martes, 28 de agosto de 2018

Sin Palabras

En estos días han ocurrido en Colombia hechos que nos dejan estupefactos.

Varios de ellos tienen que ver con la cúpula del Poder Judicial: la persecución desatada en la Sala penal de la Corte Suprema de Justicia contra el hoy senador Uribe Vélez, el inicuo fallo de la Corte Constitucional sobre la JEP, la absurda sentencia del Consejo de Estado en torno de la acción terrorista de las Farc contra el Club El Nogal. Otro caso es el de los indicios de un fraude descomunal que elevó los guarismos en la consulta anti-corrupción. Uno más, el descenso en la popularidad del presidente Duque, sin haber cumplido el primer mes de su período. ¿Para qué seguir?

La crisis de nuestro sistema judicial viene de vieja data. Hace algunos años dí una conferencia en la SAI en la que señalé tres graves defectos: la ideologización, la politización y la posible corrupción incluso en las más altas esferas del mismo.

Hoy se piensa que una de las más serias y urgentes prioridades en la agenda pública tiene que ser la reforma de la justicia, aunque no haya mucha claridad sobre el contenido y el modus operandi para llevarla a cabo.

Permítaseme adelantar una conclusión pesimista en grado sumo: estamos bajo la coyunda de una verdadera dictadura judicial y no hay instrumentos institucionales aptos para desmontarla.

Mediante al Acto Legislativo No. 2 de 2015 se pretendió reformar a fondo el equilibrio de poderes instaurado en 1991. Unas de esas reformas tocaban con el Consejo Superior de la Judicatura, la administración de la Rama Judicial, el régimen disciplinario de sus integrantes y el juzgamiento de magistrados de las Altas Cortes. Se previó para el efecto la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura, la asignación de sus funciones disciplinarias a una Comisión Nacional de Disciplina Judicial, la creación de un Consejo de Gobierno Judicial y de una Gerencia de la Rama Judicial para la administración de esta, y la de una Comisión de Aforados para investigar y acusar a magistrados de las Altas Cortes y el Fiscal General de la Nación.(Vid. http://wp.presidencia.gov.co/sitios/normativa/actoslegislativos/ACTO%20LEGISLATIVO%2002%20DEL%2001%20JULIO%20DE%202015.pdf; http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2016/C-373-16.htm; https://www.ambitojuridico.com/noticias/general/administracion-publica/informe-claves-para-entender-que-queda-de-la-reforma-de; https://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/9877-la-accidentada-existencia-del-consejo-superior-de-la-judicatura.html)

Pues bien, la Corte Constitucional hizo trizas estas saludables iniciativas bajo argumentos especiosos, dejando apenas in nuce lo relativo a la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, llamada a sustituir la cuestionada Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura y que todavía no se ha podido poner en marcha. Apenas el 6 de agosto último vino a expedirse el Decreto reglamentario 1485 para ternar y elegir a sus integrantes.(Vid. https://periodicopalabrasmayores.com/decreto-reglamentario-para-ternar-y-elegir-a-magistrados-la-comision-nacional-de-disciplina-judicial/).

La llave de las reformas está en poder de la Corte Constitucional, que hace lo que literalmente le da la gana, pues no hay quien la pueda controlar eficazmente. Quienes hoy la integran fueron elegidos al gusto de Santos, para períodos que exceden el de Duque. Esto significa que cualquier intento del actual gobierno para modificar esa brumosa entelequia que se cree que es la Constitución Política de Colombia, deberá contar con el favor de dicha Corte, que como la donna de Rigoletto, "è mobile qual piuma al vento, muta d'accento e di pensiero".(Vid. https://www.letras.com/verdi/41733/)

Teóricamente, el juzgamiento de magistrados de las Altas Cortes es de competencia del Congreso, a partir de  la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes. Pero los congresistas le tienen pavor a la Corte Suprema de Justicia, dado que esta dispone de los medios para contrarrestarlos, en virtud del fuero con que la Constitución dizque pretendió protegerlos y le da pie a aquella para perseguirlos.

No me cabe duda: la Constitución vigente es, como lo he dicho desde el principio, un "Código Funesto", un criadero de monstruos institucionales que dificulta enormemente la gobernabilidad de Colombia.

