domingo, 12 de octubre de 2025

Precisiones constitucionales

La Constitución Política consagra en el artículo 20 la garantía de la libertad de toda persona de expresar y difundir su pensamiento y opiniones. Más adelante, en el artículo 37 declara que toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente, dentro de las limitaciones que de modo expreso establezca la ley.

La confluencia de estos dos derechos fundamentales le presta asidero al derecho a la protesta pacífica que, como cualquier otro derecho, debe ejercerse respetando los derechos ajenos y sin incurrir en abuso, tal como lo ordena el artículo 95-1 id., que en su inciso primero precisa que implica responsabilidades.

Hay que agregar que el artículo 22 id. establece que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento.

De ahí se sigue que la libertad de reunión excluye tajantemente las manifestaciones violentas que atenten contra los derechos de los demás y el orden público, cuyas conservación y restablecimiento cuando fuere turbado están principalmente a cargo del Presidente (art. 189-4 id.). 

Según el artículo 296 id., "Para la conservación del orden público o para su restablecimiento donde fuere turbado, los actos y órdenes del Presidente de la República se aplicarán de manera inmediata y de preferencia sobre los de los gobernadores; los actos y órdenes de los gobernadores se aplicarán de igual manera y con los mismos efectos en relación con los de los alcaldes".

Al alcalde le corresponde, al tenor del art. 315-2, "Conservar el orden público en el municipio, de conformidad con la ley y las instrucciones y órdenes que reciba del Presidente de la República y el respectivo gobernador. El alcalde es la primera autoridad de policía del municipio. La policía nacional cumplirá con prontitud y diligencia las órdenes que le imparta el alcalde por conducto del respectivo comandante".

Al respecto es preciso tomar en consideración la normativa del artículo 91 id., a saber:

"En caso de infracción manifiesta de un precepto constitucional en detrimento de alguna persona, el mandato superior no exime de responsabilidad al agente que lo ejecuta.

"Los militares en servicio quedan exceptuados de esta disposición. Respecto de ellos, la responsabilidad recaerá únicamente en el superior que da la orden".

Concuerda con lo que precede el artículo 90 id., que a la letra dice: 

"El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades públicas.

"En el evento de ser condenado el Estado a la reparación patrimonial de uno de tales daños, que haya sido consecuencia de la conducta dolosa o gravemente culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra éste". 

Todo este recordatorio viene a cuento porque quien nos desgobierna desde la Casa de Nariño, dado que se malcrió en la delincuencia del M-19, no parece ser muy escrupuloso en lo que concierne al ordenamiento constitucional que juró cumplir, vaya uno a saber si mediando alguna reserva mental. Como lo han observado algunas voces críticas, se muestra más del lado de los violadores de las leyes que de sus víctimas. 

De ello da cuenta el conflicto que ha suscitado con el alcalde de Medellín, que en virtud de su deber de conservar el orden público en el territorio de su jurisdicción, ordenó proteger a las víctimas de los desafueros que estaban protagonizando unos vándalos que protestaban para nada pacíficamente por la acción de los israelíes en Gaza.

Es bueno, además, hacerle este recorderis a la Fiscal General, que ha dado a entender que toda protesta social, así se presente como pacífica, involucra cierto grado de violencia que hay que admitir en aras de la garantía de ese derecho, olvidando lo que tajantemente establece la Constitución acerca de las responsabilidades que fluyen a causa del abuso de los derechos en detrimento de los ajenos y de los deberes que recaen sobre las autoridades acerca de la conservación y el restablecimiento del orden público.

Como lo ha dicho el exfiscal Barbosa, al que nos desgobierna le precluirá la impunidad que de hecho lo ha protegido en estos tiempos cuando cese su mandato el siete de agosto del año entrante. Entonces serán muchas las cuentas que tendrá que rendir por sus desafueros.




jueves, 9 de octubre de 2025

Agenda Privada

El presidente Turbay Ayala decía que cuando se gradúa a alguien como enemigo se lo invita a ejercer. 

