martes, 25 de diciembre de 2018

De la Iglesia militante a la Iglesia claudicante

En varias ocasiones me he referido al libro de Yves-Marie Hilaire, "Histoire de la Papauté", para resaltar que es una historia que se resume en 2.000 años de misión y tribulaciones.

La misión viene del Evangelio mismo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt. 16:13-20); "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado" (Mt. 28:18-20).

Las tribulaciones han sido la constante a todo lo largo de estos dos milenios. 

La Iglesia hubo de soportar en sus comienzos la persecución de los judíos y luego la de los romanos. Su triunfo en el siglo IV se vio ensombrecido después por las herejías, la invasión de los bárbaros, las guerras con los hunos, los árabes, los mongoles y los turcos, la escisión de la Iglesia griega, los conflictos con emperadores y reyes, la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, las persecuciones masónicas y las comunistas, etc. Pero quizás el peor de sus enemigos ha anidado en su interior, tal como lo señaló S.S. Benedicto XVI, quien citando a un alto dignatario de hace varios siglos comentó que la prueba de la protección divina, lo de que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18), radica en que no la han podido destruir los múltiples y gravísimos pecados tanto de sus jerarcas como de sus fieles. El escándalo ha amenazado con demolerla, pero siempre ha sabido resucitar de la postración a que ha tratado de someterla.

Nadie duda de que en los tiempos que corren, al lado de los agresivos procesos de secularización que buscan erradicar la cultura católica en todas partes, el escándalo ha contribuído con su obra  deletérea a alejar de la Iglesia a muchísima gente. Unos, que vienen de la increencia, temen acercarse a ella, porque a su juicio no les ofrece remedio para su malestar espiritual. Otros, nacidos y criados en su seno, se alejan al verla tan contaminada y toman bien sea el camino del agnosticismo, ora el de las sectas.

No es el caso de envolverlas a todas estas dentro de un rótulo peyorativo, pues a menudo se encuentra en ellas una auténtica espiritualidad cristiana que lleva a sus fieles a transitar por el buen camino. Pero hay que dolerse de que este no sea el camino de la unidad que preconiza el Evangelio, cuando dice que "Una nación dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras otro" (Lc. 11:17)

Los dos milenios de existencia de la Iglesia se explican, amén de la acción providencial, por su celo por la unidad: unidad en la doctrina, unidad en la enseñanza moral, unidad en la acción pastoral, unidad en la liturgia, unidad en la organización.

Todos estos escenarios de unidad están hoy en grave riesgo. Es probable, en efecto, que la apuesta por el "aggiornamento" promovida por los hoy santos Juan XXIII y Pablo VI a través del Concilio Vaticano II haya abierto profundas grietas en la antaño monolítica estructura de la Iglesia.

De entrada, hay que observar que la interpretación de la obra conciliar da lugar por lo menos a tres corrientes: una, en realidad minoritaria, que la rechaza o al menos la cuestiona, tal como lo sostienen los sedevacantistas y los lefebvristas; otra que predica su continuidad con la tradición, tal como lo ha señalado S.S. Benedicto XVI; y una más, a la que parece adherir S.S. Francisco, que postula más bien la ruptura con ella.

Que este sea el propósito del actual Pontífice, es asunto que puede prestarse a discusión, pues hay quienes afirman que de Perón aprendió el arte de la ambigüedad y el ocultamiento de sus designios. Pero no cabe duda de que muchos de quienes lo rodean pretenden "protestantizar" a la Iglesia, sin cuidarse del cisma que podría derivarse de ahí.

Recuerdo que hace años, Alain de Penanster, el entonces comentarista de asuntos religiosos de "L'Express", observaba que entre los protestantes había cierta nostalgia de la organización y la belleza litúrgica del catolicismo, pero entre los católicos, a su vez, se estaba dando el gusto por el debate y la libertad de pensamiento reinantes en el protestantismo.

Esto último es ostensible. Lo que resta de la intelectualidad católica, salvo en los medios tradicionalistas e integristas, es cada vez más refractario al magisterio de la Iglesia, sobre todo  cuando se invoca la autoridad de la tradición. 

Al libro de autoría colectiva en que participaron entre otros el Cardenal Martini y Umberto Eco, "En qué creen los que no creen" (Vid. https://ifdc6m-juj.infd.edu.ar/aula/archivos/repositorio/0/97/eco_umberto__martini_carlo_maria_-_en_que_creen_los_que_no_creen.pdf), podría añadirse ahora otro que titulara "En qué creen los que creen", del que resultarían no pocas sorpresas, pues muchos de los que hoy nos consideramos católicos profesamos creencias muy diversas sobre asuntos fundamentales de fe y moral.

