martes, 29 de mayo de 2018

El NAF vuelve y juega

Conviene recordar que el Nuevo Acuerdo Final (NAF) se concertó con las Farc a espaldas y en contra de la voluntad popular, y se lo refrendó y puso en vigor mediante artimañas seudojurídicas que le dan una apariencia formal de legalidad, pero le restan toda legitimidad.

En las elecciones venideras vuelve y juega este mamotreto, pues Duque sostiene con sobra de razones que se hace menester un gran acuerdo nacional para introducirle ajustes que en verdad hagan de él un instrumento para la construcción de una paz estable y duradera,mientras que Petro insiste en su propósito de ejecutarlo tal como está, con las modificaciones adoptadas por la Corte Constitucional y el Congreso.

Este documento es tedioso a más no poder, pero el voto en conciencia obliga a repasarlo, si es que ya se lo ha leído, o a abordarlo por primera vez, pues así Petro ande ahora exhibiéndose como paladín de la democracia liberal, su contenido muestra que está hecho a la medida de las aspiraciones de las Farc, para situarlas al borde de la toma del poder que les permita llevar a cabo ese proyecto totalitario y liberticida que aquel niega, pero lleva in péctore.

Los lectores pueden consultarlo en el siguiente enlace: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20compartidos/24-11-2016NuevoAcuerdoFinal.pdf

Si lo prefieren, aquí aparece un resumen del mismo: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/Documents/informes-especiales/abc-del-proceso-de-paz/index.html

Sus temas fundamentales son: Política de Desarrollo Agrario Integral; Participación Política; Solución al Problema de las Drogas Ilícitas; Punto sobre las Víctimas del Conflicto Armado; Fin del Conflicto; Implementación, Verificación y Refrendación.

Se cuenta que en una reunión con empresarios Santos les dijo que, como las Farc llevaban medio siglo batallando por el campo, para hacer la paz había que entregárselo. Y tal es el cometido de la Reforma Rural Integral que se convino en el primer capítulo del NAF.

No es fácil sintetizarlo en pocas líneas. Uno de sus propósitos es la alteración radical del esquema de propiedad de los terrenos rurales con el propósito de  distribuirla a familias y organizaciones campesinas. Todos los propietarios actuales están en la mira. Los procedimientos para despojarlos son variados: revisión de titulaciones; incremento asfixiante del impuesto predial; expropiación; extinción del dominio por uso inadecuado (por ejemplo, la ganadería).

Todo ello irá acompañado de la promoción de las Zonas de Reserva Campesina (ZRC), los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), los Planes Nacionales para la Reforma Rural Integral, que incluyen distintos programas tendientes a mejorar las condiciones de vida de la población campesina. Estos compromisos implicarán gastos ingentes cuya estimación se ha hecho de forma aproximada y darán lugar a la creación de estructuras burocráticas y a la destinación de recursos cuyo manejo esperan las Farc que se les confíe. Piénsese, pues, en el poder que le otorgará el control de varios billones de pesos a un partido político que apenas obtuvo 50.000 votos en su primera  salida electoral.

Este capítulo se inspira en la ideología del Socialismo del Siglo XXI, que mira con muy malos ojos al empresariado agropecuario y todo lo que implique modernización del sector. En términos de Álvaro Gómez Hurtado, parte de una visión miserabilista que ignora sus potencialidades productivas. Es un proyecto de colectivización susceptible de desestabilizar la economía, como sucedió en Venezuela. Es bien sabido que las hambrunas del siglo XX se produjeron precisamente bajo regímenes socialistas.

El segundo capítulo dice promover la apertura política para construir la paz. Dizque para profundizar la democracia, se habla de garantías para los partidos y los movimientos políticos de oposición, así como para los movimientos y organizaciones sociales, específicamente en lo que concierne a la movilización y la protesta "pacífica"(esta incluye los disturbios, No. 2.2.2). Es lo que aquí he denominado la democracia tumultuaria que tanto le gusta a Petro y que, una vez generalizada, conlleva la destrucción de la autoridad. Lo acordado hace prácticamente imposible el mantenimiento del orden público. Por otra parte, se incluyen garantías dizque en favor de la tolerancia y la no estigmatización, en virtud de las cuales no será posible llamar en adelante las cosas por su nombre (por ejemplo, decirle criminal a Santrich).

El tercer capítulo versa sobre el modus operandi del cese de hostilidades bilateral y definitivo que dará lugar a la reincorporación de las Farc a la vida civil. Acá hay aspectos que ya son irreversibles y otros que tienen que ver con las bases guerrilleras que Duque dice que hay que atender. Pero queda en pie la cuestión de si las Farc han cumpliido realmente con la dejación y entrega de armas, así como con la desarticulación de sus frentes, habida cuenta del fenómeno de las disidencias. Además, se estipulan privilegios exorbitantes que tienden a hacer de las Farc un partido hegemónico dotado de ventajas inadmisibles dentro dentro de una sana concepción de la democracia.

