Nuestro finado amigo Jaime Jaramillo Panesso era un personaje polifacético. Una de sus peculiaridades, que compartía con el que esto escribe, fue su afición por el tango, que lo llevó a estudiarlo y promoverlo como objeto cultural digno de atención para los interesados en explorar nuestra idiosincrasia.
El tango ha hecho parte de nuestro paisaje anímico a lo largo de los últimos cien años. En un reportaje que leí de don Guillermo Echavarría hace tiempos, él se ufanaba de haberlo dado a conocer en Medellín allá por el año de 1917, como fruto de sus correrías por el mundo. Un tango se bailó por distinguidas damas de nuestra sociedad en una escena de "Bajo el Cielo Antioqueño", película con que don Gonzalo Mejía inauguró la cinematografía nacional. Y esos tangos que llegaban en discos prensados en Estados Unidos y en Europa principalmente se fueron difundiendo por todas partes, bien fuese en los hogares o en los establecimientos públicos, que los hacían sonar en sus traganíqueles, llevados a menudo por vendedores que viajaban en tren, por lo que, junto con otros géneros musicales, se los llamaba "música de carrilera". Las cantinas los dejaban oír a los transeúntes, como lo contaba Dorita Ramírez, que los conoció y aprendió a amarlos cuando el bus del colegio pasaba cerca de ellas. Me acaba de contar mi amigo Alfonso Roldán que él se crió en medio de tangos, pues en la cuadra donde vivía de niño en Pereira había dos cantinas que competían con los tangos con que sus parroquianos se entretenían. Y no pocas páginas de "En Contravía y por Atajos", delicioso relato autobiográfico de mi fraternal amigo Javier Tamayo Jaramillo, están dedicadas al culto que en nuestro medio se ha rendido a la "música ciudadana".
El poeta Óscar Hernández llegó a escribir en uno de sus artículos para "El Correo" que "el tango es la casa de citas del alma"
Doy fe de que en mi adolescencia, cuando nació mi pasión por ellos, en la radio era posible escuchar tangos las 24 horas del día. Aprendí a disfrutarlos escuchando a Charlo en 1956 en sus presentaciones en la Emisora Nueva Granada y, por supuesto, en las evocaciones de Gardel que hacía cada 24 de junio Antonio Henao Gaviria, quien fue testigo presencial del pavoroso accidente que en el campo de aviación de Las Playas segó la vida del "Zorzal Criollo". Más tarde, en su "Radiolente", el inolvidable Hernán Restrepo Duque me fue inoculando el ansia de saber más sobre mi amado género musical. Ya cumplí 77 años y sigo escuchando tangos con el gusto de siempre. No me cansan, no me aburren, siempre me ofrecen algo nuevo. Una amiga a la que quiero mucho se divierte porque siempre ofrezco a flor de labios algún apunte tanguero para ilustrar mis comentarios. Acabo de reunir para mi disfrute personal una antología de 300 voces de tango, de las que he excluido la de Gardel, pues todo lo suyo merece capítulo aparte. Cada semana escucho el programa que por la Radio Nacional de Buenos Aires se transmite con los sabrosos y eruditos comentarios que hacen Diego Larrea y Norberto Chab sobre el arte gardeliano.
Para los que se interesen, ahí les va el enlace: http://www.radionacional.com.ar/category/gardel-por-larrea/
Pues bien, Jaime, como buen profesor de Sociología, se interesó en escudriñar las razones de esta peculiar afición de nuestra zona cafetera y en especial de Medellín por el tango. Las encontró en los acelerados e imprevistos cambios sociales que por acá se produjeron a mediados del siglo pasado, con la migración campesina hacia las ciudades que provocó la fatídica Violencia y la demanda de mano de obra que trajo consigo nuestra industrialización.
Estas hipótesis son plausibles y abren campo para una investigación más profunda, de orden psicológico, acerca del estado de alma del tanguero. Debo admitir que cada uno de quienes lo somos podemos ser calificados como "rara avis", tipos peculiares que quizás sufrimos una sensibilidad y un modo de ver la vida que nos distinguen de todos los demás. Para nosotros, como reza la letra de "Copa de Ajenjo", el tango es un compañero: "Tango, que cuando me falta un mango, te canto y me das consuelo", decía por ahí Gardel. Larrea y Chab reconocen que son como dos loquitos, pero inofensivos y entretenidos.
Borges escribió: "Esa ráfaga, el tango, esa diablura, los atareados años desafía..." (Vid. https://www.poeticous.com/borges/el-tango?locale=es). Y se preguntaba por la suerte en el más allá de don Nicanor Paredes:
"Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
en un cielo sin caballos,
ni envido, retruco y flor?" ( Vid. https://www.todotango.com/musica/tema/1161/A-Don-Nicanor-Paredes/)
Me pregunto si mi querido amigo Jaime se encontrará en una bienaventuranza amenizada por esos tangos que tanto quiso. No lo visualizo en la "triste región sombría", que evocando a Dante menciona ese bello tango que lleva por título "Te fuiste hermano". Su bonhomía lo hizo digno de la Luz Eterna.
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