Karl Schmitt, el famoso pensador alemán sobre la política, decía que en esta reina la dialéctica amigo-enemigo. Se afirma, en efecto, que la política se ejerce con los amigos y contra los enemigos, los cuáles se clasifican como enemigos interiores, exteriores y anteriores. Hay una categoría adicional: los enemigos imaginarios.
Los comunistas que ejercen el poder en varios países de nuestra región han pretendido revivir los enemigos contra los que se pronunciaban los soviéticos entre las décadas de 1920 y 1940 del siglo pasado. Para ellos, las bestias negras eran ante todo los fascistas de Mussolini y los nazis de Hitler. Pero unos y otros fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial y desaparecieron de la escena. Hablar hoy de fascistas y de nazis a los que hay que combatir es ni más ni menos un anacronismo.
Por supuesto que esos integrantes del mal llamado totalitarismo de derecha están hoy desacreditados a punto tal que identificar a alguien como partidario de ellos es más que todo un insulto.
En la actualidad existen regímenes autoritarios que destacan el orden y en algunos casos la tradición como valores políticos dignos de preservarse. Pero ninguno de ellos adhiere a los postulados ni los procederes de los fascistas o de los nazis.
Reza el dicho popular que "no hay cuña peor que la del mismo palo". Y ello se ve a las claras cuando se observa la enemiga de los comunistas contra los fascistas y los nazis, pues todos ellos abrevan en las mismas canteras ideológicas. Hegel es el padre común de todos ellos. Y tan inhumano como fueron el fascismo y el nazismo ha sido el comunismo, o quizá mucho peor. Basta con leer "El Libro Negro del Comunismo" para llegar a esa conclusión, pues ahí se acredita que a los regímenes comunistas en el siglo pasado pueden adjudicarse más de 100 millones de víctimas humanas. Vid. (99+) El libro negro del comunismo | Gabriel Rossi - Academia.edu.
El que se fue a Alemania a deplorar la caída del muro de Berlín y a China a rendirle homenaje a Mao Zedong poca autoridad moral tiene para tratar de fascistas o de nazis a sus contradictores, que en realidad son liberales que temen la deriva totalitaria y liberticida de sus ejecutorias gubernamentales.
En efecto, el riesgo que tenemos de deslizarnos hacia los fangales castro-chavistas es real. Hoy nos gobierna en rigor una camarilla de comunistas que no osan decir su verdadero nombre. Pero, como dice el Evangelio, "por sus frutos los conoceréis"(Mt. 7:15-20; Lc. 6:43-44). Ya se habla de un plan macabro para desestabilizar el país con miras a perturbar los procesos electorales que se aspira a realizar en 2026.
Los comunistas en el poder no son enemigos imaginarios, sino muy reales y peligrosos. Cuando lo obtienen, así sea sujetándose aparentemente a las formalidades institucionales, procuran por todos los medios permanecer en él, alegando que su obra no se ha cumplido y merece más tiempo.
Esa obra no es cosa distinta que la destrucción del orden establecido, so pretexto de su injusticia radical y de la imperiosa necesidad de corregir sus defectos estructurales. Pero lo que ofrecen a cambio no corresponde a las ilusiones que suscitan, sino al infierno que hubieron de soportar las poblaciones del bloque soviético o las de Cuba, Venezuela y Nicaragua hoy en día.
No en vano se dice hoy que Colombia vive los momentos más difíciles de su atareada historia. Bordeamos, en efecto, unos abismos insondables, de los que sólo la obra de la Divina Providencia podría rescatarnos.
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