jueves, 27 de febrero de 2020

La erosión de la autoridad

Uno de los aspectos más inquietantes de la actualidad política colombiana es el desquiciamiento del Estado de Derecho, que deriva en el de la autoridad.

Se supone que el Estado de Derecho debe regir en todo el territorio, sobre todas las personas que lo habitan y, especialmente, debe suministrar la normatividad de la organización y el funcionamiento de los poderes públicos, de suerte que quienes los detenten y ejerzan actúen dentro de las competencias y conforme a los procedimientos que las normas superiores determinen.

Desafortunadamente, lo que se observa es que a menudo hay autoridades que no ejercen íntegramente los poderes que les corresponden, mientras que otras los exceden e incurren en abusos que de hecho afectan la coordinación y la buena marcha del aparato estatal.

Hay dos casos que ameritan especial consideración, relacionados con el manejo del orden público y las relaciones internacionales.

La Constitución Política es clara en cuanto a los poderes que le conciernen al presidente acerca de la conservación del orden público en todo el territorio nacional y su restauración cuando fuere turbado. Si bien los gobernadores y alcaldes son jefes de las respectiva administraciones departamentales y municipales, en lo tocante con el orden público son agentes del presidente y deben obrar siguiendo sus instrucciones y órdenes.

Pues bien, es una verdad de a puño que el orden público se halla en estado de turbación prácticamente en todo el país. Hay vastas porciones del territorio en las que el poder efectivo lo ejercen bandas criminales de distinto jaez, las cuales perpetran masacres, asesinatos de líderes sociales, desplazamiento de poblaciones, opresión de comunidades, etc., todo ello en función del narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades contrarias al orden jurídico. Y la gente se pregunta: ¿en dónde están las autoridades encargadas de corregir estas situaciones anómalas?

El desorden del sector rural se advierte también en el urbano. Es endémico el que suscitan las bandas, pandillas o combos que se han apoderado de barrios enteros en distintas ciudades, ante la impotencia y quizás la complicidad de los responsables del orden público.

Todo eso es de enorme gravedad, pero lo que más alarma y molestia ha suscitado en la capital y otras ciudades es la seguidilla de marchas promovidas por cierto sector político, en asocio con Fecode y otras organizaciones sindicales del sector público y grupos estudiantiles, que so capa de los derechos de reunión, manifestación y protesta hacen periódicamente invivibles los núcleos urbanos.

Por ejemplo, yo tenía que asistir a las 8 p.m. a una cita médica en la EPS a que estoy afiliado. No pude llegar, porque la policía me impidió el paso y ordenó que me desviara, porque en el sector los vándalos estaban haciendo de las suyas. Mi derecho a acceder oportuna y eficazmente a los servicios de salud tuvo que ceder ante el que por la fuerza de las piedras, los explosivos y en general la violencia física estaban esgrimiendo los promotores de un movimiento a todas luces subversivo que quieren obligar al presidente a negociar más de un centenar de  pedidos, como si ese fuera un ejercicio regular del derecho de petición.

Es lo que en otros escritos he denominado la democracia tumultuaria, que sustituye el diálogo civilizado por la violencia irracional y desmedida.

Pues bien, el gobierno nacional, en lugar de tomar decididamente cartas en el asunto, resolvió delegar en los alcaldes el manejo de estas situaciones. Y el de Medellín, muy orondo, se hizo el de la vista gorda con una de esas marchas, aduciendo que no era contra él, sino contra el presidente Duque. Esa marcha que él alimentó con puestos de abastecimiento de líquidos y animó con un espectáculo musical, derivó en agresiones contra establecimientos bancarios y hoteleros. Su compromiso con el orden público no es pues muy claro. Por supuesto que ante otros desmanes tuvo que cambiar de opinión, para controlar los explosivos en los campus universitarios.

¿Está dispuesta la alcalde de Bogotá a cumplir las instrucciones y órdenes del presidente respecto del orden público en la capital, cuando, según dice la prensa, se muestra hostil o por lo menos reticente sobre la acción del ESMAD y crea un equipo de control del mismo? ¿Está dispuesto el gobernador de Nariño a obedecerle al presidente, cuando anuncia agresivamente que se opondrá al uso del glifosfato para la erradicación de cultivos de coca?

