martes, 29 de abril de 2025

"Mi Reino no es de este mundo"

Ha dicho muy sensatamente el padre Santiago Martín que la persona del finado papa Francisco ya está sometida al juicio de Dios y no nos corresponde a nosotros pronunciarnos en torno suyo, pero su pontificado, en cambio, puede y debe someterse al veredicto de la historia, si bien es prematuro emitir dictamen definitivo al respecto.

No obstante las entusiastas reacciones de la gente del común e incluso de los medios acerca de la personalidad y las ejecutorias del Pontífice fallecido, habrá que darle tiempo al tiempo antes de ensalzar o condenar una y otras.

En mi caso personal, me ha tocado vivir bajo los papados de Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. La desaparición de cada uno de ellos ha impactado de distintas maneras la sensibilidad del público. Todos ellos dieron testimonio de sus virtudes y su entrega al mandato evangélico de apacentar el rebaño de Cristo. Cada uno puso, desde luego, su sello personal en el modo de ejercer su difícil tarea.

Suelo citar un libro que me produjo hace años mucha impresión: "Histoire de la Papauté", publicado bajo la dirección de Yves-Marie Hilaire con el subtítulo de "2000 ans de mission et de tribulations". Son ya casi dos milenios del cumplimiento del mandato que antes de ascender a los cielos les confirió a sus apóstoles Nuestro Señor Jesucristo: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación" (Mc. 16,15). Este anuncio de amor, paz y redención, esto es, de "la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre" (Jn.1,9), sufrió el rechazo del mundo desde un principio a partir de la crucifixión de Nuestro Señor y el martirio de sus apóstoles, salvedad hecha de san Juan. 

Su difusión se ha dado en medio de severas tribulaciones que aún hoy tratan de impedirla y hasta de erradicarla. Se la enfrenta a menudo con violencia, tal como sucede en Corea del Norte, en India, en China, en Cuba, en Nicaragua y en varios países en los que predomina el Islam, o de unas maneras menos violentas, pero también represivas, según se advierte en los países occidentales en los que está en marcha la criminalización del Cristianismo, de la que da cuenta el libro de Janet L. Folger que en otras ocasiones he citado en este blog. En un libro que tuve en la biblioteca que me fue necesario liquidar cuando tuve que internarme en una residencia de tercera edad para cuidar de mi hoy finada esposa, se menciona que el siglo XX produjo muchísimos más mártires que cuando las persecuciones de los emperadores romanos. La prensa de hoy sigue registrando el sacrificio de los creyentes en distintas latitudes.

"Las Puertas del Infierno", de Ricardo de la Cierva, ilustra sobre los severos ataques que ha sufrido la Curia Romana a lo largo de siglos y cómo ella se ha defendido, sin lugar a dudas por el auxilio celestial. Alguien llegó a decir hace tiempos que sin dicho auxilio la Iglesia no habría podido sobrevivir incluso a los errores de sus propios jerarcas. De la Cierva, un católico bastante ortodoxo por cierto, no ignora las equivocaciones en que han incurrido hasta los papas más apreciados en los últimos tiempos. Baste mencionar el Modernismo al que le dio cabida el hoy santo Juan XXIII o la Östpolitik que le dio entrada al comunismo y produjo la Teología de la Liberación que le ha servido al que ahora nos desgobierna para enmascarar su credo revolucionario y liberticida.

Sobre todo en el Evangelio de san Juan, pero también en las epístolas de san Pablo, se plantea la oposición radical entre el Espíritu de Dios y el de este mundo que se centra en lo terrenal y desconoce y hasta rechaza la trascendencia que nos guía hacia la bienaventuranza eterna.  Dios y el mundo están contrapuestos. Desde cierta perspectiva, el espíritu del mundo se identifica con lo demoníaco, A Satán se lo denomina, en efecto, como "el príncipe de este mundo" (Jn. 12:31).

Pues bien, ciertos debates que ahora se plantean acerca de si la Iglesia debe preservar sus doctrinas tradicionales o más bien modernizarse, es decir, adaptarse al espíritu del mundo, parten de la base de que es institución humana y no de origen divino. Su cometido es difundir el Evangelio mediante una interpretación fiel de su mensaje salvífico. Es posible que a lo largo de los años haya lugar a que se profundice su contenido, pero sin llegar a desvirtuarlo y adjudicarle lo que evidentemente no dice. Si ha de hablarse de "progresismo" en materia de doctrina no puede ser en los términos relacionados con la política terrenal, sino en los que parafraseando un texto de Paul Valéry podríamos llamar la política del espíritu, la que enaltece y dignifica al ser humano como hecho a imagen y semejanza de Dios, y no la que cede ante sus bajas inclinaciones.