Santos ha dicho que el precio estipulado es irrisorio en comparación con las vidas que se han salvado, pero incurre en grave confusión, pues no se lo acordó para que dejáramos de matarnos con las Farc, sino para que estas dejaran de matarnos. Son dos cosas muy distintas.

Comentario especial merece el numeral 3.4 sobre garantías de seguridad y lucha contra organizaciones y conductas criminales responsables de homicidios y masacres, que atentan contra defensores/as (sic) de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos, o que amenacen o atenten contra las personas que participen en la implementación de los acuerdos y la construcción de la paz, incluyendo las organizaciones criminales que hayan sido denominadas como sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo.

Esto se explica porque las Farc quieren protegerse de sus enemigos ancestrales. Pero, ¿quién protegerá a las comunidades de las asechanzas de las mismas Farc o sus sucesoras, las disidencias?

En esta sección hay dos figuras muy inquietantes: la Unidad Especial de Investigación (3.4.4) y el Cuerpo Élite de la Policía Nacional (3.4.5), que guardan oscuras semejanzas con los cuerpos de seguridad y policía política de los regímenes comunistas, al estilo de la KGB soviética, la Stasi de Alemania Oriental, el G-2 cubano o la Sebin venezolana.

Uno de los capítulos más controvertidos del NAF es el 4o., relacionado con el problema de las drogas ilícitas. Ahí se puso de manifiesto la estupidez de los negociadores del gobierno y la audacia de los de las Farc. Aquellos cayeron como chorlitos aceptando que el narcotráfico se considere como conexo con el delito político, contra expresa prohibición del artículo 10 de la Convención de Viena, y limitando de tal manera la acción de las autoridades que ha dado lugar a un inusitado crecimiento de los cultivos de coca y, por consiguiente, de la producción de cocaína. Ningún gobernante responsable, que Santos no lo es, puede comprometerse a mantener incólume esta sección del NAF.

El Acuerdo sobre Víctimas del Conflicto contiene un supuesto "Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición" en el que las víctimas son convidados de piedra, según lo han puesto de presente sus auténticos defensores, tales como la senadora Sofía Gaviria y el periodista Herbin Hoyos. Con ellas parece estar cumpliéndose el "quizás, quizás, quizás" que ofreció el hoy extraditable alias Santrich. En cuanto a la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), bien claro ha quedado que son instrumentos al servicio de las retaliaciones de las Farc y la impunidad de sus capos. Son dos monstruos institucionales que mejor sería hacer desaparecer, mientras más pronto mejor.

Si la Corte Constitucional guardara la debida coherencia sobre sus doctrinas acerca de los "principios basilares" que informan la Constitución, habría tenido que declarar que el modus operandi de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación del Acuerdo Final (CSIVI) implica una flagrante trasgresión del principio de la soberanía del pueblo colombiano, al igual que el procedimiento de selección de los integrantes de la Comisión de la Verdad y la JEP, pues dejan en manos de  extranjeros asuntos que sin duda alguna deberían ser del resorte de nuestras autoridades.

Dentro de los principios generales de implementación se considera el enfoque de género, vale decir, la ideología de género, que ofende las creencias de católicos y cristianos. El mismo Santos reconoció hace poco que  este tema dio lugar al 35% de los votos de rechazo del NAF. En rigor, mediante tal principio se  promueve una revolución cultural de vasto alcance a espaldas de la voluntad popular y hasta en contra suya.

Estas son, a vuelo de pájaro, algunas glosas sobre temas que merecen considerarse más en detalle, a fin de que lo convenido contra derecho por Santos y dizque refrendado tramposamente por el Congreso logre la adhesión del pueblo y conduzca de veras a los propósitos que lo animaron.







jueves, 24 de mayo de 2018

La encrucijada electoral

Dice bien Alberto Velásquez Martínez en su más reciente escrito para "El Colombiano" que en la próxima jornada electoral el país se la estará jugando entre las libertades y el populismo.(Vid.  http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/pais-nacional-pais-politico-MA8741259)

Si en las elecciones presidenciales triunfan Duque, Vargas Lleras, Fajardo o De La Calle, nuestro régimen de libertades públicas no correrá peligro, pues todos ellos comparten valores fundamentales de la civilización liberal, así ciertas compañías de los dos últimos susciten algunas dudas.

No sucede lo mismo con Gustavo Petro, a quien no cabe creerle cuando proclama mentirosamente que guarda distancias frente al castrochavismo. 

