lunes, 28 de septiembre de 2020

Señores, la Constitución de 1991 ha dejado de existir

El magistrado Tolosa no es ningún Rafael Núñez, que lo mismo dijo para ponerle punto final a la infausta Constitución de 1863, pero lo que acaba de hacer con sus secuaces de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia entraña idéntico mensaje: para ellos, la Constitución de 1991 ya no rige, pues, siguiendo un viejo dictum norteamericano, el derecho no es lo que ordenen los textos, sino lo que digan los jueces.

Lo que con ponencia suya se dispuso el 22 de los corrientes acerca de medidas para garantizar el derecho a la protesta pacífica, no es un fallo, sino un panfleto político que convierte a sus firmantes en aliados de la subversión del orden y adalides de la acción contra la autoridad legítima.

Basta con leerlo: https://cortesuprema.gov.co/corte/index.php/2020/09/22/corte-suprema-ordena-medidas-para-garantizar-derecho-a-protesta-pacifica/

A estos magistrados no los arredra el temor de quedar incursos en prevaricato, abuso de autoridad y otros delitos que estipula el Código Penal, porque saben que su impunidad está garantizada ante la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, que no sólo está dominada por el santismo, sino por el pavor que los congresistas sienten para confrontar a las altas cortes, dado que quien osare iniciar alguna investigación contra un magistrado, de inmediato se verá expuesto a que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia le abra un proceso por cualquier causa o el Consejo de Estado promueva su muerte política.

¿Para qué recordar ahora que la acción de tutela está enmarcada dentro de rigurosos condicionamientos previstos en el artículo 86 de la Constitución, que desde hace tiempos ya es letra muerta para los jueces que quieren hacer de ella un instrumento de su dictadura? ¿Qué sentido tiene recordarles que según el artículo 6 de la Constitución los servidores públicos deben responder por infringir la Constitución y las leyes, y específicamente por omisión o extralimitación en ejercicio de sus funciones? ¿Los inquieta que el artículo 122 de la Constitución diga que no habrá empleo público que no tenga funciones detalladas en ley o reglamento?

El ucase de la Sala Civil pone de manifiesto la tendencia autocrática de la magistratura colombiana. Nada la limita, nadie la controla. Como dijo por ahí un tal Martín Santos, ni siquiera la Ley de Dios.

Quizás la Corte Constitucional, al revisar ese fementido fallo de tutela, le haga algunos ajustes que más bien podrían empeorarlo, en lugar de corregirlo. 

Esta opinión pesimista la fundo en que ese máximo tribunal ya tiene abundante jurisprudencia que avala los abusos de la tutela. Pensemos tan sólo en su aberrante y arbitraria doctrina para el caso del glifosfato.

Pero hay algo peor. Los numerales 2.2.1. y 2.2.2. del funesto NAF (Nuevo Acuerdo Final con las Farc) disponen sobre "Garantías para los movimientos y organizaciones sociales" y "Garantías para la movilización y la protesta pacífica", en términos que ponen en calzas prietas a las autoridades para controlar los desbordamientos que esos movimientos y organizaciones promuevan. Lo de "protesta pacífica" es un engañabobos, pues dentro de las tales garantías se estipula que "Las movilizaciones y protestas, incluyendo los disturbios se tratarán con pleno respeto de los derechos humanos por parte de la autoridad legítima del Estado, garantizando a la vez, de manera ponderada y proporcional, los derechos de los demás ciudadanos".

Según el DRAE, disturbio significa "Alteración, turbación de la paz y concordia". Por definición, el disturbio no es pacífico, pero está protegido por este texto del NAF. Las autoridades deben afrontarlo con suavidad, garantizando el pleno respeto de  los derechos humanos de quienes lo promuevan y, de manera ponderada y proporcional, los derechos de los demás ciudadanos que se vean afectados por ellos.

En buen romance, hay que entender que el NAF está del lado de los perturbadores del orden, lo mismo que la Sala Civil de la CSJ.

Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza jurídica del NAF? ¿En qué medida sus disposiciones son vinculantes para las autoridades legítimas colombianas?

Un apreciado colega consultó hace algún tiempo mi opinión al respecto, con miras a saber de qué modo podríamos desmontarnos de ese engendro. No he sido capaz de darle respuesta.

