viernes, 5 de septiembre de 2025

Las Cuentas de la Lechona

Ha escrito en su cuenta de X el que nos desgobierna que en la feria del futuro de Osaka, a la que está asistiendo en Japón, se han vendido 10 millones de toneladas de lechona tolimense, el plato más famoso de la feria, más apetecido que el sandwich, la hamburguesa o el perro caliente. Al "estand" (sic) de nuestro país afirma que han entrado 1.300.000 millones de visitantes, lo que justifica de sobra el gasto en que se incurrió para instalarlo (vid. Le piden a Petro que le ‘baje’ al café, tras decir que 10 millones de toneladas de lechona han sido vendidas en la feria de Japón: “¿De verdad?").

La enormidad del despropósito de estas fantasiosas cifras pone de manifiesto las anomalías mentales de quien hoy nos representa haciendo el ridículo ante propios y extraños.

Razón de sobra tienen los facultativos que hace poco le pidieron al Senado que se pronuncie sobre la incapacidad física permanente que él padece como resultado de su desajuste psíquico. Como lo he sostenido en varias oportunidades, si la mente gobierna el cuerpo, su perturbación de hecho permanente determina la ineptitud física para el ejercicio del cargo más alto dentro del Estado.

A ello debe agregarse el comportamiento indigno en que reiteradamente incurre, que debería dar lugar a que el Congreso ejerciera el control político que le asigna la Constitución, en orden a separarlo de la Primera Magistratura.

El episodio más reciente de ese comportamiento impropio fue su reacción contra el Senado por haber elegido para la Corte Constitucional a Carlos Camargo, a quien calificó de corrupto y representante del fascismo, todo ello porque la aspirante que promovía resultó derrotada, no por ser negra ni mujer como lo alega, sino porque él pretendía imponerla para tomar el control de dicho organismo.

Muchos le recuerdan que como presidente simboliza la unidad nacional y no le es dado promover odio ni división entre los colombianos, ni muchísimo menos la lucha de clases que, como discípulo confeso de Marx, cree ilusoriamente que es el camino adecuado para que la sociedad progrese hacia un orden más justo.

El ordenamiento jurídico de la Constitución reposa en últimas sobre una regla no escrita, pero indispensable para que la organización del poder funcione como es debido. Se trata del respeto por las formas de convivencia civilizada entre los titulares de los altos órganos del Estado. Son las reglas de urbanidad, de cortesía, de buena educación, llamadas a limar las asperezas a que es proclive la controversia política.

El actual ocupante de la Casa de Nariño desafía cotidianamente esas reglas que facilitan la colaboración armónica que la Constitución ordena para facilitar el cumplimiento de los fines del Estado. Con sus impromptus irresponsables, la discrepancia respetuosa se sustituye por el insulto, la injuria, la calumnia, la mentira, la denuncia sin respaldo probatorio alguno y hasta la incitación a la violencia que entraña la traída a cuento del episodio más oscuro de la trayectoria del Libertador, la tristemente célebre "Guerra a Muerte". Agitar esa innoble bandera bajo la amenazante consigna de "Libertad o Muerte" siembra semillas de discordia que tarde o temprano germinarán en acciones violentas.

Aunque el período presidencial en curso ya parece tocar a su fin, al Congreso le toca como deber ineludible ejercer el control político para ponerle freno a este turbulento desmadre provocado por una mente enferma, que según los facultativos que piden que el Senado lo investigue, se aloja en un "cerebro podrido".

La proximidad de las elecciones que deberán celebrarse en el primer semestre del año entrante aconseja a la ciudadanía para que medite sobre la trascendencia del voto que habrá de emitirse en aquéllas. Las diferencias de opinión son naturales y necesarias en una democracia, pero ésta debe evitar los dirigentes tóxicos que envenenan el ambiente y perturban el orden social.



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