Como bien lo ha dicho por ahí algún observador de la política, lo suyo es el petrochavismo, una versión criolla del programa que ha arruinado a Venezuela y tiene a su pueblo aguantando hambre.

El populismo halaga a los menesterosos ofreciéndoles ríos de leche y miel. Todo gratis, todo al alcance de la mano, todo por cuenta de un Estado providente y benefactor. Y para saciar la sed de resentidos e indignados, se ensaña contra los generadores de riqueza, a quienes señala como explotadores de los pobres y causantes de las afugias que les toca soportar. 

Su técnica consiste en inventar enemigos por todas partes. El enemigo interior, las castas opresoras; el enemigo exterior, el imperialismo depredador; el enemigo anterior, el régimen político, económico y social que es necesario destruir para que el pueblo sea al fin dueño de su destino y logre edificar una sociedad justa y feliz.

Ese discurso es bien conocido. Todos los días se lo escucha en Cuba y Venezuela. Y los que lo ponen en duda al confrontarlo con las realidades que se padecen, sufren toda suerte de persecuciones, porque se los considera enemigos del pueblo. 

Pensar de modo diferente, expresar las propias opiniones, compartirlas con otros, criticar el estado de cosas imperante, dudar de la sabiduría y la honorabilidad de los gobernantes, apartarse de la línea trazada por ellos, reunirse y asociarse para promover cambios en la gestión de los asuntos colectivos, etc. constituyen delitos de lesa majestad que se reprimen sin contemplaciones. Y las garantías de la seguridad personal que constituyen el fruto más precioso de la tradición liberal quedan en entredicho y al arbitrio de esbirros desenfrenados.

Al odio que destilan las palabras le sigue, como es bien sabido, la violencia física, que no solo se desata a través de agentes oficiales, sino de turbas envenenadas y enloquecidas que arremeten furiosamente contra los que se señala como enemigos de la causa popular.

Es la democracia tumultuaria que tantos estragos hizo durante el Régimen del Terror en la Revolución Francesa. Petro ya la alentó para confrontar al entonces procurador Ordóñez, y ahora la está convocando para alterar el orden publico si los resultados electorales no lo satisfacen.

Hace poco leí en Facebook un comentario que me parece oportuno traer a colación aquÍ: "si quiere entender a Petro, estudie a Hitler".

Uno y otro encarnan, en efecto, lo que se ha considerado que son liderazgos demoníacos que seducen perversamente a las masas y las arrojan hacia el suicidio colectivo. Recuerdo que tal es la conclusión a que llegó respecto de Hitler su biógrafo Hans Bernd Gisevius: era, ni más ni menos, un demonio. Los mismos rasgos se exhiben en Petro.

Conviene reiterarlo: el peligro castrochavista o quizás petrochavista es real. Quizás logremos conjurarlo el próximo domingo, pero seguirá latente en los años venideros. El programa de Petro, como él mismo ha dicho, va para lejos.

Colombia se ha librado, por lo pronto, de la toma del poder por parte de las Farc, pues el regalo que les quiso hacer Santos se frustró por voluntad del pueblo, que apenas les dio 50.000 infelices votos. Pero el Diablo es astuto y ahora encarna en Petro, a quien hay que decirle de modo tajante: ¡Vade retro!

El mejor dique contra esa amenaza es Duque.



martes, 15 de mayo de 2018

Petro: un candidato tóxico

Si la candidatura presidencial de Iván Duque se ha recibido como una saludable bocanada de aire fresco que renueva el ambiente político colombiano, la de Gustavo Petro, por el contrario, expele un vaho pestífero que lo envenena.

Si bien es cierto que el mundo político es en gran medida un escenario de confrontaciones, hay que observar que para estas hay reglas que trazan la diferencia entre el debate civilizado, que invita a la reflexión, y la algarabía populachera, que desata las bajas pasiones de las multitudes.

Hay liderazgos positivos que suscitan esperanzas y animan a trabajar conjuntamente para mejorar las condiciones de vida de las comunidades. Pero también los hay negativos, que producen ásperas disensiones y a menudo generan violencia, pues no hay que olvidar que la agresión física suele ser resultado de la verbal. Las palabras cargadas de odio preceden a las acciones letales. 

En cada una de sus intervenciones públicas Petro esparce veneno. En los sitios que visita suele dirigir sus invectivas contra personas a las que amenaza y presenta como explotadores del pueblo. En realidad, sus objetivos se enderezan contra toda la clase dirigente del país. Señala a los azucareros, los cañicultores y los ganaderos como enemigos públicos a los que hay que expropiarles sus derechos u obligarlos a vender a menosprecio sus bienes bajo la amenaza de asfixiarlos con los impuestos. Pero con los mismos motivos que pretende intimidar a unos y otros terminará, si llegare a ser presidente, persiguiendo a todo el sector productivo, como sucedió en Cuba y en Venezuela.