El Evangelio nos enseña que ancho es el camino de la perdición y estrecha la vía de la salvación (Mt. 7: 13-14). Los que reclaman que la Iglesia ajuste sus cánones a las tendencias dominantes en el mundo de hoy desconocen ese texto nítido del mensaje evangélico. A la bienaventuranza no se llega por la vía fácil, sino por la del sacrificio y la abnegación. Es, como lo demostró la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, una vía dolorosa. que cada uno de nosotros debe recorrer con su respectiva cruz a cuestas (Mt. 16:24). Bien lo dijo Marshall McLuhan, un converso famoso: "A la Iglesia se entra de rodillas".

Esperemos que el cónclave que elegirá nuevo Papa acierte con un cardenal que esté más cerca del Espíritu Santo que del espíritu de este mundo y entienda que no viene a halagar a los que se dicen progresistas, sino a quienes aspiran a que se dé testimonio de la verdad que nos transmite el Evangelio.



sábado, 26 de abril de 2025

En el fondo de la noche Colombia se estremece

Hago una paráfrasis de la hermosa milonga que Homero Manzi y Sebastián Piana compusieron en memoria del famoso payador José Betinotti, para referirme a las ominosas tinieblas que hoy se ciernen sobre nuestro país bajo el desgobierno de dos desvergonzados cocainómanos que pretenden revolucionarlo.

Los últimos discursos de quienes fungen como Presidente y ministro del Interior no dejan duda acerca de lo que se proponen con la trampa de la consulta popular en la que ingenuamente acaba de caer nuestra Conferencia Episcopal.

Esa consulta es un subterfugio ideado para suscitar una situación revolucionaria a todo lo largo y ancho del territorio nacional. Los comités que se están organizando para promoverla huelen a soviets. La oratoria incendiaria del energúmeno que rige los destinos de nuestra desventurada patria convoca al pueblo contra el Congreso, la clase dirigente a la que califica como una oligarquía codiciosa y asesina, así como la institucionalidad en general. Vocifera que se mantendrá en el poder gracias a la voluntad popular, a la que ninguna regla puede someter.

El proceso en marcha no busca mejorar la suerte de los trabajadores. Ya lo había dicho la ministra comunista que presentó la reforma laboral al Congreso: su propósito no era promover la generación de empleo, sino recuperar unas ventajas que hace años se moderaron precisamente para facilitarlo. El cuestionario de la consulta no trata sobre el desempleo ni la informalidad laboral y aspira a reforzar la rigidez en la contratación, que obligará a los empleadores a pensarlo dos veces al momento de incrementar sus nóminas. Cada nuevo empleo equivaldría a contraer un matrimonio indisoluble hasta que la jubilación o la quiebra los separe.

En manos del Senado y eventualmente de la Corte Constitucional está ponerle freno a tamaño despropósito con el que no sólo se sentaría un grave precedente para cada vez que el órgano legislativo desapruebe alguna iniciativa gubernamental, sino que daría pábulo al movimiento revolucionario que nuestros desatinados altos funcionarios quieren iniciar el próximo primero de mayo con multitudinarias manifestaciones de apoyo.

Para ese día, el que nos desgobierna ha anunciado que desenvainará la espada de Bolívar para presentarle al Senado el proyecto de consulta popular, en un gesto que simboliza ni más ni menos la intimidación violenta a sus integrantes. Olvida que en ese día el Senado no estará funcionando y que la comunicación con el mismo les corresponde a los ministros.

En otras ocasiones he llamado la atención sobre la errada concepción de la democracia que promueve el que nos desgobierna, más cercana a la de los feroces jacobinos que promovieron el terror en la Revolución Francesa y del todo contraria a la de la tradición liberal que nos ha caracterizado. Él es un comunista recalcitrante que ha deplorado la caída del Muro de Berlín y se ha puesto de rodillas ante la tumba de Mao.

También he llamado la atención acerca de sus preocupantes condiciones mentales. Muchos creen que es un psicópata megalómano y narcisista. Si a ello se agrega su consumo habitual de cocaína, que no ha negado, como sí el de alcohol, el Senado debería tomar cartas en el asunto para declarar su incapacidad para el ejercicio del cargo que ocupa. Es claro que puede hacerlo en caso de incapacidad física permanente, pero si la mente controla el cuerpo y ella está alienada, la conclusión es irrefragable: el desvarío mental acarrea el físico.

Si además ha viajado al exterior clandestinamente, ello daría lugar a que se declarara el abandono del cargo.

