viernes, 9 de agosto de 2019

Con profunda emoción patriótica

Así solía expresarse en sus discursos el presidente Valencia.

Y a fe que con ello daba cuenta de un entrañable estado de alma, pues la suya, como la de varias generaciones de colombianos, se nutrió, en efecto, de ese sentimiento que trasuntan los versos memorables de Miguel Antonio Caro: "Patria, te adoro en mi silencio mudo y temo profanar tu nombre santo; por ti he gozado y padecido tanto como lengua mortal decir no pudo..."(http://centaurocabalgante.blogspot.com/2012/01/patria-de-miguel-antonio-caro.html)

Hay que aceptar que hace 200 años, cuando se produjo la independencia, ese sentimiento de patria no estaba tan acendrado. El Virreinato de la Nueva Granada constituía una unidad artificial creada por la Corona de Castilla para la administración de estos territorios, pero su población estaba dividida en segmentos locales y provinciales no siempre bien integrados entre sí, como bien lo ha señalado Jorge Orlando Melo. 

La primera reacción, cuando se produjo la crisis del Imperio Español, fue reclamar por parte de sus respectivas elites la soberanía originaria de cada comunidad. La idea de que todas esas comunidades formaban una nación, primero neogranadina y después colombiana, apenas se fue imponiendo gradualmente a lo largo del siglo XIX , hasta cuajar en la fórmula de Núñez y Caro en 1886:"La nación colombiana se reconstituye en forma de república unitaria". 

Pero, no obstante esta declaración, se mantuvieron como departamentos los 9 estados soberanos que había consagrado la Constitución de 1863: Panamá, Antioquia, Bolívar, Magdalena, Santander, Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Cauca. 

Para doblegar el autonomismo de estas comunidades, Reyes rediseñó a principios del siglo pasado el ordenamiento territorial creando 34 secciones, más un Distrito Capital y un Territorio Nacional, que después se redujeron a 15, pero en realidad serían 14, pues se continuaba incluyendo a Panamá (vid. https://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article/view/23179/35947).

La secesión de Panamá produjo un tremendo impacto emocional en el resto del país. Quizás podría considerársela como un hito decisivo en el proceso de configuración del sentimiento nacional. Previendo quizás este fatal acontecimiento, Benjamín Herrera aceptó poner fin a su campaña triunfante en el Itsmo, bajo la consigna de "la patria por encima de los partidos" (vid. https://projusticiaydesarrollo.com/2019/03/01/benjamin-herrera-el-estratega-que-logro-que-el-liberalismo-llegara-al-poder/).

De cierto modo,  esta consigna terminó inspirando la Unión Republicana de Carlos E. Restrepo, que aspiraba a superar las viejas rencillas de los partidos históricos que habían debilitado la unidad nacional, y a la cual adhirió el caudillo liberal

Ya podía hablarse entonces de una común patria colombiana, idea que se reforzó y transmitió a las juventudes a lo largo de más de medio siglo a través de los cursos de Historia y Literatura de Colombia. Cuando hice mis estudios de Primaria y Bachillerato en la década de 1950 ese sentimiento patriótico de que daban cuenta los discursos del que después fue el presidente Valencia constituía una intensa vivencia.

¿La conservan las generaciones posteriores y en especial las actuales?

Temo que no.

En el último medio siglo y algo más se ha producido entre nosotros una crisis moral de la que no es posible encontrar precedentes en épocas anteriores. Corrupción rampante en todos los órdenes, subversión y paramilitarismo crudelísimos, narcotráfico instaurado como la principal empresa colombiana, todos a una conspiran para hacer de la nuestra una nación paria. El idealismo que antaño se creía con el profesor López de Mesa que era un distintivo de nuestra identidad, ha desaparecido en muchos de nuestros escenarios, aunque se siente uno tentado a creer que todavía pervive en esa Colombia profunda que es capaz de producir héroes como Egan Bernal.

Hace varias décadas desaparecieron de los programas educativos los cursos de Historia de Colombia, que fueron sustituídos por otros de Sociales que se imparten siguiendo pautas conceptuales del marxismo-leninismo. De acuerdo con las mismas, nuestra historia es la de la dominación de unas clases explotadoras sobre un pueblo oprimido. Nada en ella es digno de encomio, salvo las rebeliones populares cruelmente asfixiadas por las armas de las oligarquías. Por consiguiente, la nación colombiana es una entelequia urdida por los explotadores para adormecer las reivindicaciones de los desposeídos.

Tal es, por ejemplo, el discurso de un Petro, que obtuvo 8.000.000 de votos en las últimas elecciones presidenciales. Este evento exhibe una profunda fractura en la conciencia política de nuestra ciudadanía, pues, como he venido sosteniéndolo reiteradamente, la democracia iliberal de ese dirigente a todas luces tóxico es del todo incompatible con la liberal que tímidamente defienden quienes apoyan al actual gobierno del presidente Duque. 

En síntesis, es dudoso que haya entre nosotros vocación de unidad nacional. Se cumple así el penoso diagnóstico de David Bushnell en "Colombia: una nación a pesar de sí misma" (https://historiadecolombia2.files.wordpress.com/2012/09/bushnell-david-colombia-una-nacion-a-pesar-de-si-misma.pdf).

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