martes, 19 de junio de 2018

¡Laus Deo!


Hago parte de los millones de colombianos que le damos gracias a Dios por la elección de Iván Duque como  nuevo presidente de Colombia.

Con Duque renace la esperanza que Santos echó a perder con sus enormes desaciertos. Y nos libramos de haber caído en garras de un personaje demoníaco, como lo es Petro.

Vuelvo sobre lo que escribí hace algunas semanas: de Petro solo podíamos esperar pesadillas; con todo, no le pidamos maravillas a Duque, pues lo que se ha ganado es, simple y llanamente, la rifa del tigre.

Afortunadamente es un hombre joven lleno de energía y dotado de cualidades excepcionales, las que se requieren para gobernar un país que ahora sí, como diría Carlos Lleras Restrepo, está descuadernado.

La herencia que deja Juan Manuel Santos está erizada de conflictos y enredos de toda índole.

Afortunadamente, hay dos asuntos que, mal de su grado, quizás deje resueltos.

El primero, la corrupción política, pues la llevó a tales extremos que ya ha tocado fondo. En lo sucesivo, las relaciones con el Congreso tendrán que manejarse de otra manera, con transparencia y corrección. Después de lo que ha confesado Musa Besaile sobre la ruta de la mermelada, será imposible seguir comprando descaradamente a los congresistas del modo como lo ha hecho Santos.(Vid. http://www.wradio.com.co/noticias/actualidad/la-ruta-de-la-mermelada-y-sus-protagonistas-segun-musa-besaile/20180529/nota/3755657.aspx). 

Duque puede reclamar para sí, como dijera López Michelsen en su momento, un verdadero mandato claro al que necesariamente tendrán que plegarse los congresistas, sin perjuicio de su derecho de proponer, discutir e incluso disentir, en función de su deber de votar consultando la justicia y el bien común.

El segundo, las Farc. La situación con el que ahora es un partido político legal es muy diferente a la que tuvieron que enfrentar los gobiernos anteriores. Hay con ellas un acuerdo muy deficiente que tarde o temprano habrá que corregir, no obstante los alegatos que  se están aduciendo acerca de su intangibilidad. Pero ha quedado claro que sus dirigentes están desacreditados hasta el punto de que en las pasadas elecciones ningún candidato presidencial se atrevió a exhibir su apoyo. Y los exiguos resultados que arrojó su votación para el Congreso muestran que ya no están en capacidad de intimidar a la población con sus exigencias. Como vulgarmente se dice, en las relaciones con sus dirigentes habrá que tragarse buena cantidad de sapos, pero no todos los que desean.

No me atrevo a hacerle recomendaciones al Presidente electo. Mejor, las hago a la comunidad, en el sentido de ofrecerle el respaldo necesario para que según su leal saber y entender dirija la nave del Estado por el mejor rumbo posible, a sabiendas de los escollos y los malos vientos que ciertamente se atravesarán en su trasiego por mares dificultosos.

Dentro de esos escollos aparece una Corte Constitucional armada al gusto de Santos y con período que abarca el de Duque. Él verá cómo protegerse de sus asechanzas.

Es hora de reiterar lo que, palabra más palabra menos, dijo el presidente Kennedy al iniciar su mandato:"No pregunte qué puede hacer el gobierno por usted, sino qué puede hacer usted por el país".

Sabedor de lo que le esperaba, el presidente Barco anunció, sin poder llevarlo a cabo, que no vacilaría en acudir al pueblo para sacar adelante sus proyectos. La Constitución, pese a sus defectos, ofrece ahora distintos escenarios para el ejercicio de la democracia participativa. Es verdad que dichos espacios están cercados, como dijera Gabriel Turbay en célebre oportunidad, por "una alambrada de garantías hostiles". Pero ahí están y, en caso necesario, habrá que acudir a ellos.

Duque es hombre de fe. Pidámosle a Dios que lo ilumine y estimule en la muy ardua empresa que con su ayuda le hemos encomendado los colombianos.

lunes, 11 de junio de 2018

Si vota por un payaso, tendrá un circo

Leí hace poco esta reflexión en Facebook y me parece que cae de perlas en estas vísperas electorales.

Insisto en que la clasificación de las tendencias politicas en tres grandes categorías (derecha, centro e izquierda) es muy superficial y esquemática. En realidad, los grandes temas de la política son demasiado complejos y dan lugar a múltiples opiniones que no se dejan encasillar en conceptos tan simples.

En lo que concierne a la realidad práctica, parece preferible abordarlas desde otras perspectivas, como, por ejemplo, las de lo deseable y lo posible, las moderadas y las radicales, las realistas y las delirantes, las serias y las fatuas, etc.

A la luz del grotesco y sacrílego espectáculo que ofreció una tropilla de histriones la semana pasada frente a la iglesia del Voto Nacional en Bogotá, no queda duda alguna acerca de lo que verdaderamente se abre a la consideración de los colombianos el próximo domingo.