Sabedor de que el pueblo rechaza el castrochavismo, miente sin reato alguno presentándose como crítico de las dictaduras que imperan en Cuba y Venezuela, y disimula afirmando que es seguidor del modelo agrario norteamericano o el neozelandés. Para deslindarse de los comunistas, alega que es continuador de liberales de avanzada como Murillo Toro, Uribe Uribe, López Pumarejo o Gaitán. Pretende edulcorar su pasado de militante del M-19 negando sus vínculos con los Castro y diciendo que apenas cargaba el fusil, pero sin usarlo. Proclama que lo que busca es distribuir la propiedad y cambiar el modelo económico dizque para hacerlo más humano. Y se presenta no solo como el nuevo Moisés llamado a liberar al pueblo colombiano de las cadenas que lo oprimen, sino como el visionario de una tierra prometida en la que funcionará una nueva economía diferente de todas las demás habidas y por haber.

Sus críticos llaman la atención no solo acerca de su ignorancia, sino del carácter delirante de sus propuestas. No faltan los que dicen que ofrece un circo económico. Desafortunadamente, es un espectáculo de ilusionismo que emociona sobre todo a las capas bajas de la población, en las que tiende a vérselo como un redentor.

En realidad, es uno de esos falsos profetas contra los que advierte el Evangelio. No exageran los que observan en él cierto aire demoníaco. Lo ponen de manifiesto su arrogancia, sus mentiras, sus maquinaciones, su perversa adhesión a la ideología de género. Circulan no pocas versiones inquietantes sobre los desórdenes de su vida íntima.

Su gestión como alcalde de Bogotá mostró sus graves carencias como administrador, pero, sobre todo, su desprecio por el ordenamiento jurídico. La movilización que animó para contrarrestar lo que en contra suya dispuso  la Procuraduría es muestra de su gusto por lo que bien podemos llamar una democracia tumultuaria, la más funesta de todas. Y se burla descaradamente de las sanciones pecuniarias que le ha impuesto la Contraloría por los cuantiosísimos detrimentos infligidos por obra suya al patrimonio distrital.

No hay que olvidar que por arte de bibibirloque logró llegar al Congreso, no obstante haber sido condenado años atrás por sentencia judicial a pena privativa de la libertad, contrariando así el numeral primero del artículo 179 de la Constitución Política.

El miedo a Petro está más que justificado. Su triunfo en las elecciones presidenciales no solo profundizará aún más la polarización de nuestra sociedad, sino que provocará la estampida de inversionistas y empresarios. No en vano dijo el presidente de Fenalco, después de un encuentro con él, que sus propuestas le causan pánico. De hecho, traerá consigo más incertidumbre a una sociedad que ya está suficientemente desarticulada con el calamitoso legado que deja el mal gobierno de Santos.

Dios nos libre de tan funesto personaje.








lunes, 7 de mayo de 2018

Reconstruccion Nacional

No es tarea halagüeña la de hacer de profeta de desastres. Resulta más satisfactorio ser optimistas y desear que las empresas que se adelantan en pro de las comunidades obtengan buenos resultados.

Esto lo escribo porque no me alegra el fracaso de Santos en su propósito de acordar con las Farc una paz estable y duradera.

Así él se empeñe en hacer declaraciones triunfalistas, ya se ve con claridad que ese proceso va por mal camino. Lo dicen De La Calle y Márquez, y lo reiteran las encuestas, que registran el escaso apoyo con que cuenta en la opinión pública.

La crisis del proceso se explica en últimas porque quedó mal concebido. La voracidad de las Farc y la debilidad de Santos dieron lugar a un acuerdo desequilibrado y, en muchos aspectos, imposible de cumplir. Es más, como lo demuestra Luis Alfonso García Carmona en su libro "Reconstrucción Nacional" que acaba de salir al mercado, adolece de vicios jurídicos que afectan de modo decisivo su carácter vinculante.

Qué hacer con él es uno de los enredos más complicados que le esperan al próximo Presidente. Lo más probable es que haya que sentarse de nuevo con los delegados de las Farc para convenir unos términos que sean de buen recibo.

No se entiende que cuando las relaciones con las Farc están en veremos, Santos resuelva activar en La Habana una mesa de diálogo con el ELN, como si quisiera amarrar a su sucesor con unas decisiones tan apresuradas como inconvenientes.