Por esta y otras consideraciones, sostengo que el presidente Duque se ganó la rifa del tigre. Obtuvo la Presidencia, pero no el poder. Sus posibilidades de "gobernanza", como ahora se dice, son parecidas a las de quien participa en una "carrera de encostalados". Podemos ofrecerle un voto de confianza, un amable compás de espera, mas sin mucha fe en su capacidad para cumplir las sanas promesas que nos animaron a votar por él.

Reitero que no nos es dable esperar maravillas de Duque. Pero lo cierto es que de Petro si podíamos esperar pesadillas. Y su sombra ominosa sigue pesando en nuestro panorama político, como la de esos personajes malignos que pueblan el mundo de las leyendas.

Ojalá pudiésemos decir con eficacia: "Vade retro, Petro".



domingo, 19 de agosto de 2018

Una manzana envenenada

Se atribuye a Salvo Ruiz, el famoso trovador paisa que fue capaz de medir su ingenio frente al célebre "Ñito" (Antonio José Restrepo), aquello de que "Negro conservador es música que no suena; es un parche en una nalga, cuando el dolor es de muela".

Tal parece que lo mismo sucede con la consulta anti-corrupción convocada para el próximo domingo, pues aunque nadie ignora lo corrompido que está el país en todos los órdenes ni la necesidad de actuar severamente para corregir ese deplorable estado de cosas, el proyecto de marras no apunta al fondo del problema, es redundante en algunos de sus aspectos, va contra la Constitución en otros y, en últimas, da la impresión de ser apenas algo así como un saludo a la bandera.

Es lo que en el fondo han dicho ponderados y sabios jurisconsultos como Jaime Castro y José Gregorio Hernández, entre otros.

Pero hay algo más. Como dice el vulgo, es un proyecto que tiene su guardado. Surgió de una iniciativa de oportunismo político, coreada por unos congresistas que en vísperas electorales no tuvieron el valor de mejorarla ni de ponerle coto. La dejaron pasar así como venía para no quedar mal con el electorado. Y su trasfondo no es otro que dar realce a las imágenes de quienes ahora la promueven con más ahínco: Claudia López, Antanas Mockus, Gustavo Petro, los más conspicuos, todos ellos pertenecientes a partidos vinculados al Foro de Sao Paulo que fundaron Fidel Castro y Lula para promover el comunismo en América Latina, o afines al mismo (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/13886-miembros-colombianos-de-foro-de-sao-paulo).

No deja de ser paradójico que no obstante la secuela de corrupción que dicho conciliábulo ha dejado en Brasil, Argentina o Ecuador, en los que hasta hace poco ejerció el poder, y en Venezuela, donde sigue aferrado dictatorialmente al mismo, sus adláteres colombianos vengan a posar ahora de paladines de la transparencia en el manejo de la cosa pública.

Pero, ¿son creíbles? ¿ Gozan de autoridad moral para convocar a la ciudadanía para que se pronuncie en contra de la corrupción?

En El Expediente aparece la explicación que da el abogado y apreciado amigo Daniel Sanín acerca de la sanción que se impuso a Claudia López por detrimento patrimonial de $ 103.000.000 cuando erea funcionaria de la anterior alcaldía de Peñalosa.(Vid. https://elexpediente.co/14-puntos-explican-proceso-detrimento-patrimonial-103-millones-claudia-lopez/). La condenaron por ello en varias instancias, pero terminó siendo exonerada, no por motivos de fondo, sino porque la Corte Constitucional consideró que se habían presentado fallas en la notificación de las primeras diligencias que se adelantaron en contra suya. Es claro, entonces, que por lo menos debe la explicación de lo que sucedió con esa millonada.

La tesis de Sanín es que Claudia López se libró por el salvavidas que le arrojaron para eludir su responsabilidad ante la Corte Constitucional, después de haber sido condenada en dos instancias y haber perdido dos tutelas, gracias a dos excontralores cercanos al Polo sancionados por corrupción y a tres magistrados amigos que le valieron un espurio argumento: sostuvo que nunca fue notificada.