La idea de las Farc es catalogarlo como un acto de Derecho Internacional Público, concretamente, del Derecho Internacional de los Conflictos Internos, para así integrarlo dentro del Bloque de Constitucionalidad. Aunque la ciudadanía lo rechazó el dos de octubre de 2016, el Congreso, de modo flagrantemente irregular, lo aprobó mediante sendas proposiciones que se votaron en la Cámara de Representantes y el Senado. Quizás esas proposiciones serían demandables, pero, ¿ante quién' y ¿quién le pondría el cascabel a ese gato?

Desde que se desconocieron los resultados del plebiscito de 2016 he venido diciendo insistentemente que el Estado de Derecho ha desaparecido en Colombia, de suerte que hoy vivimos bajo un régimen de facto impuesto por la autocracia judicial. Cómo superarlo, "ahí está el detalle", según diría el inefable Cantinflas.

martes, 22 de septiembre de 2020

Las desilusiones del progreso

Se ha dicho que el liberalismo es una doctrina proteica, difícil de definir, por cuanto su significado se presta a diferentes acepciones.

En efecto, mientras que en Europa la idea liberal tiene que ver con las garantías individuales y las restricciones a la acción del Estado, en Norteamérica tiene un doble sentido que David Carlin describe de la siguiente manera en un artículo reciente publicado en Crisis Magazine (vid. https://www.thecatholicthing.org/2020/09/19/liberalism-without-end/?fbclid=IwAR0o-vVm80Ul0MqwarGQo7pLI4yWTZdpnFq5EdDOgll9AcxGHUWS96AlDTo): 

a) el alejamiento de las ideas y prácticas tradicionales; b) el reemplazo de las mismas por "nuevas y no probadas" ideas y prácticas.

Este planeamiento coincide con lo que hace años sostenía Alfonso López Michelsen, para quien el conservatismo se caracterizaba por preferir lo ya probado y experimentado, mientras que el liberalismo se inclinaba por su gusto por las novedades e incluso, como el mismo lo decía, por el "chamboneo".

Recuerdo que en su libro sobre el conservatismo, Lord Cecil afirmaba que el espíritu conservador destaca en la acción política  la virtud de la prudencia, que, entre otras cosas, era la que Aristóteles recomendaba para el mejor tratamiento de los asuntos humanos, dada la aleatoriedad de los mismos  (vid. https://www.academia.edu/39713956/El_liberalismo_conservador_Orden_y_libertad20190628_22782_1ucc4em?auto=download). 

El "chamboneo" que López Michelsen identificaba con la actitud liberal corresponde al "espíritu de aventura", que Guglielmo Ferrero señalaba como uno de los males más perniciosos de los tiempos modernos (vid. https://www.scribd.com/doc/130912777/FERRERO-Guglielmo-El-Poder-Los-Genios-Invisibles-de-La-Ciudad).

El escudo del Brasil proclama la divisa de Augusto Comte, "Orden y Progreso", que en el fondo coincide con la del nuestro: "Libertad y Orden".

La idea básica consiste en que las sociedades, especialmente las modernas, son sistemas dinámicos abiertos al cambio, tal como lo acredita la historia, pero sus transformaciones es preferible que se produzcan dentro de estructuras institucionales. El inmovilismo, sobre todo si favorece lo retrógrado, ocasiona reacciones violentas, pero igual sucede con los cambios apresurados y mal concebidos.

Giscard d'Estaing cuenta en sus memorias que cuando el Sha de Irán le habló de un ambicioso plan de modernización de su país para convertirlo en una gran potencia mundial, se atrevió a recomendarle que fuera prudente para no desestabilizar una sociedad todavía con fuerte espíritu pastoril. El Sha no le hizo caso y provocó la reacción religiosa que dio al traste con su reinado y sus proyectos de transformación radical de la sociedad iraní.