En lo tocante a las relaciones internacionales, la Constitución es igualmente nítida cuando le asigna al presidente la función de dirigir las relaciones internacionales.

No obstante ello, se habla de que el gobernador del Magdalena y el alcalde de Santa Marta, así como probablemente los alcaldes de Bogotá y Medellín,  pretenden celebrar con un gobierno enemigo, el cubano, convenios de cooperación en materias de salud, educación,  deportes, etc. , que en parte alguna gozarían de respaldo constitucional y legal. Bien se sabe que la cooperación de los cubanos tiene un signo peligrosamente político y hasta subversivo. Pero, ¿dónde está el gobierno central dispuesto a poner en cintura a esos díscolos funcionarios que invaden con desparpajo sus competencias constitucionales, cuando no ha sido capaz de romper relaciones con régimen que abiertamente protege a los criminales del ELN?

El presidente se declara provida, pero dice respetar la atroz y antijurídica doctrina de la Corte Constitucional sobre el aborto. ¿Es digna de respeto una corporación que descaradamente ha dejado de ser guardiana de la integridad y la supremacía de la Constitución, para asumir de hecho poderes dictatoriales que hacen de ella un cuerpo supralegistativo y hasta supraconstituyente?

Las encuestas que acaban de publicarse reiteran la baja calificación del presidente en la opinión pública. No podía ser de otra manera, pues la gente está hastiada del desgobierno y los abusos que en nombre del derecho se están cometiendo.

lunes, 24 de febrero de 2020

Gobierno sin Partido, Partido sin Gobierno

Iván Duque fue elegido senador por el Centro Democrático. Fue postulado a la presidencia por dicho partido y la obtuvo en virtud de una coalición de fuerzas políticas lideradas por el mismo. Sin embargo, desde su posesión el 7 de agosto de 2018 hasta ahora ha guardado claras e inquietantes distancias con el  partido del que, dada su posición, es jefe natural. Es indiscutible que no ha ejercido un gobierno de partido y que la influencia de este en el poder ejecutivo nacional es bastante limitada.

Como el Centro Democrático no controla el Congreso, es lógico que el presidente Duque trate de asegurar su precaria gobernabilidad acudiendo a la colaboración de otras fuerzas políticas. Pero no es eso lo que en rigor ha hecho, pues buena parte de sus colaboradores dicen ser técnicos independientes, ora sin partido, bien de un supuesto partido de Duque que parece no identificarse con el Centro Democrático.

Esas disparidades entre la composición del equipo gubernamental y el CD explican en buena medida el deplorable resultado que este obtuvo en las pasadas elecciones. Basta con mirar lo que sucedió en Antioquia, a cuyos votos, catapultados por el CD, le debe Duque la presidencia. ¿Por qué, entonces, se perdieron la gobernación del departamento y la alcaldía de Medellín? Los votos que en sana lógica deberían haber favorecido al partido de gobierno, se deslizaron hacia una coalición liderada por los liberales, en el caso de la gobernación, o un supuesto candidato independiente, en el de la alcaldía. Y digo supuesto, porque en realidad es ficha del senador liberal Iván Darío Agudelo Zapata y quizás de sectores allegados al senador Gustavo Petro.

Es lo cierto que el CD resultó severamente averiado en el proceso electoral, lo cual parece estar dando lugar a fracturas internas de las que da cuenta la información que hace poco vi en un noticiero de televisión. Se habla de cuatro tendencias, dos de ellas poco favorables al presidente Duque, una alineada con él y otra de posibles tránsfugas que están a la espera de una normatividad que les permita liar sus bártulos hacia otras toldas.

De ser así las cosas, el debilitamiento del CD, que coincide con el de la imagen del hoy senador Álvaro Uribe Vélez, suscita serios interrogantes acerca del porvenir de nuestra política.

