viernes, 26 de mayo de 2023

Tres cruces

Parafraseando un bolero moruno muy popular hace años, bien podemos decir que en nuestra democracia están grabadas no dos, sino tres cruces: la corrupción política, la pobreza, la violencia.

La primera está asociada con el clientelismo que campea en partidos y movimientos políticos. Aunque la Constitución de 1991 se inspiró en la lucha contra ese flagelo, el mismo la sobrevivió y hoy sigue tan campante. Nuestros gobernantes se hacen elegir trinando contra él, pero consiguen sus votos y consolidan su poder gracias al apoyo de las famosas clientelas. De hecho, en ellas se basan para incrementar sus patrimonios. Lo que en su momento se consideró como positivos avances democráticos, la elección popular de gobernadores y alcaldes, en general no ha traído consigo el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades, sino la configuración de cotos de corrupción llamados a enriquecer a sus promotores y sus validos. La fuerza electoral de aquéllos termina fundándose en su capacidad para comprar apoyos mediante el empleo público, la contratación y los fementidos programas sociales. Para la muestra, estos dos botones: Si Quintero lo pide, estamos ahí (elcolombiano.com)Se destapa contratista de la Alcaldía de Medellín que no aceptó presión para apoyar a Corredor ni a Agudelo (elcolombiano.com).

No hay qué hacerle. La corrupción está enraizada en nuestra precaria cultura política que se centra en el voto de una ciudadanía proclive a dejarse seducir por cantos de sirena que en rigor son graznidos de cuervos, cuando no por el resonar de las monedas. 

En la pasada campaña electoral los candidatos hicieron hincapíé en las cifras de pobreza de nuestra población, que llegan al extremo de multitud de familias que pasan hambre. El problema es angustiosamente real y es menester que se actúe con denuedo para resolverlo. Pero las soluciones no están a la vista, porque en lugar de considerarlas con realismo se las ofrece a menudo en términos delirantes. Esas soluciones parten de la base de conciliar la generación de riqueza con una adecuada distribución de sus frutos. Pero a los políticos demagogos no se les ocurren ideas eficaces para lo primero, sino alocadas para lo segundo, tal como lo estamos padeciendo en estos momentos.

Urge un gran acuerdo nacional para identificar soluciones razonables en torno de estas dos grandes necesidades.

Por supuesto que la pobreza alimenta la corrupción. Pero hay algo muchísimo más grave: es fuente de violencia.

Como ha dicho el que hoy nos desgobierna, de joven se unió a la guerrilla para luchar contra lo que él y sus conmilitones consideraban un régimen opresor que condenaba a la pobreza extrema a la mayoría de la población. Ese mal argumento sigue convenciendo a los grupos armados ilegales que aducen motivaciones políticas para justificar sus depredaciones. Además, la pobreza viene asociada con el desempleo y el empleo informal que inclinan a muchos a la delicuencia.

El caso de los cultivos de coca, que es la primera etapa en el procesamiento y el tráfico de cocaína, es bien diciente. El desgobierno se niega a actuar para erradicarlos invocando la pobreza de los campesinos que se dedican a esos cultivos. Olvida que los altos niveles de violencia que padecemos están asociados inequívocamente con el negocio de la droga. Somos, hoy por hoy, un narcopaís y, en consecuencia, un narcoestado. Bien se ha dicho que la droga es la madre de todas nuestras guerras.

Colombia, desafortunadamente, ha experimentado una ya muy larga tradición de violencia de distintos géneros. La Constitución actual fracasó en su propósito de sentar las bases de una paz duradera, a pesar de haberla proclamado en su artículo 22 como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento.

Hay también por desgracia unos condicionamientos culturales que favorecen la violencia.