La idea del progreso está fuertemente enraizada en la sociedad moderna. Es una de las ideas clave de la modernidad (vid. https://bibliotecademauriciorojas.files.wordpress.com/2012/03/idea-de-progreso-nuevo-2012-3.pdf). De hecho, se la considera como núcleo de una religión, aunque ello implique expandir el concepto de lo religioso más allá de lo que le corresponde. Es, de todas maneras, una idea que suscita fuerte impacto emocional y estimula acciones diversas. En general, se considera que el progreso es valioso en sí mismo y, contrariando un dicho de la sabiduría popular, parece mejor lo bueno por conocer que lo malo conocido. El  progresista rechaza el pasado y deposita su fe solamente  en el futuro.   (Vid. https://ia800606.us.archive.org/11/items/HistoriaDeLaIdeaDeProgresoRobertNisbet/Historia%20de%20la%20idea%20de%20progreso%20-%20Robert%20Nisbet.pdf)

Pero, conviene preguntar en qué consiste el progreso y si toda novedad es apetecible de suyo.

"El Ascenso del Hombre" es un escrito muy interesante de Jacob Bronowski, que recoge los libretos de una serie de la BBC sobre cómo nuestra especie, poco a poco, a lo largo de miles de años, ha avanzado en el conocimiento científico y el control técnico tanto de sí misma como, sobre todo, del mundo que la rodea (vid. http://www.librosmaravillosos.com/elascensodelhombre/index.html).

Por supuesto que todo lo que ahí se menciona puede valorarse como progreso, es  decir, como logros que mejoran nuestras condiciones de vida, los cuáles, bueno es decirlo, se han realizado, como lo dijo Newton, "sobre hombros de gigantes", aprovechando las lecciones del pasado. Pero hay otros aspectos, fuera de los científicos y tecnológicos, sobre los cuáles las evaluaciones son menos contundentes.

El libro no se refiere en detalle, porque no es su cometido, a los tópicos institucionales y espirituales de la evolución de la humanidad. ¿Son las sociedades actuales mejores que las antiguas? ¿ Es el hombre de hoy mejor que el de tiempos pasados?

Desde ciertos puntos de vista, es claro hoy se vive mejor que antes. No se puede negar lo que representan los avances  de las comodidades, la higiene, la medicina, la alimentación, la vivienda, la movilidad o las condiciones de trabajo en la calidad de vida de la gente. Pero queda por verse lo relacionado con la armonía tanto de cada uno consigo mismo como con los semejantes. Se habla de que la modernidad trae consigo ámbitos más generosos de libertad e igualdad, pero esto es muy relativo. De hecho, la vida laboral inexorablemente implica severas restricciones en lo que a aquéllas concierne, de modo que la libertad y la igualdad que son tan apreciadas sólo parecen ser tangibles en esferas muy limitadas, como las del ocio y, en especial, la de la sexualidad.

¿Cómo es hoy nuestra relación con el Otro? Una obra relativamente reciente de Zigmund Bauman y Leonidas Donskis, " Ceguera Moral: La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida", denuncia las carencias éticas del mundo contemporáneo. Su conclusión es bastante pesimista (vid. https://www.researchgate.net/publication/326347838_Zygmunt_Bauman_y_Leonidas_Donskis_Ceguera_moral_La_perdida_de_sensibilidad_en_la_modernidad_liquida_ed_Paidos_Barcelona_2_impresion_2016_ISBN_978-84-_493-3103-9/link/5b474d4945851519b4b1909a/download).

Hace más de medio siglo publicó Raymond Aron un libro cuya actualidad se mantiene de modo incuestionable: "Progreso y Desilusión: La Dialéctica de la Sociedad Moderna". Ahí muestra las contradicciones que se imponen  entre la realidad social y los ideales que animan a sus protagonistas (vid.https://ia800803.us.archive.org/26/items/ProgresoYDesilusin.LaDiallcticaDeLaSociedadModernaRaymondAronV3/Progreso%20y%20desilusi%C3%B3n.%20La%20dial%C3%A9ctica%20de%20la%20sociedad%20moderna%20-%20Raymond%20Aron%20%28V3%29.pdf).

Hay que observar, pues, que no todo lo que se presenta como novedoso es conveniente. Muchos de los progresos de la modernidad en realidad entrañan retrocesos morales. Y del mismo modo que la ciencia ha avanzado superando estadios pretéritos, pero sobre la base de los mismos, en la sociedad es preferible la evolución sosegada a la revolución turbulenta. 

