lunes, 23 de junio de 2025

Celebraciones prematuras

Las cacareadas reformas laboral y pensional tienen que superar todavía arduos escollos constitucionales, pues se las ha tramitado como leyes ordinarias habiendo debido serlo mediante el procedimiento de la ley estatutaria.

La jurisprudencia nacional tiene bien establecido que tanto el tema pensional como el laboral son materia de sendos derechos fundamentales. Así fluye de las sentencias T-611/01 y T-477/13 de la Corte Constitucional (Vid. T-611/01 Corte Constitucional de Colombia y T-477/13 Corte Constitucional de Colombia).

Pues bien, el artículo 152 de la Constitución Política dispone que lo concerniente a derechos y deberes fundamentales de las personas y los procedimientos y recursos para su protección se regulen mediante leyes estatutarias, las cuáles se someten a un procedimiento legislativo más exigente que el de las leyes ordinarias, por cuanto requieren para su aprobación el voto favorable de la mayoría absoluta de los miembros del Congreso y su trámite deberá efectuarse dentro de una sola legislatura, fuera de que requieren revisión previa de la Corte Constitucional para su exequibilidad (art. 153 id.).

Esta observación se hizo desde un principio, pero como el gobierno no contaba con mayorías favorables en las comisiones pertinentes, se arriesgó a presentar los proyectos para que se los tramitara como leyes ordinarias.

La Corte Constitucional deberá decidir si aplica con rigor la normatividad constitucional o le hace algún esguince para favorecer las iniciativas gubernamentales.

Leí en la prensa que median unas 40 demandas contra la reforma pensional, cuyo fondo suscita en efecto diversos cuestionamientos constitucionales.

Tal parece que ni el gobierno ni los congresistas hayan leído cuidadosamente el farragoso artículo 48 de la Constitución Política, que versa sobre la seguridad social.

Entre sus disposiciones hay una que es bastante significativa: la que dice que las leyes sobre la materia deberán asegurar la sostenibilidad financiera de lo establecido en ellas.

Los analistas de la reforma pensional han señalado que la exuberante generosidad a corto plazo de sus disposiciones se verá contrarrestada en el no muy lejano por los costos excesivos que acarreará. No faltan los que les advierten a los jóvenes que aplauden las gravosas iniciativas del desgobierno actual que sus cotizaciones para la seguridad social podrían ascender nada menos que al 35% de sus salarios. 

El régimen pensional en cualquiera de sus modalidades se basa en los aportes de los trabajadores. Disponer que sus fondos deberán destinarse a bonos pensionales y pensiones de jubilación de personas que no hacen aportes equivale a gravar a quienes los verifican. De hecho, se les está imponiendo una carga expropiatoria, diríase que confiscatoria, que debería pesar sobre las finanzas públicas y no sobre ellos.

Es asunto sobre el que deberá pronunciarse la Corte Constitucional, así como el atinente al desconocimiento de los derechos adquiridos de quienes optaron por el régimen de fondos privados y se los obligará a cotizar en Colpensiones.

En síntesis, sería prudente que el que nos desgobierna aplazara sus celebraciones para cuando la Corte Constitucional se pronuncie definitivamente sobre estas reformas. Pero, la prudencia que hace verdaderos sabios no es virtud que caracteriza al aspirante a dictador que funge hoy como cabeza del poder ejecutivo.


martes, 17 de junio de 2025

Velad y Orad

Ha dicho con sobra de razones el destacado jurista Mauricio Gaona que "el año que viene será el más crítico para la vida republicana de Colombia desde su creación".

Para entender los gravísimos peligros que afrontamos en estos momentos cruciales tenemos que partir de la base de que nos desgobierna un comunista recalcitrante que además exhibe severos trastornos en su sesera. La suya es una mente poblada de delirios que, como acaba de decirlo José Alvear Sanín en "La Hora de la Verdad", ha perdido todo contacto con la realidad del país y confunde el pueblo que de verdad habita el territorio patrio con otro fantasmagórico que sólo existe en sus fantasías ideológicas.

