domingo, 21 de febrero de 2016

Sodoma y Gomorra

Dos hechos recientes que han suscitado en el país diversas reacciones ilustran sobre la situación moral de nuestra sociedad.

El primero toca con las denuncias de acoso sexual que formuló una funcionaria de la Defensoría del Pueblo contra el máximo jerarca de esa entidad, lo que dio lugar a que el mismo se viera forzado a renunciar a su cargo.

El segundo se refiere a la escabrosa grabación que un integrante de la Policía Nacional divulgó de una conversación suya con alguien que en ese momento era Senador de la República y hasta hace poco Viceministro del Interior, que coincidió con una serie de informaciones que se han dado a conocer sobre una red de prostitución masculina en dicho cuerpo armado, hechos que ocasionaron el retiro del Viceministro, el del Director General de la Policía y, de contera, el de la periodista que publicó la grabación.

Haré algunos comentarios sobre la grabación de marras:

- Ante todo, su contenido es susceptible de escandalizar hasta el más libertino que quepa imaginar. Es algo absolutamente sucio cuyos detalles daría vergüenza reproducir aquí.

- La conversación transcurre en el vehículo de dotación oficial del Senador y fue grabada por un oficial de la Policía. Este, según se ha dicho en la prensa, fue abusado sexualmente por un alto oficial e hizo la grabación con el ánimo de probar los nexos del  Senador con prácticas censurables en el interior de la Policía Nacional.

- Desde el punto de vista jurídico, la grabación no prueba esos nexos y tampoco podría utilizársela contra el Senador, pues se trata de prueba obtenida de modo fraudulento y con violación de sus derechos.

- Pero, desde el punto de vista ético, deja por el suelo tanto al Senador como al oficial de la Policía que efectuó la grabación. Este último se deja ver como un malvado. Su actitud es demoníaca, pues le tiende al Senador una celada para extraerle las más ignominiosas confesiones.

- Sobre los aspectos éticos de la publicación que hizo Vicky Dávila, remito a dos escritos que arrojan bastante luz al respecto, procedentes el uno de María Jimena Duzán (http://www.semana.com/opinion/articulo/maria-jimena-duzan-el-fin-del-periodismo/461264#) y el otro, de María Isabel Rueda (http://app.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-linchamiento-de-vicky-maria-isabel-rueda-columnista-el-tiempo/16515870). No sobra, además, considerar lo que a modo de descargos declaró Vicky Dávila en reportaje con Daniel Coronell que acaba de publicar la revista Semana (http://www.semana.com//opinion/articulo/daniel-coronell-almendras-amargas-vicky-davila-habla-de-su-salida-de-la-fm/461229#cxrecs_s).

- Si Vicky Dávila obró con la intención, muy legítima por cierto, de poner el dedo en la llaga en asunto que evidentemente afecta el bien común, su proceder es irreprochable, así haya afectado la sensibilidad de los allegados al Senador. El derecho a la intimidad no es absoluto, máxime si se considera el contexto dentro del cual se dio la conversación del Senador con el oficial de la Policía. Aquel olvidó un dicho viejo de siglos y muy sabio por lo demás: "Si no quieres que se sepa, no lo hagas".

- Por supuesto, si las intenciones de Vicky Dávila eran otras, tal como lo han insinuado por ahí, el juicio ético sobre su proceder dependerá de la calidad de las mismas. Alguno ha dicho, en efecto, que su propósito era derribar al general Palomino, pero terminó pisándole callos a Santos.

- Entra en juego así un tema de enorme gravedad: ¿Sí o no, influyó Santos en el despido de Vicky Dávila de su puesto en la FM? El asunto es análogo al que se plantea en una excelente película que acaba de presentarse en los teatros, "Conspiración y Poder", que deja flotando en el ambiente la inquietud acerca de si el presidente Bush hijo actuó sobre la CBS para censurar al equipo periodístico que denunció que se había valido de sus influencias para que lo incorporaran a la Guardia Aérea Nacional como piloto, eludiendo de ese modo el llamado a filas para servir en la guerra de Vietnam.