La civilización tarda siglos en edificarse, pero puede destruírsela en pocas décadas. En el caso colombiano, hay una delgada corteza de civilización, como lo expuso Marco Palacios en un escrito que conviene no olvidar. Ciertas innovaciones podrían hacerla abortar. De hecho, la civilización ha desaparecido en vastas porciones de nuestro territorio.





jueves, 17 de septiembre de 2020

Un programa non sancto

El grotesco alcalde de Medellín, al que bien le cae el burlón remoquete de "Pinturita" con que lo identifican sus conciudadanos, ha resuelto embarcarnos en uno de los proyectos más perniciosos de la izquierda mundial, el de la revolución sexual.

Lo presenta como un progreso para integrar las diversidades sexuales y las identidades de género en favor de un colectivo, el LGTBI+, al que hay que garantizarle respeto por su dignidad, así como la igualdad y la libertad. 

Es una manera de edulcorar unos propósitos de más vasto alcance. Ahí no se trata de desarrollar políticas públicas para que a los integrantes del colectivo no se los vitupere ni se les cierren espacios legítimos, de modo que puedan manifestarse libremente de acuerdo con sus orientaciones sexuales sin que nadie los moleste. Lo que se pretende con estas políticas es de mayor calado: separar en la sexualidad las funciones reproductivas y las recreativas, desestimulando las primeras y excitando las segundas.

En otras oportunidades he citado el importante libro de E. Michael Jones, "Libido Dominandi, Sexual Liberation and Political Control", que es una lástima que, por lo menos que yo sepa, no cuente con ediciones en castellano (vid. https://www.pdf-archive.com/2017/05/22/e-michael-jones-libido-dominandi/e-michael-jones-libido-dominandi.pdf). Ahí se cuenta  cómo surgió y se ha desarrollado hasta imponerse en la actual cultura occidental una ideología que rompe radicalmente con los conceptos que sobre la sexualidad han reinado a lo largo de siglos, en buena medida gracias a las creencias cristianas. Ese cambio cultural se ha logrado no solo por medio de una brutal y masiva acción propagandística, sino, en los últimos tiempos, de modo coercitivo que incluye medidas penales, tal como lo prevé por ejemplo un oprobioso proyecto de ley que está a punto de aprobarse en Italia.

Esta ideología parte de supuestos harto discutibles, algunos de los cuales repugnan al buen sentido.

La idea básica es la emancipación del individuo humano respecto de toda normatividad fundada en Dios, la naturaleza, la historia y la razón misma. En el fondo, es la divisa del Thelema que formuló el célebre satanista Aleister Crowley en su Liber Legis: "Hacer tu voluntad será el todo de la ley" (vid. https://es.wikipedia.org/wiki/El_Libro_de_la_Ley_(Thelema)).

Como reza la célebre reflexión que puso Dostoiewky en boca de su personaje Iván Karamazov, "Si Dios no existe, todo es posible". ¿Qué freno podría haber para el deseo humano?

"Pinturita" se la pasa invocando a Dios con la misma convicción que lleva a Petro a exhibir una cruz en su cuello o en su muñeca. Pero su política parte de negar precisamente la Ley de Dios manifestada en las Sagradas Escrituras. Deja de lado, además, el hecho biológico de la diferenciación de la especie humana en dos sexos: masculino y femenino. Ignora tajantemente la historia, que a lo largo de miles de años ha dado lugar a que las sociedades se ordenen a partir de ese hecho biológico fundamental. 

Al fin y al cabo, este se explica principalmente por la reproducción de la especie, vale decir, la continuidad de la vida. Y la ideología dominante no valora la vida, pues como lo ha puesto de presente el pensamiento católico, promueve una cultura de la muerte.

Es muy distinto considerar que la vida es un don de Dios y que cada individuo humano ha sido deseado por Él para asignarle un destino trascendente, a pensar que  somos resultado de una combinación fortuita de elementos químicos y, en últimas, de uniones no deseadas de espermatozoides y óvulos. La ideología dominante predica, con Heidegger, que somos seres para la muerte, destinados a volver a la nada de donde surgimos, y además, que somos seres, más que habitados, controlados por el deseo, siendo el más fuerte y satisfactorio de todos  el carnal. En los términos demoníacos de Crowley, la concupiscencia es nuestra mayor realización. 