El contraste entre las multitudinarias marchas que llenaron plazas y calles de las principales ciudades de Colombia el pasado domingo para solidarizarse con Miguel Uribe Turbay y los suyos en estos momentos de cruda aflicción y la exigua presencia popular en los plantones que se convocaron ayer para respaldar las políticas gubernamentales es elocuente a más no poder. 

El pueblo de verdad aspira a que reine un buen gobierno que satisfaga en la medida de lo posible sus apremiantes necesidades y no unos discursos incoherentes y agresivos que no se traducen en acciones que redunden en pro del bien común. La garrulería oficial no lo favorece y, por el contrario, siembra discordia y suscita un clima de violencia verbal que como ya se viene advirtiendo se traduce en hechos luctuosos, como el vil atentado contra Miguel Uribe Turbay que lo tiene al borde de la muerte.

Parafraseando lo que dicen los informes médicos sobre su estado, bien podemos afirmar que también Colombia se halla hoy en cuidados intensivos, en situación altamente crítica y bajo un pronóstico reservado.

La conmovedora red de oración que se ha formado para rogar por el pronto y total restablecimiento del senador Uribe Turbay debería ocuparse también de la suerte de esta patria adolorida que hoy, como reza nuestro himno nacional, "entre cadenas gime".

No creo que estén equivocados los piensan que media una conjura para precipitarnos en un caos que genere un clima revolucionario que nos arroje por andurriales ya trajinados en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lo del castrochavismo en acción no es calumnia de la derecha, sino realidad palpitante, tal como pudimos advertirlo en el tenebroso discurso que el okupa de la Casa de Nariño pronunció el primero de mayo copiando de mala manera el talante del finado dictador Hugo Chávez. El modo siniestro como llamó a la "guerra a muerte", blandiendo una supuesta espada de Bolívar, trasunta a cabalidad lo que bulle en un interior que parece poseído por alguna entidad demoníaca.

La torpe evocación del episodio más censurado de la trayectoria política del Libertador suscita profundas inquietudes. Ese llamado a la muerte de españoles y canarios, aun siendo inocentes, dio lugar a que cuando se acercaba a Santafé al mando de las tropas del congreso de Tunja circularan pasquines que alertaban a la población acerca del temible advenimiento del "antropófago de Caracas".

"Guerra a muerte" es una consigna que evoca la atroz criminalidad de que hizo gala el M-19, cuyos sobrevivientes quizás no arrepentidos y de todas maneras impunes pululan hoy en nuestras altas esferas gubernamentales. Hay toda una historia por contarse acerca de las oscuras hazañas que el que nos desgobierna y sus conmilitones protagonizaron en esa guerrilla que hoy se pretende idealizar, pese a que protagonizó execrables episodios como el asesinato de José Raquel Mercado, el secuestro de  diplomáticos en la sede de la embajada de la República Dominicana y, desde luego, el pavoroso Holocausto del Palacio de Justicia, amén de otras múltiples atrocidades que se cometieron dizque para protestar contra un régimen tiránico y promover la instauración de uno verdaderamente justo.

Esas dos discutibles justificaciones de la violencia guerrillera deben cuestionarse con rigor, porque han traído consigo gérmenes funestos para la institucionalidad colombiana. El inocente pacifismo de ciertos sectores influyentes de nuestra dirigencia no ha traído consigo la armonía colectiva, sino quizás el alebrestamiento de los facciosos. La paz de Santos benefició a cierto número de guerrilleros, pero ha alentado a otros que por obra de la desidia del desgobierno actual han aumentado peligrosamente su influencia en vastos espacios del territorio nacional.

A los colombianos de bien sólo nos resta hoy por hoy confiar en la acción de la Providencia para superar este tenebroso estado de cosas y enderezar el rumbo. Nuestra crisis es en gran medida de orden espiritual, en el pleno sentido de la expresión.

