sábado, 24 de marzo de 2018

La Corte del Dr. Moreau

Según se dice, al discutir con Alejandro Ordóñez la posibilidad de un acuerdo pro-vida, el candidato Iván Duque Márquez manifestó que él no estaba dispuesto a firmar nada que estuviera por encima de la Constitución (Vid. http://www.razonmasfe.com/fe/este-es-el-acuerdo-provida-de-duque-con-ordonez/).

Conviene preguntarse a este respecto acerca de cuál es la Constitución a que el candidato está haciendo referencia, si la que está escrita en textos formalmente aprobados o la espuria que a partir de fallos prevaricadores ha venido pergeñando la Corte Constitucional.

Aunque el artículo 374 de la Constitución Política dispone que la misma solo podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo, es un hecho indiscutible que la Corte Constitucional, so pretexto de ejercer la guarda de la integridad y la supremacía de la Constitución que le asigna el artículo 241 id., se ha autoadjudicado un poder constituyente que se superpone al primario que según la doctrina corrientemente aceptada le pertenece al pueblo y al secundario o derivado que ejercen cuerpos representativos como el Congreso o una Asamblea Constituyente.

No obstante la restricción que le impone dicha disposición en el sentido de que la jurisdicción constitucional  se ejercerá por la Corte "en los estrictos y precisos de este artículo", en la práctica tan perentoria advertencia es letra muerta, algo así como una talanquera que aquella corporación se salta sin reato alguno, como si no existiera.

De ese modo, una es la Constitución formal que los estudiantes de Derecho leen y aprenden en los cursos respectivos, y otra muy distinta, la que emana de las sentencias que profiere la Corte Constitucional, que hace suyo un dogma del realismo jurídico norteamericano según el cual "el Derecho es lo que los jueces dicen que es". De ahí se sigue que los contenidos jurídicos no hay que buscarlos en el Derecho escrito formalmente promulgado en la Constitución, las Leyes o los Reglamentos, sino en el que crean los jueces y se recopila en los documentos jurisprudenciales.

En la doctrina jurídica se enseña que ese proceso irregular pero muy efectivo de creación y reforma de la normatividad fundamental lleva el nombre de mutación constitucional, tomado de una analogía con lo que los biólogos evolucionistas suponen que es el dispositivo básico de la evolución de las especies, la mutación genética.

Digamos entonces que la Corte Constitucional es una especie de laboratorio jurídico en el que se producen mutaciones que dan lugar a nuevas figuras normativas, unas procedentes de la reelaboración o relectura de los textos para ponerlos a decir lo que no dicen, y otras surgidas del afiebrado magín de sus integrantes en su empeño de hacer valer sus propias concepciones ideológicas. A menudo, estas licencias interpretativas constituyen prevaricatos mondos y lirondos, pero ¿a la Corte quién la ronda?

Muchas de estas criaturas jurídicas traen a la memoria las terribles bestias pobladoras de la isla del Dr. Moreau en la célebre novela del mismo nombre escrita por H.G. Wells, en la que se han basado varias películas memorables (Vid. https://www.liceo-londres.edu.mx/tareas_liceo/wp-content/uploads/2017/10/la-isla-del-dr-moreau.pdf).

El Dr,. Moreau practicaba la vivisección de hombres y animales para hacer injertos y crear nuevos especímenes. Ahora, unas de esas bestias resultan de la hibridación de genes humanos y animales, las quimeras, de las que se dice que se han creado más de 150 solo en el Reino Unido (Vid. https://lamatrixholografica.wordpress.com/2012/08/29/mas-de-150-hibridos-humanoanimal-han-sido-desarrollados-solo-en-el-reino-unido/).

Desde el punto de vista jurídico, los discípulos del Dr. Moreau en la Corte Constitucional suelen aplicarse también a la creación de quimeras normativas, de las que ofrezco varios ejemplos elocuentes:






La Constitución dice que la vida humana es inviolable (art. 11), pero la Corte Constitucional autoriza el aborto y la eutanasia, por encima de tan contundente afirmación de principio. 

Y si la misma Constitución define la familia a partir de la unión conyugal de un hombre y una mujer, la Corte le enmienda la plana diciendo que también la pueden configurar los deseos de dos hombres o dos mujeres entre sí, abriendo de ese modo la posibilidad para que después se diga que en su conformación podrían colaborar  simultáneamente varios hombres y varias mujeres., y quizá incluso animales.

La Corte Constitucional lleva su ímpetu desenfrenado hasta el punto de modificar las reglas gramaticales, a despecho de lo que la suprema autoridad rectora del buen decir, la Real Academia de la Lengua Española, ha dispuesto sobre lo de "todos y todas, ellos y ellas".la igualdad,

Y no se para en pelillos para imponer la muy discutida ideología de género, como si hiciera parte de nuestro ordenamiento fundamental. 

Todos estos fallos ponen en marcha una devastadora revolución cultural que es el pueblo y no la Corte quien debería avalar.

Pues bien, si esta es la Constitución que el candidato Duque afirma que hay que mantener y contra la que no puede firmar nada, me parece que anda muy desenfocado, pues una tarea que corresponde emprender en aras de la restauración de nuestra desvencijada institucionalidad es precisamente poner en su sitio a la Corte Constitucional, obligándola a no seguir dando el mal ejemplo de usurpación del poder constituyente y a ceñirse en el ejercicio de sus funciones a "los estrictos y precisos términos" de la normatividad cuya guarda se la ha confiado.

Por supuesto que Duque es una salvaguarda contra el extremismo del abominable Petro, mas no parece serlo respecto de ciertas tendencias no menos abominables que pretenden, fundándose en interpretaciones excesivas y tergiversadoras del laicismo, la dignidad y la igualdad, socavar los principios espirituales sobre los cuales reposa nuestra civilización.

Al fin y al cabo, la que se está imponiendo, sea de modo abierto o subrepticio, es una idea de civilización en la que no cuenta lo que Maritain denominaba la "supremacía de lo espiritual", sino una concepción materialista, nihilista y errática de la naturaleza humana que promueve la ONU para instaurar un Nuevo Orden Mundial, según lo denuncia el padre Michel Schooyans en "La Cara Oculta de la ONU" (Vid. http://www.michel-schooyans.org/images/publications/LibrosSP/2002CaraOcultaONU.pdf).

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