De un lado, aparece un candidato serio, Iván Duque, que mantiene un discurso coherente y centrado en las realidades de la Colombia de hoy; del otro, una partida de payasos que sigue las orientaciones de Gustavo Petro, cuyo camaleónico discurso cambia de un día para otro al tenor de las circunstancias.

Según la sabiduría popular, los niños, los locos y los borrachos dicen la verdad. Ya lo proclamaban los antiguos:"In vino veritas". Comenta Lola Morón en "El País Semanal" que más o menos lo mismo afirma el Talmud babilónico, cuando dice "Entró el vino y salió un secreto", y agrega después que "En tres cosas se revela un hombre: en su copa de vino, en su bolsa y en su cólera"(https://elpais.com/elpais/2016/11/06/eps/1478387112_147838.html).

Al tenor de estas consideraciones, cabe preguntar a cual de los variopintos personajes que habitan en Petro conviene prestarle credibilidad, si al borracho que hace poco en Montería dijo que, lo mismo que Chávez, le gustaría salir a las calles a pregonar "Exprópiese, exprópiese", o al bufón que haciendo de Moisés exhibió unas tablas con la promesa opuesta y once más que entran en contradicción flagrante con lo que ha venido predicando en la plaza pública.

En rigor, como dicen en la Costa, Petro y sus compañeros de farsa son "caimanes del mismo charco". Tanto el Polo Democrático Alternativo como la Alianza Verde hacen parte del Foro de Sao Paulo, creado por Fidel Castro y Lula para promover el Socialismo del Siglo XXI en América Latina (Vid. https://www.periodismosinfronteras.org/organizaciones-politicas-colombianas-que-pertenecen-al-foro-de-sao-paulo.html). Sus proclamas en favor de la propiedad privada, la libre empresa, la economía de mercado o el "capitalismo popular" son para atrapar incautos. El modelo que en últimas los inspira es el cubano, que no solo suprime las libertades económicas, sino todas las demás, pues está demostrado por la experiencia del siglo XX que la democracia socialista es incompatible con el pluralismo, no solo político, sino cultural. Socialismo radical y totalitarismo liberticida van de la mano.

Petro utiliza un eslogan engañoso que copió de su mentor, Chávez: la "Colombia Humana" (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/19035-venezuela-humana). Es un ropaje engañoso bajo el que pretende remozarse el marxismo en los tiempos que corren (Vid. http://www.scielo.br/pdf/ea/v11n30/v11n30a21.pdf). En varios países se han formado partidos "humanistas" que pretenden revivir las tesis de Marx limándoles las asperezas que las desacreditaron bajo el régimen de la URSS y sus satélites. Pero aquí bien cabe aquello de que "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

En efecto, el humanismo marxista es materialista y niega, por consiguiente, la dimensión espiritual del hombre. 

El papa Francisco trae en "Evangelii Gaudium" una cita de Romano Guardini que es pertinente traer a colación ahora: "El único patrón para valorar con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época".

Un humanismo auténtico promueve la plenitud de la existencia humana. Hay que preguntarse si el humanismo libertino y depravado que animan Petro y sus conmilitones conduce más bien a la degradación y, en últimas, a la destrucción del hombre.

Conviene abrir el debate acerca del verdadero significado de la dignidad de la persona humana, habida consideración  de las manipulaciones que de tan sagrado concepto hacen personajes perversos del jaez de los cómicos de la legua que siguen a ese endemoniado, hijo del "Padre de la Mentira", que es Petro. Quizás se lleven una sorpresa cuando sepan que su impacto en el discurso político y jurídico contemporáneo viene de la encíclica Divini Redemptoris de S.S. Pío XI (Vid. http://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1121&context=yhrdlj).

Hay payasos de distintas clases. Por supuesto que unos son amables y delicadamente humanos, como el "Calvero" de la inolvidable "Candilejas" de Chaplin. Pero a otros, como "Chucky", el payaso asesino, hay que sacarles el cuerpo. No en vano el ingenio popular ha identificado a Santos con ese maligno personaje.  Y Petro es del mismo corte. Como bien lo ha escrito hoy Juan David Escobar Valencia en "El Colombiano", si Santos es el sida, Petro es la enfermedad mortal.(Vid. http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/santos-fue-el-sida-petro-ser
ia-la-enfermedad-mortal-JB8838290)






jueves, 7 de junio de 2018

Sobre el voto en blanco

El artículo 258 de la Constitución Política dice que el voto es un derecho y un deber ciudadano. Y en su parágrafo 2o. le confiere eficacia al voto en blanco en las elecciones para corporaciones públicas, gobernadores, alcaldes y la primera vuelta de las presidenciales, cuando obtenga la mayoría de los votos válidos. En tales casos, habrá que repetir por una sola vez las elecciones.

Para la segunda vuelta en las elecciones presidenciales el voto en blanco tiene un valor simbólico que no deja de ser importante, pues pone de manifiesto la insatisfacción frente a las dos alternativas que se sometan al escrutinio ciudadano.

