jueves, 21 de enero de 2021

Elige la vida

En vísperas de abandonar el mando, Donald Trump consagró un día a la santidad de la vida humana, marcando así un nítido contraste con la dupla Biden-Harris que, a no dudarlo, retornará a la cultura de la muerte que dominó durante el gobierno de Obama-Biden.

Trump trató de reversar el ímpetu abortista que ha dado lugar a que el sitio más peligroso para una criatura sea el vientre materno. Ese ímpetu vuelve con Kamala Harris, que como fiscal en California se ensañó contra los promotores de la causa de la vida. Sus credenciales la exhiben como una activista de los programas de la extrema izquierda demócrata. 

Pero, Biden, de hecho, no está muy lejos de ella. Su fe católica está en veremos, tal como lo muestra Austin Ruse en escrito que hoy publica Crisis Magazine . Citando a John O'Sullivan, Ruse afirma que la religiosidad de Biden se inscribe dentro de "una extraña mezcla sincrética de paganismo, polidiversidad sexual y cientificismo", difícilmente compatible con el credo que dice profesar. Biden acompañó a Obama en su promoción de la revolución sexual en Estados Unidos, que trajo consigo en la práctica una taimada persecución religiosa (vid. https://www.crisismagazine.com/2021/joe-biden-eats-and-drinks-his-own-spiritual-death?mc_cid=9815fa33cd&mc_eid=20f0f92007).

Así hubiera llamado a la unidad nacional en su discurso de posesión, Biden no puede ignorar que en la sociedad norteamericana obra una gravísima fractura moral que se pone de manifiesto en la confrontación Pro Life vs. Pro Choice, es decir, entre los que proclaman con Trump la santidad de la vida humana y los promotores de la cultura de la muerte, que ahora gobernarán con la dupla Biden-Harris.

Esa cultura de la muerte se adorna con fórmulas piadosas. Comienza convenciéndonos de que el aborto y la eutanasia constituyen soluciones justas para ciertas situaciones extremas. Pero, una vez sentados estos precedentes, se pasa a extenderlas ad libitum hasta el punto de generalizarlas, considerando que el aborto es un derecho fundamental de la mujer hasta los nueve meses de gestación y la eutanasia es otro derecho, también fundamental, para todo aquél que piensa que su vida carece de sentido.

Peter Singer, profesor de Ética en Princeton, ha llegado a sostener que si la dignidad de la persona humana se funda en su racionalidad, los individuos que no han llegado al uso de razón o la han perdido no están legitimados para vivir y carecen, por consiguiente, del derecho a la vida.

Hay un libro muy inquietante que creo haber citado en otras oportunidades: "Auschwitz, ¿ comienza el siglo XXI? Hitler como precursor", del periodista alemán Carl Amery (Turner-FCE, Madrid-México, 1998). Amery compara los planteamientos de "Mi Lucha" con los postulados del NOM que pretende imponerse en los tiempos que corren y encuentra alarmantes similitudes con el pensamiento políticamente correcto que impera en las sociedades actuales. Su lectura bien podría complementarse con la del tenebroso "Informe Kissinger" (vid. https://docs.planoexistencial.com/pdf/informe-kissinger-completo.pdf).

Repasando una notas inéditas e inconclusas de un curso de Filosofía del Derecho que dicté hace años en la Facultad de Derecho de la UPB encontré una mención de Anaxágoras, eximio filósofo pre-socrático, quien se preguntaba si es preferible no haber nacido. Su respuesta es contundente: quien llega a la vida está llamado a la contemplación de las verdades eternas.

El mundo de hoy está perdiendo la fe en nuestro destino post-mórtem. La idea más difundida parece ser que venimos de la nada y a ella volvemos. Entonces ¿para qué nacer? ¿para qué sufrir? ¿para qué traer nuevos seres humanos al mundo?

Otro aspecto del programa Biden-Harris atañe a la Revolución Sexual. Es tema que he tratado en otros escritos, pero hay que volver sobre el mismo, pues implica un atroz desafío a las leyes de la naturaleza y, por consiguiente, a las de Dios. La idea de emancipación humana que trata de imponerse está muy lejos de la de libertad que está en el centro del pensamiento cristiano. Y se aspira a imponerla sin contemplaciones.