Nunca en nuestra ajetreada historia habíamos padecido algo tan estremecedor.

martes, 15 de abril de 2025

De las tinieblas a la luz

Uno de los fenómenos religiosos más interesantes es el de la conversión a la fe católica desde el escepticismo, la indiferencia o la pertenencia a un credo erróneo, que puede darse súbitamente o de modo paulatino. Es un proceso de iluminación que altera toda la estructura de la personalidad, bastante documentado por cierto.

Del tema trata un libro del padre Spitzer S.J. que acabo de recibir vía Kindle: "Christ versus Satan in our dairy lives: the cosmic struggle between good and evil".

No pude resistir la tentación de iniciar su lectura y, afortunadamente, su proemio resume con claridad su contenido. Ahí señala que la conversión se da en tres etapas: conversión intelectual, conversión espiritual y conversión moral.

La primera toca con la aceptación de la existencia de Dios, la del alma y la de Nuestro Señor Jesucristo. 

Muchos niegan a Dios o consideran que no interesa para la vida cotidiana, pues no hace acto de presencia en lo que le acontece. Descartan los sólidos argumentos que ofrecen libros como "Nuevas Evidencias Científicas de la Existencia de Dios", de José Carlos González-Hurtado, que hoy se consigue en nuestras librerías. Muchísimo menos les impacta lo que se dice en el evangelio de san Juan: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3,16). Es decir, desconocen que Dios es amor (vid. Encíclicas de Benedicto XVI).

El materialismo que predomina en los círculos académicos y permea la cultura contemporánea sostiene la tesis del filósofo Searle según la cual somos apenas unas bestias biológicas. El yo, como lo afirma el neurólogo Llinás en un libro que circuló profusamente hace algún tiempo, es un mito. Todas nuestras funciones mentales obedecen a fenómenos físico-químicos que se dan en el interior de nuestros cerebros. Así las cosas, hablar del alma es referirse a algo ilusorio, fantasioso. 

Pero, ¿qué tal que ella sea real y además sobreviva a la muerte biológica? Las experiencias cercanas a la muerte ilustran bastante bien al respecto, tal como lo ilustra, entre muchos otros, el libro de Kenneth Ring Ph. D. titulado "Lessons from from the Light", que también puede conseguirse en Amazon Kindle.

La conversión supone la creencia en que el alma sobrevive a la extinción de la vida corporal y tiene un destino eterno marcado por la construcción que hemos hecho de nosotros mismos a través de nuestras acciones. Bien dicen algunos filósofos que cada uno de nosotros se define por lo que hace, lo cual depende de aquello en lo que cree. Conviene agregar que nos llevamos lo que edificamos en nuestro interior.

El tercer estadio de la conversión intelectual versa sobre la aceptación de Nuestro Señor Jesucristo como Hijo de Dios y de las verdades que postula la Iglesia Católica, Apostólica y Romana como creación suya. Ahora que muchos la atacan por distintos motivos, conviene recalcar no sólo su antigüedad, que bordea los dos mil años, sino su impacto en la civilización. El padre Spitzer S.J. observa que ella ha sido promotora de la más importante revolución que se ha producido en la historia de la humanidad. Dígalo si no la profusión de santos que le han dado lustre.

La conversión intelectual conduce a la espiritual, esto es, al reconocimiento de la trascendencia que conlleva, como enseña san Pablo, el tránsito del hombre viejo al hombre nuevo (Rom. 14, 23; Ef. 4,24; Col. 1,13). Se trata del hombre que deja de estar fijado en su naturaleza para abrirse al mundo de los valores supremos, es decir, el que no rige su moral por la utilidad, sino por la santidad.

De ahí se sigue. entonces, la conversión moral que ordena sus actitudes y su conducta hacia el Bien supremo.

La lectura cotidiana de la prensa nos ilustra sobre la presencia conspicua del mal en las sociedades. Mal que es inducido por Satanás y cada uno de nosotros hemos experimentado de distintas maneras en nuestro interior y en nuestras acciones. Así el mundo contemporáneo prescinda de la idea de pecado, tiene qué admitir la realidad de los defectos de carácter y los errores de conducta que la aseveran. Unos y otros nos esclavizan y atormentan (Jn. 8,34; Rom. 6, 17-19). Son yugos de los que está llamada a liberarnos la gracia de la conversión moral.