Ahora se habla de un "paz total" que ofrece todos los visos de un embeleco llamado a alentar a los distintos agentes violentos para hacer exigencias inusitadas que pondrían en grave riesgo la débil estructura de la autoridad. Es tema que amerita reflexiones más detalladas: sin autoridad sólidamente establecida y respetada no es posible que se afiance un orden pacífico.

viernes, 12 de mayo de 2023

Defenestración

Según el DRAE, el verbo defenestrar ofrece dos acepciones: 1-Arrojar a alguien por una ventana; 2- Destituir o expulsar a alguien de un puesto, cargo, situación, etcétera.

La primera acepción remite a un hecho histórico, la célebre defenestración de Praga, que dio origen a la guerra de los 30 años en Europa en el siglo XVII. Wikipedia dice que probablemente hubo 4 defenestraciones, pero la más famosa fue en todo caso la de 1618 (vid. Defenestraciones de Praga - Wikipedia, la enciclopedia libre).

Es poco probable que cuando el coronel Marulanda manifestó en estos días que había que defenestrar al que hoy nos desgobierna su intención fuera la de que se lo arrojara por la ventana de la Casa de Nariño, desde la que suele vociferar ante sus escuálidas huestes. Es más creíble que tuviera en mente la segunda acepción, que a decir verdad está en la idea de millones de colombianos aburridos y hasta asustados con el desgobierno reinante.

Defenestrar al actual ocupante del solio de Bolívar podría darse de manera perfectamente legal si el congreso, después de procesarlo, lo encontrare responsable de algún delito o incurso en causal de indignidad para el ejercicio del cargo. La otra hipótesis podría consistir en que por obra de la fuerza, ya la  de las armas o la de la voluntad popular reinante en las calles, se viere compelido a abandonar el cargo.

¿Constituye delito expresar el deseo de que suceda lo uno o lo otro? ¿Se trata más bien de una manifestación algo destemplada de la libertad de expresión que protege como uno de los más sagrados derechos nuestra Carta Fundamental?

El debate está abierto y menudearán de seguro las más disímiles opiniones para ventilarlo ante la opinión pública y quizás los estrados judiciales.

No sobra traer a colación para ilustrarlo algunos antecedentes.

En 2018 el candidato perdedor en las elecciones presidenciales se negó a reconocer el legítimo triunfo de su contendor y anunció que le haría oposición en las calles. Adujo unas compras de votos que nunca acreditó, dado como era costumbre suya al tremendismo de sus acusaciones, colindantes con la calumnia. Su carácter ponzoñoso quedó ahí en evidencia y, fiel a sus amenazas, tiempo después, aprovechando la crisis de la pandemia y un craso error político del entonces ministro Carrasquilla, alentó un verdadero "putsch" contra el gobierno de Iván Duque, al que a todas luces pretendía derrocar o, mejor dicho, defenestrar. Al lado de manifestaciones ciertamente pacíficas, pero indignadas, de muchos ciudadanos, él y sus secuaces pusieron en acción una llamada Primera Línea que cometió toda clase de desafueros y perpetró daños invaluables a la infraestructura física y a la economía nacional, así como a las vidas de miembros de la fuerza pública e incluso de personas del todo inocentes. Como lo observé en un escrito publicado por aquellas calendas, lo que estaba en marcha era una revolución.

El gobierno anterior fue a mi juicio pusilánime para afrontar tamaña amenaza. La justicia, por su parte, sólo llegó hasta algunos de los sediciosos, pero sin involucrar, como hubiera sido lo procedente, a los autores intelectuales de la multitud de delitos que entonces se cometieron. 

Diestro en esquivar la acción de la justicia, el principal de ellos ocupa hoy la presidencia de la República. Y, haciendo gala de su habitual doble estándar, ahora se duele de que muchos quieran hacerle lo mismo que pretendió respecto de su antecesor.

Su quejumbre recuerda la de Macbeth (vid. Macbeth|William Shakespeare.| Descargar Libro|PDF EPUB|Freeditorial): 

"...Que se hunda todo el universo, que perezcan ambos mundos antes que tomar alimento en el temor y dormir en la tortura de los sueños espantosos que me agitan cada noche. Más vale estar con los muertos, a quienes, por ganar mi paz, mandé a la paz, que yacer en este potro del espíritu en insomne frenesí...— ¡Ah, esposa! Tengo el alma llena de escorpiones..."