¿Qué podría negociar en corto plazo con esos psicópatas? Averígüelo Vargas. José Alvear Sanín piensa que es una treta de Santos para enredar las elecciones, y quizás tenga razón (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/18985-del-af-a-la-ef?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Portada-PeridicoDebate-PeridicoDebate+%28Portada+-+Peri%C3%B3dico+Debate%29).

Es indiscutible que Santos deja a Colombia hecha trizas. Por consiguiente, es necesario promover un gran acuerdo de las distintas fuerzas políticas para reconstruirla.

A ello se aplica el libro de García Carmona, que abre el debate sobre una serie de iniciativas que considera viables y convenientes para enderezar el rumbo del país.

Es un meritorio esfuerzo que hace para abordar con ánimo constructivo nuestra problemática actual.

Ya he observado que acaba de elegirse un nuevo Congreso. Ninguna fuerza política lo domina. Por consiguiente, hay que abrir espacios que faciliten la gobernabilidad y lo que conviene es coparlos con iniciativas susceptibles de lograr los consensos que se requieren.

Esa apertura la hay del lado de Iván Duque, que es dueño de un ánimo conciliador y sabe que los grandes logros de la política se obtienen a través de la negociación cuando se la adelanta sobre buenas bases y con propósitos serios.

Más difícil, por no decir imposible, sería encontrarla del lado de Petro, que no tiene un espíritu constructivo, sino un talante pugnaz que hace pensar que no ha dejado de ser guerrillero.

No dudo que pueda haberla con Vargas Lleras, que al fin y al cabo es político de profesión. Me parece menos probable que Fajardo, por su temperamento y sus ásperas compañías, tenga la aptitud para promover la reconstrucción nacional, pero llegado el caso no creo que negaría su aporte a tan plausible iniciativa. En cuanto a De La Calle, da pena decirlo: es casi un cero a la izquierda, un alma en pena.

Hoy, como hace siglo y medio, mantiene su vigencia la consigna de Núñez: "Regeneración fundamental o catástrofe". Así lo recordó hace algunos meses Alberto Abello en "El Nuevo Siglo" (Vid. http://elnuevosiglo.com.co/articulos/11-2017-regeneracion-fundamental-o-catastrofe).

lunes, 30 de abril de 2018

Hay que apoyar a Duque

"El Colombiano" de hoy trae una interesante información sobre las encuestas presidenciales, que coinciden en asignarle el primer lugar en las preferencias ciudadanas a Iván Duque, más o menos por el orden del 40%, y el segundo a Gustavo Petro, con cerca del 30% de a intención de voto. (http://www.elcolombiano.com/elecciones-2018-colombia/encuestas-el-hueso-duro-de-roer-para-candidatos-DK8628140).

Por supuesto que en tres semanas el estado de la opinión podría variar, pero las encuestas más recientes indican, primero, que esos son los más probables triunfadores y, segundo, que habría segunda vuelta para dirimir la competencia entre Duque y Petro.

Es verdad que las encuestas, por refinadas que sean, no reflejan exactamente las preferencias electorales. Pero indican unas tendencias, sobre todo cuando exhiben resultados coincidentes.

Salvo que ocurra algo inesperado, cabe predecir que a medida que se acerque la fecha de las elecciones se irá acentuando la polarización entre Duque y Petro, al tiempo que verán desvanecerse las probabilidades de una tercería llamada a superarla. Fajardo, Vargas Lleras y De La Calle, todo lo meritorios que puedan ser, parecen estar condenados al fracaso.

Siendo realistas, la ciudadanía tendrá entonces que decidir entre lo que representa Duque y lo que significa Petro.

Esta elección no es algo así como optar por la Coca-Cola y la Pepsi-Cola, como le escuché decir a López Michelsen en 1974 cuando se enfrentó a Gómez Hurtado, queriendo resaltar así las coincidencias entre ambos. Tanto las había, que compartieron el gobierno en los años siguientes.

Las diferencias entre Duque y Petro son incompatibles desde muchos puntos de vista.

No es sino mirar sus respectivas personalidades, sus trayectorias, sus modos de encarar las situaciones colectivas.

Duque es, a no dudarlo, un candidato serio, realista, bien centrado. Petro, como lo señalé hace algunas semanas en este blog, exhibe en cambio un inquietante perfil psicológico. Con todo respeto, digo que me parece delirante, tocado de megalomanía, irresponsable a más no poder.

Lo que los separa desde el punto de vista ideológico no tiene que ver con la polaridad derecha-izquierda, como algunos despistados creen. Esa polaridad, insisto, es superficial y aun en el caso de que pudiera identificársele algún contenido concluyente, el mismo no sería aplicable a este caso. En rigor, lo que separa a Duque de Petro  es el talante moderado del primero y el radical del segundo.