El que nos desgobierna lo ignora todo sobre el arte de la sana política que consiste en ganar voluntades para las acciones conducentes a la gestión del bien colectivo mediante la aplicación de las reglas de la diplomacia Su grosera pugnacidad hace que gane enemigos por doquier, desde los pequeños hasta los grandes. Esa multiplicación de los enemigos no le augura buen destino. En un pasaje del Evangelio de san Lucas dice el Señor: "Vi a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc. 10:18). Es probable que lo mismo acontezca algún día con el actual inquilino de la Casa de Nariño, ya que el odio que a toda hora proyecta tarde o temprano se volverá contra sí mismo.

Como obsecuente seguidor de la cháchara marxista, su consigna radica en destruirlo todo en aras de la revolución que considera que liberará a la humanidad de sus alienaciones y dará lugar a la emancipación que le permitirá a cada uno ser como a bien tenga sin sujetarse a las cadenas que imponen los convencionalismos sociales.

Deformado en la escuela de la delincuencia guerrillera, obra con disimulo para ocultar sus verdaderas intenciones y engaña con la falsa prédica de la defensa de la vida, cuando profesa una ideología criminal que una vez puesta en acción produjo la bicoca de más de 100 millones de muertes, según consta en "El Libro Negro del Comunismo". Para no ir muy lejos, el M 19 que ahora se esfuerza en reivindicar ocasionó el hecho más atroz que registra la historia colombiana: el Holocausto del palacio de Justicia.

Como es consciente del peso que todavía conserva la religión en nuestro pueblo, dice profesar la Teología de la Liberación, que es marxismo puro y duro y, por consiguiente, ateísmo radical. No hay que olvidar que la primera batalla de Marx y sus seguidores se libra contra lo que llaman la alienación religiosa. El Jesús que suele invocar no es el Hijo de Dios que vino a redimirnos de la esclavitud del pecado, sino el fementido contestatario que preconiza la opción preferencial por los pobres. Como dizque se defiende en francés, bien le convendría acercarse al profundo texto que escribió Claude Tresmontant bajo el título de "L'Enseignement de Ieschua de Nazareth", en el que sostiene que el Evangelio trata sobre una ciencia profunda, la de la transformación espiritual del ser humano que lo acerca a Dios y no la de la revolución social que promueven los marxistas.

Sin recato alguno, las acciones del indigno okupa de la Casa de Nariño se aplican a desmoronar dos de las bases fundamentales de nuestra civilización: la sacralidad de la familia y la ética de la sexualidad.

Es un personaje que dice que lo aburre y hasta lo asusta la soledad de las noches en la Casa de Nariño, pues se ha quedado sin cercanía familiar, no por las amenazas contra su seguridad, sino por su pésimo comportamiento. Es posible que muchos de sus antecesores hayan sido víctimas de las debilidades humanas de las que todos somos víctimas, pero en la gran mayoría de ellos se observaban el decoro y la discreción. A ninguno se le habría ocurrido dar un espectáculo  bochornoso como el de Panamá o perderse durante una visita oficial a París en las oscuridades del Bois de Boulogne con prostitutos dedicados a lo que el Código Civil denominaba las granjerías infames.

Si se observan bien las cosas, la agenda oculta que persigue con el ministerio de la Igualdad no es otra que la de promover la Revolución Sexual, tema sobre el que vuelvo a  recomendar un lúcido e inquietante libro de E. Michael Jones titulado "Libido Dominandi: Sexual Liberation and Political Control" (vid. Libro | Libido Dominandi – El Independiente) o el clásico de la sociología histórica de J.D. Unwin, " Sex and Culture", que sostiene que la fuerza de la civilización radica en el control del apetito sexual, que la protege de la disolución de las costumbres (vid. Sex and culture [electronic resource]). La idea civilizadora del primado de las buenas costumbres, que está en el núcleo del Derecho Romano, se ha relativizado peligrosamente en los tiempos modernos hasta el punto de poner en riesgo el ordenamiento moral de la sociedad, sin el que ésta no puede subsistir.

