jueves, 2 de octubre de 2025

Nuestros hermanos mayores en la fe


Así consideraba el hoy San Juan Pablo II al pueblo judío. Y el entonces cardenal Ratzinger decía que su permanencia a lo largo de siglos manifiesta un profundo misterio. Viéndolo bien, es un misterio que indica un designio providencial. Al fin y al cabo, al judaísmo le debemos nada menos que el Decálogo, así como muchísimas enseñanzas morales y elevados conceptos metafísicos que han contribuido junto con el pensamiento griego y el derecho romano, tal como los ha reelaborado el cristianismo, a forjar la civilización de que gozamos y nos ufanamos.

Es cierto que a lo largo de siglos fue difícil la convivencia de judíos y cristianos, debido en buena parte al prejuicio sobre el pueblo deicida, pero también al concepto de pueblo elegido que complicaba la integración de aquéllos a las comunidades que los rodeaban. Hay responsabilidades de parte y parte que quedan al juicio de la historia, pero es lo cierto que el pueblo judío ha sufrido hasta lo indecible, de lo que da cuenta el Holocausto que probablemente ocasionó el sacrificio de unos seis millones de sus integrantes por obra de la barbarie nazi.

A raíz del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica dio un paso trascendental con la encíclica Nostra Aetate que consagró el respeto debido a las diferentes tradiciones religiosas y en especial la del judaísmo. No hay que desconocer el auxilio que el Vaticano les prestó a millares de judíos perseguidos por los nazis, ni los valiosísimos aportes de conversos hebreos al catolicismo (vid. Nostra aetate)

Para protegerse de discriminaciones y persecuciones, muchos dirigentes de las comunidades judías buscaron el asentamiento en territorios que les permitieran vivir de acuerdo con sus costumbres ancestrales. Se habló entonces de un hogar nacional judío y con tal fin se produjo una fuerte inmigración a territorios que en su momento estaban bajo el dominio del imperio otomano y, después de la Primera Guerra Mundial, bajo el control británico. Son territorios en buena medida desérticos que estaban habitados por comunidades de ascendencia palestina. La convivencia de ambas comunidades fue muy conflictiva, lo cual llevó a la ONU a decidir la creación de sendos Estados, uno israelí y otro palestino. Los judíos aceptaron esa iniciativa, no así los palestinos, que abogaban, junto con otros pueblos árabes, por la expulsión de los judíos a los que consideraban invasores. Pero la creación y la consolidación del Estado de Israel son hechos cumplidos a la luz del Derecho Internacional Público y así lo han reconocido varios Estados árabes con los que los israelíes mantienen relaciones armónicas. No obstante ello, hay un extremismo islámico que en la actualidad goza del patrocinio iraní y oprime a las comunidades palestinas con el designio de destruir el Estado de Israel..

El alevoso y brutal ataque de Hamás contra Israel el año pasado se inscribe dentro de ese ominoso propósito. Ese ataque es condenable desde todo punto de vista, lo que no ha hecho el desgobierno colombiano, y ha dado lugar a una fortísima respuesta israelí. Quizás haya habido un injustificado exceso en la legítima defensa por parte de los agredidos, pero, como lo puso de presente hace poco David Yanovich en "El Colombiano", lo que está sucediendo hoy en Gaza mal puede calificarse como genocidio a la luz de la normatividad internacional (vid. ¿Genocidio en Gaza?).

Llama la atención que el que nos desgobierna guarde silencio sobre la agresión rusa a Ucrania o los desmanes de la dictadura venezolana, que han arrojado fuera de su suelo patrio a unos ocho millones de nacionales del vecino país, y ni siquiera haya condenado la acción homicida de Hamás. A decir verdad, es mucha la oscuridad que rodea a tan discutible personaje. Por ahora, mejor no meneallo.

Debo decir que albergo mucha simpatía por el pueblo palestino, que en Chile integra una comunidad tan nutrida como respetable. Hice allá muy buenas relaciones con representantes de la autoridad palestina, así como con mi colega el embajador de Israel y los de varios Estados árabes. Lo ideal sería que ambos pueblos pudieran convivir en armonía, pero ello no será posible si se entromete el mencionado extremismo islámico. Para que pueda constituirse un Estado Palestino hay que partir de la base de la garantía de la seguridad del Estado de Israel.



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