Antanas Mockus ganó una penosa nombradía, siendo rector de la Universidad Nacional, por haberse bajado los calzones y mostrar desnudo el trasero como gesto de desafío a los estudiantes con quienes estaba enfrentado en un auditorio. Repitió el mismo gesto obsceno el 20 de julio pasado, en la instalación del nuevo congreso, dejando, según una aseadora del recinto, señales de haberse orinado sobre la alfombra.

No obstante ello, la oposición al actual gobierno lo califica como un "Faro Moral". 

Yo no sé si, como lo recordaba Klim hace años en sus amenos escritos, ciertas actuaciones de Mockus son "de veras iluminantes".

Al cierre de la primera vuelta en las elecciones presidenciales de 2010 y actuando de modo similar a un cómico de la legua, protagonizó un burdo espectáculo que hundió sus aspiraciones para la segunda vuelta. Puso a sus seguidores a exclamar en coro "A mí no me pagaron para que viniera acá". Pero, a la postre, terminó siendo pagado por el gobierno de su contendor con unos jugosos contratos, dizque para la promoción de la paz con las Farc. Unos de esos contratos lo inhabilitaban para aspirar a ser elegido senador en el actual período, pero las raposas jurídicas salieron a lanzarle también un oportuno salvavidas: los contratos se celebraron con una corporación creada por Mockus y para su servicio, pero no los firmó él, sino un delegado suyo.(Vid. https://www.semana.com/nacion/articulo/mockus-quedaria-inhabilitado-para-ser-senador/572541). Está en manos del Consejo de Estado la decisión final sobre  el asunto, en un proceso en el que, como decía hace años una cuña publicitaria, quizás llegue tarde el Zarcol.

El "Faro Moral" confesó hace algún tiempo con censurable desenfado que unas décadas atrás falsificaba documentos para las Farc. Era, pues, por lo menos auxiliador de esa temible organización criminal.

Y ahora, sin reato alguno, nos invita dizque a votar contra la corrupción.

El caso de Gustavo Petro es elocuente como el que más. Dice que salió pobre y embargado de la Alcaldía de Bogotá. Lo cierto es que anda más enredado que un bulto de anzuelos por los cargos que se le imputan a raíz de su pésima gestión administrativa, sobre la que algún día el Consejo de Estado dirá la última palabra.(Vid. https://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/10685-petro y https://www.las2orillas.co/quien-defiende-petro/). Sea de todo ello lo que fuere, la Contraloría de Bogotá ha dejado constancia de la apertura de 591 procesos fiscales contra Petro (https://www.publimetro.co/co/bogota/2016/04/07/contraloria-advierte-que-hay-591-procesos-fiscales-contra-administracion-petro.html).

En una palabra, Petro está sub-júdice por graves casos de corrupción, y no tiene empacho alguno para liderar una consulta popular en contra de ese cáncer que nos aflige.

Pero hay cosas peores.

En estos días, Petro le exigió al recién nombrado viceministro del Interior, Juan Manuel Daza, que corrigiera lo que había escrito en Twitter diciéndole asesino y delincuente. Daza, vaya a saberse si presionado desde lo alto, se retractó y le pidió disculpas.

Con todo, ¿era el caso de hacerlo?

No sabemos exactamente qué hizo Petro cuando militó en el M-19. Lo que sí se sabe es que era ahí protagonista de alto coturno y purgó una condena por porte ilegal de armas que le impuso la justicia penal militar. El concejal Orlando Parada demandó la elección de Petro como alcalde de Bogotá precisamente por ese hecho. (Vid. https://www.elespectador.com/noticias/bogota/el-expediente-gustavo-petro-articulo-444996). Mas, ¡oh, sorpresa!, la demanda no prosperó ante el Consejo de Estado porque el expediente donde constaba la condena desapareció como por ensalmo.(Vid. http://elnodo.co/PETROEXPEDIENTE). 

Según Eduardo MacKenzie, Petro no ha sido amnistiado ni indultado por los delitos que pudo haber cometido a raíz de su militancia en el M-19.(Vid. http://www.lalinternaazul.info/2018/06/07/gustavo-petro-no-ha-sido-amnistiado/). Así se colige de la respuesta que dio el ministerio de Justicia el 27 de marzo último a un derecho de petición sobre el caso. Según dicha entidad, Petro aparece en los registros apenas como un desmovilizado del M-19.