El título de este escrito lo he tomado de un diálogo entre Arnold J. Toynbee, el célebre historiador británico, y Daisaku Ikeda, un distinguido filósofo japonés, que puede descargarse pulsando el siguiente enlace: https://docs.google.com/document/d/1D0aa0Wk-1D8Wg8IjXdGSco_5ONKKAFskHnlg3Z_WnyE/edit








miércoles, 13 de enero de 2021

La Mordaza de las Redes Sociales

Hace algunos días leí que en 2020 el aborto fue la principal causa de muerte en el mundo (vid. https://religionlavozlibre.blogspot.com/2021/01/el-aborto-es-la-principal-causa-de.html). Según la información, hubo el año pasado 42,7 millones de abortos, cifra que excede de modo impresionante las demás causas de muerte.

Me pareció oportuno dar a conocer esta información a través de Facebook, pero esta red social la censuró manifestando que resultaba ofensiva para otros de sus usuarios.

Lo mismo me sucedió cuando traté de divulgar un artículo sobre un presunto milagro eucarístico que se produjo en Tumaco el 31 de enero de 1906 (vid. https://www.youtube.com/watch?v=_iolI4guc18).

Cabe preguntar, ante todo, acerca de los motivos para que estas informaciones que se refieren a hechos puedan resultar ofensivas para ciertos usuarios de la red social y si cada uno de ellos, incluido el que esto escribe, está legitimado para vetar lo que otros quieran divulgar, logrando así que Facebook ejerza una censura que contraría los propósitos de intercambio de informaciones y opiniones que inspiraron su fundación.

La mordaza que pretende imponer Facebook respecto de lo que a su juicio se desvía de la corrección ideológica que pretende imponerse en la hora actual, constituye indicio de que, efectivamente, hay un propósito denodado de condicionar las mentalidades en torno de concepciones supuestamente progresistas que excluyen sobre todo la religiosidad cristiana y, específicamente, la católica.

Ser católico hoy entraña mucho coraje, como lo señaló hace algunos años George Weizel en un libro que lleva precisamente por título "El Coraje de Ser Católico" (vid. https://www.redalyc.org/pdf/701/70100719.pdf). Y comoquiera que los promotores del aborto sostienen que su condena se basa en consideraciones religiosas que no son de recibo en el escenario de la razón pública, la defensa de la vida frente al dogma de la libre elección se estima ofensiva para con estos últimos.

De nada vale que se les diga que nuestra civilización se funda en cimientos religiosos aportados por el judeocristianismo, ni que, como lo ha observado Paul Ricoeur, toda civilización se edifica con la mirada puesta hacia lo alto, es decir, unos valores supremos y, por lo mismo, sagrados.

Pero la cuestión del aborto no toca sólo con el valor supremo de la vida humana.

Para entender su complejidad hay que preguntarse qué se aborta, cómo se aborta, por qué y para qué se aborta, cuáles son las consecuencias individuales del aborto y cuáles las colectivas. El asunto no es tan simple que pueda reducírselo tan sólo a un problema de salud pública o de derechos reproductivos.

¿Qué se aborta? Nada menos que un ser humano en formación. El feto no es un mero agregado de células, como si se tratase de un tumor. Desde el momento de la concepción, lo que de ésta resulta posee su propio ADN y su propio dinamismo. A partir de su implantación en el útero, determina cambios sustanciales en el funcionamiento del organismo de la mujer. Para las feministas a ultranza, como la impía y perversa Simone de Beauvoir, es un invasor al que es pertinente desalojar. Pero, en realidad, es el continuador de la vida humana. Negarle derecho a la existencia significa, ni más ni menos, desconocer el supremo valor de la vida en aras de consideraciones subalternas. Y autorizar a la mujer a destruirlo es, a no dudarlo, la exaltación del más grosero individualismo. Éste, llevado al extremo, es una monstruosidad.

¿Cómo se aborta? En "El Grito Silencioso", el Dr. Bernard Nathanson muestra cuán atroces son los procedimientos abortistas. Él, a quién en en su momento se lo llamaba "el rey del aborto", cuando vio las imágenes de las criaturas que en el vientre materno sufrían el rigor de los procedimientos para llevarlo a cabo, se horrorizó. Sufrió una crisis de conciencia que determinó su adhesión al movimiento Pro-Vida y su conversión a la fe católica (vid. https://www.youtube.com/watch?v=fbk8x8gHxYU).

¿Por qué se aborta? Puede haber muchas motivaciones individuales que lleven a la mujer a hacerlo, desde unas enteramente frívolas hasta otras que entrañan dramas intensos que suscitan compasión. Pero hay que preguntarse si esos dramas, que pueden ser muy dolorosos, justifican la destrucción de la criatura que germina en su seno. 

¿Para qué se aborta? Se supone que la mujer que acude a los abortorios busca algún alivio, comenzando con el físico que la priva de la carga de la gestación, más el anímico que la libera de la responsabilidad de velar por la criatura por venir. O sea que el aborto niega el valor de la maternidad, lo que en otros contextos se asocia con la dignidad superlativa que enaltece a la mujer. Allí hay, entonces, una inquietante inversión de valores.