Sin negar los aspectos positivos de la actual gestión gubernamental en diversos frentes, por obra de las circunstancias, ya cerca de la mitad del período todo da a entender que no está dejando huella en la opinión pública, lo cual quiere decir que no la orienta y de hecho la está dejando al garete, a merced de unos medios que Santos dejó bastante pervertidos con su mermelada o están alineados con las consignas del mamertismo.

Hay ciertas tendencias en el manejo de la opinión que resultan bien inquietantes. Unas de ellas tocan con la revolución cultural que está en marcha y pretende imponer el aborto sin cortapisas, así como llevar al extremo la agenda lgtbi en la educación, la ordenación de la familia y en general la vida social. Si nos descuidamos, en el próximo periodo presidencial nos tocará presenciar las aberraciones que hoy se están imponiendo, por ejemplo, en España. Otras tendencias pretenden reproducir con el ELN el pésimo acuerdo que se hizo con las Farc y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. ¿Y qué decir de asuntos litigiosos como el empleo del glifosfato para erradicar cultivos ilícitos o la puesta en práctica del fracking para aumentar la extracción de petróleo? Están, además, los que aspiran a vincularnos con los regímenes que siguen las orientaciones del fatídico Foro de San Pablo y alejarnos de la influencia norteamericana.

El CD ha sido un dique de contención de todas esas discutibles tendencias. Su debilitamiento las fortalece. Y el actual gobierno, salvo en el tema de las relaciones con el régimen de Maduro, no parece tener suficiente voluntad para encararlas. En algunos casos, da la impresión de estar dando largas. En otros, como el del aborto, se lava las manos, según lo denuncia mi apreciado amigo José Alvear Sanín en su más reciente escrito (vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/25368-lavada-de-manos?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Portada-PeridicoDebate-PeridicoDebate+%28Portada+-+Peri%C3%B3dico+Debate%29).

Hay quienes piensan que ya estamos bajo el gobierno de transición que quieren las Farc y que en el próximo debate presidencial los dos candidatos que pasarán a segunda vuelta estarán alineados con las tendencias de izquierda. Eso podría suceder si los partidarios de la democracia liberal no nos vamos poniendo de acuerdo desde ya para integrar una sólida coalición que enderece el rumbo que se ha detenido y hasta desviado bajo el actual gobierno.




miércoles, 12 de febrero de 2020

Réquiem por Juan Sebastián Medina

Colombia no es el país del Sagrado Corazón de Jesús. Es hoy tierra donde reinan potencias infernales y padece un lamentabilísimo estado de postración moral. Las malas noticias se acumulan día a día hasta el extremo de imponer lo que Hannah Arendt denominó "la banalidad del mal", que lleva a admitirlo como cosa corriente e incluso a justificarlo.

Hoy amanecimos con una novedad escalofriante: el aborto de una criatura de siete meses de gestación perpetrado por Profamilia a instancias de la madre, al parecer presionada por sus padres, y en contra de la voluntad de su progenitor, que agotó todos los recursos que tenía a la mano para salvar la vida de aquel a quien ya le había dado nombre: Juan Sebastíán Medina (vid. https://periodicovirtual.com/profamilia-confirmo-el-aborto-de-juan-sebastian-su-padre-pide-que-le-den-sus-restos-para-un-funeral/).

Este evento es resultado de una seguidilla de decisiones judiciales inaugurada por la Sentencia C-355/06 de la Corte Constitucional, que despenalizó el aborto en tres hipótesis que se han interpretado de manera tan laxa que, de hecho, quedan libradas  al arbitrio de la mujer que lo solicita: violación, malformación del feto y grave peligro para la salud de la madre o el feto, las cuales pueden alegarse en cualquier momento antes del parto y sin que medie procedimiento especial que garantice su seriedad. ni asegure la defensa del no nacido, ni la participación de su progenitor  (vid.https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/tematico.phptodos%22=%25&sql=aborto&campo=%2F&pg=0&vs=0).

