jueves, 25 de junio de 2020

Carlos Gardel: 1935-2020

Se cumplen 85 años del fallecimiento de Carlos Gardel en un absurdo accidente de aviación ocurrido acá en Medellín.

Esa tragedia produjo enorme impacto en nuestra ciudad. Los que crecimos en ella escuchamos desde pequeños las distintas versiones que circulaban al respecto. Creo que fue en la galería del teatro Buenos Aires, en un matinal al que me llevó mi hermano mayor con un primo nuestro cuando tenía 6 o 7 años, que los oí hablar del asunto. Más tarde me enteré de que mi madre, que vivía a la sazón en Cali, tenía boleta para asistir a la presentación de Gardel en el teatro Jorge Isaacs y que la primera película que vio con mi padre, tal vez en 1931 cuando se conocieron, fue precisamente "Las Luces de Buenos Aires". 

Una parienta nos regaló una buena cantidad de discos viejos de 78 rpm cuando inauguramos nuestra casa de campo en 1949. Entre ellos había un disco Columbia que traía por una cara "Tomo y Obligo" y por la otra "Canto por no llorar", dizque cantados por Carlos Gardel con Don Alberto y su conjunto. Tramposos: no era Gardel, sino Spaventa, que solo cantaba parte de de las letras. Por consiguiente, lo primero que escuché como si fuera Gardel no era él. Más tarde, en la década de 1950, cada 24 de junio don Antonio Henao Gaviria, testigo presencial del accidente, hacía un programa radial para rendirle homenaje a Gardel y escuchándolo me topé con "Mi Buenos Aires Querido". Ahí quedé prendado de la voz del Zorzal Criollo, como después me fascinó Charlo, cuando en sus presentaciones en la Emisora Nueva Granada de Bogotá hacía su entrada cantando "Ave de Paso".

Estoy hablando del año 1956. En la radio de Medellín por esas calendas y hasta varios años después uno podía escuchar tangos a lo largo de las 24 horas de cada día. En varias ocasiones en que la enfermedad me redujo al lecho esos tangos me entretenían. Recuerdo que sonaban con insistencia "Mariposa Nocturna", por Carlos Roldán con Francisco Canaro; "Andate con la otra", por Amanda Vidal con Enrique Mora; "Noches de Hungría", un foxtrot que cantaba Armando Moreno con Enrique Rodríguez; "Zaraza", por Jorge Ortiz con Rodolfo Biagi, y otros más. Un amigo de mi hermano le prestó un LP Decca de 10 pulgadas con ocho canciones de Gardel, entre las que se contaban "Caminito" y "La Cumparsita", que me llegaron al alma. Estaba entrando en la adolescencia y ya sentía del amor las tristes o dulces penas, que nunca más me abandonaron y siguen siendo, como dice Ignacio Corsini en "Dulce amargura", mis compañeras. Compré el primer LP  de Gardel que editó Codiscos, en el que figuraban, entre otros, "Mis flores negras", que me gustaba mucho en la versión de Espinosa y Bedoya, el inevitable "Adiós muchachos",  "Arrabal amargo" y "Lejana tierra mía". El dolor que trasuntaba el final de  la primera estrofa de "Arrabal amargo" ("...y ahora vencido arrastro mi alma clavado a tus calles igual que a una cruz") me laceraba. Años después aprendí a valorar la importancia de "Lejana tierra mía", que creo que es una de las canciones más bellas que hay en el mundo y de la que hizo una inigualable versión Mariano Mores con la voz gardeliana de Carlos Acuña. Yo no solo escuchaba tangos en ese momento con exclusividad, pues había abandonado mi afición por lo que ahora se llama la música andina colombiana, sino que los cantaba. Mi repertorio comenzó precisamente con ese "Caminito" que escuché primero en la voz de Gardel y después terminó de conquistarme con la exquisita grabación que hizo Libertad Lamarque en México, y con "El Adiós", que conocí y me sedujo en la versión de Ignacio Corsini.

