domingo, 27 de diciembre de 2020

El año de la pandemia

Llega a su fin este que en verdad ha sido un annus horribilis, el año de la peste, que trae consigo para nosotros, según se dice, una década de retroceso en la economía y, por consiguiente, la amenaza del hambre, con los desórdenes sociales que ello implica.

Dijo alguna vez Alfonso López Michelsen que, a su juicio, el mandatario más importante que tuvo Colombia en el siglo XX fue Enrique Olaya Herrera, por las enormes dificultades que le tocó afrontar. 

Las que padece hoy Iván Duque Márquez no les van en zaga. Su inventario equivale, como dicen unos versos de Celedonio Esteban Flores, al "desfile de las inclemencias". No hay que hacerle la vida más difícil acumulando críticas, así las haya merecidas. Miremos lo positivo: es un gobernante aplicado, ecuánime, juicioso. Si no ha podido reunir en torno suyo a todas las tendencias políticas es porque algunas de ellas adolecen de un sectarismo pugnaz y disolvente.

Este año de la pandemia nos ha puesto a todos a pensar en nuestra contingencia: hoy somos y mañana no parecemos. ¡Cuán fugaz es nuestro tránsito por esta vida mortal! Estamos a merced de un bicho microscópico que en un abrir y cerrar de ojos penetra en nuestro organismo, lo somete a torturas indecibles y atrae la cercanía de la muerte. ¿Nos devuelve a la nada de donde unos creen que venimos, o más bien nos abre las puertas de la eternidad, a la que muchos nos sabemos abocados para bien o para mal? La peste nos fuerza a la meditatio mortis.

La certeza de nuestra contingencia hace que nos concentremos en lo que verdaderamente interesa, en los valores supremos que debemos reconocer y cultivar. Y, a no dudarlo, fuera de los valores espirituales que nos convocan, y en consonancia con ellos, la pandemia ha estimulado el reencuentro con nuestros núcleos familiares. Lo más importante en nuestras vidas es la familia que nos rodea. Ignorarla es fuente de males sin cuento, no sólo en lo personal, sino en lo comunitario. Son nuestros seres queridos los que nos darán ánimo a la hora del último adiós.

Volvamos a las dificultades inenarrables que padece en la hora presente nuestra patria colombiana. Como lo señalé hace algún tiempo en este blog, hay quienes en estos momentos de tremendas dificultades se esmeran en tratar de cortar orejas, cuando las circunstancias exigen que procuremos ponernos de acuerdo en procura de recuperar el tiempo perdido, esa década que la pandemia ha echado a perder.

La solución no está en atizar el odio de clases ni estimular las confrontaciones de todo orden, sino en concentrar nuestros esfuerzos en la reactivación de los sectores productivos que traerá consigo la del empleo y el consiguiente mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores más desprotegidos. 

Como dice Alfonso Monsalve Solórzano en un escrito de hoy, el imperativo de la hora presente es la solidaridad, sin la cual no puede haber libertad ni igualdad (vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/28463-%C2%A1ojo-con-el-2021?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Portada-PeridicoDebate-PeridicoDebate+%28Peri%C3%B3dico+Debate%29).

Los grandes estudiosos de la política reconocen que ésta ofrece una cara de confrontación, muchas veces violenta, pero también ella, como dice el ilustre jurista argentino Mario Justo López, exhibe una "faz arquitectónica", constructiva, de edificación del orden social, de búsqueda de la armonía, la paz y el entendimiento colectivos.

A ello nos convoca la hora presente.





domingo, 20 de diciembre de 2020

Navidad, fiesta de la familia

Una amiga a la que profeso especial afecto me cuenta que su familia cercana se integra a través de Zoom para rezar la novena de Navidad. Tres generaciones oran unidas para conmemorar el nacimiento del Niño Dios. Los más chicos animan el festejo haciendo sonar maracas, tambores y pitos para acompañar los villancicos y el "Dulce Jesús mío, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto".

Hay un profundo simbolismo de ternura y piedad en la imagen de la Sagrado Familia en el portal de Belén, imagen que se recrea en los pesebres que alegran los hogares y cuya elaboración a menudo convoca a todos sus componentes para que cada uno ponga algo de su parte. Cuando yo era niño, mi tarea consistía en salir a un pinar cercano a recoger musgo, colchón de pobre, cardos y ramas de pino que juntaba en un costal. Claro que los tiempos han cambiado y ya muchos niños no disfrutan de esos goces inocentes. Pero hay un espíritu festivo que sigue entusiasmándolos.

