miércoles, 30 de diciembre de 2015

                                            LA SUERTE ESTÁ ECHADA


No cabe duda: el tahúr Santos ya lanzó los dados sobre el tapete para finiquitar su proceso de diálogos con los narcoterroristas de las Farc.

Lo más probable es que en el primer semestre del año venidero se firme dicho acuerdo, se aprueben en el Congreso las reformas constitucionales previstas para su implementación, se dote a Santos de atribuciones dictatoriales para darles gusto a las Farc y se logre un simulacro de refrendación popular mediante un plebiscito amañado.

Todo ello marcha a la diabla como si fuese sobre el lomo de un caballo desbocado y solo una intervención piadosa de la Divina Providencia podría enderezar un rumbo que nos lleva hacia el abismo.

Esa intervención bien podría manifestarse a través de la Corte Constitucional, que tendrá a cargo la severa responsabilidad de dictaminar sobre la exequibilidad de las reformas a la Constitución y la Ley Estatutaria sobre mecanismos de participación democrática, mediante las cuales se pretende hacer del tal Congresito una verdadera Asamblea Constituyente maniatada, convertir a Santos en dictador, establecer una Jurisdicción Especial de Paz que lo será de venganza de las Farc y darle a todo ello una apariencia de legitimidad democrática mediante un plebiscito en el que una precaria porción de la ciudadanía se limite a avalar toda una deplorable cadena de claudicaciones tendiente a arrodillar al país ante una ominosa organización narcoterrorista que aspira a instaurar un régimen totalitario y liberticida.

Pero, desafortunadamente, la Corte Constitucional quizá renuncie a su papel de guardiana de la integridad de la Constitución y, debido al juego de presiones, manipulaciones y seducciones que sobre ella ejercerá el pérfido Santos, es probable que le dé vía libre a todo este proceso, siguiendo la torpe doctrina que proclama que “el Derecho no puede ser obstáculo para la Paz”.

La salvación de Colombia quedará entonces en manos del pueblo y su escenario será el plebiscito que de seguro se convocará con miras a legitimar la rendición ante las Farc.

Insisto en la tesis que vengo sosteniendo desde un principio: las Farc solo firmarán un acuerdo que les dé garantía de ubicarse ad portas del poder que andan persiguiendo desde hace más de medio siglo.

Colombia lleva muchas décadas defendiéndose de la agresión comunista contra su institucionalidad. Y aunque según todas las encuestas las rechaza abrumadoramente, por obra de un presidente traidor está a punto de doblegarse. Eso sería posible a través de diversas concesiones normativas, de la entrega del poder judicial, del nombramiento de funcionarios en posiciones estratégicas y del desmantelamiento y la desmoralización de las fuerzas armadas que ya están en marcha.

El proceso de La Habana no ha dado lugar a la conversión de las Farc a las ideas y las reglas democráticas tal como las hemos concebido a lo largo de nuestra historia constitucional. Sus dirigentes mantienen la línea sectaria del marxismo leninismo que las ha caracterizado siempre. Su ideal explícito es promover la revolución castro-chavista en Colombia y no descansarán hasta llevarla a cabo.

Así se desmovilicen sus frentes y hagan dejación de armas, su idea de la combinación de las diferentes formas de lucha seguirá en vigencia, y podrían ponerla en ejecución desde la posición privilegiada que les otorgará la dictadura santista en caso de que ese funesto acto legislativo logre pasar por el filtro de la Corte Constitucional.

A la ciudadanía solo le quedará la opción de defenderse en el plebiscito. Es verdad, como lo denuncia la senadora Paloma Valencia, que este será amañado y Santos hará uso de toda su perversidad para que salga avante. Pero habrá que participar en él votando rotundamente No a lo que proponga el gobierno.

La abstención no es el camino, pues el voto es un deber ciudadano y no está bien ponerles trabas a los procedimientos democráticos. Hay una delicada cuestión ética de por medio en este asunto.

Para motivar a la ciudadanía a que vote No, será necesario multiplicar desde ahora todos los esfuerzos, como se hizo en Austria a través de una campaña puerta a puerta que motivó a los soviéticos a aceptar el Tratado de Viena de 1955 que dio lugar al cese de la ocupación del país por tropas extranjeras y al reconocimiento de la soberanía del pueblo austríaco.

Hay que llegar a todos los estratos sociales para que la gente vote abrumadoramente en conciencia y no presionada ni engañada por la intensa propaganda que desde ya está poniendo en marcha Santos con los últimos cartuchos que le quedan del exhausto tesoro público que ha dilapidado en mermelada.

No es la paz lo que podrían ofrecer los acuerdos de La Habana, sino la continuación del conflicto en medio de condiciones favorables a unas Farc que conservarían su organización política intacta y fuertemente reforzada, así como los ingentes recursos con que la dotan el narcotráfico y la minería ilegal.


¡COLOMBIA; DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!