Petro dice no haber matado a nadie, aunque otra cosa insinúa Ricardo Puentes Melo.(Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/nacion/politica/item/10479-guatavo-petro-terrorista-travesti-y-alcalde). Concedámosle el beneficio de la duda, pero si integraba el M-19 y no en cualquier puesto, sino en sus cuadros dirigentes, era de alguna manera copartícipe en los términos penales de los múltiples y graves delitos que cometía esa organización criminal, tal como se lo recodó en un debate memorable el entonces candidato y hoy presidente Duque.

Entonces, así Daza diga hoy que no le consta que Petro haya sido asesino y delincuente, no hay otro remedio que recordarle que "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

La ciudadanía tiene tres opciones respecto de la consulta que promueven estos dudosos personajes: abstenerse, votar sí o no, total o parcialmente. Si consigue los más de doce millones de votos que se necesitan para considerarla aprobada o negada, aquellos sacarán pecho alegando que lograron una imponente movilización ciudadana.

¿Será el caso, como se dice coloquialmente, de "darles tiro"?

Hay el derecho de darles la espalda, de ignorarlos, de hacerles ver que la ciudadanía no cae en sus torpes seducciones.

Con todo respeto, hay que pedirle al Presidente de la República que debe observar estricta neutralidad en este asunto, pues los ciudadanos tenemos derecho, repito, a abstenernos, a votar sí o a votar no, sin que medien presiones oficiales en algún sentido.

Personalmente, yo me abstendré.

domingo, 12 de agosto de 2018

Sin engañosa cortesía

Echo mano del título de unas memorias algo intempestivas que publicó hace varios años Carlos Lleras de la Fuente, para referirme a la tempestad en un vaso de agua que ha desatado el valeroso y franco discurso que pronunció Ernesto Macías para dar posesión presidencial a Iván Duque.(Vid. https://www.youtube.com/watch?v=OYXfTN5gfmw).

Macías dijo lo que millones de colombianos pensamos acerca del funesto legado de Juan Manuel Santos, que es preciso recibir con beneficio de inventario para que después no se diga que las dificultades en el manejo de la herencia que se le presenten a Iván Duque son obra suya y no de su predecesor. 

Todo lo que dijo está respaldado en cifras oficiales y, a decir verdad, se quedó corto en el listado de estropicios que presentó. 

Cierto es que no le reconoció méritos a Santos, como también lo es que para encontrarlos habría que valerse de una lupa gigantesca. De las muertes que este se ufana de haber evitado a raíz del NAF, y que habría que considerar dentro de los imponderables, cabe señalar que quizás se compensen con las que se vienen produciendo día a día por la acción de las bandas de facinerosos de toda índole que siguen asolando a Colombia, entre otras cosas, por la permisividad con que actuó respecto del narcotráfico. Nada más, dice la prensa hoy que en el Catatumbo, hoy convertido en un mar de coca, no ha habido erradicación alguna de cultivos de esa planta en los últimos años.

Para criticar a Macías han aparecido ahora estadistas, diplomáticos y moralistas que exhiben muy dudosas credenciales, pues censuran las verdades de su discurso, al tiempo que se guardan de reconocer que se la pasaron alabando las mentiras y las trampas de Santos.

No hay que olvidar que hace algún tiempo Ernesto Macías denunció ante la Corte Suprema de Justicia los posibles delitos en que se ha incurrido por obra del "Cartel de la Mermelada", denuncia que la corporación acumuló con otra que presentó Ricardo Cifuentes, de la Corporación Foro Ciudadano (Vid. https://www.elpais.com.co/politica/habla-el-hombre-que-denuncio-el-cartel-de-la-mermelada-en-el-congreso.html), y que ha dado lugar, según el diario "El Tiempo", a apertura de indagación preliminar contra un abultado número de congresistas (Vid. http://www.eltiempo.com/justicia/cortes/corte-abre-indagacion-preliminar-contra-congresistas-por-mermelada-182230).

Hace tiempos una cuña publicitaria decía "Pese y compare". Macías puso sus cartas sobre la mesa o, mejor dicho, sobre la balanza. Que los interesados en defender la obra de Santos hagan lo propio, para que la comunidad juzgue acerca de las razones de uno y otro lado.

