martes, 31 de julio de 2018

Corruptio Optimi, Pessima Est

Dice el vulgo que ”Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

Es lo que sucede hoy en muchas latitudes y especialmente en Colombia.

Algo similar ocurre en la Iglesia Católica, según da cuenta este lúcido escrito de Eric Simmons publicado en estos días por Crisis Magazine bajo el título "When Bishops Lose Their Authority" (Vid. https://www.crisismagazine.com/2018/bishops-lose-authority).

El 20 de julio pasado el senador Mockus, a quien sus seguidores presentan como un faro moral, protagonizó uno de los hechos más desvergonzados que se han producido en el recinto del Congreso a todo lo largo de la historia de la república. Ha pretendido justificarlo aduciendo su valor "simbólico". 

Pero, ¿qué es lo que simboliza el hecho de exhibir desnudo el trasero ante sus colegas, en un gesto similar al que realizan en determinadas circunstancias ciertos animales?

Seamos claros: simboliza el ánimo transgresor de su protagonista, así como la impudicia que reina hoy en nuestra escena pública, en la que se aplaude todo lo que vaya contra reglas tradicionales de conducta pública. Hay mucho de demoníaco en este devastador ímpetu dizque de "deconstrucción" de lo que la vida civilizada ha tratado de edificar laboriosamente a través de los siglos.

¿En qué se diferencia el obsceno gesto de Mockus, de los torsos desnudos que las abortistas ávidas de sangre inocente exhiben ante los recintos sagrados de las iglesias, alegando que sus cuerpos les pertenecen exclusivamente a ellas y pueden hacer de los mismos lo que les provoque?

Más repulsivo que el exhibicionismo de Mockus, personaje desaliñado que tiene todas las trazas de ser un orate, es el apoyo que se le ha brindado desde distintos frentes y con argumentos a cual más especioso, como el que afirma que es peor la corrupción que reina en el Congreso mismo.

Esta premisa es harto discutible. Como lo dijo el finado Luis Carlos Galán no mucho antes de que lo asesinara la mafia del narcotráfico, el Congreso es representativo de los diversos matices de la sociedad y en él hay de todo: personas excelentes, buenas, regulares, malas y pésimas. No se las puede medir a todas bajo el mismo rasero.

¿Qué decir de las Altas Cortes?

Tampoco es posible afirmar de ellas que son una manada de prevaricadores y otras yerbas. Pero hay hechos que no podemos soslayar so capa del respeto que es menester que proteja a la institucionalidad.

Lo del "Cartel de la Toga", que se descubrió gracias a la DEA, es lo más escandaloso que haya podido ocurrir en la historia de la justicia colombiana. Muestra a las claras el abismo a que ha llegado la corrupción en las altas esferas de nuestra sociedad.

Se atribuye a Santo Tomás de Aquino la frase en latín que encabeza este artículo, la cual traduce:"La corrupción de los mejores es lo peor". De cierto modo, complementa el dicho evangélico: "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la salarán..." (Mt.5, 13-16).

Una vieja institución del Derecho Canónico es el entredicho, que es una especie de excomunión menor que impide al afectado el goce de los bienes espirituales (Vid. http://www.iuscanonicum.org/index.php/derecho-penal/delitos-y-penas-en-particular/385-la-pena-de-entredicho-en-el-derecho-penal-canonico.html). Por extensión, suele decirse que está en entredicho quien se juzga indigno de crédito o de aceptación (Alonso, Martín, "Enciclopedia del Idioma", T. II, pag. 1758, Aguilar, Madrid, 1982).

Pues bien, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia está en entredicho ante la opinión pública, que la juzga indigna de crédito o de aceptación, pues no ha dado respuesta a los severos cuestionamientos que sobre sus miembros pesan a partir de los hechos constitutivos del mencionado "Cartel de la Toga".

En un país decente, ello habría dado lugar a la renuncia en bloque de todos los magistrados que la integran. Pero como su mismo Presidente figura dentro de los que la DEA señala como integrantes de tan siniestra pandilla, todo apunta hacia la idea de darle tiempo al tiempo para que nuevos escándalos sepulten este que es de grado mayúsculo. Y ese Presidente de la Sala Penal de la Corte es nadie menos que  el Magistrado que ahora, en medio de preocupantes sospechas, adelanta la acción vengativa contra el hoy senador Álvaro Uribe Vélez (Vid. https://www.youtube.com/watch?v=8F8lMXJHg6Q).