¿No lo asolarán en sus noches de frío en la Casa de Nariño las víctimas de su tenebroso accionar en el M-19?

¡Soplan vientos de tragedia en esta Colombia que nos duele!

martes, 9 de mayo de 2023

Desencanto

"Qué desencanto más hondo, qué desconsuelo brutal".

Este verso de Discépolo traduce lo que deben de estar sintiendo varios millones de compatriotas que, ilusionados por un discurso mendaz, votaron por quien hoy nos desgobierna.

La encuesta que ayer publicó Datexco es elocuente: sólo el 31% de s los encuestados aprueba su gestión, pero el 61% la rechaza. Vid:Encuesta: Imagen negativa de Gustavo Petro se dispara y llega a 61 % (msn.com)

La inmensa mayoría parece coincidir con quienes lo han tildado de arrogante, ignorante e incompetente. "Caótico, utópico e irracional", así lo califica Felipe López . Vid. Felipe López Caballero criticó a Gustavo Petro por su gestión como presidente (pulzo.com).

Sus nueve meses de desgobierno les dan razón a sus críticos.

El electorado desoyó las múltiples advertencias sobre el gobierno de pesadilla que se instauraría de ser elegido presidente. La desorientación de la ciudadanía y el triunfo de un líder tóxico arrojan serias dudas sobre la madurez de nuestra democracia, que parece haber olvidado que su tarea es promover a los mejores y desoír a los peores.

La ciudadanía aspiraba a instaurar un gobierno sensato que, a partir de lo construido, introdujera mejoras razonables en los distintos aspectos críticos de nuestra situación social, económica y política. Pero las iniciativas en curso son, como dice su inspirador, un "despiporre".

El pueblo quiere que se supere la pobreza con sus índices de hambre, desempleo e informalidad, pero no que se la instaure como en Cuba o Venezuela. Anhela un mejor servicio de salud, pero rechaza que quede en manos de políticos corruptos y de teguas cubanos. Aspira a un régimen pensional con mayor cobertura, pero no a que se confisquen sus ahorros. En suma, rechaza el comunismo.

El proyecto de "Paz Total" suscita inquietudes por doquier. A las claras se advierte que conlleva la erosión de la autoridad legítima y el encumbramiento de las organizaciones ilegales. Todo el territorio nacional padece hoy a angustia de la inseguridad.

No faltan los que se preguntan si los acuerdos en curso con esos grupos entrañan su colaboración para intimidar a quienes se opongan al petrismo en las próximas elecciones. No hay que olvidar que en la Fiscalía parece dormir una grave denuncia sobre la influencia de los combos criminales que controlan las comunas medellinenses para favorecer la elección de Quintero para la alcaldía de de la ciudad.

En lugar de convocar a la unidad nacional para que las fuerzas productivas se esfuercen en crecer y generar recursos distribuibles para socorrer a los más necesitados, el discurso gubernamental habla del decrecimiento, estimula la lucha de clases, alienta el resentimiento social y asusta a los emprendedores que alimentan la riqueza colectiva.

Es increíble que la comunista que rige la cartera de Trabajo diga que la reforma laboral no se encamina a crear más empleo. Lo que sus críticos señalan con sobra de razones es lo contrario: lo afectará sensiblemente.

El nuevo ministro de Hacienda ha trinado diciendo que el gobierno no es de comunistas, sino de tendencia social-demócrata. Pero los hechos lo contradicen: es un gobierno controlado por comunistas.

La población no quiere padecer bajo el yugo comunista. Lo teme y rechaza. 

De ese modo, es posible que su estado de ánimo pase del desencanto al pánico. Muchos creen que la situación actual es espeluznante.