Bien hace la jerarquía eclesiástica en salir de su mutismo para convocar a los altos poderes en pro de la armonía colectiva. Ojalá que ello frene el ímpetu caótico que mueve al que nos desgobierna.


lunes, 9 de junio de 2025

Guerra a muerte

Esta feroz, irresponsable y fatídica consigna que lanzó el comunista que hoy nos desgobierna acaba de proyectarse en el letal atentado que se perpetró antier contra Miguel Uribe Turbay, uno de los dirigentes más destacados del Centro Democrático, cuya candidatura presidencial contaba con muy buenas perspectivas. 

Como lo manifestó el expresidente Uribe, Miguel era una promesa para la patria. Salvo que se produzca un verdadero milagro, si lograre sobrevivir ya no sería el mismo, pues la bala que penetró en su cerebro no dejaría de acarrearle delicadísimas secuelas. 

Todo indica que este funesto atentado procede de una organización criminal que se propone desestabilizar el país en las contiendas electorales que tendrán lugar el año entrante. Sería osado responsabilizar al desgobierno y su equipo político por haberlo promovido, pero no cabe duda de que el lenguaje provocativamente pugnaz que ha venido empleando desde sus comienzos ha suscitado un clima proclive a la violencia política e incluso la social.

Olvidando que según la Constitución el Presidente simboliza la unidad nacional, quien hoy funge como tal se ha dedicado a sembrar discordia a troche y moche, tanto en sus intervenciones públicas como en sus tediosos graznidos en la red social X.

Después de varias desafortunadas manifestaciones acerca del gravísimo hecho que representa el atentado contra Miguel Uribe Turbay, por fin acaba de expresar en dicha red social una sentida declaración que dice emanada de lo más profundo de su corazón.

A ella debería seguir una convocatoria a todos los dirigentes del país para condenar la violencia y ejercer la política dentro de parámetros civilizados que sosieguen el debate que le es inherente dentro de un marco que promueva la paz y contenga la violencia.

Hace poco escribí que al discurso agresivo le sigue prontamente la acción física. El HP que desde la más alta esfera gubernamental se esgrime contra la oposición genera desafortunadas consecuencias en la sociedad. 

He estado recordando algunos pasajes de mis enseñanzas en materia de Filosofía del Derecho para traer a colación lo de que todo orden social resulta de la colaboración estrecha y armónica de las tres normatividades que imperan en la vida colectiva: la jurídica, la moral y la de la cortesía o urbanidad. 

La crisis que nos agobia no sólo se manifiesta en el ámbito del derecho, Hay que repetir lo que con profunda sabiduría deploró Horacio: "De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan". Así lo enseñaba yo a mis discípulos: la cultura jurídica reposa sobre una cultura moral. Si ésta decae, ya por obra de la abierta corrupción de costumbres, bien por la silenciosa demolición que trae consigo el relativismo, la regla de derecho deja de ser un instrumento de justicia y se convierte en un dispositivo de arbitrariedad.  Pero hay algo más: las reglas de cortesía y urbanidad, que los doctrinantes llaman de trato social, a pesar de su formalismo y su aparente superficialidad juegan un papel muy significativo en la vida de relación porque liman aristas y facilitan el acercamiento con nuestros semejantes.

Pues bien, padecemos un desgobierno que ha hecho de la grosería, el insulto, la amenaza, la calumnia y, en general, la actitud desconsiderada para con quienes no compartimos sus actitudes ni sus orientaciones, la regla del maltrato.

Por ejemplo, los graznidos desobligantes para con Miguel Uribe Turbay, emitidos en vísperas del atentado que lo tiene al borde de la muerte, no han dejado de interpretarse como una malhadada incitación a que se lo agrediera físicamente. 

He estado recordando algunas consideraciones de Arthur Koestler sobre las raíces neuronales de la violencia. Koestler adhiere a una teoría que no goza del todo de buena aceptación, según la cual los humanos sufrimos el desajuste de tres cerebros. el límbico, que compartimos con los reptiles; el paleocórtex, que compartimos con los mamíferos, y el neocórtex, específicamente humano, que sirve de asiento de las funciones superiores del psiquismo. Según Koestler, la agresividad resulta de la acción y sobre todo las reacciones reptilianas del cerebro límbico. 

