martes, 29 de julio de 2025

Creo en la inocencia de Uribe

Como he sido juez y, en consecuencia, víctima de ataques mal intencionados, no entraré a cuestionar a la funcionaria que emitió fallo condenatorio contra el expresidente Uribe Vélez. Supongo que decidió a su leal saber y entender sobre tan proceloso asunto. No me gusta pronunciarme sobre expedientes que no conozco en detalle y entiendo que en un caso como el de marras son muchos los temas de reflexión que se suscitan tanto en los hechos como en el derecho. La labor del juez es difícil a más no poder, máxime si hay que formarse criterio sobre un expediente abultadísimo. Afortunadamente su decisión está sometida a escrutinio profesional por la Sala de Decisión del Tribunal Superior de Bogotá y quizás llegue hasta la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.

A lo largo de los últimos meses no pude entender por qué el debate probatorio se extendió a innumerables cuestiones que a mi juicio se alejaban de las dos centrales, a saber. a) las relaciones del expresidente Uribe con su apoderado Cadena; b) las gestiones que éste adelantó con supuestos testigos a cuya retractación se aspiraba.

Todo parece dar a entender que Cadena obró sin las debidas precauciones en su trato con ellos, desbordando quizás el encargo que se le había encomendado. Pero el tema de fondo es si en el expediente media prueba plena acerca de si el expresidente Uribe autorizó expresa o implícitamente esos desbordamientos, o los ordenó.

Supongo que la juez llegó a la conclusión afirmativa a partir de la prueba indiciaria, porque no creo que en parte alguna el expresidente se hubiera salido de la regla que él mismo trazó consistente en que los testigos, sin amenazas ni prebendas, se acogieran a decir nada más que la verdad.

Ahora bien, ese medio de prueba es de muy difícil manejo en la mayoría de los casos, salvo que se esté en presencia de indicios necesarios, Por consiguiente, su evaluación reviste severa complejidad y si no suscita una fuerte convicción y deja dudas, hay que acudir al sapientísimo adagio que reza "in dubio pro reo". Vale decir, en caso de duda razonable sobre el alcance de un medio de prueba, el caso debe resolverse en favor del acusado.

Son, además, muchos los indicios que lo favorecen, pues militan testimonios más que valederos acerca de la honestidad que ha presidido tanto sus actuaciones públicas como las privadas. En lo que conozco de él, no puedo advertir sino rasgos de una personalidad egregia que de ningún modo estaría dispuesta a prestarse a maniobras torticeras.

No podría decir lo mismo acerca de muchos de quienes lo combaten y persiguen.

En escrito sobre el fatídico sino de Cristóbal Colón, en el que sin querer presagiaba el infortunio personal en la postrimería de su vida, don Marco Fidel Suárez escribió:

"...el campo al que el almirante dirigía su actividad era el campo de la política, tierra donde se fermentan todas las pasiones y donde se crían las plantas más venenosas. La envidia, la venganza, la ingratitud, la codicia, la calumnia, cuanto guarda de peor el corazón, prospera en ese campo, donde no se presenta al espíritu sino la contemplación de la miserable naturaleza humana, que sólo sobrenaturalmente puede amarse" (Suárez Marco Fidel, Obras, Tomo I, pág. 856, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1958).

Bien hace el Gran Colombiano, así reconocido por sus compatriotas, en buscar el refugio de la fe en estos momentos aciagos para él y los suyos. Los pasajes de la carta de San Juan que hoy se lee en las celebraciones eucarísticas le ofrecen el consuelo que su alma injustamente lastimada anhela. Ruego que Dios lo bendiga y proteja.

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