Me hice coleccionista de discos de tango, principalmente los de Gardel. Compraba todo lo que veía de él y conseguí lo que en su momento eran posiblemente unas joyas."La Guitarra", en Guayaquil, era uno de mis proveedores. Ahí encontraba discos Odeón de 78 rpm editados en Chile y hasta un EP argentino que traía las dos últimas grabaciones que hizo el dúo Gardel-Razzano en 1929 ("Claveles mendocinos" y "Serrana impía") más "Suena guitarra querida", que prácticamente me sacaba lágrimas con aquello de que "...el alma se me desgarra y el corazón se me parte". 

Hubo en los años sesenta varios concursos de coleccionistas de Gardel. El primero lo ganó Jaime González Posada, que me cobró gran aprecio porque había trabajado con mi padre en Max Factor. Me facilitó mucho material y aprendí mucho de él. Nos hicimos muy amigos. Creo que el segundo lo ganó don Luis Arango, que tuvo un triste final. Era jubilado de Coltejer y contaba que al jubilarse se fue en bus para Buenos Aires y allá se recorrió a pie las 70 cuadras de la calle Corrientes. Entró de contrabando a Maracaibo para hacerse a discos de Gardel que publicaban en Venezuela. Yo mismo, en una entrada fugaz a San Cristóbal hace años, adquirí varios, uno de ellos con una rareza de la que da cuenta mi entrañable amigo, el embajador Juan Moreno Gómez: la zamba "Por el camino", que Gardel grabó, pero no dejó circular porque le parecía superior la versión de Ignacio Corsini.

En mis vacaciones en Rionegro sintonizaba por onda corta todos los días a las 11 de la mañana un programa de Radio Barquisimeto que se llamaba "Evocando a Gardel". Ahí conocí muchos temas que a pesar de los muchos que publicaban Codiscos y Sonolux no circulaban entre nosotros.

Ya en los años 70, gracias a mis amigos Jaime González Posada y Luciano Londoño López, coroné con la colección completa que publicó en cajas Odeón en Argentina. Puedo decir, entonces, que conozco de pe a pa la discografía gardeliana. Ahora la tengo y la disfruto en medio digital.

Pudo ser por ahí en 1960 que en el teatro Caracas pude ver por primera vez una película suya: "Melodía de arrabal", Pocos años después exhibieron en copias mejoradas las películas que hizo en Nueva York. Por supuesto que las vi todas.

Mi gran amigo de más medio siglo, el recientemente fallecido Leonardo Nieto, promovió el Primer Festival del Tango en 1968. Gozaba mucho conmigo por la emoción con que lo viví. No era para menos: ¡Ver en vivo a Troilo con Rivero! Troilo comenzó suavemente con Danzarín, causando algún desconcierto en el público. Pero cuando entró de lleno en la segunda parte, la ovación del pueblo  que había ido a la Macarena fue atronadora. No sé adónde fue a parar la grabación que tenía de esos momentos felices, que me la facilitó, con su generosidad habitual,  mi querido Leo, a quien hoy casi, como dice un tangazo de Gardel, "lloro al nombrar".

Pues bien, Leonardo trajo de Buenos Aires la idea de crear acá una Asociación Gardeliana y tuve el honor de redactar sus estatutos.  Como yo trabajaba en la Andi, mi jefe, Luis Prieto Ocampo, que como buen manizaleño era buen tanguero, se hizo anotar como uno de los primeros socios, lo mismo que mi gran amigo y compañero Rodrigo Isaza Toro, que sigue siendo socio activo.

Bueno, como dice por ahí esa señora milonga que se llama "El desafío" (búsquenla en las versiones de Troilo con Fiorentino y Marino , o de Caló con Iriarte), "para qué seguir narrando lo que fue aquella carrera..."

Recomiendo a los interesados que sigan el programa que está transmitiendo cada domingo la Radio Nacional de Argentina, en el que Héctor Larrea y Norberto Chab comentan diversos aspectos  del arte gardeliano, con base en grabaciones que ellos seleccionan. Es una delicia. Acá va el enlace del último: http://www.radionacional.com.ar/category/gardel-por-larrea/

Como buen conocedor que creo ser de la dimensión artística de Gardel, observo de entrada que no es posible juzgarlo al tenor de los avances de la técnica del sonido grabado. Gardel no es para los audiófilos, pues sus grabaciones adolecen de las limitaciones propias de las épocas en que se las hizo.