Desafortunadamente, median por lo menos dos circunstancias que han afectado la vigencia de ese espíritu navideño. Una, lo que podríamos llamar la secularización de la Navidad. Otra, la desintegración de la familia.

Para muchos, los festejos navideños han perdido el significado religioso que les dio origen. La tradición que los sustentaba ha cambiado de signo. Sigue siendo una oportunidad para el intercambio de regalos y manifestaciones de afecto, pero sin conexión con el magno acontecimiento que a lo largo de siglos ha sido objeto de su celebración. Diríase que en el fondo se han convertido en una fiesta pagana que no desdeña, como lo ha ordenado acá en Medellín el excéntrico y grotesco alcalde "Pinturita". hacerle sus guiños al Príncipe de las Tinieblas.

Me ha emocionado el ejemplo de unidad familiar de mi carísima amiga. Alguna vez participé del rezo de la Novena en su casa. Es algo de veras edificante. Pero, ¿cuán frecuente es hoy en día?

No creo que ese convite que une jovialmente a tres generaciones siga dándose como en años atrás. Ha corrido mucha agua debajo de los puentes y ya los sentimientos familiares no son los mismos de antes.

Leí ayer en Crisis Magazine que un estudiante fue censurado porque publicó en la cartelera de su colegio católico en Estados Unidos lo siguiente: "Matrimonio tradicional. Dios lo ordena. La Naturaleza lo revela. La Ciencia lo afirma" y "El matrimonio debe reforzarse, no redefinirse" (Vid. https://www.crisismagazine.com/2020/the-coming-tsunami-of-hate-speech-legislation?mc_cid=057f290731&mc_eid=20f0f92007).

Lo que hoy observamos es con deplorable frecuencia  el espectáculo de familias desintegradas o, peor aún, "redefinidas", lo que implica una verdadera revolución cultural y, en el fondo, una crisis de civilización.

Vuelvo sobre esa obra maestra de Carle C. Zimerman, "Family and Civilization" (ISI Books, Wilmigton, DEL, 2007), que sostiene con abundante soporte probatorio que el vigor de la Civilización Occidental deriva de la familia monogámica, heterosexual e indisoluble que impuso el Cristianismo. Su erosión ha traído consigo una lenta pero progresiva decadencia en todos los órdenes. 

Muchos de los graves problemas que afectan a las sociedades contemporáneas se explican precisamente en función de la crisis de la familia: drogadicción, delincuencia juvenil, desórdenes mentales, violencia doméstica, etc.

Sólo una acción providencial podría modificar el curso de estas deplorables circunstancias. Oremos para que así sea.




jueves, 17 de diciembre de 2020

El Mensaje Evangélico

Hachette publicó hace años en su colección Génies et Réalités un precioso libro titulado "Jésus". Es una obra colectiva con valiosos aportes de Jean Guitton, el cardenal Daniélou, Robert Aron y otros prestigiosos intelectuales franceses. El libro estuvo mucho tiempo en mi biblioteca y logró sobrevivir a su liquidación. Ahora le llegó el tiempo de leerlo, tarea que he emprendido con evidente provecho.

Destaco el ensayo del pastor Georges Casalis sobre el mensaje de Cristo, titulado "Nadie ha hablado como este hombre".

A su juicio, tres son los elementos fundamentales de este mensaje venido del Cielo: el Reino de Dios, la paternidad Divina, la fraternidad humana.

El tercer misterio luminoso agregado al Rosario por el papa Juan Pablo II, hoy santo, versa sobre la proclamación del Reino de Dios. 

Es tema central de los Evangelios. Como le respondió Nuestro Señor a Pilato, no es un reino de este mundo. Su naturaleza es eminentemente espiritual y anida en el corazón de cada ser humano. Ya está entre nosotros, dice Lucas 7:21. ¿Cómo? En todas las personas de buena voluntad que sienten el llamado del espíritu y se aplican a obrar con sentido de trascendencia superando sus condicionamientos naturales que, en buena medida, las atan al pecado, imponiéndoles la peor esclavitud (Juan 8:31-36; Mateo 24: 45-51). Todas esas personas de buena voluntad son como los granos de mostaza o la levadura de que habla el Evangelio, que a partir de lo pequeño o menudo se van expandiendo hasta hacerse visibles. Al principio eran 12, pronto fueron 72, ahora son centenares de millones.  Pero, no obstante ello, la mies es mucha y pocos son los operarios que están dispuestos a llevar a todo el mundo la Buena Nueva, no sólo por la predicación, sino ante todo por el ejemplo de sus buenas obras. El Reino de Dios está en construcción día a día. Sólo estará finiquitado en la plenitud de los tiempos.