La firmeza que antaño exhibía la Iglesia militante ha devenido en una distensión proclive a las claudicaciones. Ello es palmario en los Estados Unidos y Europa occidental, o en la Compañía de Jesús. Lo es, quizás, en el Vaticano mismo. Y lo padecemos entre nosotros.

Los ejemplos abundan. Acá, en nuestra Arquidiócesis, encontramos párrocos que rechazan las imágenes con argumentos luteranos o niegan verdades católicas como la Anunciación, la Encarnación,  la Resurrección  o la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, y establecimientos educativos patrocinados por la Iglesia que en lugar de entronizar a San Agustín o Santo Tomás de Aquino, rinden culto a Marx, Nietszche, Heidegger o Foucault.

¿Qué decir del silencio de la jerarquía eclesiástica ante la imposición torticera de la ideología de género como normatividad constitucional en el NAF? Dizque en aras de las paz con las Farc, se dejó pasar sin que mediase debate alguno una formulación de principios encaminada a destruir la familia, que es la obra maestra de la civilización cristiana.

Es tema sobre el que di remate a una disertación que en estos días hice en el Centro Cultural Cruzada (Vid. https://www.youtube.com/watch?time_continue=9&v=NjHBu6yeflU). El Cardenal que en cierto momento calzó botas de guerrillero no tuvo palabras para oponerse a lo que la consagración de dicha ideología conlleva, que no es otra cosa que la revolución sexual de que trata, por ejemplo, el muy documentado e inquietante libro de E. Michael Jones, "Libido Dominandi" (Vid. https://archive.org/details/LibidoDominandiSexualLiberationPoliticalControlE.MichaelJones2000)

En ciertas publicaciones católicas se registran con preocupación estos y otros hechos similares que parecen anunciar que ya estamos en frente de "El Misterio de Iniquidad" que preludia la apostasía de la Iglesia. Pero, fieles a la promesa evangélica, aprestémonos más bien a orar por su unidad y su santidad, de modo que la crisis que ahora padece no traiga consigo su disolución, sino un nuevo nacimiento, tal como lo dejó expuesto Jean Guitton en su lúcido escrito titulado "Lo absurdo y el misterio".  (Vid. http://libroesoterico.com/biblioteca/enigmas_conspiraciones/Guitton%20Jean%20-%20Lo%20Absurdo%20Y%20El%20Misterio.PDF).

martes, 18 de diciembre de 2018

Navidad

Una letrilla muy popular, pegajosa y festiva anuncia la llegada de diciembre,"mes de parranda y animación" (Vid.https://www.musixmatch.com/es/letras/Lucy-Figueroa/24-de-Diciembre), dentro de un ánimo que más recuerda las saturnales y la fiesta del sol naciente que se celebraban en la Roma imperial, que el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

No creo que sea impertinente traer a colación algunas reflexiones sobre el significado espiritual de este acontecimiento, que para nosotros los creyentes representa uno de los momentos verdaderamente cruciales de la historia de la humanidad.

El tercer misterio gozoso del Rosario evoca el nacimiento del Hijo de Dios en un pesebre en Belén. A partir de ahí surgen muchos comentarios, de los cuales me interesa destacar dos: la ternura que en el alma popular suscita la imagen del Divino Niño y la idea de la manifestación amorosa de Dios al encarnarse en tan excelsa criatura.

Lo normal es que un recién nacido traiga alegría a su alrededor. Es un canto a la vida, que en medio de las dificultades que la circundan es bella y merece exaltarse. Ahora que muchos coinciden con el ateo y nihilista Cioran acerca del inconveniente de haber nacido, no sobra coincidir con Sófocles en que "No haber nacido nunca puede considerarse el mayor de los favores". Ya Anaxágoras había señalado que la ventaja de haber nacido sobre el no llegar a la vida estriba en que por esta se logra la contemplación de las cosas eternas, que ofrece, por consiguiente, la suprema bienaventuranza. La idea de este destino final y eterno está en el núcleo de nuestra fe cristiana.

El Niño Jesús es Niño Dios, Dios con nosotros (Mt. 1:23), Dios hecho hombre o, según la fórmula del Credo de Nicea, "Hijo único de Dios, ...engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre..." (Vid. http://ec.aciprensa.com/wiki/Credo_de_Nicea). Los escépticos pueden relacionar esta idea con mitologías antiguas, pero ella está presente en el origen histórico de la Iglesia y hace parte sustancial de su tradición. El Evangelio la menciona en varios pasajes y es tema central de la enseñanza paulina (Thes. 1,10; Rom. 8,32; Cor. 1,19; Act. 9,20). Su génesis no se pierde en la noche de los tiempos, dado que es localizable ya en los orígenes del cristianismo.

