"La Linterna Azul" publicó hace unos días un interesante escrito de Miguel Ángel Martínez Meucci que lleva por título "El Dragón Tatuado-Consideraciones en torno al mal extremo" (http://www.lalinternaazul.info/2019/07/10/el-dragon-tatuado-consideraciones-en-torno-al-mal-extremo/).
Las consideraciones versan principalmente sobre el fenómeno del mal en ciertas individualidades cuyos trastornos mentales las hacen insensibles ante el sufrimiento de los demás e incluso las llevan a disfrutar los mismos, para luego ocuparse de cómo esa insensibilidad moral se va proyectando en las sociedades hasta el punto de llegar a la "banalidad del mal" de que habló Hannah Arendt, en buena medida por la acción de dirigentes tocados de "oligofrenia moral". Una cuestión de fondo que se toca en el escrito es la dificultad con que tropiezan los sistemas democráticos liberales para enfrentar estos fenómenos, habida consideración de las restricciones que las ideologías que los sustentan exigen para el ejercicio del monopolio legítimo de la violencia por parte de los agentes estatales.
Espero haber presentado un resumen correcto de tan lúcido como oportuno escrito, el cual llama la atención sobre realidades ominosas de la hora presente en todo el mundo y particularmente en nuestros países.
Hay una disciplina académica en formación, inspirada en los estudios de Andrew Lobaczewski, que se denomina Ponerología Política, vale decir, el estudio de la naturaleza del mal en el universo político (vid.https://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_ponerology05.htm).
Su punto de partida se enmarca dentro de los postulados de la psicopatología, que aspira a penetrar los secretos de la naturaleza de la personalidad malvada y sus modos de manifestarse en los individuos y las colectividades.
Es bien conocida la distinción que hizo Freud entre Eros y Tanatos, dos poderosos impulsos humanos que nos llevan bien hacia la armonía con nuestros semejantes o a la destrucción de los mismos.
Hace tiempos leí en unos escritos de Arthur Koestler que nuestros impulsos violentos podrían explicarse en función de desajustes estructurales entre el neocórtex, o sea el cerebro evolucionado, y el cerebro límbico que compartimos con los reptiles.
Una exploración del tema a partir de las tradiciones religiosas, el pensamiento filosófico y la ficción literaria, fascinante por lo demás, es la que nos ofrece Rudiger Safranski en "El Mal o el Drama de la Libertad" (Tusquets Editores, Barcelona, 2005).
Pero, ¿qué tal si consideramos lo que en su momento planteó el entonces cardenal Ratzinger acerca de que la maldad humana exhibe tan pavorosas manifestaciones que quizás solo podríamos explicarla a partir de agentes externos de carácter sobrenatural?
En "Los Hermanos Karamazov", nos habla Dostoiewski, a propósito de Dimitri, su personaje central, de la lucha entre Dios y el Diablo que se libra en el interior de cada hombre. Los que hemos sufrido la influencia del Maligno y la acción liberadora de la gracia de Dios sabemos bien de qué se trata. Y esa confrontación trasciende a la esfera comunitaria suscitando conflictos entre las diferentes colectividades, así como en el interior de las mismas y en las relaciones interpersonales.
Leí hace poco una reflexión del Santo Padre Pío de Pietrelcina acerca de que el amor es un reflejo de Dios en el corazón del hombre. Ese amor vivo que florece y fructifica, trae felicidad y eleva los espíritus, es obra de Dios. Lo que lo contamina, debilita y destruye es, por el contrario, obra demoníaca. Quienes conspiran para destruir una hermosa amistad colaboran, a no dudarlo, con la obra del Demonio.
Enseña el padre Doriam Rocha Vergara que el Demonio actúa ordinariamente sobre las almas a través de la tentación. Pero hay acciones extraordinarias: la opresión demoníaca, las infestaciones, las vejaciones y las posesiones (vid. https://www.aciprensa.com/noticias/como-actua-el-demonio-en-la-vida-de-las-personas-16228).
Todo ello está documentado fehacientemente a partir de las experiencias de los exorcistas, que en lugar de explotarlas comercialmente a través de películas de terror, deberían ser objeto de escrutinio científico. Pero como la ciencia dominante es naturalista y, por ende materialista, se muestra refractaria a considerarlas.
¿En qué medida, por ejemplo, el universo hitleriano estaba severamente influenciado, cuando no controlado, por poderes ocultistas? ¿Qué decir de la afición de personajes como Chávez o Santos a la santería cubana? ¿Qué papel jugó el satanismo juvenil en el pensamiento y la acción de Carlos Marx? (http://consciencia-verdad.blogspot.com/2011/01/marx-satanista.html) ¿Hay, en verdad, presencia demoníaca en las sociedades secretas que en buena medida controlan el mundo actual?
La crueldad de las guerras "civilizadas", la violencia atroz de los movimientos subversivos, los abusos de autoridades que deberían velar por el bien común, la corrupción política y empresarial, la injusticia social, el holocausto silencioso que hace del vientre materno el lugar de mayor peligro para seres humanos indefensos a los que se niega el derecho a la vida, el demonio del sexo desatado en todas partes, la pornografía y el tráfico de armas como negocios líderes, el imperio subterráneo de la droga que amenaza con la destrucción de la civilización(vid. https://www.amazon.es/Underground-Empire-Where-Governments-Embrace/dp/0385175353), el hambre de poblaciones enteras como arma de control político (Ucrania bajo Stalin en 1932-33, Venezuela hoy bajo la pandilla criminal de Maduro), el tráfico de personas, la proliferación de bandas criminales, etc., etc.
¿Estamos, sí o no, en mundo espiritualmente enfermo?
El mal se expande vertiginosamente, y estamos desarmados para combatirlo porque hemos sucumbido ante el relativismo moral. El buen sentido, que podía identificar las fronteras entre el Bien y el Mal, yace sepultado bajo ideas tan descabelladas que, como dijo Orwell alguna vez, solo los intelectuales están dispuestos a adoptarlas.
Parafraseando "La Trahison des Clercs" que hace años denunció Julien Benda en un escrito célebre (http://classiques.uqac.ca/classiques/benda_julien/trahison_des_clercs/benda_trahison_clercs.pdf), bien podemos decir hoy que los intelectuales han renunciado hoy a su misión esencial, que es leer en el interior de la realidad en búsqueda de la verdad que ella encierra. Una de sus más deplorables abdicaciones atañe a la negación de la verdad moral: son incapaces de ilustrar al hombre corriente, el que los lee para orientar su pensamiento y su acción, acerca de lo que está bien y está mal.
Para muestra, la perversidad cada vez más alarmante de los fallos de nuestra Corte Constitucional.
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