"O tempora, o mores", exclamó Cicerón en su primera Catilinaria. Lo mismo tenemos que repetir en este oscuro y hediondo momento de nuestra amada Colombia.

En "Sobre el Poder: Historia Natural de su Crecimiento" (Vid.https://www.catallaxia.org/images/5/53/Www.liberaux.org_-_ebook_-_Bertrand_de_Jouvenel_-_Du_Pouvoir.pdf),  Bertrand de Jouvenel observa que el fenómeno más llamativo no es el del mando, sino el de la obediencia. ¿Cómo es posible que millones de seres humanos obedezcan a las minorías que los gobiernan? Y la respuesta es muy simple: porque las respetan, les creen, consideran que el mando que ejercen es legítimo tanto por su titularidad como por su modus operandi.

Colombia se acerca a lo peor que puede sucederle a una comunidad politica: una profunda crisis de legitimidad capaz de desquiciar su edificio institucional.

Si ya no es posible creer en la autoridad moral de las Altas Cortes, ¿qué nos quedará?

jueves, 26 de julio de 2018

Cumbres Borrascosas

En alguna parte, Borges recuerda un comentario sobre "Cumbres Borrascosas", la temible novela de Emily Brontë, en el que se dice que los nombres de los personajes y los lugares geográficos que se mencionan en el libro son ingleses, pero la acción transcurre en el infierno.

Al tenor de lo que se ha venido descubriendo sobre el estremecedor montaje que tiene al expresidente Uribe en el umbral del presidio, tal como lo acaba de describir de modo magistral Rafael Nieto Loaiza en "La Hora de la Verdad" (Vid. https://www.youtube.com/watch?v=2w37og3qpMw), Colombia está hoy a merced de una legión de tenebrosos demonios. Literalmente hablando, se ha convertido en un infierno.

Todo apunta hacia la existencia de una pérfida conspiración orquestada por políticos, periodistas, magistrados, profesores y otros más, tendiente a sembrar el desconcierto en la opinión, así como a destruir a Uribe y lo que él significa para muchísimos colombianos que le hemos brindado apoyo y nos sentimos protegidos por él.

No me cabe duda de que si no hubiera sido por su entereza y su abnegación, Colombia estaría hoy gimiendo en medio de las fauces de una monstruosa pandilla de malhechores que no le perdonan que les hubiera ganado la faena en franca lid.

Pese a sus defectos y sus errores, Uribe tiene la talla de un libertador. Lo que ha hecho en bien de nuestra patria lo ubica en primerísimo lugar en la galería de los próceres. Pero, como nos ha librado de la tragedia del comunismo, sus contradictores no le perdonan y le profesan un odio verdaderamente satánico.

Hay quienes piensan que detrás de esta conjura se halla la mano perversa de Juan Manuel Santos. Así lo ha dicho sin reticencia alguna Jaime Lombana, testigo ático de tan horrible maniobra.

Existen indicios que lo señalan. Hace poco dijo que no le gustaría estar en el lugar de Uribe, como anunciando que algo grave le ocurriría. Y está, en efecto, ocurriendo.

Tengo la peor impresión acerca de Santos. No quise votar por él en 2010, pues Noemí Sanín, a la que yo respaldaba, fue enfática en advertir, después de un debate por televisión, sobre su peligrosidad. Por eso voté en blanco en esa ocasión, dado que su contendor era Mockus, un payaso no menos peligroso, como acaba de demostrarlo con su comportamiento en la instalación del Senado este veinte de julio.

Noemí corroboró de ese modo los temores que me infundió la lectura de un comentario aparecido en "El Tiempo" sobre la persecución que Santos desató desde el gobierno contra el almirante Arango Bacci y los oscuros motivos de la feroz enemiga en su contra. Pensé entonces: si esto hace como ministro de un gobierno, ¿qué no hará de presidente?

Creo que Santos es un demonio que pervierte todo lo que lo rodea. Para él, nada hay sagrado. Y su concepción del poder es la de un dictador abusivo. La historia, a su debido tiempo, dará cuenta de sus dañinas ejecutorias.

Por lo pronto, deja a Colombia sumida en un increíble grado de confusión. Lo que se presiente que podría ocurrir a partir de este, que parafraseando a Balzac, es un asunto tenebroso como el que más, resulta inquietante en grado sumo.