Ocupa el cargo de ministro de la Igualdad un personaje que desde el punto de vista de la anatomía se cataloga como del sexo masculino, pero psicológicamente se declara mujer. Es, por consiguiente, un andrógino que desafía la distinción natural de los sexos. Además, se trata de un prostituto que actúa en películas pornográficas y tal vez protagonice lo que sotto voce se anuncia por ahí que se proyecta filmar bajo el título de "Agenda Privada", para su exhibición en las salas X. Y en un viceministerio de dicha cartera figura una transexual de origen cubano que, según se dice, es feligrés de la Santería. Bien podría constituir ello un indicio de las tendencias secretas del que nos desgobierna, pues María Andrea Nieto sostiene en "El Control" que milita en esa comunidad y el director del Centro Cultural Cruzada añade que es, nada menos, que un sacerdote del culto de Changó. Vaya uno a saberlo, pero está bien documentada la influencia de ese culto de origen africano en los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que son afines al que por desgracia reina entre nosotros.

El personaje de marras sostiene una idea errada del valor de la libertad, la misma que predican los marxistas de la Escuela de Frankfurt bajo el rótulo de la emancipación humana, que se opone radicalmente a la noción cristiana de la libertad, que la concibe como un medio ciertamente excelso destinado al perfeccionamiento espiritual del ser humano, es decir, a hacer posible su trascendencia a estados superiores que dan sentido a la noción de dignidad.

jueves, 2 de octubre de 2025

Nuestros hermanos mayores en la fe


Así consideraba el hoy San Juan Pablo II al pueblo judío. Y el entonces cardenal Ratzinger decía que su permanencia a lo largo de siglos manifiesta un profundo misterio. Viéndolo bien, es un misterio que indica un designio providencial. Al fin y al cabo, al judaísmo le debemos nada menos que el Decálogo, así como muchísimas enseñanzas morales y elevados conceptos metafísicos que han contribuido junto con el pensamiento griego y el derecho romano, tal como los ha reelaborado el cristianismo, a forjar la civilización de que gozamos y nos ufanamos.

Es cierto que a lo largo de siglos fue difícil la convivencia de judíos y cristianos, debido en buena parte al prejuicio sobre el pueblo deicida, pero también al concepto de pueblo elegido que complicaba la integración de aquéllos a las comunidades que los rodeaban. Hay responsabilidades de parte y parte que quedan al juicio de la historia, pero es lo cierto que el pueblo judío ha sufrido hasta lo indecible, de lo que da cuenta el Holocausto que probablemente ocasionó el sacrificio de unos seis millones de sus integrantes por obra de la barbarie nazi.

A raíz del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica dio un paso trascendental con la encíclica Nostra Aetate que consagró el respeto debido a las diferentes tradiciones religiosas y en especial la del judaísmo. No hay que desconocer el auxilio que el Vaticano les prestó a millares de judíos perseguidos por los nazis, ni los valiosísimos aportes de conversos hebreos al catolicismo (vid. Nostra aetate)

Para protegerse de discriminaciones y persecuciones, muchos dirigentes de las comunidades judías buscaron el asentamiento en territorios que les permitieran vivir de acuerdo con sus costumbres ancestrales. Se habló entonces de un hogar nacional judío y con tal fin se produjo una fuerte inmigración a territorios que en su momento estaban bajo el dominio del imperio otomano y, después de la Primera Guerra Mundial, bajo el control británico. Son territorios en buena medida desérticos que estaban habitados por comunidades de ascendencia palestina. La convivencia de ambas comunidades fue muy conflictiva, lo cual llevó a la ONU a decidir la creación de sendos Estados, uno israelí y otro palestino. Los judíos aceptaron esa iniciativa, no así los palestinos, que abogaban, junto con otros pueblos árabes, por la expulsión de los judíos a los que consideraban invasores. Pero la creación y la consolidación del Estado de Israel son hechos cumplidos a la luz del Derecho Internacional Público y así lo han reconocido varios Estados árabes con los que los israelíes mantienen relaciones armónicas. No obstante ello, hay un extremismo islámico que en la actualidad goza del patrocinio iraní y oprime a las comunidades palestinas con el designio de destruir el Estado de Israel..

El alevoso y brutal ataque de Hamás contra Israel el año pasado se inscribe dentro de ese ominoso propósito. Ese ataque es condenable desde todo punto de vista, lo que no ha hecho el desgobierno colombiano, y ha dado lugar a una fortísima respuesta israelí. Quizás haya habido un injustificado exceso en la legítima defensa por parte de los agredidos, pero, como lo puso de presente hace poco David Yanovich en "El Colombiano", lo que está sucediendo hoy en Gaza mal puede calificarse como genocidio a la luz de la normatividad internacional (vid. ¿Genocidio en Gaza?).