Estos días de Semana Santa brindan oportunidad propicia para reflexionar sobre lo que verdaderamente interesa en la vida, que es nuestro tránsito hacia la eternidad. Parafraseando a san Agustín, es algo que tarde he llegado a comprender, por lo que me considero apenas un operario de la última hora (Mt. 20, 1-16).

miércoles, 9 de abril de 2025

Lecturas cuaresmales

Para estar a tono con estos días de meditación me he sumergido en la lectura de dos libros verdaderamente fascinantes: "Christ, Science and Reason", del padre Robert Spitzer S.J., y "Jésus au fil de l'histoire", de Jaroslav Pelikan.

El libro del padre Spitzer afronta con rigor las graves cuestiones que se plantean acerca de la vida y la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, la credibilidad del Nuevo Testamento. los milagros que se detallan en los Evangelios y los eucarísticos, la Sábana Santa de Turín, las apariciones de la Sma. Virgen en México y Lourdes, los milagros relacionados con las mismas, las relaciones de la Iglesia con la ciencia y el impacto del catolicismo en todos los órdenes de la civilización. 

La lectura de este libro refuerza a no dudarlo la fe del creyente y arroja desafiantes retos para los escépticos. Si bien la fe es difícil, a punto tal que se afirma que es una gracia que nos viene de Dios, conviene recomendarles a quienes no la poseen e incluso la rechazan que abran sus mentes en procura de la luz llamada a disipar las sombras que rodean nuestra percepción de la realidad en que vivimos.

Hace poco leí unas declaraciones de Stephen Hawkin en las que afirmaba que los límites de nuestro conocimiento los fija la teoría general de la ciencia. Ésta, desde luego, nos suministra valiosas informaciones sobre el universo que habitamos, pero es discutible que el techo del vuelo de nuestra mente pueda fijarse a partir del inmanentismo materialista que niega toda trascendencia. Los razonamientos de Claude Tresmontant en "Cómo se plantea hoy el problema de la existencia de Dios" son pertinentes para sostener que el universo físico no es el ser necesario subsistente por sí mismo, dado que la ciencia ha establecido que tuvo cierto origen y probablemente esté condenado a su disolución. El ser necesario está en otra parte y es Dios. Es un concepto del que no podemos prescindir si aspiramos a un mínimo de comprensión de la realidad. Si lo negamos, no queda otro remedio que asumir el absurdo como última ratio de lo que existe y de nuestras vidas.

Los devotos del cientificismo dejan de lado la grave cuestión de los presupuestos metafísicos y hasta teológicos del saber que veneran. Este es un tema que aborda con exquisita lucidez Pelikan a partir de una decisiva observación de Alfred North Whitehead en "La Science et le monde moderne". Según este eminentísimo pensador británico, todo el trabajo científico parte de la idea de un orden cósmico racional que podemos aprehender mediante nuestro uso de razón. Porque hay una coincidencia de nuestra racionalidad con la del mundo podemos leer en su interior y captar sus estructuras y funcionalidades. 

Recuerdo que en su Historia del Pensamiento Jacques Chevalier insistía en que la gran metafísica griega partía de la base de que lo semejante conoce a su semejante. De ahí el paralelismo de las categorías lógicas y ontológicas que preside el pensamiento aristotélico. Y esa gran metafísica se hermanó con la teología cristiana para plantear, repito, la idea de un orden cósmico racional fundado en el Logos Divino.

En síntesis, sin la metafísica cristiana no se habría podido desarrollar la ciencia occidental.

Volviendo al libro del padre Spitzer, destaco lo que expone acerca del Santo Sudario de Turín, los milagros eucarísticos en México, Polonia y Buenos Aires, las manifestaciones de la Sma. Virgen en Fátima y las desconcertantes sanaciones en Lourdes, de las que hay reconocidas como milagrosas por la Iglesia unas 7.000, pero probablemente ascienden a 70.000.

El catolicismo no se funda en supersticiones ni en ideas ingenuas, sino en hechos y razones que están a la vista de todos y han sido sometidos a riguroso escrutinio a lo largo de sus 2.000 años de existencia.

Bien lo observa Pelikan en su precioso libro, a partir del examen de las distintas concepciones  que ha suscitado a lo largo de siglos: Nuestro Señor Jesucristo es la figura dominante de la historia de la cultura occidental, independientemente de lo que cada uno pueda pensar o creer al respecto.




domingo, 6 de abril de 2025

Las cuentas claras

Admitamos en gracia de discusión que en su lucha contra los subversivos las autoridades civiles y militares han podido incurrir en excesos censurables que deben ser investigados y juzgados por quienes sean competentes para ello. Pero esos excesos criminales no se comparan con los de la subversión comunista ni muchísimo menos los justifican.