Si hace poco escribí, a  propósito de la elección de Duque, "Laus Deo", hoy me toca rogar que Dios nos lleve de su mano.


viernes, 20 de julio de 2018

Una jornada procelosa


El campo al que el almirante dirigía su actividad era el campo de la política, tierra donde se fermentan todas las pasiones y donde se crían las plantas más venenosas. La envidia, la venganza, la ingratitud, la codicia, la calumnia, cuanto guarda de peor el corazón, prospera en ese campo, donde no se presenta al espíritu sino la contemplación de la miserable naturaleza humana, que sólo sobrenaturalmente puede amarse”(Suárez, Marco Fidel, “Cristóbal Colón”, en Obras Completas, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1958, T.I, p. 856).



Traigo a colación estas palabras que pronunció Marco Fidel Suárez en el homenaje que le rindió a Cristóbal Colón a propósito del IV centenario del descubrimiento de América.

Hoy se instalará el nuevo Congreso que habrá de acompañar al presidente electo Iván Duque Márquez después del próximo  7 de agosto en la ardua tarea de enmendar la emborronada plana que deja la gestión de Juan Manuel Santos, por no hablar de la "manzana envenenada" a que hace referencia Plinio Apuleyo Mendoza en su último artículo para "El Tiempo".(Vid.  http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/plinio-apuleyo-mendoza/la-manzana-envenenada-paz-en-colombia-245588)



El régimen presidencial se caracteriza, entre otras cosas, por el liderazgo que le corresponde ejercer a un presidente elegido mayoritariamente por la ciudadanía mediante el voto universal. La unidad de dirección y de acción que es propia de la institución estatal para dar respuesta a las necesidades y aspiraciones comunitarias se centra en el que con razón suele denominarse Primer Magistrado, pues constitucionalmente es Jefe del Estado y del Gobierno, Suprema Autoridad Administrativa y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República.

El Congreso también está legitimado por el sufragio ciudadano y ejerce un poder  no solo independiente, sino de enorme importancia para la colectividad, dado que entraña el ejercicio de la función constituyente derivada, la legislativa y la de control político del gobierno, fuera de la de servir de medio de transmisión de las inquietudes de las comunidades ante las autoridades ejecutivas.

Esa independencia debe ejercerse, como lo señala el artículo 113 de la Constitución Política, dentro del principio de la colaboración armónica para la realización de los fines del Estado, consultando además la justicia y el bien común, al tenor del artículo 133 id.

Como hoy los nuevos senadores y representantes tomarán posesión de sus cargos prestando juramento solemne de cumplir fielmente sus deberes, no sobra recordarles que los mismos están presididos precisamente por los referidos valores supremos, la justicia y el bien común.

Esta recomendación puede parecer fuera de lugar en momentos en que para muchos la ética se considera que es extraña a la política. 

No pocos de los que hoy tomarán asiento en el Congreso piensan, en efecto, que su tarea consiste en mantener el poder que consiguieron, expandirlo y extraer beneficios para ellos mismos y sus secuaces de la influencia sus cargos les otorgan. Ignoran que la política, para merecer la muy elevada estimación que le corresponde en las actividades humanas, entraña ante todo vocación, apostolado y hasta la disposición al sacrificio en aras de las supremas exigencias comunitarias.

Pero acá se hace bien cierto lo que dice Mt. 16-23 acerca de la misión apostólica, que equivale a atreverse a andar como ovejas en medio de lobos.

El talante de Duque lo hace ver precisamente como un ser bienintencionado, pletórico de entusiasmo, energía e ideales juveniles, presto a sacrificarse en beneficio de la patria colombiana. En términos evangélicos, un cordero que para salir airoso tendrá que revestirse no solo de la sencillez de las palomas, sino de la astucia de las serpientes, pues los lobos que medran en el escenario político ya están urdiendo sus asechanzas para hacerlo fracasar.

Algunos de ellos están bien identificados. Ante todo, Petro y sus conmilitones que desde ya predican la resistencia activa contra el nuevo gobierno, amparados en las disposiciones del NAF que favorecen a la subversión y dificultan la garantía del orden público. Hay que añadir a la lista la taimada alianza de los congresistas de la U y el CR, que pretenden consolidarse como bloque mayoritario dispuesto a sabotear las iniciativas gubernamentales si no los compran con la odiosa mermelada. Y no faltarán en las filas del propio Centro Democrático los lobos con piel de oveja que bajo cuerda conspirarán contra el gobierno si este no accede a darles lo que creen que les corresponde en los productos de la Tierra Prometida.