Llama la atención que el que nos desgobierna guarde silencio sobre la agresión rusa a Ucrania o los desmanes de la dictadura venezolana, que han arrojado fuera de su suelo patrio a unos ocho millones de nacionales del vecino país, y ni siquiera haya condenado la acción homicida de Hamás. A decir verdad, es mucha la oscuridad que rodea a tan discutible personaje. Por ahora, mejor no meneallo.

Debo decir que albergo mucha simpatía por el pueblo palestino, que en Chile integra una comunidad tan nutrida como respetable. Hice allá muy buenas relaciones con representantes de la autoridad palestina, así como con mi colega el embajador de Israel y los de varios Estados árabes. Lo ideal sería que ambos pueblos pudieran convivir en armonía, pero ello no será posible si se entromete el mencionado extremismo islámico. Para que pueda constituirse un Estado Palestino hay que partir de la base de la garantía de la seguridad del Estado de Israel.



sábado, 27 de septiembre de 2025

El Ruido y la Furia

William Faulkner se inspiró en el célebre monólogo de Macbeth para escribir su laureada novela traducida al castellano como "El Sonido y la Furia".

El texto de Shakespeare nos ofrece una descarnada visión de la vida humana: << Mañana, y mañana y mañana, avanza a ese corto paso, de día a día, hasta la última sílaba del tiempo prescrito: ¡apágate, apágate, breve candela! La vida es sólo una sombra caminante, un mal actor que, durante su tiempo, se agita y se pavonea en la escena, y luego no se le oye más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada. >>

Ruido y furia es lo que exhibió el que nos desgobierna en su estentórea perorata del martes pasado en el recinto de la ONU. De ella bien podría decirse lo que reza el título de otra pieza de Shakespeare: "Mucho ruido y pocas nueces".

De modo altisonante emitió un discurso tan deshilvanado como torpe, en el que profirió insultos contra el presidente norteamericano, manifestó oposición radical a su política contra las drogas, hizo declaraciones atrevidas sobre los capos mundiales del narcotráfico, defendió a la gente sencilla que realiza tareas al servicio de ellos, pidió que se procesara como criminal al presidente Trump, rechazó que al Tren de Aragua se lo asociara con la droga, insistió en que la gasolina, el carbón y el gas acabarán con la humanidad en cosa de 10 años, volvió sobre su tesis de que la cocaína hace menos daño que los hidrocarburos y se la persigue porque es producto de los pueblos del sur, se fue lanza en ristre contra Israel por el asunto de Gaza, pidió que se creara un ejército internacional para enfrentar a los israelíes, declaró el fracaso de la ONU y la diplomacia, promovió un levantamiento general de los pueblos contra el orden mundial, dictó sentencia de muerte contra el Estado Nación y deploró que según su parecer Stalin hubiera renunciado en Yalta a extender el comunismo por todo el orbe. 

Nada dijo que valiera la pena, salvo unas referencias discutibles, sobre las difíciles circunstancias en que su gobierno ha colocado a Colombia, ni sobre la necesidad que nos asiste de una razonable colaboración internacional para que dejemos de ser el primer productor mundial de cocaína, reduzcamos el tamaño de las organizaciones criminales que están invadiendo nuestro territorio y enderecemos nuestro rumbo por caminos de progreso que nos traigan prosperidad y mejoren las condiciones de vida de nuestra población. 

Tal parece que la autopercepción de su dimensión histórica no es la de un dirigente comprometido con las necesidades de su pueblo, sino la de un líder intergaláctico y un profeta apocalíptico con una mente poblada de delirios, prejuicios y fatuidades.

¡Pura bulla y oratoria barata! Pero lo más deplorable fue su tono. Ardido por la descertificación que acababa de emitirle el gobierno norteamericano por sus irrisorios logros en la lucha contra la droga, se mostró poseído por la furia, el odio, el resentimiento y un talante soberbio que lo llevaron a hablar más de sí mismo que de lo que tocaba en tan solemne ocasión. Es, en síntesis, un personaje desaforado que exhibe todos los rasgos de un energúmeno.