Así como en Francia se publicó hace años un libro negro del comunismo, que denunció la friolera de más de cien millones de víctimas de esa ideología asesina (vid. El Libro Negro del Comunismo; Crímenes, Terror y Represión : Andrzej Paczkowski, Jean-Louis Panne, Karel Bartosek, Nicolas Werth y Stéphane Courtois : Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive), bien podría hacerse una investigación semejante para detallar las atrocidades que los comunistas han cometido en nuestro país. Para ello sería un buen abrebocas el libro de Eduardo Mackenzie titulado "Las Farc-El Fracaso se un Terrorismo" (vid. Las-Farc-el-Fracaso-de-un-Terrorismo.pdf).

El que hoy nos desgobierna ha justificado su actuación en el M-19 diciendo que hacía parte de un grupo de jóvenes que se alzaron en armas contra un régimen tiránico. Ese régimen, bueno es recordarlo, estaba sometido a una Constitución centenaria que consagraba el carácter electivo de los gobernantes. Era un estatuto no exento de disposiciones discutibles que podían reformarse por vías regulares. Pero lo que esos supuestos jóvenes querían era imponernos un ordenamiento totalitario y liberticida, como el que reina en la Cuba de los Castro.

La ideología de los distintos grupos subversivos no sólo justificaba la violencia contra las autoridades legítimamente constituidas, sino contra la población civil. Su propósito era amedrentarla para forzarla a contribuir al logro de sus propósitos o, al menos, a no perturbarlos.

El listado de atropellos contra las comunidades es escabroso. Masacres, homicidios selectivos, asaltos a poblaciones, incendio de fincas, sacrificio de ganados, secuestros, extorsiones, reclutamiento forzado de niños y jóvenes, crímenes sexuales, torturas, fusilamiento de quienes trataban de escapar y, en fin, atrocidades sin cuento. Como dijo Enrique Santos Discépolo en su "Cambalache", todo un "despliegue de maldad".  

Hay que ser muy pervertidos para disculpar tanta atrocidad dizque con el propósito de mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos dentro de la sociedad. Como dijo alguien de muy ingrata recordación: "Matar para que otros vivan mejor".

De todo esto hay que seguir hablando, ahora que a quien nos desgobierna le ha dado para reivindicar las pavorosas hazañas del M-19, alzando sus banderas precisamente a la vista del palacio de justicia, que fue escenario de la masacre de cerca de un centenar de personas a que dio lugar el demencial asalto que los suyos protagonizaron dizque para someter a juicio público al presidente Belisario Betancur.

El que nos desgobierna no participó en ello porque estaba purgando una pena, pero en el sitio de reclusión promovió una revuelta para tratar de escaparse y acompañar a sus conmilitones en su funesta empresa. 

Se habla mucho de sus actuaciones criminales como integrante del M-19. Un testigo presencial relata que recibió, junto con otros, el pago por la liberación de un secuestrado cuya vida se arruinó por los tormentos que le infligieron. En lo que antes se llamaba Tweeter leí la acusación que alguien le hizo por haber agredido a su padre, escupiéndolo en la cara, por no haber pagado una extorsión a la que estaba sometido por ser comerciante en Corabastos. Y un pastor cartagenero lo vincula con el homicidio de José Raquel Mercado.

A propósito de ello, se dice que el M-19 decretó la muerte de tan destacado líder sindical con el fin de atemorizar a sus colegas. 

Ahora que se habla de verdad, justicia, reparación y no repetición como requisitos sine qua non de la paz, bueno sería que los que hicieron parte de esa tenebrosa agrupación se sinceraran acerca de quienes cometieron tan atroz crimen y otros no menos horripilantes, como el de la infortunada Gloria Lara de Echeverri. No sobraría, además, que se hiciera claridad sobre el trato que se daba a los secuestrados que quien nos desgobierna tenía el encargo de vigilar. Alguno de sus conmilitones en Tolima ha hablado de su prepotencia y la obsesión por secuestrar gente.

François Cavard ha denunciado en instancias internacionales más de 5.900 crímenes del M-19, de los que es autor o por lo menos copartícipe el que hoy nos desgobierna entonando cantos hipócritas a la vida (vid. François Cavard: 'Hay reportados más de 5.900 crímenes del M19, el grupo terrorista de Petro').

Reitero que, en mi opinión, estamos bajo el mando de un poseído como los que describe Dostoiewsky en su famosa novela "Los Demonios". Como reza por ahí alguna letrilla, acá se han destacado las furias del Averno. Los servidores del Maligno se pasean a todo lo largo y ancho del país sin que se los incomode. Hoy ejercen el gobierno.


                                                                                                     












a parte de un grupo de jóvenes que se alzaron contra un régimen tiránico. Ese régimen, bueno es recordarlo,