La moderación en política permite ver con más claridad las diferentes facetas de las situaciones colectivas y explorar opciones de compromiso, sin que ello implique necesariamente el sacrificio de principios básicos. El radicalismo, en cambio, es duro e intransigente, pues pretende amoldar las realidades a las ideas que se profesan. Parafraseando algo que se dijo del Maestro Valencia, es capaz de sacrificar un mundo para imponer una opinión.

Duque ha hablado de la necesidad de promover grandes acuerdos nacionales para abordar las difíciles circunstancias en que dejará Santos sumida a Colombia. Ya hay unos congresistas elegidos con los que necesariamente habrá que contar, pues representan, para decirlo en términos similares a los que utilizó alguna vez López Michelsen, un "mandato fresco". 

El asunto más delicado es el acuerdo con las Farc, el famoso NAF, que evidentemente habrá que ajustar, no para que vuelva una guerra que no se ha ido, sino para sentar las bases, ahora sí, de una paz estable y duradera. Es un tema de muy alta política que no es insoluble, pero sí, bastante difícil. Las Farc no pueden atrincherarse en el principio "Pacta sunt servanda", pues el mismo debe atemperarse con el "Rebus sic stantibus".

El lenguaje de Petro es de confrontación pasional, de lucha de clases, de resentimiento destructivo. Viene a mi memoria un escrito de Mauro Torres que publicó "El Tiempo" hace años, en el que señaló las funestas consecuencias que para el entendimiento entre los colombianos acarrearon los excesos oratorios de Gaitán y Laureano Gómez. Petro parece creer que es la reencarnación del primero de ellos o, por lo menos, el legítimo intérprete y continuador de las ideas y los programas de caudillo liberal. Abriga, en el  fondo, una concepción mitológica de nuestra historia, tal como lo deja ver el prólogo que escribió para un libro reciente de Otty Patiño sobre la violencia en Colombia.

Duque es, en cambio, un hombre de hoy, con la preparación y el bagaje intelectual de un dirigente para los tiempos actuales. Y goza de la ventaja de no estar comprometido con dolorosos acontecimientos de nuestro pasado, incluso el más reciente, como sí es el caso de Petro, cuya vinculación con el M-19 es un pesado lastre del que difícilmente podrá desprenderse.

En fin, Duque representa el acceso al poder de una nueva generación que tiene muchísimo que aportarle a nuestra patria. Trae, como lo señaló Jaime Castro, "una bocanada de aire fresco para la política colombina". Duque no es Uribe, sino, como también  se ha venido diciendo, "el que es" (Vid.
https://360radio.com.co/duque-es-el-que-es/)

Se equivocan los que con pérfida intención afirman que votar por Duque es como reelegir a Uribe. Este tiene ya ganado su puesto en la historia, con sus virtudes y sus defectos. Duque puede tener coincidencias con él, pero es dueño de su propia personalidad y no ha hipotecado su futuro. De ser elegido, le tocará tomar sus propias decisiones y hacer sus propias apuestas. En Colombia no funciona lo de los "hombres fuertes" y los "presidentes títeres", como en el actual caso cubano. El poder presidencial es para ejercerlo, y Duque, que se formó bajo la influencia de ese profundo conocedor de nuestra historia politica que fue su apreciado padre, lo sabe bastante bien.

Es posible que uno tenga ciertas diferencias conceptuales y abrigue algunas reservas sobre el ideario de Duque, pero por encima de ellas está la necesidad que marca la coyuntura de enderezar el rumbo del país y no llevarlo por el despeñadero al que podría conducirlo la insania de Petro.

A votar, pues, profusamente por Duque, a fin de que ojalá gane en la primera vuelta.


sábado, 21 de abril de 2018

Nudos Gordianos

La expresión nudo gordiano alude a situaciones complejas que no es fácil resolver por las buenas, sino de modo tajante y sin contemplaciones.(Vid. http://www.blogolengua.com/2009/07/el-nudo-gordiano.html).

Pues bien, la Colombia de hoy está plagada de nudos gordianos y quien aspire a gobernarla con acierto tiene que estar dispuesto a hacerles frente con decisión inquebrantable.

El listado de esos nudos gordianos es extenso. Señalaré algunos de los más apremiantes.

Se atribuye a James Canville, asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992, esta frase que se convirtió en caballito de batalla que lo condujo al triunfo sobre su contrincante republicano George Bush padre: "Es la economía, estúpido".

Pues bien, el legado que en materia económica nos deja Juan Manuel Santos es, por cualquier lado que se lo mire, un sartal de estupideces: reducción alarmante de los índices de crecimiento, elevación desmesurada del gasto público y la deuda externa, penuria fiscal, baja de la inversión extranjera, desempleo en auge, tributación desmesurada, catastrófica revaluación del dólar, graves y apremiantes problemas insolutos, como las cargas pensionales y la deuda con el sistema de salud, etc.