Aunque se dice que el aborto solo queda excluido de represión penal en esas tres causales, de suerte que en los demás casos continúa considerándose como delito, hay una fuerte tendencia a considerarlo como derecho fundamental de la mujer, en los términos de la tristemente célebre sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso Roe vs. Wade, que lo vinculó al derecho a la intimidad (vid. https://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Roe_contra_Wade).

Ese fallo es tristemente célebre no solo por su contenido, sino por el fraude procesal que lo impulsó. Pero como lo impuso la Masonería, que en el mismo año de 1973 promovió la ley sobre interrupción voluntaria del embarazo en Francia, abolirlo o al menos atenuarlo es tarea poco menos que imposible, si bien en varios estados se ha intentado regularlo de distintas maneras, con el propósito de que la mujer cobre conciencia de lo que pide y recapacite antes de que se le practique el procedimiento abortivo, o de proteger a la criatura que que a pesar del mismo nazco con vida.

Hay dos películas, entre otras más, que ilustran fehacientemente sobre la perversidad intínseca del aborto. En otras ocasiones las he difundido, y aquí vuelvo a hacerlo. Son: "Unplanned" (https://www.youtube.com/watch?v=F8jYot0lQA0) y "El Grito Silencioso" (https://www.youtube.com/watch?v=3jB06pkv17s).

Verlas es más elocuente que cualquier exposición teórica sobre el asunto. Muestran la horrible realidad que subyace tras el mismo.

Más allá de los deficientes argumentos jurídicos que pretenden justificarlo, lo que mueve el aborto, fuera de los réditos pecuniarios que genera para quienes lo practican, es un designio político que Mgr. Michel Schooyans ha denunciado en su brillante libro "La Cara Oculta de la Onu", que también aquí he divulgado y lo reitero (vid. https://foroparalapazenelmediterraneo.es/wp-content/uploads/2019/01/Schooyans-Michel-La-cara-oculta-de-la-ONU-R.pdf).

Es muy discutible que el aborto proteja a la mujer, pues median evidencias muy sólidas acerca de los delicados efectos que produce en su salud física, mental y espiritual. En cambio, es un método eficaz para limitar el crecimiento de la población humana. Se dice que en USA ha causado desde 1973 más de 60.000.000 de víctimas, un verdadero genocidio. Y en Rusia, que lo introdujo desde la Revolución Bolchevique, se lo considera como una de las principales causas de la reducción y el envejecimiento de la población. Es algo tan arraigado allá, que Putin no ha podido lograr que las tasas de natalidad se recuperen.

Me decía en Chile uno de mis colegas cubanos que en su país, con 100.000 abortos anuales, la población prácticamente ha envejecido, con los efectos económicos indeseables que de ahí se siguen.

La justificación y la promoción del aborto van de la mano con la imposición de la ideología de género que el Papa acaba de condenar con sobra de razones, pero nuestras autoridades, sobre todo las recientemente elegidas en Bogotá y Medellín, pretenden imponer a toda costa, con la complicidad de los ministerios de Salud y Educación y bajo la ominosa tutela de una Corte Constitucional dictatorial y perversa.

Bien por "La Hora de la Verdad", que con ejemplar entereza, viene denunciando el carácter netamente homicida del aborto que pretende convertirse en moneda corriente en este país donde se han dado cita todas las furias del Averno.


domingo, 2 de febrero de 2020

Plegaria por la unidad y la santidad de la Iglesia

Parece evidente que las sociedades requieren contar con paradigmas morales que susciten respeto entre sus miembros. Me refiero, por ejemplo, a los sacerdotes, los maestros, los jueces y los polícías, que llevan a cabo misiones de excepcional importancia para la configuración del orden social.

No hay que olvidar que más allá de la imposición autoritaria y los acuerdos interesados, lo que verdaderamente configura un orden social son los consensos de valores que lo sustentan, y a darles vida coadyuvan todos ellos.

Hoy hago mención especial de los religiosos, por cuanto la Iglesia ha instituído este día para que oremos por ellos pidiendo que sean fieles a la altísima misión a que han sido llamados.

