan la Constitución, habría tenido que declarar que el modus operandi de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación del Acuerdo Final (CSIVI) implica una flagrante trasgresión del principio de la soberanía del pueblo colombiano, al igual que el procedimiento de selección de los integrantes de la Comisión de la Verdad y la JEP, pues dejan en manos de  extranjeros asuntos que sin duda alguna deberían ser del resorte de nuestras autoridades.

Dentro de los principios generales de implementación se considera el enfoque de género, vale decir, la ideología de género, que ofende las creencias de católicos y cristianos. El mismo Santos reconoció hace poco que  este tema dio lugar al 35% de los votos de rechazo del NAF. En rigor, mediante tal principio se  promueve una revolución cultural de vasto alcance a espaldas de la voluntad popular y hasta en contra suya.

Estas son, a vuelo de pájaro, algunas glosas sobre temas que merecen considerarse más en detalle, a fin de que lo convenido contra derecho por Santos y dizque refrendado tramposamente por el Congreso logre la adhesión del pueblo y conduzca de veras a los propósitos que lo animaron.







jueves, 24 de mayo de 2018

La encrucijada electoral

Dice bien Alberto Velásquez Martínez en su más reciente escrito para "El Colombiano" que en la próxima jornada electoral el país se la estará jugando entre las libertades y el populismo.(Vid.  http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/pais-nacional-pais-politico-MA8741259)

Si en las elecciones presidenciales triunfan Duque, Vargas Lleras, Fajardo o De La Calle, nuestro régimen de libertades públicas no correrá peligro, pues todos ellos comparten valores fundamentales de la civilización liberal, así ciertas compañías de los dos últimos susciten algunas dudas.

No sucede lo mismo con Gustavo Petro, a quien no cabe creerle cuando proclama mentirosamente que guarda distancias frente al castrochavismo. 

Como bien lo ha dicho por ahí algún observador de la política, lo suyo es el petrochavismo, una versión criolla del programa que ha arruinado a Venezuela y tiene a su pueblo aguantando hambre.

El populismo halaga a los menesterosos ofreciéndoles ríos de leche y miel. Todo gratis, todo al alcance de la mano, todo por cuenta de un Estado providente y benefactor. Y para saciar la sed de resentidos e indignados, se ensaña contra los generadores de riqueza, a quienes señala como explotadores de los pobres y causantes de las afugias que les toca soportar. 

Su técnica consiste en inventar enemigos por todas partes. El enemigo interior, las castas opresoras; el enemigo exterior, el imperialismo depredador; el enemigo anterior, el régimen político, económico y social que es necesario destruir para que el pueblo sea al fin dueño de su destino y logre edificar una sociedad justa y feliz.

Ese discurso es bien conocido. Todos los días se lo escucha en Cuba y Venezuela. Y los que lo ponen en duda al confrontarlo con las realidades que se padecen, sufren toda suerte de persecuciones, porque se los considera enemigos del pueblo. 

Pensar de modo diferente, expresar las propias opiniones, compartirlas con otros, criticar el estado de cosas imperante, dudar de la sabiduría y la honorabilidad de los gobernantes, apartarse de la línea trazada por ellos, reunirse y asociarse para promover cambios en la gestión de los asuntos colectivos, etc. constituyen delitos de lesa majestad que se reprimen sin contemplaciones. Y las garantías de la seguridad personal que constituyen el fruto más precioso de la tradición liberal quedan en entredicho y al arbitrio de esbirros desenfrenados.

Al odio que destilan las palabras le sigue, como es bien sabido, la violencia física, que no solo se desata a través de agentes oficiales, sino de turbas envenenadas y enloquecidas que arremeten furiosamente contra los que se señala como enemigos de la causa popular.

Es la democracia tumultuaria que tantos estragos hizo durante el Régimen del Terror en la Revolución Francesa. Petro ya la alentó para confrontar al entonces procurador Ordóñez, y ahora la está convocando para alterar el orden publico si los resultados electorales no lo satisfacen.

Hace poco leí en Facebook un comentario que me parece oportuno traer a colación aquÍ: "si quiere entender a Petro, estudie a Hitler".

Uno y otro encarnan, en efecto, lo que se ha considerado que son liderazgos demoníacos que seducen perversamente a las masas y las arrojan hacia el suicidio colectivo. Recuerdo que tal es la conclusión a que llegó respecto de Hitler su biógrafo Hans Bernd Gisevius: era, ni más ni menos, un demonio. Los mismos rasgos se exhiben en Petro.