Para cerrar, y no precisamente con broche de oro, se hizo acreedor a la cancelación de la visa de entrada a Estados Unidos por lo que dijo en un mitin de apoyo a la causa palestina en pleno Times Square. Se le ocurrió nada menos que pedirles a los soldados norteamericanos que no obedecieran las órdenes de su comandante en jefe, el presidente Trump, en lo atañedero a una intervención en el conflicto con Israel. Pienso que esa descarada injerencia en asuntos de la política norteamericana podría configurar un delito federal cuya investigación correspondería a las autoridades de ese país. En todo caso, no me cabe duda de que es una manifestación más de indignidad para el ejercicio de la presidencia de nuestro país, que si contáramos con instrumentos eficaces de control constitucional daría pie para que el congreso lo destituyese.

Tres observaciones más, al desgaire.

La primera, el que nos desgobierna y sus agentes no han entendido lo que significa el problema mundial de la droga. Escuché al inefable Benedetti y al oscuro senador Cepeda declarar que es asunto de los norteamericanos y no nuestro. ¡Qué tal!

La segunda, el tema del conflicto entre Israel y sus vecinos es de enorme complejidad. Es posible que su gobierno se haya extralimitado en el ejercicio de su legítima defensa, pero no hay que olvidar que la consigna de Hamas y quienes lo apoyan es la destrucción del Estado israelí. Los israelíes luchan por su existencia y el modus vivendi con sus vecinos sólo mejorará cuando ellos acepten el hecho cumplido del Estado de Israel. No deja de llamar la atención que se defienda con denuedo la causa palestina y nada se diga sobre la injustificada agresión rusa contra Ucrania que ha traído consigo millares de víctimas inocentes y puesto en gravísimo peligro la paz mundial.

En fin, su declaración sobre Stalin cierra el círculo indiciario sobre la índole radicalmente comunista del que nos desgobierna. Ya había dado dos puntadas cuando en Alemania deploró la caída del muro de Berlín y en China rindió sentido homenaje a la memoria de Mao Zedong. Bien claro nos queda el saber por dónde va el agua al molino.


 

martes, 23 de septiembre de 2025

Un gobernante cazurro

Leo en una de las notas a "Los Sueños de Luciano Pulgar" que el vocablo cazurro se aplica a alguien que es persona insociable, montaraz, rústica, de modales toscos (T. I, pág. 559).

Tal como se advierte en las películas norteamericanas, cualquier parecido de una persona que ostenta esas características con el "okupa" de la Casa de Nariño es mera coincidencia.

Para nuestro infortunio, quien ejerce hoy el cargo de primer magistrado de la nación se caracteriza por su completa falta de decoro. Su grosería no tiene antecedentes en la historia colombiana. Son muchos los eventos que podrían dar lugar a que se lo destituyese a causa de indignidad por mala conducta, según el artículo 175 de la Constitución, pero ello tendría que pasar primero por la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, que según denuncia del representante Hernán Cadavid ha sido atrapada por las huestes gubernamentales y carece, por ende, de toda voluntad para cumplir con su deber de velar por el cumplimiento de sus deberes.

Es importante recordar, a propósito de ello, la diferencia que media entre el poder y la autoridad. El primero es meramente un hecho que consiste en la capacidad de hacerse obedecer de grado o por fuerza por otros. La autoridad es una nota por así decirlo espiritual que rodea el ejercicio del poder al hacerlo respetable y digno, en consecuencia, del reconocimiento de los llamados a sujetarse a sus designios.

Pues bien, uno de los dramas de nuestra situación política reside en que el titular de la presidencia no ha sabido ganarse el respeto de la ciudadanía, que lo considera, como alguien anotó, "arrogante, ignorante e incompetente". Sus exabruptos lo han convertido en objeto de burla aquí y acullá, hasta el punto de que hay humoristas que hacen su agosto imitando sus gestos torpes y mofándose de sus insensateces.

Una publicación reciente de la universidad Eafit plantea el interrogante acerca de si asistimos a una crisis de la democracia.