Dios es Señor de la Creación. Pero, ante todo, es Padre, Abba. Cuando nos dirigimos a Él le decimos: Padre nuestro. Y lo es amoroso y misericordioso hasta el infinito: "Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna"(Juan 3:16).

¿Qué otra religión tiene esta idea de Dios? ¿Quién lo ha presentado en estos términos?

Y si Dios es Padre, todos nosotros, sin excepción, somos hijos suyos y, por consiguiente, hermanos. El primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón y toda el alma; el segundo, amar al prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:28-34). Se sigue de ahí el valor infinito de cada vida humana y la solidaridad que se nos impone a todos respecto de nuestros semejantes. Es lo que acaba de proclamar el papa Francisco en su más reciente encíclica, "Fratelli tutti", que puede consultarse aquí: (http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html). 

Esto lo corrobora san Pablo en su carta a los gálatas: "Ya no hay diferencia entre judío y griego, entre esclavo y hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer, pues todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gal. 3:28).

Lo que conmemoraremos en la noche del 24 al 25 de diciembre no es tema para un carnaval, ni nada que se parezca a las celebraciones paganas, sino un verdadero momento estelar de la humanidad: el nacimiento del Hijo de Dios, que vino a trazarnos el camino de la vida eterna y a redimirnos de la esclavitud del pecado. Es una fiesta del espíritu


viernes, 11 de diciembre de 2020

Suena, tango compañero

Nuestro finado amigo Jaime Jaramillo Panesso era un personaje polifacético. Una de sus peculiaridades, que compartía con el que esto escribe, fue su afición por el tango, que lo llevó a estudiarlo y promoverlo como objeto cultural digno de atención para los interesados en explorar nuestra idiosincrasia.

El tango ha hecho parte de nuestro paisaje anímico a lo largo de los últimos cien años. En un reportaje que leí de don Guillermo Echavarría hace tiempos, él se ufanaba de haberlo dado a conocer en Medellín allá por el año de 1917, como fruto de sus correrías por el mundo. Un tango se bailó por distinguidas damas de nuestra sociedad en una escena de "Bajo el Cielo Antioqueño", película con que don Gonzalo Mejía inauguró la cinematografía nacional. Y esos tangos que llegaban en discos prensados en Estados Unidos y en Europa principalmente se fueron difundiendo por todas partes, bien fuese en los hogares o en los establecimientos públicos, que los hacían sonar en sus traganíqueles, llevados a menudo por vendedores que viajaban en tren, por lo que, junto con otros géneros musicales, se los llamaba "música de carrilera". Las cantinas los dejaban oír a los transeúntes, como lo contaba Dorita Ramírez, que los conoció y aprendió a amarlos cuando el bus del colegio pasaba cerca de ellas. Me acaba de contar mi amigo Alfonso Roldán que él se crió en medio de tangos, pues en la cuadra donde vivía de niño en Pereira había dos cantinas que competían con los tangos con que sus parroquianos se entretenían. Y no pocas páginas de "En Contravía y por Atajos", delicioso relato autobiográfico de mi fraternal amigo Javier Tamayo Jaramillo, están dedicadas al culto que en nuestro medio se ha rendido a la "música ciudadana".

El poeta Óscar Hernández llegó a escribir en uno de sus artículos para "El Correo" que "el tango es la casa de citas del alma"

Doy fe de que en mi adolescencia, cuando nació mi pasión por ellos, en la radio era posible escuchar tangos las 24 horas del día. Aprendí a disfrutarlos escuchando a Charlo en 1956 en sus presentaciones en la Emisora Nueva Granada y, por supuesto, en las evocaciones de Gardel que hacía cada 24 de junio Antonio Henao Gaviria, quien fue testigo presencial del pavoroso accidente que en el campo de aviación de Las Playas segó la vida del "Zorzal Criollo". Más tarde, en su "Radiolente", el inolvidable Hernán Restrepo Duque me fue inoculando el ansia de saber más sobre mi amado género musical. Ya cumplí 77 años y sigo escuchando tangos con el gusto de siempre. No me cansan, no me aburren, siempre me ofrecen algo nuevo. Una amiga a la que quiero mucho se divierte porque siempre ofrezco a flor de labios algún apunte tanguero para ilustrar mis comentarios. Acabo de reunir para mi disfrute personal una antología de 300 voces de tango, de las que he excluido la de Gardel, pues todo lo suyo merece capítulo aparte. Cada semana escucho el programa que por la Radio Nacional de Buenos Aires se transmite con los sabrosos y eruditos comentarios que hacen Diego Larrea y Norberto Chab sobre el arte gardeliano.