En los tiempos que corren, especialmente en Colombia, se advierte una deslegitimación creciente de estas cuatro figuras. No faltan motivos para ello, pero el principal es la anomia que cunde entre nosotros. Esa anomia conduce a la pérdida del sentido de lo sagrado. Si nada es digno de esta valoración, todo se torna admisible, desde que se lo pueda presentar de forma edulcorada. Hallar esta forma ha sido la función de los sofistas en todas las épocas. Y en la actual, dado el relativismo moral imperante, ellos están haciendo su agosto.

No es posible cerrar los ojos ante la grave crisis que vive la Iglesia hoy. Crisis en las creencias básicas, crisis de autoridad, crisis moral, etc., que afectan su unidad y la adhesión de los fieles, que ha menudo se sienten desorientados por las ásperas discusiones de los teólogos y los malos ejemplos de los pastores.

Como católico de a pie, de esos que creemos hasta en los rejos de las campanas, me esmero todos los días en rezar por la unidad y la santidad de la Iglesia, para que se cumpla la promesa evangélica de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

El Maligno, que es padre de la mentira y gran disociador que promueve por doquiera el escándalo, ha difundido la especie de un clero sexualmente depravado. Muestra de ello es el libro "Sodoma", que he leído con profunda tristeza, en el que se lanzan acusaciones que quizás sean justificadas, pero se extraen conclusiones temerarias con miras a plantear una corrupción generalizada sobre todo en las altas esferas eclesiásticas. 

Por supuesto que a los enemigos de la Iglesia no les interesa mostrar el otro lado del asunto, el de la multitud de religiosos fieles a su vocación que tratan de dar ejemplo de santidad, proyectándolo en las comunidades con las que les toca trabajar. 

Me centraré en un solo caso que desde hace varios años me ha producido gran impacto: el de San Pío de Pietrelcina, el gran santo del siglo XX y quizás de toda la historia, pues al tenor de lo investigado por Antonio Socci en "El Secreto del Padre Pío" (La Esfera de los Libros, Madrid, 2009), es el que más se acerca a la figura de Nuestro Señor Jesucristo, no solo por los estigmas que padeció a lo largo de 50 años, sino por su consagración casi exclusiva a la tarea de la salvación de las almas, los milagros que realizó en vida, los poderes paranormales que lo acompañaban, las persecuciones de que fue objeto, sus combates cuerpo a cuerpo con el Demonio -en lo que se parecía al Santo Cura de Ars- , la valerosa e incansable respuesta a una vocación que lo atrajo desde la niñez, amén de muchísimos otros carismas.

Debo de hacer acá una confesión personal: después de haber leído sobre el Santo Padre Pío no dejo de asistir a la celebración de la Misa  sin considerar la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, a partir de la consagración de las especies del pan y el vino. Testimonios autorizados acreditan que él revivía en ese momento los episodios de la Pasión y entraba en éxtasis que podían durar un buen rato. Pienso en ello y en los milagros eucarísticos que ha estudiado el Dr. Castañón, para alimentar mi recogimiento en esos instantes supremos.

Hay santidad en la Iglesia, no toda la deseable, pero tampoco tan insignificante que podamos darla por perdida. Y de esa santidad nos beneficiamos los fieles que tratamos de mejorar nuestras vidas, aún a sabiendas de las graves imperfecciones de que adolecemos.

Como sufro dolencias que hacen de mi vida cotidiana un verdadero calvario, les digo jocosamente a los sacerdotes a cuyas misas asisto que este cuerpo mío está condenado a que lo calcine en día no lejano el horno crematorio, pero confío en que ellos me ayudarán a librar mi alma del otro, aquel en el que Discépolo en su "Cambalache" nos anuncia que algún día nos vamos a encontrar.

¿Qué sería de nuestra vida espiritual, que es la que verdaderamente importa, sin el sacerdocio católico que nos administra los sacramentos y nos guía en nuestra peregrinación hacia la eternidad?

Pidamos para que los sucesores de los apóstoles sean verdaderamente la sal de la tierra, los pastores encargados de ayudarnos a vivir con la mirada puesta en lo que nos conduce hacia la presencia de Dios.