Observando el comportamiento del que nos desgobierna, no deja uno de pensar que la ferocidad de sus reacciones podría explicarse porque su neocórtex no ejerce suficiente control sobre su cerebro reptiliano. Parece obrar más como una serpiente acorralada que como un ser humano dueño y controlador de sus actitudes y sus comportamientos.

Sea de ello lo que fuere, no cabe duda de que el clima de violencia que reina hoy en el país se alimenta en buena medida de los exabruptos que fluyen de la Casa de Nariño.

Oremos, desde luego, por Miguel Uribe Turbay y su familia, pero ante todo, por esta doliente patria que hoy está en tan pésimas manos.

viernes, 30 de mayo de 2025

El Fin de la Aventura

Echo mano del título de una de las mejores novelas de Graham Greene para aludir al desenlace previsible de las audacias irresponsables del que nos desgobierna y su ministro del Interior, dos consumidores habituales de cocaína que según el decir de Álvaro Leyva arrastran al país hacia el caos.

El llamado a una huelga general y a consulta popular para intimidar al Congreso a fin de que apruebe las propuestas gubernamentales que no han sido de su simpatía no son otra cosa que saltos al vacío que preludian la crisis definitiva de un pésimo gobierno.

Los dos días en los que anunciaban masivas manifestaciones, primero de 14 millones de colombianos, luego de 10 y por último de 4, mostraron calles y plazas vacías a lo largo y ancho del territorio nacional. Los que salieron a apoyar el llamado del desgobierno y los sindicatos que lo respaldan se contaron apenas por millares. Lo otro que se vio fue la reaparición de la Primera Línea que integran facinerosos que siguen los dictados del líder intergaláctico y sus esbirros. El resto fueron los pobladores desprotegidos que necesitaban desplazarse para asistir a sus lugares de trabajo o hacer otras gestiones y no pudieron acceder al transporte masivo debido a los bloqueos que perpetraron dichos facinerosos.

Queda claro que este desgobierno perdió las calles que ahora sólo atraen a los que concurren forzados, pagados o todavía seducidos por la charlatanería del que lo preside.

La consulta popular con que desafía al Congreso puede salirle muy mal en las urnas y en la Corte Constitucional, que es la llamada a pronunciarse sobre la constitucionalidad de su convocatoria y su realización.

Aún suponiendo que se la realice y obtenga el quórum y la mayoría que se requiere para su aprobación, sus efectos normativos restan difusos y tendrían que desarrollarse mediante leyes que apruebe el Congreso. 

Todo indica que en el trasfondo de la consulta popular media nada menos que una "jugadita" para adelantar la campaña electoral del año venidero, algo así como para medir fuerzas en procesos que gravitarán sobre los resultados electorales.

Si, como es previsible, la consulta no obtiene los resultados que se esperan la aventura en que esos irresponsables están embarcando al país hará que naufraguen desastrosamente. La resaca de la fiesta arruinará sus aspiraciones, pero a un costo que desde ya se calcula en más de 750 billones de pesos con los que podrían sufragarse gastos verdaderamente apremiantes que están por solucionar.

Llamo la atención acerca de que las injurias, las calumnias, los denuestos y las amenazas que esa dupla de orates ha arrojado sobre quienes no los acompañan en sus despropósitos bordean las fronteras del Código Penal y, en el caso del profeta apocalíptico, la causal de indignidad en el ejercicio del cargo, que acarrearía destitución. El que lo secunda merece además que el Congreso lo devuelva al fangal de donde salió, a través de una moción de censura.