En los tiempos que corren prevalece la idea de que la única realidad es aquella de que nos dan cuenta  los sentidos, es decir, la que consideramos natural. Lo sobrenatural, que solo nos es accesible por indicios, por revelación, por razonamiento y, sobre todo, por sus manifestaciones misteriosas, se considera por muchos que está fuera de lugar, "en orsai", según la jerga futbolística de los argentinos. Y su máxima manifestación se nos ofrece en la Encarnación, la Vida, la Pasión, la Muerte, la Resurrección y la Ascensión de Nuestro Señor Jesucrísto.

Es algo que, por supuesto, resulta difícil de creer, pero que no carece de fundamentos fácticos. El libro de Lee Strobel, "El Caso de Cristo", los explora minuciosamente (Vid, https://linoahidden.weebly.com/blog/descargar-el-caso-de-cristo-lee-strobel-pdf; http://www.tesoroscristianos.net/autores/Lee%20Strobel/Lee%20Strobel%20-%20El%20Caso%20del%20Jesus%20Verdadero.pdf).

Lo de Dios que se hace hombre para sufrir las vicisitudes de nuestra condición, excepto las del pecado, hasta el extremo del martirio, ya sonaba a locura en los tiempos de la Iglesia primitiva. San Pablo advierte en su carta a los corintios que la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden, mas es fuerza y sabiduría para los creyentes (Cor. 1,18). Este gran misterio tiene a su vez una grande y profunda explicación: el amor de Dios por sus criaturas y en especial el ser humano  (Vid. https://www.corazones.org/default.htg/dios_es_amor_madre_adela.html;https://www.diocesisoa.org/documentos/ficheros/amodiosmundo_50.pdf).

Lo afirma el Evangelio de San Juan: "¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (jn 3,16).

En su "Introducción al Cristianismo", Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI, fundó la creación del mundo y del hombre precisamente en el amor de Dios:"El amor hace cosas así" (Vid. http://www.medioscan.com/pdf/Introduccionalcristianismo.pdf). Y ya como Papa, su primera encíclica la dedicó precisamente al amor de Dios: Deus Charitas Est (http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.pdf).

Frente a la idea naturalista de un universo carente de sentido, que obedece tan solo a las leyes formuladas por la física cuántica, al aleatorio evolucionismo darwiniano y , en lo que al psiquismo humano concierne, al oscuro subconsciente freudiano, el Cristianismo opone una tesis misteriosa, mas no absurda (traigo a colación aquí un poco conocido escrito de Jean Guitton, "Lo Absurdo y el Misterio"): en el trasfondo de todo anida el Amor de Dios.

La Navidad cristiana es pues, la celebración del amor de Dios, que, según el Evangelio de San Juan, envió a su Hijo para traernos "la verdad y el don amoroso" (Jn. 1;17) que nos dieran a conocer a ese Dios que nadie ha visto jamás, pero se manifestó en el Dios-Hijo único (Jn. 1,18), que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,1-6).

La festividad navideña exalta la luz de Dios frente a las Tinieblas del mal, nuestra liberación de la servidumbre del pecado, la promesa de la bienaventuranza que nos haga partícipes del mundo sublime que nos anuncia Olivier Messiaen en sus preciosas composiciones musicales, tales como "Los Colores de la Ciudad Celestial" ( Vid. https://www.youtube.com/watch?v=A61Wg4goNY0),  y es tema de las profundas y  místicas meditaciones del padre F. Brune (https://teologiaaquialla.wordpress.com/2016/05/26/francois-brune-para-que-el-hombre-se-convierta-en-dios-tomo-1-8-primera-parte-la-exigencia-infinita-del-amor-dios-y-el-hombre-la-union-imposible-capitulo-ii-la-llam/).

domingo, 9 de diciembre de 2018

Belisario

No es fácil presentar en una brevísima semblanza los rasgos de una personalidad tan compleja y una vida tan llena de contrastes como la del recientemente fallecido Belisario Betancur Cuartas, quien ya está en presencia de Dios y sujeto a su juicio inexorable, mas también a la manifestación sublime de su infinita misericordia.

Tuve poco trato con él, pero el recuerdo que me dejó fue el de una persona deferente y comunicativa que sabía ganar amistades con su estilo campechano, muy propio de su antioqueñidad.

