La crisis de nuestras relaciones con Estados Unidos se veía venir y sólo es imputable a la intemperancia verbal del que nos desgobierna, que bien ha sido señalado por el presidente Trump como un lunático que padece severos problemas mentales.
La acusación que le formula el presidente Trump de ser un jefe del narcotráfico no puede tomarse a la ligera. Aunque muchos entre nosotros la consideran calumniosa, conviene pensar que quizás no esté exenta de motivos que la justifican.
Qué sabe la inteligencia norteamericana sobre nuestro gobernante es algo que ignoramos.
Lo que sí sabemos es lo siguiente:
-Su actual ministro del Interior ha insinuado que es consumidor de cocaína, sin que lo desmienta ni lo refute mediante la exhibición de los resultados de un serio examen toxicológico. Hay psiquiatras y psicólogos que advierten en sus expresiones la probabilidad de que esa insinuación no esté descaminada. Algunos ya le han pedido al Senado que investigue si sus desórdenes mentales determinan una incapacidad física permanente para gobernar que podría dar lugar a que se lo separara del cargo que en mala hora ocupa.
-Ante la Asamblea de la ONU manifestó que la cocaína es menos peligrosa que el carbón y el petróleo. Hace poco dijo que la ciencia no ha demostrado que el consumo de drogas sea dañino y que su prohibición se basa en consideraciones políticas y no en pruebas científicas. Sostiene que en el caso de la coca se la persigue porque es producto del sur del globo terráqueo, en tanto que se promueve el whisky porque se lo produce en el norte. Demerita la gravedad del problema de la droga y cree que se lo podría resolver si la sociedad fuera más amorosa, algo que trae a mi mente unas "Memorias del Padre Eterno" escritas por un humorista francés que decía que las legiones del arcángel Miguel estaban integradas por "ángeles besadores" que, en lugar de ejercer violencia contra las huestes luciferinas, las combatían a besos.
-Según su hermano, el Pacto de la Picota, acordado con los capos de la criminalidad, le reportó más un millón de votos que fueron decisivos para su triunfo electoral. Su muy discutible y seguramente fracasado proyecto de "Paz Total" es probablemente fruto de ese malhadado pacto, lo mismo que el vergonzoso "tarimazo" que montó en Medellín con los más conspicuos malhechores del valle de Aburrá. Y son varios los casos de sujetos pedidos en extradición por las autoridades norteamericanas que se han librado de ella porque los nombra dizque gestores de paz. Como lo denunció hace poco "The Economist", la presencia de grupos armados ilegales que ocultan bajo supuestos intereses políticos sus actividades relacionadas con el negocio de las drogas se ha extendido prácticamente sobre todo el territorio nacional y algunas vastas zonas están sometidas de hecho a su control, hasta el punto de que la fuerza pública no puede hacer presencia en ellas.
-La economía narcotraficante se inicia con los cultivos de coca y marihuana. Pero este desgobierno se niega a ejercer autoridad para erradicarlos forzosamente, alegando que de ellos viven comunidades campesinas que no tendrían otras oportunidades viables para asegurar su sustento. Se calcula que la extensión de dichos cultivos asciende hoy a unas 300.000 hectáreas, si bien media una discusión sobre la exactitud de las mediciones de la ONU, que de revisarse podrían reducir pero también aumentar ese guarismo. Por supuesto que esa magnitud suscita un enorme incremento en la producción de cocaína y si bien el desgobierno alega que ha aumentado la incautación de droga, también lo es que se estima que Colombia aporta el 70% de la oferta mundial del estupefaciente. Somos un país cocalero y ello explica no pocas de las peculiaridades de nuestra economía, como el crecimiento de las remesas que vienen del exterior y la baja del valor del dólar.
-Reiteradamente nuestro desgobierno ha venido abogando por la despenalización del narcotráfico en todas sus etapas, desde el cultivo de las plantas a partir de las cuales se producen las drogas hasta su consumo, en contravía de lo que dispone la Convención de Viena sobre el asunto, la cual es ley para nosotros, pero no se la cumple. Da la impresión de que nuestro desgobierno ni siquiera se ha enterado de ella.
-Las autoridades norteamericanas disponen de suficientes evidencias que acreditan el carácter del narcoestado que reina en Venezuela. Pero el que nos desgobierna insiste en que no hay tal, niega que exista el Cártel de los Soles y dice que el Tren de Aragua está integrado por unos pobres muchachos desvalidos, lo mismo que los tripulantes de las lanchas que transportan drogas por mar abierto y están hoy en la mira de las fuerzas armadas norteamericanas.
-Todo lo anterior, unido a la retórica desafiante en contra del gobierno norteamericano, el grotesco espectáculo de Times Square y el deplorable reportaje con Daniel Coronell en el que dice que la solución de la crisis de nuestras relaciones con Estados Unidos radica en salir de Trump, hace que aquél desconfíe de nuestro desgobierno y sospeche que estamos del lado del narcotráfico y no decididamente en contra suya.
¿Tiene o no la razón el presidente Trump cuando afirma que nos desgobierna un lunático que padece severos problemas mentales?