De entrada, hay que diferenciar el Gardel de las grabaciones acústicas (1913-1926) del de las eléctricas (1926-1935). Luego, hay que mirar el estado de las que se han utilizado para los formatos de LP y de CD, proporcionadas en general por coleccionistas. He notado que las grabaciones acústicas se escuchan mejor en el medio digital que en tocadiscos o reproductores de casete, que dejan mucho qué desear. Las mejores grabaciones son las que hizo en España en 1927, en París en 1928, en Buenos Aires entre 1929 y 1933 y las de Nueva York entre 1934 y 1935.

A Gardel lo llamaban el "Rey del Tango", pues el mayor número de sus creaciones corresponden a este género musical. Pero lo que dejó como cantor del folclore argentino y el uruguayo, es maravilloso, como lo fueron también sus incursiones en lo que bien podemos llamar música internacional. Es interesante observar que en sus películas se desempeñaba con soltura en los tres géneros.

En realidad, Gardel es el creador del tango cantado. Su influencia es nítida en otros grandes cantores, como Hugo del Carril, Óscar Alonso, Alberto Marino, Héctor Mauré, Jorge Vidal y otros más. Hay otras escuelas, influenciadas en buena medida por Ignacio Corsini y Agustín Magaldi, o la personalísima de Alberto Castillo, pero la gardeliana es la que predomina.

El público conoce en principio al Gardel evolucionado que ve en las películas, sobre todo en las norteamericanas. Es, en general, un Gardel romántico. Pero hay también el Gardel sentimental, el dramático, el humorístico, el criollo y el arrabalero. Lo hay para todos los gustos. 

A los aficionados nos acribillan con la pregunta del millón: ¿Cuál es el que a Ud. más le gusta?  Alguno aprendió a evadirla fácilmente: el último que escuché. Tengo por ahí una selección que hice años ha de creo que 104 temas imprescindibles, pero hace unos días que volví a escucharla encontré que me había quedado corto. Dejando de lado el Gardel que todos conocen, recomiendo a las volandas unos temas que siempre escucho con atentas emoción o delectación: Ramona, De flor en flor, Llevame carretero, A contramano, Farolito de papel, Clavel del aire, Uno y uno, La Pastelera, Chacarera del norte, Lechuza, Pordioseros, Adiós que te vaya bien, Sanjuanina de mi amor, La Mariposa en cualquiera de las dos versiones, Jujeña, Desdén, Noches del Colón, Cachadora, El Cardo Azul, La pena del payador, Murmullos, Amigazo, Echando mala, Muchachos silencio, Paseo de Julio, Hopa hopa hopa, Misterio, La violetera, Insomnio, Qué vachaché, Por qué soy reo, Y si la ves dale un beso, Cabecita negra, Culpas ajenas, Pobre gallo bataraz, etc. Si me apuran, me quedo con Siga el corso. A mis nietecitos les canto Mañanita de sol: "Caballito campero, oigo tu galopar, más veloz que el pampero el gaucho que quiero está por llegar. Rayito'e sol, cielito azul, florida aurora, ave canora, eso sos vos. Noche sin luz, árbol sin flor, pájaro herido lejos del nido eso soy yo..."

Borges escribió en alguna parte que las letras de tango ofrecen a su manera una comedia humana, vale decir, una exploración de lo que somos, sentimos, queremos, hacemos, soñamos y, en síntesis, vivimos. El repertorio gardeliano nos presenta todo eso por medio de una voz privilegiada. Soy de los que piensan que Gardel cada día canta más.  Siempre le escucho algún nuevo matiz. A lo largo de más de sesenta años de frecuentarlo casi que cotidianamente, no me fatiga.

Bing Crosby habló del hombre que escucha a Gardel. Soy uno de esos. Me consuela lo que contaba Iván Amaya, nuestro compañero de trabajo en la Andi, acerca de que unos críticos musicales de mucho peso en Londres llegaron a la conclusión de que las tres grandes voces del siglo fueron las de Caruso, Björling y, asómbrense, Gardel, del que el extinguido sello Nimbus en su colección Prima Voce publicó dos discos compactos con selecciones de su biógrafo británico Simon Collier.


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