Conviene reiterarlo: el peligro castrochavista o quizás petrochavista es real. Quizás logremos conjurarlo el próximo domingo, pero seguirá latente en los años venideros. El programa de Petro, como él mismo ha dicho, va para lejos.

Colombia se ha librado, por lo pronto, de la toma del poder por parte de las Farc, pues el regalo que les quiso hacer Santos se frustró por voluntad del pueblo, que apenas les dio 50.000 infelices votos. Pero el Diablo es astuto y ahora encarna en Petro, a quien hay que decirle de modo tajante: ¡Vade retro!

El mejor dique contra esa amenaza es Duque.



martes, 15 de mayo de 2018

Petro: un candidato tóxico

Si la candidatura presidencial de Iván Duque se ha recibido como una saludable bocanada de aire fresco que renueva el ambiente político colombiano, la de Gustavo Petro, por el contrario, expele un vaho pestífero que lo envenena.

Si bien es cierto que el mundo político es en gran medida un escenario de confrontaciones, hay que observar que para estas hay reglas que trazan la diferencia entre el debate civilizado, que invita a la reflexión, y la algarabía populachera, que desata las bajas pasiones de las multitudes.

Hay liderazgos positivos que suscitan esperanzas y animan a trabajar conjuntamente para mejorar las condiciones de vida de las comunidades. Pero también los hay negativos, que producen ásperas disensiones y a menudo generan violencia, pues no hay que olvidar que la agresión física suele ser resultado de la verbal. Las palabras cargadas de odio preceden a las acciones letales. 

En cada una de sus intervenciones públicas Petro esparce veneno. En los sitios que visita suele dirigir sus invectivas contra personas a las que amenaza y presenta como explotadores del pueblo. En realidad, sus objetivos se enderezan contra toda la clase dirigente del país. Señala a los azucareros, los cañicultores y los ganaderos como enemigos públicos a los que hay que expropiarles sus derechos u obligarlos a vender a menosprecio sus bienes bajo la amenaza de asfixiarlos con los impuestos. Pero con los mismos motivos que pretende intimidar a unos y otros terminará, si llegare a ser presidente, persiguiendo a todo el sector productivo, como sucedió en Cuba y en Venezuela.

Sabedor de que el pueblo rechaza el castrochavismo, miente sin reato alguno presentándose como crítico de las dictaduras que imperan en Cuba y Venezuela, y disimula afirmando que es seguidor del modelo agrario norteamericano o el neozelandés. Para deslindarse de los comunistas, alega que es continuador de liberales de avanzada como Murillo Toro, Uribe Uribe, López Pumarejo o Gaitán. Pretende edulcorar su pasado de militante del M-19 negando sus vínculos con los Castro y diciendo que apenas cargaba el fusil, pero sin usarlo. Proclama que lo que busca es distribuir la propiedad y cambiar el modelo económico dizque para hacerlo más humano. Y se presenta no solo como el nuevo Moisés llamado a liberar al pueblo colombiano de las cadenas que lo oprimen, sino como el visionario de una tierra prometida en la que funcionará una nueva economía diferente de todas las demás habidas y por haber.

Sus críticos llaman la atención no solo acerca de su ignorancia, sino del carácter delirante de sus propuestas. No faltan los que dicen que ofrece un circo económico. Desafortunadamente, es un espectáculo de ilusionismo que emociona sobre todo a las capas bajas de la población, en las que tiende a vérselo como un redentor.

En realidad, es uno de esos falsos profetas contra los que advierte el Evangelio. No exageran los que observan en él cierto aire demoníaco. Lo ponen de manifiesto su arrogancia, sus mentiras, sus maquinaciones, su perversa adhesión a la ideología de género. Circulan no pocas versiones inquietantes sobre los desórdenes de su vida íntima.

Su gestión como alcalde de Bogotá mostró sus graves carencias como administrador, pero, sobre todo, su desprecio por el ordenamiento jurídico. La movilización que animó para contrarrestar lo que en contra suya dispuso  la Procuraduría es muestra de su gusto por lo que bien podemos llamar una democracia tumultuaria, la más funesta de todas. Y se burla descaradamente de las sanciones pecuniarias que le ha impuesto la Contraloría por los cuantiosísimos detrimentos infligidos por obra suya al patrimonio distrital.