Para los que se interesen, ahí les va el enlace: http://www.radionacional.com.ar/category/gardel-por-larrea/

Pues bien, Jaime, como buen profesor de Sociología, se interesó en escudriñar las razones de esta peculiar afición de nuestra zona cafetera y en especial de Medellín por el tango. Las encontró en los acelerados e imprevistos cambios sociales que  por acá se produjeron a mediados del siglo pasado, con la migración campesina hacia las ciudades que provocó la fatídica Violencia y la demanda de mano de obra que trajo consigo nuestra industrialización. 

Estas hipótesis son plausibles y abren campo para una investigación más profunda, de orden psicológico, acerca del estado de alma del tanguero. Debo admitir que cada uno de quienes lo somos  podemos ser calificados como "rara avis", tipos peculiares que quizás sufrimos una sensibilidad  y un modo de ver la vida que nos distinguen de todos los demás. Para nosotros, como reza la letra de "Copa de Ajenjo", el tango es un compañero: "Tango, que cuando me falta un mango, te canto y me das consuelo", decía por ahí Gardel. Larrea y Chab reconocen que son como dos loquitos, pero inofensivos y entretenidos. 

Borges escribió: "Esa ráfaga, el tango, esa diablura, los atareados años desafía..." (Vid. https://www.poeticous.com/borges/el-tango?locale=es). Y se preguntaba por la suerte en el más allá de don Nicanor Paredes:

"Ahora está muerto y me digo:

¿Qué hará usted, don Nicanor,

en un cielo sin caballos,

ni envido, retruco y flor?" ( Vid. https://www.todotango.com/musica/tema/1161/A-Don-Nicanor-Paredes/)

Me pregunto si mi querido amigo Jaime se encontrará en una bienaventuranza amenizada por esos tangos que tanto quiso. No lo visualizo en la "triste región sombría", que evocando a Dante menciona ese bello tango que lleva por título "Te fuiste hermano". Su bonhomía lo hizo digno de la Luz Eterna. 




martes, 8 de diciembre de 2020

Religión e Ideología

En el más reciente de mis escritos para este blog señalé que en los tiempos modernos las ideas religiosas se han visto sustituidas por las ideologías en lo atinente a los factores de identidad de los cuerpos políticos y de legitimación de la autoridad. Y no sólo ello, pues también dominan la concepción del mundo y las valoraciones morales vigentes en las sociedades.

En general, la unidad política se ha establecido en los dos últimos siglos a partir del principio de las nacionalidades, salvo en el mundo musulmán, en el que a pesar de ciertas tendencias laicistas, el principio unificador reside en la Umma, es decir, la comunidad de los fieles al Profeta. 

La nación es, como lo sostiene Josep Llobera en un interesante libro, el dios de la modernidad (https://www.researchgate.net/publication/254474675_El_Dios_de_la_Modernidad_El_desarrollo_del_nacionalismo_en_Europa_Occidental). La ideología nacionalista se ha impuesto desde la Revolución Francesa y ha sido capaz de movilizar grandes masas, llevándolas incluso a la guerra. El principal vínculo político-jurídico que ata a la mayor parte de los seres humanos es precisamente el de nacionalidad. 

Es verdad que el nacionalismo sufre hoy los embates del globalismo y los localismos, pero sigue siendo la ideología fundamental sobre la que se asientan los Estados.

En cuanto al fundamento de la autoridad, suele buscárselo, ya no en Dios, sino en el contrato social, la voluntad general o el espíritu del pueblo, que los alemanes llaman Volkgeist (vid. http://www.artic.ua.es/biblioteca/u85/documentos/1794.pdf). De hecho, el pensamiento político moderno, a partir de Maquiavelo y de Hobbes, tiende a separar la política de la religión, en un proceso que también se da respecto del derecho y de la moral. Grocio sentó la tesis de que el derecho no necesita fundarse en Dios. Y el pensamiento ético trata a su vez de sustentar la normatividad moral desligándola de la idea de la ley divina.