Pero, ¿cuáles son los efectos que produce el aborto en la mujer? Hay unas que se jactan a voz en cuello de los abortos a que se han sometido, como si se tratase de operaciones de cirugía estética. Muchas otras, por el contrario, padecen el síndrome post-aborto, que puede llegar a afectarlas severamente por el resto de sus vidas. Como alguien ha observado, la mujer que aborta no deja de ser madre y sigue siéndolo, pero de una criatura sacrificada en su vientre.

Las consecuencias sociales del aborto están a la vista. Sus promotores tratan de imponerlo como un medio de limitar el crecimiento de la población humana e incluso de reducir su tamaño. Ligado a otras políticas anticonceptivas, viene lográndolo, pero al costo del invierno demográfico. Éste entraña modificaciones sustanciales y muy graves en la pirámide demográfica. La consecuencia principal es el envejecimiento de la población, que acarrea severos perjuicios colectivos, tal como puede apreciarse en Europa occidental, en China, en Cuba, en la propia Rusia e incluso en las Estados Unidos.

Para apreciar mejor las dimensiones del asunto, baste considerar que desde que se dio vía libre al aborto en los Estados Unidos en 1973, más de 60.000.000 de criaturas han sido aniquiladas; Rusia ha perdido más vidas por el aborto que las 20.000.000 que le costó la invasión de los nazis; Cuba, que hoy cuenta con algo más 11.000.000 de habitantes, padece unos 100.000 abortos anuales. La suya es una población que no crece y cada vez está más agobiada por la penuria.

Recuerdo que hace medio siglo, más o menos, Raymond Aron, que se decía no creyente, manifestó en un reportaje para L'Express: "La civilización occidental marcha hacia su destrucción: ya quiera aceptar el aborto". Hoy no se limita a aceptarlo, pues quiere imponerlo a toda costa. Por eso, Putin, que es consciente del drama demográfico que el comunismo le dejó como legado a su país, sostiene que es una civilización que quiere suicidarse.

Dejo para otra oportunidad mi comentario sobre la censura que se me impuso por tratar de divulgar a través de Facebook la información sobre el supuesto milagro eucarístico de Tumaco. Es posible discutir si hubo ahí, en efecto, un auténtico milagro, pero el hecho mismo invita a la reflexión.



sábado, 9 de enero de 2021

Cuidado con el 2022

 El expresidente Uribe viene advirtiendo con insistencia acerca del peligro que se cierne sobre nosotros de caer en el año entrante bajo el mando de un gobierno inspirado en el Socialismo del siglo XXI.

Dos de los candidatos presidenciales que los medios destacan, Petro y Fajardo, están matriculados en esa corriente política. El primero de ellos, sin lugar a dudas. El segundo, embozado en sus indefiniciones, goza al parecer del apoyo del Partido Verde y otras formaciones afines. Dicho partido es integrante del Foro de San Pablo, por lo que no cabe discutir acerca de su orientación ideológica. De hecho, los partidos verdes en otras latitudes son el ropaje bajo el que se encubren los viejos partidos comunistas, cuyas causas hoy van más allá del leninismo y el estalinismo, para promover el marxismo cultural, la ideología de género, la revolución sexual y propuestas radicales en lo que a protección del medio ambiente atañe. Claro que, como sucede entre nosotros, el celo ambientalista se suaviza si las lesiones ecológicas proceden de la acción de grupos revolucionarios, pues están más cerca de éstos que de la Madre Tierra.

Reitero que para evitar estos flagelos es indispensable formar una gran coalición de fuerzas comprometidas con nuestras concepciones tradicionales de la democracia, las libertades, el ordenamiento de la economía y el régimen constitucional, que podrían verse severamente afectadas si algún extremista, abierto o solapado, llegare a triunfar en las elecciones presidenciales del año entrante.

Tengo claro que la alianza del Centro Democrático con los conservadores es insuficiente para contener a los extremistas, por lo que es pertinente atraer a liberales conscientes de la identidad de su partido, así como a miembros de la U, Cambio Radical y otros que no verían con buenos ojos el acceso de alguien favorable al Socialismo del Siglo XXI a la jefatura del Estado.

Según un viejo dicho popular, "Si ves que rapan la barba a tu vecino, pon la tuya a remojar". Lo que ha sucedido en nuestro vecindario nos alerta acerca de lo que podría acontecernos si el castro-chavismo se instalara en la Casa de Nariño. La tragedia venezolana, de la que por fin acaba de apiadarse el papa Francisco, podría extenderse hacia nosotros si no adoptamos las precauciones llamadas a evitarla.