- En alguna parte leí que un personaje de Sófocles hablaba del apetito carnal designándolo como un "amo cruel y avasallador". Pero un amigo me dice que es Glaucón el que en un diálogo platónico hace esa aseveración. Venga de donde viniere, el dicho está preñado de buenas razones que el pensamiento que impera hoy en día desconoce de modo rampante. Si bien las ideas tradicionales sobre la sexualidad pueden adolecer de prejuicios, tabúes y, en general, afirmaciones infundadas, las que en los tiempos que corren se han impuesto, más por obra de la ideología que de la ciencia, no son menos cuestionables, pues en nombre de los sagrados derechos del individuo siembran las semillas de los abrojos de la disolución del cuerpo social.

- Son ideas que parecen seguir la consigna de Iván Karamazov, el célebre personaje de Dostoiewsky, para quien "Si Dios no existe, todo está permitido". Y puesto que a Dios se lo ha desterrado en el pensamiento actual tanto de la moral como del derecho, poniendo en su lugar el sacrosanto deseo humano, no pocos tienden a exaltar el apetito carnal como lo máximo en lo que a la realización del ser humano concierne y, por consiguiente, como el núcleo mismo de la libertad o, como suele decirse hoy en día, de la emancipación tanto del hombre como de la mujer. Sexo sin el autocontrol que Bertrand Russell consideraba necesario para evitar descalabros tanto en la vida individual como en la de relación, y sin responsabilidad por otro resultado que no sea el goce mismo, es la gran divisa que hoy proclaman los medios de comunicación, los productos culturales y la educación, cuando no la ley misma, tal como lo están imponiendo los "progresistas" en los países avanzados.

- Mucha gente que se considera ilustrada y liberada exalta estas tendencias como si se tratase de grandes progresos en el camino del ser humano hacia la conquista de la felicidad, ignorando cuán ilusoria es esta última y de cuántas cadenas se cargan las personas cuando dan rienda suelta a sus pulsiones, sobre todo esas de orden sexual que Buñuel identificó en una película memorable como atinentes a "El Oscuro Objeto del Deseo".

- Ese oscuro objeto se pone de manifiesto en la procaz conversación entre el Senador y el Capitán de la Policía, en los  exhibicionistas "selfies" que el Defensor del Pueblo le envió a su secretaria, en la red de prostitución policial puesta al servicio de los turbios apetitos de los congresistas. Pero sus seducciones no se quedan ahí, sino que se extienden a la sociedad entera. Lo que se ha denunciado es apenas parte mínima de la ruina moral que por obra de unas concepciones perversas acerca de la sexualidad humana se ha extendido a todo lo largo y ancho de la sociedad colombiana.

- "Sodoma y Gomorra" es el título de la sección de "En busca del tiempo perdido" en que Proust se interna en la subcultura de las perversiones sexuales. Esas valoraciones, esos comportamientos, en fin, esos modos de vida que las sociedades humanas en general han considerado desviados y nada recomendables a lo largo de siglos, eran hace un siglo propios de personas que actuaban a la sombra y en círculos más o menos cerrados. Las tendencias ideológicas que predominan en la actualidad han hecho que el espíritu de esas ciudades malditas se esparza por doquiera, de modo que los vicios nefandos que acaban de conocerse en el interior de la Policía Nacional probablemente afecten a muchas otras entidades públicas y privadas, y sean más frecuentes que lo que se cree.

- No obstante ello, la gente del común se asquea y escandaliza frente a tamaño cúmulo de perversiones. La vieja moral, que probablemente sea, ni más ni menos, la moral natural, sigue vigente en no pocos espíritus y reacciona contra el ambiente depravado que reina en muchos escenarios de la vida colombiana. No tardará en surgir en nuestro país una corriente que agite la vieja bandera gaitanista de la "Restauración Moral de la República".



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