Los corifeos de la Modernidad proclaman que las concepciones irracionales y míticas de las religiones deben ceder el campo a las racionalidades filosófica y científica. Pero está por discutirse precisamente si la filosofía y la ciencia actuales son estrictamente racionales.

En un un lúcido ensayo que lleva por título "Ideas y Creencias", Ortega planteó una distinción radical entre unas y otras. Según su punto de vista, "Las ideas se tienen, en las creencias se está" (vid. http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/01/doctrina39846.pdf). 

Las creencias equivalen a las "ideas-fuerzas" de que en el siglo XIX hablaba el filósofo francés Fouillée. Se trata de ideas cuya vocación es eminentemente práctica, motivadora de la acción.(vid. "La Psychologie des Idées Forces", https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k771638.texteImage#)

Suele afirmarse que cada individuo se define por lo que cree, esto es, por los valores que orientan su vida, la fe que lo anima, aquellas concepciones que incorpora a sus modos de obrar. Y tales concepciones por lo general hunden sus raíces en la esfera de lo emotivo, más que en la de una estricta racionalidad. Su fuerza reside por lo común en el inconsciente, que es el venero en que anidan los mitos.

Ya Ernst Cassirer en "El Mito del Estado" había denunciado los ingredientes irracionales del totalitarismo del siglo XX (vid. https://agoracontemporanea.files.wordpress.com/2016/09/cassirer-e-el-mito-del-estado.pdf). Ese totalitarismo no ha muerto. Ya se habla de un totalitarismo del siglo XXI que lo vemos patente en nuestro vecindario. Y una de sus modalidades es el totalitarismo de la ideología de género que hoy pretende imponerse a rajatabla en todas las latitudes.

En un ensayo esclarecedor titulado "Los Mitos Políticos Modernos",  André Reszler describe los mitos dominantes en los doscientos años que antecedieron a 1973. Pero la presencia de la mitología no sólo se advierte en en el pensamiento político También campea en el sociológico, el antropológico, el jurídico, etc. 

Pues bien, con base en la proclamación constitucional del Estado laico se ha erradicado la enseñanza religiosa en la educación pública. Pero se la ha sustituido por el adoctrinamiento ideológico a manos de Fecode, la organización comunista que se ha adueñado de aquélla.

Ese adoctrinamiento de la infancia, la adolescencia y la juventud incluye ahora la imposición de la ideología de género, según lo denuncia Luis Alfonso García Carmona en artículo publicado en "La Linterna Azul" (vid. http://www.lalinternaazul.info/2020/12/07/gobierno-de-duque-expidio-catecismo-para-ideologia-de-genero/).

El asunto amerita que se lo debata a fondo. De entrada, cabe preguntar: ¿por qué no es de recibo que en las instituciones educativas públicas se imparta formación religiosa y, en cambio, sí lo es que se pervierta a los educandos envenenándolos con la ideología de género? ¿Qué títulos exhibe ésta para desplazar las creencias que han cimentado nuestra civilización?

También es del caso preguntar por qué la jerarquía eclesiástica es tan reticente para pronunciarse sobre estas políticas públicas llamadas a configurar el alma colectiva de los colombianos.




miércoles, 2 de diciembre de 2020

Católicos y cristianos, defendamos nuestra fe

 En un escrito anterior observé que las sociedades tradicionales privilegian la unidad religiosa porque la identidad comunitaria y la legitimidad del poder encuentran ahí su mejor garantía. De ahí que a las disidencias se las mire con desvío hasta el punto de querer erradicarlas, por considerarse que ponen en peligro el orden social.

Sobre el tema ha escrito León Poliakov un valioso libro, "La Causalidad Diabólica: Ensayo sobre el origen de las persecuciones", que se ocupa no sólo de las persecuciones contra los judíos, sino contra otros grupos a los que se ha considerado como perjudiciales  para las comunidades y por eso se los ha calificado de diabólicos (vid. https://www.amazon.com/s?k=leon+poliakov&i=digital-text&__mk_es_US=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=AWUMZJ7JFUGI&sprefix=Leon+Poliakov%2Cdigital-text%2C311&ref=nb_sb_ss_ts-a-p_1_13). Poliakov es autor de una "Historia del Antisemitismo" en varios volúmenes y, a partir de ella, se interesó en general en el fenómeno de la intolerancia, principalmente la religiosa.