Observando lo que hoy nos acontece, la respuesta no puede ser otra que, en efecto, sí asistimos a una crisis de nuestro sistema democrático. Sólo por ello un individuo del deplorable jaez de quien nos desgobierna ha podido llegar a la cúspide del poder en este país. 

Hay muchas explicaciones plausibles para tratar de entender este deterioro y se hace menester considerarlas cuidadosamente con miras a superar las causas que lo han producido e introducir los correctivos pertinentes.

Los críticos de la democracia, comenzando por Platón, han señalado su tendencia a la nivelación por lo bajo que abre espacios para que triunfen los peores. Según ellos, la democracia tiende a convertirse en oclocracia, que es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso que ejerce un despotismo del tropel que no puede identificarse con el gobierno legítimo de un pueblo, según lo define el filósofo escocés James Makintosh. 

Ese descensus ad inferus no es inevitable, siempre y cuando obren los filtros necesarios para impedir el ascenso de los peores.

Desafortunadamente, entre nosotros esos filtros no han obrado. El que hoy nos desgobierna no habría podido llegar a la presidencia y ni siquiera al congreso o a la alcaldía de Bogotá, pues estuvo en la cárcel condenado por sentencia judicial relativa a delitos comunes, según lo dispuesto por el artículo 179-1 y concordantes de la Constitución Política. Pero cuando alguien demandó alguna elección suya, no pudo demostrarlo porque el documento original del fallo condenatorio había desaparecido del expediente, como por arte de bibibirloque. El que lo sustrajo incurrió presumiblemente en un delito de falsedad documental que nadie quiso que se investigara.

La crisis de nuestra democracia involucra muchos aspectos éticos que hacen pensar en la preocupación de Bolívar por introducir en la Constitución un poder moral. No resulta fácil configurarlo, pero de algún modo debería considerarse la necesidad de impedir la degradación de nuestras instituciones.

martes, 16 de septiembre de 2025

Imposturas históricas

Hace años estuve de paso por San Cristóbal en Venezuela y me llamó la atención que en cada esquina había una placa con algún pensamiento de Bolívar. Mi cicerone me advirtió que al pasar frente a esas leyendas tocaba quitarme la gorra que llevaba puesta, pues de lo contrario podría tener problemas con la autoridad.

Ello significa que en nuestro vecino país hay una mística bolivariana que de seguro se ha cultivado celosamente a lo largo de muchos años y de la cual se aprovechó el finado Chávez para ganar adeptos para su causa. De ahí que la Constitución que promovió le cambiara el nombre a su Estado para imponer el de República Bolivariana de Venezuela.

No sucede lo mismo entre nosotros. Desde que se eliminó en el pénsum educativo la asignatura de Historia Patria para sustituirla por la de Sociales. nuestra conciencia histórica ha venido haciéndose cada más difusa, de suerte que el hecho de esgrimir en la plaza pública la espada de Bolívar o enarbolar su ominosa bandera de guerra a muerte poco o nada pulsan las fibras emocionales de la entraña popular, máxime si quien lo hace suscita la ya desuetas consignas del materialismo histórico y deja la impresión de ser un zarrapastroso cómico de la legua que ni siquiera hace reír con sus desatinos.

Es lástima que en lugar de acudir a la historia para elaborar un ponderado inventario de lo que nuestras comunidades han edificado a lo largo de muchas generaciones, con sus logros pero también con sus errores, desde el alto gobierno se pretenda inocular en la mente de nuestros conciudadanos una visión sesgada y desde luego mentirosa de nuestro devenir.

En otras épocas, en esa visión predominaban lo que en un ensayo célebre denominó Alfonso López Michelsen como "el prejuicio antiespañol", así como concepciones encontradas acerca de las disputas entre liberales y conservadores. Pero en los últimos tiempos, debido en buena parte a la superación de los odios partidistas por obra del Frente Nacional y sobre todo a la influencia marxista tanto en la educación pública como en la privada, nuestra cultura se ha visto impregnada de las categorías ya obsoletas del materialismo histórico.

Invocando esas categorías, nuestra historia suele describirse como un largo decurso de arbitrariedades, embustes y expoliaciones de parte de elites que han oprimido a las masas, sujetándolas a su imperio con el propósito exclusivo de enriquecerse a costa de la miseria popular. Los desvaríos de las oligarquías de que hablaba Gaitán y que ahora vuelve a traer a colación el que nos desgobierna suministran el leitmotiv adecuado para entender los procesos que han desembocado en el tiempo presente.