Recomiendo a mis lectores la trilogía que compuso Guglielmo Ferrero sobre la aventura napoleónica y la reconstrucción que hubo de promoverse en el Congreso de Viena. Si logramos que haya elecciones pacíficas y honestas en el año entrante, quienes vengan a gobernarnos tendrán que cargar sobre sus hombros la procelosa tarea de reparar los ingentes daños que les legará el desgobierno reinante. El espíritu de aventura que describe sabiamente Ferrero arroja a las sociedades a la confusión y el desconcierto.



miércoles, 21 de mayo de 2025

Siembra vientos ...

En los manicomios abundan los orates que se identifican con Napoleón o con Bolívar. Es el sitio adecuado para también alojar a los que se creen Aureliano Buendía o siguen a pie juntillas las ficciones de Gabriel García Márquez, como el que hoy nos desgobierna desde la Casa de Nariño.

Su desequilibrio mental es evidente. Bastaría para acreditarlo la reseña de las estupideces que a diario recita en X o en sus delirantes y tediosos discursos. Lo suyo no son trinos, sino graznidos cacofónicos. Es una verborrea mal hilvanada que no se acompasa con la fama que antaño distinguía a los dirigentes colombianos.

En otra oportunidad he llamado la atención acerca de que es un gobernante espurio e indigno al que debería juzgarse y separarse del cargo por las vías constitucionales. Pero, como acaba de señalarlo el expresidente Gaviria en un comunicado dirigido a la opinión pública, nuestro régimen constitucional está en veremos porque de hecho el que hoy dice ser Aureliano Buendía pretende sustituirlo por lo que disponga la democracia tumultuaria que está promoviendo a lo largo y ancho del territorio nacional.

No me canso de repetir que se trata de un comunista recalcitrante que procura disfrazar su obsoleta y letal ideología presentándose como seguidor de la teología de la liberación, que según lo ha demostrado Ricardo de la Cierva es comunismo mondo y lirondo.

Es posible que ingenuamente haya intentado engañar al Santo Padre, que hace algún tiempo escribió que había que desenmascarar al comunismo que se estaba infiltrando en la Iglesia so pretexto de la solidaridad humana, No hay que olvidar que su eminente predecesor, León XIII, produjo la Rerum Novarum para ofrecer una vía católica que superara los excesos de un capitalismo salvaje y los fatídicos errores del comunismo.

S.S. León XIV debe hoy afrontar un capitalismo que en distintos países ignora las necesidades de los menos favorecidos por la fortuna y un comunismo renaciente que aprovecha esas circunstancias para predicar la lucha de clases y la transformación revolucionaria de la sociedad. No otra cosa aparece en el ideario, si así se lo puede llamar, de quien hoy nos está llevando hacia el caos.

No estamos bajo el mando de un pensador profundo e ilustrado, ni de un estadista consumado, ni de un administrador eficiente, sino de un demagogo charlatán que con su palabrería pulsa las fibras del resentimiento popular contra los que moteja de oligarcas esclavistas. El suyo es un discurso incendiario que gana los vítores de la plebe y puede conducirnos al caos.

El desmoronamiento institucional que promueve nos conduce hacia dos extremos del todo indeseables: la anarquía y la dictadura. La primera ya se advierte con la ubicua presencia de grupos criminales que ejercen control territorial a ciencia y paciencia del desgobierno que dizque quiere negociar con ellos una "paz total", que no es otra cosa que su rendición ante el crimen. La segunda se pone de manifiesto en el talante despótico de un funcionario que desafía toda normatividad propia de un Estado Social de Derecho como el que se ordenó bajo la Constitución de 1991.

Recuerdo un escrito del profesor Mauro Torres en "El Tiempo" en el que señalaba el impacto que en la violencia colombiana de mediados del siglo pasado produjo la oratoria desorbitada tanto de Laureano Gómez como de Jorge Eliécer Gaitán. La palabra agresiva precede al puñetazo. No otra cosa puede esperarse del lenguaje soez que en el alto gobierno se emplea contra quienes manifiestan desacuerdo con sus muy discutibles iniciativas. Razón de sobra tiene Alejandro Gaviria cuando afirma que el que nos desgobierna enturbia el debate político. Pero no otra cosa cabe esperar de quien recaudaba extorsiones a punta de salivazos en la cara de sus víctimas cuando participaba en el feroz M-19, según denuncia que leí hace tiempo en una red social.

