Pero, a decir verdad, no es muy afortunado en lo que al género epistolar concierne.
Así se desprende de la carta que el 10 de julio pasado le envió al expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez para invitarlo a que se sumara al proceso de paz que se adelanta con las Farc. (Vid. http://www.elheraldo.co/nacional/lea-aqui-transcripcion-de-la-carta-de-juan-manuel-santos-alvaro-uribe-velez-271516).
Como cuesta trabajo creer en la ingenuidad de quien es de sobra conocido como un personaje marrullero, la melosa redacción de este documento, surgido dizque de lo profundo del corazón de alguien que ha dado muestras de inquietante ausencia de sentimientos delicados, suscitó de entrada desconfianza no solo de parte de su destinatario, sino de la opinión pública, que la tomó como una jugada engañosa de Santos.
Uribe dijo no haberla recibido. Se enteró de ella por la prensa y ni corto ni perezoso le dio respuesta con un rotundo y razonado no. (Vid. http://hsbnoticias.com/noticias/politica/alvaro-uribe-velez-respondio-la-carta-de-juan-manuel-santo-222245).
¿Qué se proponía realmente Santos con esta misiva?
Si hubiese habido un propósito sincero de reconciliación, no la habría hecho pública sin antes conocer la posición de su destinatario. Lo que se estila en estos casos es una aproximación previa, generalmente a través de terceros, con el fin de pulir aristas y pavimentar caminos que efectivamente conduzcan a la reconciliación o, por lo menos, a un modus vivendi que relaje las tensiones. Pero no un llamado de esta índole, que en lugar de invitar al buen entendimiento, más bien puede empeorar las relaciones, como en efecto ha sucedido.
Santos, que debería conocer todos los vericuetos del protocolo como buen cundiboyacense que es, prefirió ignorarlos y acudir a una vía no solo directa, sino definitivamente antiprotocolaria, como fue la de publicar la epístola sin que Uribe la hubiese recibido todavía.
A ojo de buen cubero, a uno se le ocurre pensar que lo que Santos pretendió fue poner a Uribe contra las cuerdas con un "tómelo o déjelo" o más bien, un "trépese al bus antes de que lo pise". Pero Uribe, diestro como es en el manejo de caballares mañosos, esquivó la maniobra dándole, como dijo alguno por ahí, "un golpe en la jeta" y sacándolo de taquito. Le hizo ver que, como reza una voz lunfarda, Santos es un mandria (http://www.todotango.com/comunidad/lunfardo/termino.aspx?p=mandria). Y como dice un tangazo que lleva ese nombre y me ronda noche y día, le bastó su rebenque, o su zurriago, para quitárselo de encima.
Las razones de Uribe para no aceptar el engañoso llamado de Santos son nítidas.
Hay múltiples indicios de que Santos se conchabó con el exfiscal Montealegre para enlodar la campaña presidencial del Centro Democrático, así como al hermano y los hijos de Uribe. Además, Santos mismo no ha ahorrado epítetos injuriosos contra él, tal como hace poco lo recordó Radio Santafé al registrar la noticia de la sentida carta dirigida a quien no mucho antes había tildado de paramilitar.
Pero, ante todo, ¿qué sentido tiene invitarlo a que se sume a un proceso que prácticamente ya está finiquitado o que, por lo menos, en lo que tiene tanto de bueno como de malo es de hecho irreversible?
Santos, como buen cañero, esgrime unas cartas de triunfo que a la hora de la verdad no son tales. Dice, en efecto, que:
"...Las FARC entregan todas, todas sus armas a las Naciones Unidas, abandonan el secuestro y la extorsión, rompen sus vinculos con el narcotráfico y la minería ilegal, cesan los ataques a la fuerza pública y a la población civil. Es la consecuencia del cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo cuyas reglas se pactaron el pasado 23 de junio.
Las FARC, al desmovilizarse y dejar de existir como grupo armado, inician su tránsito hacia la vida civil. Los que quieran continuar su lucha política deberán abrirse camino sin armas en nuestra democracia.
"Los miembros de las FARC deberán someterse al sistema de justicia transicional que se estableció. No habrá amnistía para los responsables de graves crimenes de guerra o delítos de lesa humanidad. Estos serán investigados, juzgados y sancionados por la jurisdicción especial de paz y deberán someterse a una restricción efectiva de su libertad entre 5 y 8 años, siempre y cuando digan toda la verdad sobre lo que sucedió y contribuyan a la reparación de las victimas. De lo contrario, tendrán penas de prisión de hasta 20 años. Es decir, no hay impunidad. Y si llegaran a reincidir, perderán todos los beneficios.
"Los terceros, los que no son ni miembros de las FARC ni agentes del Estado, y que hayan participado de forma "determinante" en la comisión de delitos atroces con ocasión del conflicto también podrán someterse a esta justicia transicional. Los civiles que hayan sido obligados a pagar vacunas o rescates serán considerados víctimas, no victimarios.
"Todas las actuaciones relacionadas con el conflicto de los miembros de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, como guardianes de la libertad y la democracia, se presumen legales. Todo lo contrario sucede con las actuaciones de la guerrilla que se presumen -todas- ilegales. Aquellos agentes del Estado que hayan cometido algún delito relacionado con el conflicto podrán acogerse voluntariamente a la justicia especial de paz con los mismos beneficios. Evitaremos de esta forma que se repita la injusticia de ver a exguerrilleros totalmente amnistiados y en libertad, mientras nuestros soldados y policias acaban purgando largas penas en la cárcel..."
Todo ello está por verse. Hay un muy razonable escepticismo acerca de la buena disposición de las Farc para desmovilizar todos sus efectivos; entregar todo su armamento; cesar sus actividades ilegales relacionadas con el narcotráfico, la minería, el secuestro o la extorsión; e incorporarse a la vida política sometiéndose a las reglas de juego que valen para todos los demás actores de la misma.
Y el escepticismo se acentúa a la vista del acuerdo sobre justicia o el de garantía de seguridad para los integrantes de las Farc, que no solo les ofrecen impunidad para sus múltiples y atroces delitos, sino que se prestan a servir de arietes contra los miembros de las fuerzas armadas e incluso contra civiles a quienes se les montarán procesos por su participación así sea indirecta en el conflicto o porque en adelante se los reputará como "enemigos de la paz".
Lo acordado hasta ahora con las Farc genera muchos motivos de desconfianza acerca de que con ello se logre una paz duradera y estable. Muchos pensamos que más bien se están sembrando semillas de nuevas y peores confrontaciones. Y lo que falta por convenir, como la reforma electoral, acentúa los temores.
El caramelo que Santos le ofrece a Uribe es peor que un purgante. Tiene veneno e hizo muy bien Uribe en rechazarlo.
Además, ¿quién en sus cabales podría creer hoy en buenas intenciones de Santos?
Como dice el tangazo de que me he valido para rotular este escrito, Santos es un naipe marcado ...
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