Santos quedó con la mala costumbre que adquirió como ministro de Hacienda de Andrés Pastrana de gastar a manos llenas hasta dejar exhausto el tesoro público. A Álvaro Uribe Vélez le tocó recibir la "olla raspada" y lo mismo le entregará Santos a quien tome posesión del oficio presidencial el próximo 7 de agosto.

De ahí que los candidatos que aspiran a sucederlo deberían ocuparse de ver cómo enderezan una economía desbarajustada, en lugar de andar prometiendo el oro y el moro como si en tiempo de vacas gordas estuviésemos. No sería de extrañar que el beneficiado con la rifa del tigre tuviera que inaugurar su período presidencial con una emergencia económica y social, con más razones que las que asistieron a López Michelsen en 1974 o a Uribe Vélez en 2002.

Nudo gordiano inextricable como el que más es el que sirve de amarre del NAF, que Santos impuso contra la voluntad expresa del pueblo colombiano y valiéndose de argucias propias de las raposas jurídicas de que hablara hace años Laureano Gómez. 

Los candidatos que dicen que hay que cumplir esos acuerdos, así sea con los ajustes introducidos por el Congreso y la Corte Constitucional, parecen no haberlos leído y, si lo hicieron, parece que no los entendieron. Baste con detenerse en lo que cuestan, que hay quienes  calculan en doce billones de pesos anuales a lo largo de una década. Encuentro en Google un interesante ejercicio que elaboró ANIF para  Fasecolda en octubre de 2016, según el cual e las implicaciones fiscales del NAF podrían afectar el 3.5% del PIB en los años venideros.(Vid. http://anif.co/sites/default/files/investigaciones/anif-fasecolda-paz1016.pdf).

No cabe duda de que el país tiene severas deudas pendientes con el campo y las víctimas del conflicto armado. Pero hay que reconocerlas en la medida de sus posibilidades y mediante criterios racionales. Esto abre, desde luego, la discusión sobre el modus operandi de la puesta en marcha de lo convenido en el NAF.

Pero fuera de los aspectos crematísticos del asunto, hay que considerar otros de carácter institucional, como las ventajas exorbitantes otorgadas a las Farc en desmedro de la democracia que se aspira a profundizar, el monstruo de la JEP que entroniza una justicia de partido y lo que significa que las Farc no estén cumpliendo lo acordado, pues no se desmovilizaron en su totalidad, no entregaron todas las armas y persisten en el narcotráfico.

El resultado de las negociaciones en La Habana no es la paz, sino la multiplicación de los cultivos de coca y el incontenible fortalecimiento del narcotráfico. Enfrentar estos fenómenos criminales que son causa de violencia, corrupción y otros males atroces es uno de los grandes retos del próximo gobierno, que ya no podrá contar con recursos suficientes y una fuerza pública motivada para actuar. El país está prácticamente en poder de las bacrim. Si en algún momento se justificaría el Estado de Conmoción Interior es el presente, pero el modo como se lo ha regulado y sobretodo como lo ha interpretado la Corte Constitucional lo hacen inocuo.

Y acá tocamos uno de los nudos más lesivos: una justicia que desde hace tiempos vengo diciendo que está ideologizada, politizada y corrompida. Llamarla al orden es uno de los más urgentes imperativos de la hora actual, pero la Corte Constitucional, en una de sus atrevidas usurpaciones del poder constituyente, ha impuesto la tesis de que solo es posible hacerlo por medio de una asamblea elegida con ese propósito. El presidente venidero tendrá que habérselas con una Corte elegida amañadamente para darle gusto a Santos. ¿Cómo hacer que se ciña rigurosamente al papel que le asigna la Constitución de ejercer la guarda de su integridad y su supremacía?

Por si todo esto que Celedonio Esteban Flores llamaría el "desfile de las inclemencias" fuera poco, lo que Santos llamaba jactanciosamente su "urna de cristal" es un vertedero de inmundicias cuyas mefíticas exhalaciones tienen a Colombia al borde de la asfixia. Hay corrupción por todas partes y una de sus peores secuelas es la desconfianza del pueblo en las autoridades que lo gobiernan, cuando no la corrupción del propio pueblo, que llega a solidarizarse con dirigentes depravados que tratan de seducirlo con los halagos demagógicos del populismo. Como dicen por ahí algunos cínicos, si todos roban, preferimos a los que roben para nosotros y nos hagan partícipes de sus peculados.