Yo he votado en blanco en dos oportunidades: en 1990 y en la segunda vuelta en 2010. En esta última, porque consideré que se enfrentaban dos payasos, uno de ellos bastante maligno al que con razón se comparaba con el personaje de una película de terror.

Como el voto se debe depositar en conciencia, quien obre invocándola merece todo el respeto.

El fundamento moral de la democracia reside en la adecuada información y el buen criterio de la ciudadanía. Ese buen criterio, lo que Santo Tomás llamaba sindéresis, implica ir al fondo de las cosas para explorar mediante el ejercicio de la razón lo que haya de conveniente o de inconveniente en ellas. Como nunca podremos saber cuáles serán en últimas los resultados de nuestras decisiones, el juicio que las anime debe inspirarse en la prudencia.

En las circunstancias actuales de Colombia todo votante debe preguntarse entonces si es prudente votar por Duque, por Petro o en blanco.

Las razones de los primeros y de los segundos son tema ya más que trillado de las respectivas campañas electorales. Interesa examinar las de los terceros, cuyo trasfondo es simple: da lo mismo que gane el uno o el otro, pues ambos son igualmente perjudiciales para la suerte de Colombia. Como dijo alguna vez el presidente Mitterrand de unos contradictores suyos, optar por cualquiera de ellos equivale a elegir entre el hambre y la peste.

Pero, ¿es así realmente en lo que a Duque y Petro concierne?

Al ciudadano de a pie conviene advertirle que no se fíe mucho de los políticos que están promoviendo el voto en blanco, pues ellos miran ante todo su propia conveniencia. Fajardo, por ejemplo, no se atreve a apoyar a Petro porque ello le enajenaría hacia el futuro el voto de quienes lo identifican con el castrochavismo, fuera de que lo condenaría a perder ciertos apoyos empresariales que le han ayudado a ascender en su carrera política; pero tampoco adhiere a Duque porque al finiquitar la campaña en la primera vuelta le declaró la guerra. Lo mismo sucede con los delfines Galán, cuya enemiga contra todo lo que huela a Uribe es incurable, pero tampoco se atreven a arrojarse al lodazal del petrismo. Igual parece ser la postura de Claudia López, que, como tiene la mirada puesta sobre las próximas elecciones para gobernaciones y alcaldías, no osa tomar partido. Se siente única y cree estar por encima de todos y de todas.

Ellos, como muchos otros de sus congéneres, suelen guiarse, así sea de modo inconsciente, por esta amarga conclusión a que en su vejez llegó Clemenceau:"Los intereses creados nunca perdonarán al político que solo tiene en mira el interés público".  Extraigo esta cita de una joya bibliográfica que estoy disfrutando en razón de mi actividad profesoral, la "Introducción al Estudio de la Constitución de Colombia", de Alfonso López Michelsen, que tuvo a bien reeditar la Universidad Santo Tomás  en 1983.(Vid. pag. 14).

Los políticos hacen sus cálculos generalmente en función de la teoría de los juegos, tratando de avizorar lo que más les conviene frente al público.

Pero el ciudadano corriente debe examinar las situaciones bajo otras ópticas.

Es claro que Duque y Petro no representan lo mismo. Sus respectivas personalidades son muy diferentes, así como sus ideas y sus programas. Que gobierne el uno o el otro no será igual para la sociedad en su conjunto ni para cada uno de los habitantes de este país.

No haré la apología de Duque. Confieso que  al principio tuve ciertas reservas acerca de él, pero su desempeño me ha ido convenciendo de que goza de cualidades sobresalientes, por no decir egregias. Sin embargo, en gracia de discusión, admitamos que no es óptimo, pues sus aptitudes como administrador de la cosa pública están por verse. Mas Petro es pésimo. Su gestión como alcalde de Bogotá fue ruinosa y para nada lo acredita como gobernante. Sus ideas y sus programas están tocados de delirio. Y su personalidad, como lo han admitido algunos que ahora lo acompañan porque odian a Uribe, es detestable.

Sugiero a mis lectores que abran este enlace que me llegó vía Facebook, que exhibe a Petro borracho en Montería diciendo que le gustaría andar como Chaves diciendo por todas partes: "Exprópiese, exprópiese ..."(https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=7884601205131077457&pli=1#allposts).

Dudo que en conciencia se pueda  afirmar que da igual para Colombia y cada uno de los habitantes de su territorio que quien la gobierne sea Duque o Petro. Aceptemos que quizás el primero no ofrezca maravillas, pero del segundo es muy dable esperar pesadillas.

La libertad de conciencia debe ejercerse responsablemente, no a la ligera ni con frivolidad. 

En rigor, como lo observa Eugenio Trías en un texto admirable, la libertad está inextricablemente ligada a la responsabilidad: ser libre es gozar de la capacidad de responder haciendo uso de la razón frente a las diferentes circunstancias de la vida. Aquí y ahora, el ciudadano debe guiarse por la razón.