No hay que olvidar que por arte de bibibirloque logró llegar al Congreso, no obstante haber sido condenado años atrás por sentencia judicial a pena privativa de la libertad, contrariando así el numeral primero del artículo 179 de la Constitución Política.

El miedo a Petro está más que justificado. Su triunfo en las elecciones presidenciales no solo profundizará aún más la polarización de nuestra sociedad, sino que provocará la estampida de inversionistas y empresarios. No en vano dijo el presidente de Fenalco, después de un encuentro con él, que sus propuestas le causan pánico. De hecho, traerá consigo más incertidumbre a una sociedad que ya está suficientemente desarticulada con el calamitoso legado que deja el mal gobierno de Santos.

Dios nos libre de tan funesto personaje.








lunes, 7 de mayo de 2018

Reconstruccion Nacional

No es tarea halagüeña la de hacer de profeta de desastres. Resulta más satisfactorio ser optimistas y desear que las empresas que se adelantan en pro de las comunidades obtengan buenos resultados.

Esto lo escribo porque no me alegra el fracaso de Santos en su propósito de acordar con las Farc una paz estable y duradera.

Así él se empeñe en hacer declaraciones triunfalistas, ya se ve con claridad que ese proceso va por mal camino. Lo dicen De La Calle y Márquez, y lo reiteran las encuestas, que registran el escaso apoyo con que cuenta en la opinión pública.

La crisis del proceso se explica en últimas porque quedó mal concebido. La voracidad de las Farc y la debilidad de Santos dieron lugar a un acuerdo desequilibrado y, en muchos aspectos, imposible de cumplir. Es más, como lo demuestra Luis Alfonso García Carmona en su libro "Reconstrucción Nacional" que acaba de salir al mercado, adolece de vicios jurídicos que afectan de modo decisivo su carácter vinculante.

Qué hacer con él es uno de los enredos más complicados que le esperan al próximo Presidente. Lo más probable es que haya que sentarse de nuevo con los delegados de las Farc para convenir unos términos que sean de buen recibo.

No se entiende que cuando las relaciones con las Farc están en veremos, Santos resuelva activar en La Habana una mesa de diálogo con el ELN, como si quisiera amarrar a su sucesor con unas decisiones tan apresuradas como inconvenientes.

¿Qué podría negociar en corto plazo con esos psicópatas? Averígüelo Vargas. José Alvear Sanín piensa que es una treta de Santos para enredar las elecciones, y quizás tenga razón (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/18985-del-af-a-la-ef?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Portada-PeridicoDebate-PeridicoDebate+%28Portada+-+Peri%C3%B3dico+Debate%29).

Es indiscutible que Santos deja a Colombia hecha trizas. Por consiguiente, es necesario promover un gran acuerdo de las distintas fuerzas políticas para reconstruirla.

A ello se aplica el libro de García Carmona, que abre el debate sobre una serie de iniciativas que considera viables y convenientes para enderezar el rumbo del país.

Es un meritorio esfuerzo que hace para abordar con ánimo constructivo nuestra problemática actual.

Ya he observado que acaba de elegirse un nuevo Congreso. Ninguna fuerza política lo domina. Por consiguiente, hay que abrir espacios que faciliten la gobernabilidad y lo que conviene es coparlos con iniciativas susceptibles de lograr los consensos que se requieren.

Esa apertura la hay del lado de Iván Duque, que es dueño de un ánimo conciliador y sabe que los grandes logros de la política se obtienen a través de la negociación cuando se la adelanta sobre buenas bases y con propósitos serios.

Más difícil, por no decir imposible, sería encontrarla del lado de Petro, que no tiene un espíritu constructivo, sino un talante pugnaz que hace pensar que no ha dejado de ser guerrillero.

No dudo que pueda haberla con Vargas Lleras, que al fin y al cabo es político de profesión. Me parece menos probable que Fajardo, por su temperamento y sus ásperas compañías, tenga la aptitud para promover la reconstrucción nacional, pero llegado el caso no creo que negaría su aporte a tan plausible iniciativa. En cuanto a De La Calle, da pena decirlo: es casi un cero a la izquierda, un alma en pena.

Hoy, como hace siglo y medio, mantiene su vigencia la consigna de Núñez: "Regeneración fundamental o catástrofe". Así lo recordó hace algunos meses Alberto Abello en "El Nuevo Siglo" (Vid. http://elnuevosiglo.com.co/articulos/11-2017-regeneracion-fundamental-o-catastrofe).