Sin desconocer los méritos literarios de Gabriel García Márquez, hay que observar que su formación ideológica era más bien superficial, por no decir precaria. Sus "Cien Años de Soledad" se lee de corrido y así lo hice cuando salió la primera edición hace ya muchos años. Es, a no dudarlo, un escrito fascinante. Pero asignarle la condición de clave interpretativa de nuestra historia es, por lo menos, desmesurado.

La historia es algo muchísimo más complejo y no admite el simplismo para su comprensión. Recuerdo a propósito de ello que Raymond Aron sintetizaba un texto célebre de Spinoza diciendo que en materia histórica no debemos aplaudir ni deplorar, sino comprender. Y el método de la comprensión aconseja examinar las situaciones dentro de sus respectivos contextos, ponderando los valores que entran en juego en cada circunstancia.

No podemos juzgar las condiciones de la Colombia de hoy a partir de las que reinaban hace medio siglo y muchísimo menos las de años atrás. Son muchos los cambios, unos positivos y otros negativos, que me ha tocado observar a lo largo de mi ya muy avanzada edad. 

A mis discípulos solía recomendarles que compararan su situación con la de sus padres y la de los demás antepasados. Hay datos sociológicos muy significativos. Por ejemplo, todavía a mediados del siglo XX la población rural superaba a la urbana, mientras que hoy se ha invertido la proporción. Si no ando mal en mis cuentas, ahora la población urbana podría ascender a un 75% del total y la campesina, a un 25 %. Cuando se puso en marcha el ICSS, el promedio de vida ascendía más o menos a 50 años, mientras que hoy pasa sobrado de los 70. Cuando entré a la universidad en 1961 había en mi clase 6 mujeres y más de 25 hombres. El total de mujeres en la Facultad de Derecho se contaba con los dedos de las manos. Un tiempo después, cuando ya era profesor, en mis cursos era frecuente que la mitad e incluso más de mis alumnos fueran mujeres, muchas de ellas sobresalientes y más aprovechadas que sus condiscípulos varones. En el censo de 1951 Bogotá arrojó unos 650.000 habitantes, mientras que Medellín mostró unos 450.000. Hoy esas cifras se han multiplicado con creces. Lo anterior, para no mencionar los cambios culturales que, para bien o para mal, hemos experimentado tan solo durante el último medio siglo. Hace seis años sufrí el embate de dos cánceres simultáneos y diferentes que en otras épocas me habrían llevado a la tumba, pero fueron tratados exitosamente gracias a los progresos de nuestra medicina.

La nuestra no es una sociedad paralizada en el tiempo. Por el contrario, es muy dinámica. Hay en ella problemas no resueltos de vieja data y otros nuevos. Es mucho lo que debe hacerse para mejorar las condiciones de vida de la población, pero es una impostura histórica afirmar que nada hemos progresado y nos mantenemos sumergidos en el inmovilismo de los Buendía, condenados a cien años de soledad.



jueves, 11 de septiembre de 2025

Contrastes

"In my solitude", como reza una célebre creación de Duke Ellington, me deleito leyendo "Los Sueños de Luciano Pulgar", en los que don Marco Fidel Suárez desahogó las tristezas que lo agobiaron al término de su fecunda existencia.

No puedo dejar de comparar la suerte suya con la del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien ha sido víctima del feroz encono de sus enemigos políticos. 

