Aupada por su jefe, la titular de la cartera de Minas y Energía ha puesto sobre el tapete la conveniencia de promover el decrecimiento de las economías, comenzando por las más prósperas y siguiendo, por supuesto, con la nuestra.
Sugiero a mis lectores que presten atención a los escritos con que Luis Guillermo Vélez Álvarez y Luis Guillermo Vélez Cabrera, entre otros, le han salido al quite a esta teoría. Vid:
Crecimiento cero (larepublica.co)
Según Wikipedia, "El decrecimiento es un término utilizado tanto para un movimiento político, económico y social como para un conjunto de teorías que critican el paradigma del crecimiento económico.1 Se basa en ideas de una amplia gama de líneas de pensamiento como la ecología política, la economía ecológica y la justicia ambiental, señalando el daño social y ecológico causado por la búsqueda del crecimiento infinito y los imperativos occidentales de "desarrollo".2 El decrecimiento enfatiza la necesidad de reducir el consumo y la producción global (metabolismo social) y aboga por una sociedad socialmente justa y ecológicamente sostenible en la que el bienestar social y ambiental reemplace al PIB como indicador de prosperidad. Por lo tanto, aunque es probable que el PIB se reduzca en una "sociedad del decrecimiento", es decir, una sociedad en la que se logran los objetivos del movimiento del decrecimiento, este no es el objetivo principal del decrecimiento.3" (Decrecimiento - Wikipedia, la enciclopedia libre).
Aunque el candidato triunfante en las pasadas elecciones presidenciales hizo adelantos sobre sus ideas al respecto, las mismas no fueron objeto de adecuado escrutinio en la campaña de suerte que la ciudadanía pudiese formarse un concepto claro sobre el asunto. Los debates entre los candidatos se caracterizaron por su superficialidad y su ligereza. Las limitaciones de tiempo en la televisión impidieron que cada uno pudiera exponer a fondo sus ideas y controvertir seriamente las de los demás.
De ese modo, es probable que quienes votaron por el actual presidente no tuvieran claridad sobre los alcances de sus propuestas sobre el decrecimiento, que no sólo tocan con la crítica del extractivismo, la preocupación ambientalista, la transición energética y otros tópicos, sino con un cambio radical del sistema económico que está fundado en la libre iniciativa privada, la libre competencia y las ventajas del libre mercado.
La idea que anima el cambio propuesto por el actual gobierno va más allá de un intenso dirigismo estatal y a medida que se la vaya instrumentando mostrará sus tintes totalitarios.
Circula en las redes sociales un video en el que el actual presidente insinúa que sólo se debe garantizar a la comunidad lo indispensable para su supervivencia, pues si a los pobres se les mejoran sus condiciones de vida dándoles acceso a las comodidades que ofrecen las sociedades avanzadas se vuelven derechistas.
La idea es superar la miseria, pero no la pobreza. Se trata más bien de multiplicarla, promoviendo el descenso del nivel de vida de los estratos más pudientes. Se ofrece el ejemplo de Cuba, en donde según se cree no hay hambre ni enfermedad, pero es mal visto que alguien goce de comodidades que se consideran superfluas, salvo si hace parte de la elite dirigente.
El vivir sabroso que predica la vicepresidente Francia Márquez parece reflejarse en lo de vivir de modo austero, con lo estrictamente necesario. Recuerdo que hace años en una emisora cubana se denunciaba a alguien que en su comunidad llamaban "el rico" porque disponía de un equipo de aire acondicionado en su casa.
En Cuba se han jactado de que ningún niño se acuesta con hambre. Pero, hablando en plata blanca, la protección de la infancia en ese que antes se proclamaba "el territorio libre de América" parte de la base de que no nazcan niños. En efecto, las cifras del aborto en Cuba son aterradoras y han conducido a que allá se presente el invierno demográfico, es decir, un inquietante envejecimiento de la población. Es un riesgo que ya nos está amenazando en Colombia y se acrecentará con las políticas abortistas de la Corte Constitucional y los últimos gobiernos.
Desde luego que la erradicación de la miseria o pobreza extrema es un propósito loable, como también lo es la ampliación de las clases medias. Pero contra éstas conspiran las ideas de un igualitarismo extremo como el que inspira al gobierno actual. El proyecto de reforma tributaria es buena muestra de hacia dónde nos quiere llevar.
A su titular hay que recordare que el fascismo desapareció con Mussolini en 1945, pero el comunismo, en cambio, está redivivo y él es uno de sus promotores. Si el pueblo colombiano quiere someterse a los rigores de ese sistema social, que lo apoye. Pero si no está de acuerdo con el cambio que se ofrece para instaurar un régimen que ya se sabe que está condenado al fracaso, está bien que salga a las calles a protestar, como viene haciéndolo.
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