La ideología que subyace en el proyecto de "Pinturita" no es, pues, inocente. Va tras un cambio radical en las concepciones morales y, por ende, en las costumbres. Llevada a la práctica, aspira a a imponerse en la educación, incluso desde la más tierna infancia, y a destruir los vínculos familiares. En rigor, no conduce a generar más y mejores espacios de libertad, sino a destruirla o al menos a restringirla severamente, al sujetar a los individuos a lo que Sófocles llamaba "ese amo cruel y avasallador", que es el apetito sexual.

Menciono de nuevo un libro capital, "Family and Civilization", de Carle C. Zimerman, que muestra que la civilización occidental deriva su fuerza de la familia inspirada en los valores cristianos, de suerte que su debilitamiento y su posible disolución no representan progresos, sino todo lo contrario (vid. https://www.researchgate.net/publication/225853781_Carle_C_Zimmerman_Family_and_Civilization/link/597b8642a6fdcc1a9a69ec17/download).

Por su parte, en "La Revolución Sexual Global", Gabriele Kuby ha demostrado que la libertad sexual que con aquélla se promueve termina destruyendo la libertad misma (vid. https://www.scribd.com/document/395953971/La-Revolucion-Sexual-Global-Gabriele-Kuby-1).

Los malos pasos que está dando "Pinturita" no obedecen a decisiones tomadas conscientemente por sus electores. Si en su campaña hubiera advertido que pretendía convertir a Medellín en una nueva Sodoma, probablemente habría asustado a muchos de quienes votaron por él. En rigor, es una medida autocrática, muy propia de su talante egocéntrico y de la patanería que lo caracteriza.



sábado, 12 de septiembre de 2020

Mira cómo estamos, Pedro...

Insisto en que, como se dice coloquialmente, en la Colombia de hoy el palo no está para cucharas.

Los acontecimientos de esta semana indican que hay en marcha un proceso de desestabilización institucional que pretende sacar provecho de las dificultades de todo orden que ha suscitado el coronavirus.

Circula en las redes sociales una información acerca de cómo el Foro de San Pablo aspira a valerse del descontento social resultante de la crisis económica que estamos padeciendo. Es lo que llamo andar pescando en río revuelto.

Pero esa aventura no sólo podría resultarles mal a sus promotores, sino a toda la comunidad, cuyos dirigentes deberían tratar de ponerse de acuerdo para enfrentar la crisis en que ya estamos sumidos.

La iniciativa para convocarlos le corresponde, como es obvio, al gobierno nacional. El Presidente debería convocar a un gran encuentro con todas las fuerzas sociales con el fin de mostrar la dura realidad de la situación actual y promover los acuerdos que se requieran. Es hora de pensar con serenidad y actuar con sensatez para que Colombia no se hunda. Todos debemos sacrificarnos en aras del bien común.

Se cuenta que en un encuentro de Reagan con Gorbachov se planteó la hipótesis de lo que habría de hacerse si unos extraterrestres nos invadieran. Gorbachov, de quien Mitterrand dijo que era un personaje formidable, dijo que en ese caso sería ineludible unirse para resistirlos. 

Pues bien, la crisis que está en curso nos obliga a los colombianos a aunar esfuerzos encaminados a superarla. A nadie le conviene el hambre y la desesperación consiguiente del pueblo. 

Desafortunadamente, en la extrema izquierda hay unos personajes delirantes, como Petro y Bolívar, que creen alocadamente que ha llegado la hora de que la gente se lance a las calles y las multitudes asalten la Casa de Nariño dizque para sacar de ahí a quienes mal que bien nos gobiernan.

Lo que ellos están haciendo es, simple y llanamente, criminal, y amerita que la Corte Suprema de Justicia los procese. Desafortunadamente, ellos parecen gozar de alguna oscura patente de corso, pues la indagación acerca de los malolientes dineros de Petro dizque duerme el sueño de los injustos al cuidado del magistrado Reyes.