Recuerdo que en la campaña de 1982, cuando logró su anhelo de llegar a la presidencia de Colombia, después de hacer una presentación ante la Junta Nacional de la Andi, al despedirme de él me dijo:"Yo me desectaricé". 

Lo traigo a colación porque a partir de ahí cabe distinguir en su trayectoria política dos momentos cruciales: su participación en la contienda de los partidos históricos en la segunda mitad de la década de 1940 y la primera de la de 1950, cuando, en efecto, era conocido por su radicalismo laureanista, y luego su presencia activa en el origen y desarrollo del Frente Nacional, que trajo consigo la superación del sectarismo partidista que había anegado de sangre el territorio patrio unos años atrás.

Alberto Lleras quiso integrarlo a su gabinete ministerial a raíz de la derrota que sufrió el laureanismo en las elecciones de 1960, pero los dirigentes de esta facción conservadora no lo autorizaron. Fue con Guillermo León Valencia que llegó al ministerio de Trabajo, en donde se puso de manifiesto su transición hacia un conservatismo que era, más que liberalizante, socializante. Si Laureano Gómez  denostaba a los liberalizantes de su partido, ¿qué pensaría acerca de sus seguidores que a la sazón mostraban, como Belisario, inclinaciones socialistas?

El conservatismo de la época solía inspirarse en la Doctrina Social de la Iglesia, que planteaba unas soluciones intermedias entre el capitalismo y el socialismo. Se trataba de contraponer a Marx y Jesús, lo que dio lugar al desafiante libro que a fines de la década de 1960 publicó Revel bajo el título "Ni Marx ni Jesús", para defender sus recién adquiridas convicciones liberales. Belisario, como muchos otros católicos que se deslizaron hacia la izquierda, parecía conjugar los dos extremos: "Con Marx y con Jesús". Alguien que lo acompañó en Londres contaba que le tocó llevarlo al cementerio donde reposan los restos de aquel, visita que justificó diciendo que quería conocer la tumba del hombre más importante que había producido la humanidad, después de Jesucristo. 

Parece haber bebido, entonces, de lo que Guillermo León Valencia calificaba ingeniosamente como un "cóctel de vodka y agua bendita". Es probable que su nacional-catolicismo laureanista de la década de 1940 hubiese evolucionado hacia un catolicismo tibio y quizás de no mucha ortodoxia, no obstante lo cual el Vaticano lo honró con destacadas distinciones.

Muchos que entonces creíamos ingenuamente en la consigna de Otto Morales Benítez, que proclamaba que el liberalismo era el destino de la patria, pensamos que a la presidencia había llegado el Belisario de 30 años atrás, y experimentamos temor por la suerte de nuestro partido, que a la postre terminó destrozado bajo el peso de su propia iniquidad.

Belisario, en efecto, aspiraba a liquidarlo con su Movimiento Nacional, que algunos identificaban con  los independientes de que se valió Núñez para destruir a los radicales un siglo antes. Pero los hados no le fueron propicios y es lo cierto que avaló su promesa de superar el viejo sectarismo que había suscitado sospechas sobre sus propósitos. Su gobierno fue respetuoso de la oposición liberal y contribuyó a que nuestros copartidarios de aquel entonces abandonaran el temor que abrigaban por la llegada de los conservadores al poder.

Como lo señala Eduardo Mackenzie en su importantísimo libro sobre las Farc, la política exterior de Belisario dio un acusado giro hacia la izquierda tercermundista. Y es interesante observar que ese antiguo admirador de Franco terminara aliándose con Felipe González, el gobernante socialista de España en la década de 1980. Como decía López Michelsen: "Vivir para ver".

Definitivamente, Belisario había dejado de ser conservador.  Ya solo lo era de nombre.

El accidentado final de su gobierno lo llevó a apartarse de la política. Cuando lo visité en Chile, a raíz de un viaje que hizo, me dijo de entrada, muy amablemente: "Hablemos de cualquier cosa, menos de política, que ya no me interesa". Como lo atestiguaron otros que tuvieron más cercanía con él, consideraba definitivamente cerrado ese capítulo de su existencia. Es probable que el horroroso y demencial Holocausto que perpetraron los psicópatas del M-19, con quienes había puesto en juego todo su prestigio en procura de un acuerdo de paz, hubiese dejado en el "hondón de su alma",  que hoy menciona Juan José Hoyos en un precioso escrito, una inmensa e insuperable decepción.

Que Dios lo tenga en su gloria y le conceda el descanso eterno.



jueves, 6 de diciembre de 2018

Ni paz os dejo ni paz os doy

Un irónico trinador definió con estas palabras el torpe legado de Juan Manuel Santos, quien obtuvo un inmerecido Premio Nobel de Paz, pero dejó a Colombia sumida en conflictos prácticamente insolubles.