Nos esperan tiempos tempestuosos que podrían traer consigo una guerra civil. Los bandidos del M-19 decían seguir el ejemplo de los facciosos liberales que desataron guerras civiles en el siglo XIX, los tales Aurelianos Buendías con los que se identifica el guache que hoy pretende mandar la parada en nuestra patria.

Ahora anda con el cuento de denunciar el pecado capital de la codicia, olvidando que él personifica otros igualmente graves o quizás peores, como la lujuria, la gula que lleva al consumo de drogas psicoactivas, la ira, la envidia o la soberbia, que se traduce en egolatría y pasión desordenada por el poder. Recomiendo repasar el tema de los pecados capitales en el interesantísimo libro del padre Spitzer S.J. sobre cómo obran Dios y Satán en nuestras vidas que estoy ahora leyendo. A pesar de su lambonería con el Vaticano, creo que sus acciones vienen inspiradas no por Dios, sino por Satán, al que el Evangelio denomina el Príncipe de la Mentira.

La nuestra es una democracia enferma. Uno de los más graves síntomas de su enfermedad es haber llevado a este personaje a la presidencia. No me cabe duda de que la más profunda y letal de nuestras dolencias es la crisis moral que se hace patente en la corrupción que por todas partes nos agobia. Creo que no exageran los que piensan que estamos hoy frente al gobierno más corrupto que hayamos podido conocer y sufrir.



viernes, 9 de mayo de 2025

Habemus Papam

Bienvenido, Su Santidad León XIV, digno continuador de uno de los grandes papas de todos los tiempos, León XIII, autor de la célebre encíclica Rerum Novarum que es la pieza central de la Doctrina Social de la Iglesia.

En uno de sus libros que cité hace poco, el padre Robert Spitzer S.J. la sintetiza a través de los siguientes principios:

-La dignidad intrínseca y trascendente de cada ser humano.

-El bien común.

-La destinación universal de los bienes.

-La subsidiariedad.

-Participación en la democracia.

-La solidaridad.

La Doctrina Social de la Iglesia, formulada a partir de la Rerum Novarum a través de una serie de importantísimas encíclicas papales, ha tenido notables desarrollos en el mundo contemporáneo. En Colombia ha servido de inspiración de nuestro Derecho Social, que no es como cree el comunista que nos desgobierna un estatuto esclavista, sino protector de los trabajadores, pero consciente de la necesaria armonía obrero patronal. Las Cajas de Subsidio Familiar y el Sena, por ejemplo, surgieron de iniciativas de dirigentes empresariales imbuidos de esos sanos principios, los cuáles han inspirado además en el sector patronal líneas de acción conducentes a un sano entendimiento con los trabajadores, De ello doy testimonio por haber trabajado durante ocho años en la Andi y haber sido asesor jurídico en campos diferentes al laboral en empresas como Nutresa, en la que he sido testigo de la fidelidad y hasta de la mística de sus trabajadores. Las universidades católicas, especialmente la UPB en la que serví como profesor a lo largo de unos 40 o más años, han contribuido a formar empresarios y ejecutivos conscientes de su misión de enaltecer el trabajo y contribuir al bienestar de sus servidores.

El tema laboral está hoy en el orden del día con iniciativas que bien podrían ser materia de concertación entre los sectores interesados si no fuera por el prurito de utilizarlas como arietes para activar un proceso revolucionario comunista, que es lo que en el fondo se propone el que hoy nos desgobierna.

La Doctrina Social de la Iglesia está inscrita en el ideario de la Democracia Cristiana, cuyo papel en la reconstrucción de Europa occidental después de la II Guerra Mundial ha sido decisivo. Ella fue un vigoroso dique de contención del movimiento expansivo del comunismo que a la sazón alentaba la URSS.