Para promover la Gran Coalición de que hablo, es necesario que el Centro Democrático y los conservadores suavicen ciertas posiciones, de modo que otros sectores políticos superen las reticencias que dificultan  el entendimiento con aquéllos. 

Creo que el principal escollo radica en las posiciones ante el acuerdo con las Farc, que algunos quisieran enterrar, mientras que otros creen que debe cumplirse. Soy consciente de que en general ese acuerdo está plagado de estropicios, pero hay algo más urgente que reformarlo o enterrarlo, y es evitar que el propósito de esa organización criminal de instalar un gobierno de transición que favorezca la toma del poder para los suyos se cumpla.

Afortunadamente, los errores políticos de sus dirigentes los han desacreditado, pero la gente del común no es muy consciente de que votar por gente como Petro, Claudia López  o Pinturita termina favoreciendo a los irredentos facinerosos de las Farc y el Eln. Hay que convencerla de que, como en otro viejo dicho, olivos y aceitunos todos son unos.

sábado, 2 de enero de 2021

Hay que sosegar los ánimos

No parece que hubiera sido afortunada la referencia que hace poco hizo el presidente Duque acerca de la ultraderecha que según él no le ha perdonado que hubiese triunfado sobre ella en la contienda por la candidatura del Centro Democrático.

Puedo estar equivocado, pero a mi juicio en esa contienda hubo, como es lógico, confrontación de personalidades, pero no propiamente de proyectos políticos capaces de suscitar divisiones en el seno del partido.

La molestia presidencial toca más bien con las críticas, no todas justificadas pero sí explicables, que algunos sectores del CD han manifestado acerca de distintos aspectos de la política gubernamental, hasta el punto de que se habla de que el partido no cuenta con adecuada representación en el gobierno y hay un déficit de sintonía con el mismo.

El primer mandatario, en lugar de tender puentes para entenderse con el partido, parece estar dispuesto más bien a quemar  las naves de la conciliación con quienes le muestran su desafecto.

Hay que partir de la base de que todos los gobernantes son quisquillosos, unos más que otros, y no reciben de buen grado las críticas que se les formulan. Si bien es cierto que en general Duque no se muestra proclive a la pugnacidad, es comprensible que en medio de las dificultades que lo circundan a veces pueda perder el control de sus reacciones. Pero no le conviene a él, como tampoco le conviene al país, que se profundice un hiato entre su gobierno y el partido que, en alianza con los conservadores, lo llevó al poder.

El Centro Democrático representa un proyecto político no sólo de largo alcance, sino de profunda importancia para la preservación de nuestro régimen democrático, que se vería gravemente comprometida si, como lo temen algunos, la elección presidencial en 2020 llegara a definirse entre dos personajes de los talantes de Fajardo y de Petro.

Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que el Centro Democrático y el Partido Conservador promuevan una gran coalición de fuerzas políticas comprometidas con la reactivación de la economía, la protección de los sectores sociales más afectados por la pandemia, la lucha frontal contra el narcotráfico y la corrupción, y la preservación de nuestro modelo político-económico, al que desde luego cabe hacerle los ajustes que aconsejen las circunstancias.

Digo que hay críticas justificadas a la gestión presidencial, como las que se han expuesto acerca del trato que ha recibido Antioquia, a cuya votación le debe el triunfo en el año 2018. Pero es un tema que todavía es susceptible de aclaración y corrección si se abre un diálogo constructivo en torno suyo.

Menos justificadas encuentro las críticas que se formulan respecto de la posición del gobierno ante el acuerdo con las Farc. Sé bien que ese acuerdo está plagado de inconvenientes, pero es un hecho creado que resulta peligroso desconocer y más difícil aún corregir. Es asunto sobre el que resulta preferible darle tiempo al tiempo. Llegará el momento de darle solución adecuada, pero todavía no estamos en él. Además, hay aspectos del mismo que vale la pena desarrollar con miras al mejoramiento de las condiciones de vida en el campo.

No creo que el Presidente esté ciego frente al peligro de que por políticas equivocadas suyas y de los sectores que lo rodean, el electorado termine inclinándose por candidatos proclives al Socialismo del Siglo XXI que promueven el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla. Pero no sobraría que de su parte se hiciese un esfuerzo por despejar equívocos y superar resquemores.

Como reza una fórmula ritual, si así lo hiciere, que Dios y la Patria se lo premien; de lo contrario, que Él y ella se lo demanden.