martes, 1 de enero de 2019

Hacia dónde debe tender el libre desarrollo de la personalidad

En su "Historia de la Moral Occidental", Crane Brinton señala el influjo que en el pensamiento ético de los griegos tuvo la idea de excelencia. A partir de la consideración de lo que debe ser un excelente piloto, un excelente artesano, un excelente militar, un excelente familiar, un excelente ciudadano, un excelente hombre de gobierno, etc., se fue llegando al tema de lo que debe ser un excelente ser humano(Vid. https://ia800804.us.archive.org/5/items/HistoriaDeLaMoralOccidentalCraneBrintonV333/Historia%20de%20la%20moral%20occidental%20-%20Crane%20Brinton%20%28V333%29.pdf).

De ese modo, la ética se concibe como una normatividad atinente a la perfección del hombre.

Es lo mismo que indica el Evangelio: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" (Mt. 5:48).

Esa perfección no es otra cosa que la santidad. El hombre íntegramente realizado es el santo. 

De ahí que grandes filósofos que se han ocupado del estudio de los valores, como Max Scheler, ubiquen los de la santidad en la cúspide de la escala axiológica.(Vid. http://www.mounier.es/cuadernos/Scheler.pdf; http://ise99.blogspot.com/2015/06/clasificacion-de-valores-de-max-scheler.html; http://bdigital.unal.edu.co/24595/1/21784-74607-1-PB.pdf).

Los valores de la santidad apuntan hacia la trascendencia, que entraña la superación de la esfera puramente animal del individuo humano, fijada en sus impulsos y satisfacciones de orden biológico,  hacia la constitución de la persona abierta a la captación y realización de los más altos valores del espíritu. 

Jean Guitton recuerda que la antropología de San Pablo identifica tres dimensiones en la estructura del ser humano: Soma, o su esfera biológica; Pshyché, o la mental; y Pneuma, es decir, el espíritu. 

El naturalismo dominante en las ideologías contemporáneas pone su acento en la primera. Suele considerar que la segunda es apenas un epifenómeno de la vida del cuerpo; y, desde luego, niega la tercera. Otros aceptan que el desarrollo psíquico es tanto o más importante que el corporal, en lo que por supuesto tienen muchísima razón, pero es frecuente que limiten la tarea educativa a la información científica, el cultivo de las aptitudes mentales y el adiestramiento en las habilidades necesarias para realizar los diferentes oficios que demanda la sociedad, dejando de lado el crecimiento espiritual que acerca al hombre a Dios.

Nada hay en la naturaleza humana que pueda identificarse como una realidad espiritual, dicen unos. Si algo subyace al psiquismo consciente, es una fuerza oscura y ciega que lo determina y avasalla, según creen Freud y sus seguidores. Otros observan que lo que la tradición ha considerado como realización espiritual no ofrece un modelo sólido, sino una Nada sartreana que cada ser humano va dotando de sentido al tenor de su libre arbitrio y la idea que se forme de la felicidad, sin que pueda hallársele arraigo alguno en la realidad. Creen, con Calderón de la Barca, "Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

Pero es esa esfera ideal, cuya exploración constituye el núcleo de la tarea filosófica de Platón, es lo que en últimas motiva y define al ser humano. Si bien Sartre decía que el hombre se define por lo que hace, esto depende de aquello en que cree, es decir, lo que valora, lo que sueña como Bueno, Bello y Verdadero. Si eliminamos estos ideales en nuestra consideración de la realidad humana, tendremos de ella una imagen recortada, insuficiente, parcial. 

Vuelvo a Guitton:"Existe un lazo necesario entre la perfección absoluta y la existencia".(Vid . pág. 38 http://libroesoterico.com/biblioteca/enigmas_conspiraciones/Guitton%20Jean%20-%20Lo%20Absurdo%20Y%20El%20Misterio.PDF).

Ese impulso hacia lo Alto es lo que, según afirma Ricoeur evocando a Mounier, da origen a la civilización, que es ante todo "una respuesta metafísica a un llamamiento metafísico, una aventura en el orden de lo eterno, propuesta a cada hombre en la soledad de su elección y de su responsabilidad" (Ricoeur, Historia y Verdad, Ediciones Encuentro, 1990, pág. 123).Y ese vínculo necesario entre la perfección absoluta y la existencia es lo que hace exclamar a León Bloy: "Sólo hay una tristeza, y es la de no ser santos"(http://www.hjg.com.ar/txt/bloy/frag_1.html).

Mounier observa que el camino hacia la trascendencia se abre a cada hombre "en la soledad de su elección y su responsabilidad". Se lo recorre a partir del esfuerzo personal, es empresa de su libertad. Nadie nos puede obligar a acometer la búsqueda de la perfección. El desarrollo de la personalidad es necesariamente libre. Más aún, constituye una empresa heroica, una verdadera aventura erizada de dificultades.

Pero hay factores externos que la facilitan y la estimulan o, por el contrario, la enervan

El primero de ellos es el medio social, en el que debe reinar una moralidad mínima que a través del ejemplo y las buenas enseñanzas promueva la búsqueda de la excelencia personal. 

Desafortunadamente, en los tiempos que corren lo que se exalta son las malas costumbres y se denigran las buenas. Con toda razón afirma E. Michael Jones que hoy hemos olvidado la diferencia entre el bien y el mal, y que la tolerancia respecto del mal redunda en intolerancia frente al bien (Vid. https://archive.org/details/LibidoDominandiSexualLiberationPoliticalControlE.MichaelJones2000).

Desde el Derecho Romano y a todo lo largo de la historia del Derecho Occidental la noción de buenas costumbres ha jugado un papel de mucha significación en el universo de la normatividad jurídica. Pero una Corte Constitucional perversamente amoral como la nuestra ha pretendido demeritarla, como cuando declaró inexequible el numeral 9 del artículo 35 del Código Disciplinario Único que les prohibía a los funcionarios públicos realizar en los lugares de trabajo actos atentatorios de la moral y las buenas costumbres, dizque por tratarse de conceptos indeterminados.(Vid. Sent. 350 de 2009 http://www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/norma.php?i=39443).

Last but not least, el segundo factor a considerar es precisamente el llamado de lo Alto, la acción de la gracia, sin la cual no le es posible al hombre trascender hacia las más elevadas esferas espirituales. 

Pero esta es una cuestión fuertemente disputada, sobre todo en el mundo actual. Muchos creen que basta el esfuerzo personal guiado por la razón para mejorar al ser humano en el orden moral. Hablan de una espiritualidad sin religión y sin Dios, lo que en términos teológicos se llama irenismo.(Vid. https://dominusestblog.wordpress.com/2017/08/18/la-herejia-del-irenismo-la-falsa-paz-y-el-falso-ecumenismo/).

Con todo respeto, la experiencia personal me enseña que no debo irme con ese manto a misa. Sé bien que solo por la gracia de Dios no me he hundido en los peores abismos de perdición. Afirmo por ello, con Evelyn Waugh, que "soy católico para no ser peor".

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