Quienes censuran a Macías dizque por impertinente olvidan que la política no suele ser escenario propicio para los juegos florales, pues la controversia hace parte de su propia naturaleza. Por supuesto que hay reglas para llevarla a cabo, pero las mismas no imponen la engañosa cortesía con que ahora se pretende eludir el debate franco y a fondo sobre la administración Santos.

Algunos críticos tocados de histeria y paranoia andan diciendo que se mueren de miedo por el odio y el ánimo vindicativo que según ellos destila el discurso de Macías. Son muchos de ellos los mismos que han envenenado el ambiente con su enfermiza hostilidad contra el expresidente y hoy senador Uribe Vélez y el Centro Democrático.

Pueden estar ellos tranquilos, pues el presidente Duque es hombre de profunda raigambre liberal, a diferencia del arbitrario Santos. Además, no cuenta como este con fiscales de bolsillo dispuestos a hacer montajes como el del "hácker" que arruinó el esperado triunfo de Oscar Iván Zuluaga en las elecciones de 2014, ni es persona propicia a conchabarse con magistrados, periodistas y otras yerbas para perseguir a sus contradictores, tal como lo ha sugerido de Santos el comunicador Gustavo Rugeles.(Vid. https://elexpediente.co/el-expediente-revela-informe-de-contrainteligencia-sobre-supuesto-complot-criminal-contra-alvaro-uribe/)

El presidente Duque ha invitado a ponerse de acuerdo sobre los graves problemas nos abruman en la hora presente. Piénsese lo que se quiera sobre las ejecutorias del gobierno anterior, hay situaciones sobre la que se hace menester que se actúe con decisión para que no se tornen inmanejables más adelante.

Que el narcotráfico es abrumador, ¿quién podría ponerlo en duda? Que hay que afrontarlo resueltamente, ¿cómo negarlo? Que lo que al respecto se acordó con las Farc en el pernicioso y abyecto NAF no soluciona el problema y ni siquiera le ofrece alivio, ¿es verdadero o falso?

Lo mismo habrá que plantear cuando se encare el drama de la ruinosa situación fiscal que nos deja Santos y hace imposible el cumplimiento de las pródigas concesiones que se hicieron a las Farc. Y a medida que se vaya viendo que la JEP y la Comisión de la Verdad no son instrumentos de justicia ni de esclarecimiento cabal de los hechos, sino de retaliación y mentira en beneficio de esa antigua organización subversiva, habrá que buscar el modo de ajustarlos tratando de evitar más rupturas de un ordenamiento institucional que Santos dejó hecho trizas.

La exigua votación que lograron las Farc en las pasadas elecciones evidencia que los privilegios que se les otorgaron para hacer de ellas un partido hegemónico carecen de toda justificación y dificultan severamente el logro de una paz estable y bien cimentada.

El Centro Democrático no anda con sed de sangre, como lo anuncian unos despistados, sino de justicia para con las víctimas y, en suma, con el pueblo colombiano. Es un partido legalista que surgió en muy buena medida de la entraña liberal. Anhela la paz, pero no al precio de la ominosa sujeción de nuestras gentes a la coyunda de una secta totalitaria y liberticida cuya consolidación nos pondría ad portas de algo similar a lo que está padeciendo el sufrido pueblo venezolano.

Nuestra ciudadanía no quiere que se masacre a los seguidores y compañeros de ruta de las Farc, pero tampoco acepta que se les allane el camino para hacer ingobernable el país con unas gabelas desmedidas.

El presidente Duque les ha tendido la mano. Si rechazan la posibilidad de explorar ajustes al NAF, habrá que convocar de nuevo al pueblo para que reafirme que no las apoya ni las quiere.

martes, 7 de agosto de 2018

Bienvenido, Presidente Duque

Karl Popper ha dicho que quizás la mayor ventaja de la democracia reside en la posibilidad de poner término por la vía institucional a los malos gobiernos.

Paradójicamente, el de Santos, que se promovíó a través de la Fundación Buen Gobierno, ha sido, por cualquier lado que se lo mire, un mal gobierno que hoy llega a su fin. Mucha gente debe de estar pensando que "con tal que se vaya, aunque le vaya bien". Hasta ha habido quien lo festeje con ruido de pólvora y gritos entusiastas. No falta quien exclame, citando el Himno Nacional, que "Cesó la horrible noche". Y, como dice por ahí un tangazo, "... Si tras la noche más oscura siempre asoma el sol".