La superficialidad de los medios de comunicación social insiste en examinar los asuntos de la Iglesia a la luz de categorías que podrían ser útiles para entender los procesos políticos, pero resultan inadecuadas para captar las tendencias de la Iglesia. El progresismo, para ésta, no puede tener otro significado sino en los órdenes espiritual y moral, mas no en los de la depravación que la contemporaneidad valora como emancipación. 

Vuelvo al padre Spitzer S.J. para recabar en una inteligente distinción que plantea entre la regla de plata de la ética, que ordena que no hagamos a los demás lo que no queremos que se nos haga a nosotros, y la regla de oro del Evangelio, que va más allá de la justicia de los gentiles y ordena que hagamos todo el bien que esté dentro de nuestras posibilidades. La primera es una ética de la abstención; la segunda lo es de la acción. La misión evangelizadora va muchísimo más allá de no hacer mal a los otros. El Reino de Dios, que ya está en nuestro interior, se debe proyectar como el grano de mostaza o la sal de la tierra para fecundar toda la vida social. El progresismo en sentido religioso significa avanzar en las virtudes. La misericordia con el pecador no consiste en aplaudir sus errores, sino en invitarlo a que los corrija. Cuando el Señor perdonaba lo hacía con la recomendación de no seguir pecando.

La Iglesia cuenta hoy con un Papa misionero. Muchos países hoy descristianizados constituyen tierra de misión. El nuestro, que padece una insoportable crisis moral bajo una dirigencia que ha abandonado los más elementales principios del decoro y una población en la que la familia prácticamente se halla en vía de disolución, necesita una guía espiritual que verdaderamente lo ordene y no lo desoriente. 

¡Qué dolor se siente al contemplar que el corrupto desgobierno que nos conduce hacia el caos haya encontrado abiertas las puertas del Vaticano! Es indicio grave de la advertencia que hizo el hoy santo Pablo VI acerca de cómo el humo de Satanás se había filtrado en el recinto de la sede apostólica.

Ya me referiré en posteriores escritos a los distintos aspectos de la crisis que padece hoy la Iglesia. Me resta declarar que el nuevo Pontífice suscita alentadoras esperanzas acerca del futuro de nuestra amada  santa madre Iglesia.


martes, 29 de abril de 2025

"Mi Reino no es de este mundo"

Ha dicho muy sensatamente el padre Santiago Martín que la persona del finado papa Francisco ya está sometida al juicio de Dios y no nos corresponde a nosotros pronunciarnos en torno suyo, pero su pontificado, en cambio, puede y debe someterse al veredicto de la historia, si bien es prematuro emitir dictamen definitivo al respecto.

No obstante las entusiastas reacciones de la gente del común e incluso de los medios acerca de la personalidad y las ejecutorias del Pontífice fallecido, habrá que darle tiempo al tiempo antes de ensalzar o condenar una y otras.

En mi caso personal, me ha tocado vivir bajo los papados de Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. La desaparición de cada uno de ellos ha impactado de distintas maneras la sensibilidad del público. Todos ellos dieron testimonio de sus virtudes y su entrega al mandato evangélico de apacentar el rebaño de Cristo. Cada uno puso, desde luego, su sello personal en el modo de ejercer su difícil tarea.

Suelo citar un libro que me produjo hace años mucha impresión: "Histoire de la Papauté", publicado bajo la dirección de Yves-Marie Hilaire con el subtítulo de "2000 ans de mission et de tribulations". Son ya casi dos milenios del cumplimiento del mandato que antes de ascender a los cielos les confirió a sus apóstoles Nuestro Señor Jesucristo: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación" (Mc. 16,15). Este anuncio de amor, paz y redención, esto es, de "la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre" (Jn.1,9), sufrió el rechazo del mundo desde un principio a partir de la crucifixión de Nuestro Señor y el martirio de sus apóstoles, salvedad hecha de san Juan. 