En reportaje que publicó El Colombiano el domingo pasado, el Defensor del Pueblo, Carlos Negret Mosquera, puso el dedo en la llaga al afirmar que el acuerdo con las Farc produjo apenas un alivio transitorio, pues pronto se impusieron otras estructuras, tales como el Eln en su expansión, grupos residuales y disidencias de las Farc, que han recrudecido la violencia tratando de controlar los territorios en los que prevalecen los cultivos de coca y la minería ilegal (Vid. http://www.elcolombiano.com/colombia/paz-y-derechos-humanos/sustitucion-de-cultivos-ilicitos-en-colombia-es-el-corazon-de-la-paz-defensor-del-pueblo-JY9753946).

Ya se ve con entera claridad que entre Santos y las Farc no hubo el tal proceso de negociación de que trata un documental que se está exhibiendo en las salas de cine. Se trató más bien de un proceso de capitulación en el que se colmó de garantías a una de las organizaciones criminales más perversas  habidas y por haber, sin que el Estado adoptara las salvaguardas necesarias para hacer que las Farc cumplieran a cabalidad lo estipulado y se lograse de veras la paz que se anhelaba.

Como resultado de las claudicaciones de Santos, los cultivos de coca se multiplicaron por cinco o más, haciendo de Colombia el primer productor de cocaína en el mundo. Es un fenómeno que de hecho es irreversible si se cumple lo ingenuamente estipulado en el NAF. Los propagandistas del acuerdo decían que las Farc colaborarían con la solución del problema, pero este ya no se encuentra bajo su control, pues, como lo dice el Defensor del Pueblo, otros son los actores que han entrado a dominar los territorios cocaleros.

El NAF omite toda referencia a otro problema crucial, el de la minería ilegal, en el que las Farc también han jugado rol protagónico. El Defensor del Pueblo destaca su gravedad, insistiendo en que la lucha violenta por el control territorial por parte de los diferentes grupos criminales también toca con esta destructiva empresa.

Algunos analistas temen que en el país se estén consolidando dos grandes y temibles áreas geográficas: una, en el norte, que iría desde la costa del Pacífico hasta el Catatumbo, en la frontera con Venezuela, controlada principalmente por el Cartel del Golfo; la otra, en el sur, que cubriría los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo, Caquetá, Guaviare, Guainía, Vaupés y Amazonas, sometida a lo que por un subterfugio viene denominándose disidencias de las Farc, pero que en el fondo pueden ser estas mismas.

El Defensor del Pueblo menciona los asesinatos de líderes sociales, el reclutamiento de niños, el confinamiento y desplazamiento de comunidades, la guerra entre los grupos ilegales y la falta de presencia del Estado en vastos sectores del territorio nacional.

Un viejo conocido al que hacía tiempos que no veía me contó antier que él vive de una finca en Urabá y, como todo propietario de tierras en la región, tiene que pagarle al Cartel del Golfo una cuota mensual de $10.000 por hectárea, que es más de lo que le liquidan por concepto de impuesto predial. Es una suma no deducible del impuesto de renta, sobre la que quienes la recaudan no liquidan dicho gravamen ni IVA . Si es cierto lo que me dice, ¿cuánto se gana el Cartel del Golfo por este concepto en toda la región?

Colombia parece estar  recayendo en el hoyo negro de los Estados fallidos, en los que el orden jurídico y la autoridad legítima llamada a preservarlo son cada vez más ilusorios.

A mis alumnos suelo recordarles un concepto de Álvaro Gómez Hurtado acerca de que nuestra sociedad, en lugar de depender de un tejido de solidaridades, amenaza apoyarse en una red de complicidades. No de otro modo se explica el protagonismo de un personaje tóxico como lo es Gustavo Petro, para no ir más lejos. 

Si alguien que se jacta de ser un faro moral se atreve a exhibir desnudo su trasero en el recinto del Senado y no le pasa nada, como tampoco a un expresidente que sale para el exterior violando sin tapujos la disposición constitucional que lo obligaba a obtener permiso del mismo Senado y haciendo de contera uso indebido del pasaporte diplomático, que por lo mismo la Cancillería habría debido ordenar su cancelación, todo ello significa que obra entre nosotros un proceso disolvente del que solo cabe esperar que nos conduzca hacia el caos.

No nos digamos mentiras: bajo el régimen actual, Colombia es un país ingobernable en el que las instituciones cada vez pierden más respetabilidad y eficacia.