La llegada de Duque a la presidencia representa el orto de un nuevo día para Colombia. Como no pocos lo anuncian, con él renace la esperanza de ser gobernados con rectitud, con eficacia, con decoro. El suyo es, como dijera López Michelsen en su momento, un "mandato claro".

Es un mandato para gobernar con todos y para todos, en procura de la transformación razonable de la sociedad colombiana.

Las líneas básicas de ese proyecto constan en lo que hace poco escribió de su puño y letra para "El Tiempo" proponiendo un pacto para superar las diferencias que hoy nos enfrentan hasta el extremo de la polarización: http://www.eltiempo.com/politica/gobierno/duque-propone-pacto-para-superar-las-diferencias-en-texto-escrito-para-el-tiempo-252052.

Escribe ahí:

"Creo firmemente en que tenemos que pensar en el futuro; construir sobre las cosas que nos unen y no quedarnos en el torbellino de lo que nos divide. Ese es el reto más grande: lograr que nuestro país se levante con ímpetu y asegure de manera categórica un crecimiento económico que traiga consigo equidad y justicia social, la derrota de la pobreza y la expansión de la clase media y el acceso a los bienes públicos necesarios para elevar nuestra calidad de vida.

"El punto de partida de este nuevo camino está en enfrentar los problemas con soluciones integrales, sin dejarnos llevar por sesgos políticos e ideológicos. Por eso ha llegado el momento de consolidar un plan de desarrollo que sea un pacto por Colombia, por el futuro, por la legalidad, el emprendimiento, la equidad, la sostenibilidad ambiental y la ciencia, la tecnología y la información."

Habida consideración de lo que deja Santos, lo que anuncia Duque parece ser una empresa hercúlea, pero es indispensable intentarla.

Buen conocedor de nuestra historia, como lo fue su ilustre progenitor, señala como rasgo definitorio de nuestro carácter la resiliencia, esa capacidad de afrontar y superar dificultades aparentemente insalvables, que no es otra cosa que vitalidad.

En efecto, como bien lo destaca en un importante párrafo de su escrito, la empresa que hoy se inicia entraña ante todo una apuesta por la defensa de la vida y lo positivo que ella representa, dentro del marco de la legalidad: 

"La cultura de la legalidad se manifiesta en la defensa de la vida, la integridad, la familia, los valores éticos, las sanciones ejemplarizantes al criminal. La legalidad está en una sociedad que se protege sin impunidad, con una justicia creíble, cercana, efectiva y eficiente como vehículo para consolidar la confianza institucional."

Tengo memoria del discurso de posesión de Alberto Lleras el 7 de agosto de 1958, cuando dijo que cumplir fielmente la Constitución y las Leyes de la República era en ese momento, en que se daba término a casi una década de vacío institucional, el programa más indicado para satisfacer las demandas colectivas. Mutatis mutandis, lo mismo podría afirmarse hoy frente al desbarajuste de la institucionalidad que nos legan los abusos de Santos.

La Ley no está hecha para violarla, como parece haberlo creído el funesto personaje que hoy abandona la Casa de Nariño, sino para cumplirla interpretándola razonablemente y no de forma amañada.

Duque es ante todo un jurista formado en la recia disciplina del estudio del Derecho y sabe lo que significa para el buen ordenamiento comunitario el respeto por las normatividades. 

Hace años leí en un artículo del finado Alberto Aguirre una cita que hacía, quizás mal de su grado, de  un texto de Lévy-Strauss: "La civilización es un reglamento". O sea, que sin un ordenamiento moral y legal dotado de eficacia, no hay civilización posible.

El gran reto que enfrenta a partir de hoy el nuevo presidente de los colombianos consiste en vigorizar la civilización entre nosotros, robusteciendo lo que Marco Palacios ha observado que es una muy delgada capa que no alcanza a controlar nuestras tendencias deletéreas.

Si cumple, como reza la fórmula ritual, "Que Dios y la Patria se lo premien".