A don Marco, el "presidente paria", tal como él mismo se definía, lo persiguieron con sevicia por haber empeñado el dinero de sus gastos de representación para obtener un préstamo con el que quería  sufragar el costo de repatriación de los restos de su hijo fallecido en Estados Unidos, víctima según se dice de la epidemia de gripe española que asoló a la humanidad al término de la Primera Guerra Mundial. No cabe duda, era un presidente pobre y "varón de dolores", según su propio calificativo. Es posible que se lo atacara en el fondo por la defensa que hacía del tratado con los Estados Unidos para finiquitar la punzante cuestión panameña. He leído que renunció a la presidencia precisamente para facilitar la aprobación del tratado por parte del congreso colombiano. Lo cierto es que le llovieron denuestos, promovidos, según sus palabras, por quienes llamaba sus "euménides", facción animada por una dupla que dio mucho de qué hablar en los años posteriores, la que integraban los entonces representantes Alfonso López Pumarejo y Laureano Gómez Castro, que eran entrañables amigos por esos días y después se convirtieron en ásperos contradictores. Según leí hace tiempos en Vanguardia Liberal, Laureano Gómez se sintió traicionado por Alfonso López porque facilitó la elección presidencial de éste en 1934 al promover la abstención conservadora, se supone que a cambio de que López diera vía libre a la aspiración de Gómez para sucederlo en 1938. Es un capítulo poco explorado de nuestra trajinada historia política.

Lo de Uribe Vélez es diferente. Los "Demonios del Rencor" que según escribí hace algún tiempo lo atosigan sin descanso no son otros que los comunistas y sus compañeros de ruta que vieron frustrados sus atroces designios totalitarios y liberticidas por le entereza con que los enfrentó y acorraló cuando ejerció la presidencia. Si alguien en nuestra historia merece que se lo considere dentro de la estirpe de nuestros libertadores, es él precisamente. Por eso, muchos lo consideramos como el "Gran Colombiano". Terminó su mandato con un elevadísimo grado de apoyo popular, lo que no le perdonan sus vengativas "euménides". Buscando defenderse de sus demoníacas asechanzas, dio pie para que le abrieran un proceso que ha suscitado profundas dudas sobre la imparcialidad de nuestro sistema judicial.

"La Historia es trágica", decía Raymond Aron, a cuyo lúcido intelecto no ceso de rendirle incesante tributo de admiración. Recordemos el deplorable final de Bolívar y los vaivenes de su imagen en la memoria de los pueblos por los que combatió. De la cima a la sima sólo hay un salto.

Pero el contraste que ahora deseo resaltar es otro, el que ofrece la figura de héroe trágico de don Marco Fidel Suárez frente a la del histrión que para colmo de nuestros males nos desgobierna en estos momentos aciagos. Uno y otro nacieron en medios humildes y conocieron los rigores de la pobreza en sus primeros años. El primero fue ascendiendo gracias a su talento y su espíritu de superación, ganándose el respeto de los sectores dirigentes por sus admirables condiciones personales e intelectuales. "Los Sueños de Luciano Pulgar" que ahora acompañan mis soledades son una obra maestra de buen decir, de erudición, de elevada espiritualidad, de patriotismo insomne. ¡Qué distancia abismal lo separa del personaje tan turbio como tosco y repelente que ocupa hoy el solio de Bolívar! ¡Cuánta diferencia separa la prosa exquisita, digna de un clásico de la lengua castellana, con que nos nutre don Marco, del discurso y los graznidos, que no trinos, del espurio e indigno habitante de la Casa de Nariño, que en lugar de formarse en la cercanía de Dios cayó desde joven en los albañales del materialismo histórico y so pretexto de rebelarse contra lo que consideraba un orden tiránico se hizo   cómplice de aterradores delitos que François Roger Cavard ha denunciado ante instancias internacionales, de los que no ha mostrado signo alguno de arrepentimiento. Por el contrario, ha resuelto enarbolar de nuevo la atroz bandera de la guerra a muerte que enloda la memoria de Bolívar y la del siniestro M 19, causante del horrendo Holocausto del Palacio de Justicia.

Cuando era canciller del gobierno de Eduardo Santos, el célebre profesor López de Mesa proclamaba con cierte ingenuidad que Colombia era una potencia moral, si se la comparaba con el resto de América Latina, en donde reinaban dictaduras que inspiraron a Germán Arciniegas para escribir su libro "Entre la Libertad y el Miedo". Hoy, debido al que nos desgobierna, corremos el riesgo de convertirnos en un narcoestado. Como lo escribí no hace mucho, sufrimos la letal amenaza de cuatro terribles flagelos: el comunismo, la anarquía, la corrupción y la dictadura.

Don Marco Fidel Suárez afirmaba que Colombia era tierra estéril para las dictaduras. Hoy no podemos suscribir sin reservas tan tajante enunciado.