La tolerancia religiosa es un fenómeno más o menos reciente. Si bien se considera a Locke y a Voltaire como profetas de la libertad religiosa en los tiempos modernos, hay que observar que el primero de ellos, al abogar por la misma en Inglaterra, excluye a los católicos, por considerarlos peligrosos para su país, mientras que el segundo es rabiosamente anticatólico, antisemita y racista. Al fin y al cabo. incrementó su enorme fortuna con inversiones en compañías dedicadas al tráfico de esclavos.

Hay diversos motivos que explican el tránsito hacia la tolerancia religiosa. Unos de ellos tocan con la necesidad de aceptar el hecho de la diversidad de creencias y de buscar, entonces, el modus vivendi que hiciera posible la convivencia pacífica entre ellas. Otros tienen que ver con la decadencia de la fe religiosa, debida en buena parte a la irracionalidad y la ferocidad de las guerras de religión de los siglos XVI y XVII, la cual se vio sustituida a partir del siglo XVIII por las ideologías. En la medida que la identidad del cuerpo político se fue basando en el credo nacionalista y la legitimidad de la autoridad se fundó en la idea del contrato y en la voluntad general, se fue perdiendo interés en preservar la religiosidad comunitaria, aunque las tendencias conservadoras siguieron insistiendo en ella por considerarla como garantía de la moralidad colectiva y, por ende, del orden social.

Para el Iluminismo, la religión es un asunto que pertenece a la esfera íntima de cada individuo y no hay por qué reconocérsele trascendencia social. Cierta tendencia, basada en una filosofía de la historia muy elemental y poco ajustada a los hechos, la de la famosa Ley de los Tres Estadios, la considera propia de etapas periclitadas de la evolución de las sociedades y llamada a desaparecer, sea por la madurez intelectual de las mismas, ya por obra de la acción "progresista" del poder.

Esta última tendencia pone énfasis no en la libertad de religión, sino en la libertad de la religión, es decir, en que la acción emancipadora del poder debe aplicarse precisamente a liberar al individuo de lo que los marxistas denominan la "alienación religiosa". Según el denso escrito de Jean-Ives Calvez S.J. sobre "El Pensamiento de Carlos Marx", esta es la forma de alienación contra la que principalmente hay que luchar para la transformación revolucionaria de la sociedad.

Con esto observo que la idea del Estado laico ofrece dos vertientes muy diversas. 

La primera afirma la neutralidad del Estado frente al hecho religioso, pero dentro del principio del respeto a la libertad de conciencia, que se proyecta en el derecho de cada persona a profesar sus propias ideas acerca de sus relaciones con la esfera sobrenatural, a divulgarlas, a asociarse para ejercer el culto que a bien tenga y a no ser molestado por ello. Bueno es observar que según enseña el profesor Rémi Brague en "La Ley de Dios", la idea de la conciencia moral y su conexión con Dios es de raigambre netamente cristiana, no obstante cierta conexión con la tradición judía. Ese respeto por la conciencia individual se inscribe dentro de lo más meritorio del pensamiento libera yl no deja de tener entonces un fundamento religioso, en rigor, cristiano.

La segunda vertiente, en cambio, es hostil a la religión. Esa hostilidad asume diversas modalidades, desde la franca y brutal persecución hasta otras más sutiles que tienden hacia la erosión de la sacralidad en la conciencia colectiva. Lo sagrado, que constituye el núcleo de la religiosidad, se demerita mediante la parodia, la burla o la banalización, que distorsionan y hasta niegan el sentido de la trascendencia espiritual del ser humano. 

A esto último estamos asistiendo a pasos agigantados en el escenario de la Colombia actual. Hay todo un proceso concertado hacia la descristianización de nuestra sociedad y debemos preguntarnos acerca de lo que podría suceder si dejasen de tener vigencia entre nosotros las ideas religiosas y los preceptos morales del cristianismo, que es lo que se proponen todas las corrientes de izquierda, desde la que lidera Fajardo hasta las de Petro.

Hay que exhortar, pues, a católicos y cristianos a que defiendan su fe en las urnas de votación. Unos y otros no pueden seguir votando por personajes como Claudia López o "Pinturita", cuyas acciones propenden hacia la destrucción de sus creencias más caras.