Su difusión se ha dado en medio de severas tribulaciones que aún hoy tratan de impedirla y hasta de erradicarla. Se la enfrenta a menudo con violencia, tal como sucede en Corea del Norte, en India, en China, en Cuba, en Nicaragua y en varios países en los que predomina el Islam, o de unas maneras menos violentas, pero también represivas, según se advierte en los países occidentales en los que está en marcha la criminalización del Cristianismo, de la que da cuenta el libro de Janet L. Folger que en otras ocasiones he citado en este blog. En un libro que tuve en la biblioteca que me fue necesario liquidar cuando tuve que internarme en una residencia de tercera edad para cuidar de mi hoy finada esposa, se menciona que el siglo XX produjo muchísimos más mártires que cuando las persecuciones de los emperadores romanos. La prensa de hoy sigue registrando el sacrificio de los creyentes en distintas latitudes.

"Las Puertas del Infierno", de Ricardo de la Cierva, ilustra sobre los severos ataques que ha sufrido la Curia Romana a lo largo de siglos y cómo ella se ha defendido, sin lugar a dudas por el auxilio celestial. Alguien llegó a decir hace tiempos que sin dicho auxilio la Iglesia no habría podido sobrevivir incluso a los errores de sus propios jerarcas. De la Cierva, un católico bastante ortodoxo por cierto, no ignora las equivocaciones en que han incurrido hasta los papas más apreciados en los últimos tiempos. Baste mencionar el Modernismo al que le dio cabida el hoy santo Juan XXIII o la Östpolitik que le dio entrada al comunismo y produjo la Teología de la Liberación que le ha servido al que ahora nos desgobierna para enmascarar su credo revolucionario y liberticida.

Sobre todo en el Evangelio de san Juan, pero también en las epístolas de san Pablo, se plantea la oposición radical entre el Espíritu de Dios y el de este mundo que se centra en lo terrenal y desconoce y hasta rechaza la trascendencia que nos guía hacia la bienaventuranza eterna.  Dios y el mundo están contrapuestos. Desde cierta perspectiva, el espíritu del mundo se identifica con lo demoníaco, A Satán se lo denomina, en efecto, como "el príncipe de este mundo" (Jn. 12:31).

Pues bien, ciertos debates que ahora se plantean acerca de si la Iglesia debe preservar sus doctrinas tradicionales o más bien modernizarse, es decir, adaptarse al espíritu del mundo, parten de la base de que es institución humana y no de origen divino. Su cometido es difundir el Evangelio mediante una interpretación fiel de su mensaje salvífico. Es posible que a lo largo de los años haya lugar a que se profundice su contenido, pero sin llegar a desvirtuarlo y adjudicarle lo que evidentemente no dice. Si ha de hablarse de "progresismo" en materia de doctrina no puede ser en los términos relacionados con la política terrenal, sino en los que parafraseando un texto de Paul Valéry podríamos llamar la política del espíritu, la que enaltece y dignifica al ser humano como hecho a imagen y semejanza de Dios, y no la que cede ante sus bajas inclinaciones.

El Evangelio nos enseña que ancho es el camino de la perdición y estrecha la vía de la salvación (Mt. 7: 13-14). Los que reclaman que la Iglesia ajuste sus cánones a las tendencias dominantes en el mundo de hoy desconocen ese texto nítido del mensaje evangélico. A la bienaventuranza no se llega por la vía fácil, sino por la del sacrificio y la abnegación. Es, como lo demostró la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, una vía dolorosa. que cada uno de nosotros debe recorrer con su respectiva cruz a cuestas (Mt. 16:24). Bien lo dijo Marshall McLuhan, un converso famoso: "A la Iglesia se entra de rodillas".

Esperemos que el cónclave que elegirá nuevo Papa acierte con un cardenal que esté más cerca del Espíritu Santo que del espíritu de este mundo y entienda que no viene a halagar a los que se dicen progresistas, sino a quienes aspiran a que se dé testimonio de la verdad que nos transmite el Evangelio.