Duque tiene que darse cuenta de que, como se dice vulgarmente, muchos andan "midiéndole el aceite". Su casta se verá cuando a poco andar por ese campo de plantas venenosas logre salir avante, como esos príncipes heroicos de los cuentos de hadas. Ojalá no me equivoque, pero presiento que estamos en presencia de un hombre llamado a hacer historia en nuestro país.









martes, 10 de julio de 2018

Colombia, país de rupturas

Haciendo gala de su prosa ágil y exquisita, Alberto Velásquez Martínez, mi maestro de periodismo, acaba de publicar bajo este título un descarnado análisis de nuestro acontecer histórico y ,especialmente, de los tiempos que corren hoy por hoy.

Dentro de la línea trazada por David Bushnell en "Colombia, una nación a pesar de sí misma" (Vid. https://historiadecolombia2.files.wordpress.com/2012/09/bushnell-david-colombia-una-nacion-a-pesar-de-si-misma.pdf), Velásquez hace a vuelo de pájaro el recuento de los grandes conflictos que a partir de la época de la conquista y hasta la hora actual nos han agobiado, poniendo énfasis en los dos más recientes, a saber: la Violencia liberal-conservadora de mediados del siglo XX y la funesta conjunción de la insurgencia comunista con el narcotráfico, que nos ha sumergido en un mar de coca.

Son dos fenómenos históricos que, a pesar de las intensas relaciones que median entre ellos , exhiben  diferencias bastante significativas.

No cabe duda de que la insurgencia comunista que se puso claramente de manifiesto en la década del sesenta del siglo pasado hunde sus raíces en la Violencia de fines de las dos décadas anteriores e incluso en conflictos cuyos orígenes se encuentran en la década del veinte. Es muy ilustrativo al respecto el libro de Eduardo Mackenzie, "Las Farc, el fracaso de un terrorismo", cuyo contenido puede descargarse pulsando el siguiente enlace: http://www.freepdf.info/index.php?post/Mackenzie-Eduardo-Las-Farc-El-fracaso-de-un-terrorismo

De hecho, el principal grupo guerrillero, las Farc, no surgió de los campesinos marginados de Marquetalia que en 1964 dizque se mantuvieron alzados en armas porque el gobierno de ese entonces era sordo a sus reclamos y se dedicó a perseguirlos.

Sus nexos con las guerrillas comunistas que se formaron al lado de las liberales contra la violencia conservadora en los últimos años del gobierno de Ospina Pérez saltan a la vista cuando se examina el historial de Pedro Antonio Marín, quien tomó el nombre de Manuel Marulanda Vélez, un activista de extrema izquierda que murió a manos de los cuerpos de seguridad, si no estoy mal, en 1950. La familia del tristemente célebre "Tirofijo" fue víctima de esa violencia en el viejo Caldas.

Cuando después bajo el gobierno de Alberto Lleras se promovió la reinserción de los guerrilleros, los liberales se acogieron a ella, no así los comunistas de "Tirofijo" y sus compinches. El general Valencia Tovar hace en uno de sus libros autobiográficos el relato de un significativo episodio que muestra la vocación insurgente de ese grupo, que se vincula con los movimientos agraristas y en el fondo comunistas de la región de Viotá, uno de cuyos líderes fue el famoso Juan de la Cruz Varela.

Un funesto acelerador de la Violencia liberal-conservadora fue el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948. Para la no muy esclarecida conciencia histórica del común de nuestras gentes, ese fue el punto de quiebre de nuestra convivencia ordenada. A partir de ahí se desató, según se cree, la furia homicida a la que pretendió ponerle término el general Rojas Pinilla, cuando al asumir la presidencia el 13 de junio de 1953 proclamó en emotivo discurso que se dice que redactó Gilberto Alzate Avendaño estas impactantes palabras que aún resuenan en mis oídos:

"No más sangre, no más depredaciones a nombre de ningún partido político. No más rencillas entre los hijos de la misma Colombia inmortal. Paz, derecho, libertad, justicia para todos, sin diferenciaciones y de manera preferente para las clases menos favorecidas de la fortuna, para los obreros y menesterosos".

Pero el enfrentamiento a sangre y fuego de los militantes de nuestros partidos históricos ya estaba al rojo vivo desde 1947. Su origen, según me contaba Víctor Mosquera Chaux, se explica porque con el triunfo de Ospina Pérez en 1946 "los conservadores creyeron haberlo ganado todo y los liberales pensaron que no habían perdido nada".