En fin, el que tome en sus manos las riendas del poder cuando afortunadamente Santos diga adiós, tendrá que atender apremiantes demandas tendientes a mejorar la calidad de vida de nuestras clases populares. Pero, ¿con qué recursos?


jueves, 12 de abril de 2018

Con los crespos hechos

No me refiero a Fajardo, que también debería poner su ensortijada melena en remojo, sino a las Farc, que esperaban que el NAF les abriera de par en par las puertas del poder y se quedaron viendo un chispero.

Lo que sus capos firmaron con Santos y sus secuaces estaba fríamente calculado para hacer de las Farc un partido hegemónico que a poco andar se vería beneficiado con un gobierno de transición que les allanara la conquista del mando supremo. Mas esa probabilidad se hace cada día más remota, a juzgar por las encuestas y sobre todo por los resultados de la jornada del 11 de marzo.

Es claro que el pueblo colombiano rechaza rotundamente a las Farc y, si bien anhela la paz, desconfía de lo que Santos acordó con ellas y se niega a aceptarlo.

Sus razones saltan a la vista:

-Las Farc son comunistas y quieren implantar el modelo castro-chavista que tiene a Cuba y Venezuela sumidas en la miseria.

-La extrema crueldad que exhibieron a lo largo de más de medio siglo y la arrogancia con que han actuado durante el proceso de diálogos con los agentes gubernamentales hacen que la gente sencilla del pueblo las encuentre odiosas y sienta justificado temor frente a ellas.

-Los hechos demuestran que constituyen una peligrosísima organización de narcotraficantes.

Según datos que aparecen en la página dela Registraduría Nacional del Estado Civil el partido de las Farc obtuvo apenas 52.532 votos para el Senado, lo que equivale tan solo al 0.34% de la votación total.

Tan exiguos resultados no justifican las gravosísimas prebendas que obtendría de llevarse a cumplida ejecución lo acordado en La Habana.

Le sobran razones a Iván Duque cuando dice que el NAF debe someterse a cuidadosa revisión y que es necesario proceder a ello por medio de un gran acuerdo nacional, el mismo que Santos se negó a intentar a raíz del triunfo del No en el plebiscito del dos de octubre el año antepasado.

Ese gran acuerdo implica examinar si efectivamente las Farc desmovilizaron todos sus efectivos y entregaron al totalidad de su armamento, pues hay serias dudas al respecto. Es necesario, además, el estudio del grado de compromiso de sus integrantes con los cultivos de coca y  el tráfico de cocaína, que han crecido abruptamente a raíz del fraudulento proceso de paz, y corregir lo acordado acerca de la erradicación y sustitución de cultivos, pues ya se sabe que poner a las Farc como garantes de ello no es otra cosa que amarrar gato con longaniza.

Iván Duque puso el dedo en la llaga en Barranquilla al pedirle amablemente a De La Calle que no siguiera engañando al país. Ese acuerdo del que el aludido se ufana no es otra cosa que una gran estafa. El pueblo sabe que, no obstante su engolada prosopopeya, es un timador hablantinoso y por eso anda tan mal en las intenciones de voto.

Para ganarse un codiciado premio internacional, Santos echó por la borda sagrados compromisos internacionales del Estado colombiano y desquició su tambaleante institucionalidad, todo ello a cambio de un ilusorio espejismo. Hizo algo peor que una estafa. De La Calle es su cómplice.

Si el NAF no se estipuló con un grupo que representaba legítimas aspiraciones de vastos sectores del pueblo colombiano, sino con una pandilla de facinerosos que al parecer han perseverado en el narcotráfico, que es la más dañina de las plagas que nos azotan, su carácter vinculante se desploma en razón un déficit sustancial en su causa. En efecto, los compromisos asumidos por el Estado y la sociedad de Colombia frente a las Farc carecen de toda justificación, habida cuenta de la realidad de dicho grupo criminal y de los precarios compromisos asumidos por el mismo. La justicia sinalagmática o retributiva brilla en este caso por su ausencia.

Incluso la causa final del NAF, que es la edificación de una paz estable y duradera, puede desde ya darse por fallida, dado que a todo lo largo y ancho del territorio nacional campea la violencia, originada en buena medida en las ventajas que dicho funesto acuerdo le otorga al narcotráfico. 

El bandido Santrich se hizo tristemente célebre cuando respondió burlonamente "quizás, quizás, quizás" a la pregunta de si estaban dispuestos a indemnizar a sus víctimas.

Ahora el pueblo colombiano les canta a esos maleantes con los versos de ese tajante bolero que hace años popularizaron "Los Panchos", "No, no y no":

"...esas palabras tan dulces 
puede que sean sinceras 
pero no, no y no 
no te las voy a creer 

ya tú ves como todo pasa en esta vida 
yo prefiero una ilusión perdida 
a que me vuelvas a engañar".