De esa franja lunática es poco lo que cabría esperar en bien de Colombia. Pero no toda la izquierda es irracional y es necesario integrarla a la superación de la crisis. Ya sus voceros que ocupan alcaldías como la de Bogotá o la de Medellín se están dando cuenta de que gobernar no es tan fácil, sobre todo en medio de la penuria, y las comunidades les pedirán a su debido tiempo que den cuenta de sus ejecutorias.

A Claudia López conviene recomendarle que deje de pelear con el gobierno nacional, pues necesita su apoyo para la realización de sus programas. Y al pintoresco alcalde Quintero no sobra advertirle  que andar excitando la lucha de clases en un medio tan difícil como es el de Medellín nos hará daño a todos. Ya se están moviendo en contra suya unas iniciativas de revocatoria del mandato que, en caso de proseguir,  crisparán más un ambiente que está de sobra convulsionado.

Volvamos a la consigna de Laureano Gómez que cité en mi último artículo: "Paz, paz en el interior".




domingo, 6 de septiembre de 2020

Pescando en río revuelto

La del río revuelto en el que las aguas bajan turbias, como titula un clásico del cine argentino, puede ser una imagen cabal de la coyuntura colombiana en estos momentos. Por do se la mire, reinan la confusión y el caos. Pero mucha gente actúa como pensando que aquí no pasa nada.

Es difícil hacer previsiones razonables sobre lo que sucederá dentro de poco, una vez se consoliden los efectos de la pandemia y las medidas de choque que se adoptaron para afrontarla. Pero es lo cierto que seguramente esos efectos serán calamitosos desde muchos puntos de vista.

No hay que ser zahoríes para pronosticar que experimentaremos severas crisis que pondrán a prueba lo que nos resta de institucionalidad demoliberal. La recesión económica, el desempleo, el desabastecimiento y, en suma, el hambre, suscitarán reacciones que muy probablemente tenderán a la violencia.

En rigor, es un cuadro que bien podría considerarse bélico. El enemigo más ostensible es el virus y razonablemente podemos considerarlo como un enemigo exterior que viene a atacarnos desde allende nuestras fronteras.

Conviene recordar que cuando se produjo el conflicto con el Perú, Laureano Gómez, que se perfilaba como líder de la oposición conservadora contra el presidente Enrique Olaya Herrera, lanzó la consigna de "Guerra, guerra en las fronteras; paz, paz en el interior", para iniciar una tregua en su ardorosa campaña política.

Algo parecido se convino en Inglaterra para enfrentar la amenaza hitleriana. Conservadores y laboristas se pusieron de acuerdo para suspender el debate político y formar un frente unido para la conducción de la defensa del país.

En la Colombia de hoy sucede todo lo contrario. Ante una crisis de proporciones inimaginables y quizás la peor que haya atravesado el país en toda su historia, la llamada izquierda radical parece empeñada en sacar partido del descontento que ya se palpa, con el fin de agudizarlo y hacer inviable el gobierno del presidente Duque.

Esa movilización popular que parece estar en la mente de personajes tóxicos como Cepeda y Petro, podría ser catastrófica. Nunca se sabe de antemano en qué podría derivar.

Supongamos que esa atroz iniciativa les dé a sus promotores el resultado que inicialmente aspiran a producir: la caída del presidente Duque.

¿Significaría ello la apetecida toma del poder por la que han luchado las guerrillas a lo largo de más de medio siglo? ¿Se daría de ese modo el comienzo de la ansiada revolución?

Lo dudo. Como en la fábula de las uvas, las mismas parecen estar verdes. Más bien, el escenario posible podría ser el de la guerra civil y en consecuencia el de la dictadura, vaya a saberse con qué inclinación. Pues lo cierto es que quien tome el poder deberá enfrentar el escenario de un país ingobernable, con sus instituciones hechas trizas y la población desesperada.¿Quién le obedecerá? ¿De qué modo? ¿De qué recursos podría disponer para satisfacer las necesidades colectivas?

El debate político se mueve hoy en medio de una polarización destructiva, diríase que suicida. Bien se sabe que es natural que en la política haya divergencias incluso muy profundas que dan lugar a distintas tendencias que suelen articularse en partidos y coaliciones. Y ello no solo es natural, sino conveniente. Pero, como lo proclamó el general Benjamín Herrera en célebre ocasión, la consigna hoy debe ser esta: "La Patria por encima de los partidos".