López Pumarejo avizoró lo que se dejaba venir y por ello propuso en enero de 1946 una fórmula que le habría ahorrado a Colombia las feroces depredaciones de que después habló Rojas Pinilla. En "Virgilio Barco, el último liberal", libro reciente cuya lectura encomio, Leopoldo Villar Borda menciona que López, preocupado por la pugnacidad que a la sazón envenenaba el ambiente político, propuso una fórmula de entendimiento entre los partidos según la cual el candidato presidencial para las elecciones venideras lo escogieran los conservadores de una terna presentada por los liberales.(Vid. Villar Borda, Leopoldo, "Virgilio Barco, el último liberal", Intermedio, Bogotá, 2018, p. 88). Nadie le prestó atención a esta iniciativa, que corrió igual mala suerte que otra, también inspirada en las supremas conveniencias de la república, propuesta por el presidente Ospina Pérez en 1949 para pacificar a Colombia.

Ospina, viendo el sangriento enfrentamiento de los dos partidos históricos, pensó en entregarle el mando a una Junta integrada por un conservador, un liberal y un militar que sosegaran los ánimos y crearan un ambiente propicio para celebrar después unas elecciones tranquilas. López Pumarejo, actuando a nombre de Echandía, rechazó de plano esa fórmula, aduciendo que el Partido Liberal no estaba dispuesto a sacrificar sus mayorías. Laureano Gómez, el candidato conservador, tampoco la apoyó. Después, como solían decir las corresponsales de doña Inés de Montaña en IM Contesta, "ocurrió lo que tenía que suceder".

Aunque la investigación oficial concluyó que el supuesto asesino de Gaitán, Juan Roa Sierra, obró como un lobo solitario, hay múltiples indicios acerca de la responsabilidad del comunismo internacional en ese luctuoso acontecimiento. El libro de Mackenzie insiste en ello. Y "En la batalla contra el comunismo en Colombia", José María Nieto Rojas ofrece pruebas elocuentes acerca del propósito comunista de sabotear la IX Conferencia Panamericana que en esos momentos estaba reunida en Bogotá (http://www.latinamericanstudies.org/bogotazo/Colombia-Comunismo.pdf). Es más, se sabe que en Venezuela anunciaron la muerte de Gaitán antes de que ocurriera.

Velásquez señala, con sobra de razones, que más lesiva para nuestro devenir  ha sido la irrupción del narcotráfico y su alianza con la insurgencia comunista.

En ese dañado y punble ayuntamiento ha quedado claro que el íncubo es el narcotráfico y el súcubo son las Farc. Aquel es quien ha llevado las de ganar en las negociaciones que cuajaron en el NAF.

Como ha sostenido Fernando Londoño Hoyos, esos acuerdos los hizo Santos con quienes no correspondía, pues, tal como lo demuestran los hechos recientes, el problema de fondo no era con la subversión comunista, sino con sus socios, los narcotraficantes. Y, para colmo de males, la expansión de los cultivos de coca y la incremento de la producción de cocaína son el resultado palpable de las humillantes claudicaciones de la autoridad estatal que campean a lo largo y ancho de ese sórdido convenio.

Colombia no está en paz, dado que el narcotráfico, que es la madre de todas las violencias que nos afligen, penetra de diversos modos hasta por los más estrechos resquicios de nuestra estructura social.

Hoy, en "La Hora de la Verdad", Andrés Espinosa Fenwarth presentó un tenebroso informe sobre este delicadísimo asunto. Se lo puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=1_ZCzRz_1_4

Santos puede jactarse de que entrega el mando con unas Farc desarticuladas, que han disuelto sus frentes, entregado armas y bienes, devuelto algunos niños, organizadas ahora como partido político regular y dispuestas a someterse al remedo de justicia de la JEP. Pero de ahí no se sigue que lo fundamental del conflicto haya quedado resuelto, porque su núcleo, más allá de los justos reclamos de las comunidades campesinas respecto de la atención de sus demandas por parte de las autoridades, radica en la omnipresencia de las distintas facetas del narcotráfico en la vida colombiana.

Si el presidente electo Duque se encontrará el 7 de agosto, como temen algunos, con que los cultivos de coca ascienden a 300.000 hectáreas, ¿qué suerte le espera con un NAF que la Corte Constitucional declara que será intocable a lo largo de los próximos doce años y está concebido para proteger a los cocaleros?

Tal como sucedió en otros momentos aciagos, la sumisión de la justicia constitucional frente al narcotráfico, ahora cubierto por el manto protector que se convino para las Farc, gravitará negativamente sobre la suerte del país y el margen de maniobra del nuevo gobierno.

El libro de Velásquez constituye una oportuna campanada de alerta sobre lo que nos espera.