El Colombiano de hoy publica en sus páginas editoriales, uno al lado del otro, dos artículos que ameritan leerse y comentarse con detenimiento, el primero, de Natalia Zuluaga Rivera (vid. https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/seguridad-para-medellin-AN23487869) y el segundo, de José Félix Lafaurie (vid.https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/no-repitamos-la-historia-no-nos-dejen-otra-vez-solos-NN23487820).
Ambos tocan el muy delicado asunto del auge de la criminalidad en los tiempos que corren. El artículo de Natalia Zuluaga Rivera se refiere al caso de Medellín y, por extensión, al del valle de Aburrá. Nos dice que Medellín es una ciudad con 249 barrios y 350 combos delincuenciales. José Félix Lafaurie, por su parte, escribe que "según Global Iniciative, que le hace seguimiento a la criminalidad en 193 países, Colombia ocupó en 2023 el segundo puesto en el Índice Mundial de Crimen Organizado y el primero en América".
Las extremas dimensiones de la criminalidad en nuestro país significan que se trata de un problema prioritario dentro de la agenda de los poderes estatales y, por supuesto, de la opinión pública. Cómo enfrentarlas y reducirlas es algo que desafía la inteligencia y la voluntad de todos.
En mi más reciente escrito me referí a las extravagantes y desatinadas concepciones que acerca de ello ha expuesto el Profeta Apocalíptico y Líder Galáctico que nos desgobierna.
En ninguna parte se pronuncia sobre la necesidad de examinar cuidadosamente las distintas facetas de tamaña dificultad, con miras a dilucidar las mejores estrategias para resolverla.
En vez de invocar el consejo de criminólogos expertos, lanza al ruedo ideas alocadas y, peor aún, intenta ponerlas en acción sin mayor discernimiento.
El escrito de Natalia Zuluaga Rivera, que lleva 19 años conociendo cómo se mueve la delincuencia en Medellín, hace hincapié en la necesidad de considerar tres factores que la condicionan, a saber: "hambre, no ingresar al sistema educativo y falta de amor".
El problema del hambre no se resuelve satisfactoriamente con subsidios, que son remedios facilistas y a la postre calamitosos, como lo demuestra la experiencia argentina. Se habla de 24 % de las familias que no pueden acceder a una de las tres comidas diarias. La solución radical está en el empleo, pero la comunista que está a cargo del ministerio de Trabajo piensa en una reforma laboral que no se endereza a la creación de nuevos puestos, sino a proteger con exceso a quienes ya están empleados. Escuché hace poco en La Hora de la Verdad que la informalidad laboral asciende hoy al 55%, lo que entraña una verdadera desgracia.
La deserción escolar es otra tragedia que no encuentra soluciones adecuadas en el discurso demagógico del actual gobierno. Sus causas son complejas y requieren tratamientos a fondo. Adolescentes y jóvenes que desertan del sistema educativo constituyen presa fácil de la delincuencia organizada. En Medellín se habla de los "carritos", que son informantes, mensajeros y hasta ejecutores de diversos delitos. Recuerdo que un fiscal amigo me contaba de alguno que pese a contar apenas con 12 o 14 años llevaba decenas de muertos a sus espaldas. Creo que lo llamaban "Pistoloco" o algo así.
El tercer factor que condiciona la delincuencia, según Natalia Zuluaga Rivera, es la "falta de amor", vale decir, la profunda crisis de la familia en Colombia, cuestión que al que nos desgobierna parece tener sin cuidado. El recién creado Ministerio de la Igualdad, a cargo de la inepta vicepresidente Francia Márquez, gastará billones en favor de los delincuentes juveniles de la Primera Línea y de los colectivos asociados al movimiento LGTBI, pero no se ocupará del bienestar familiar, que es objeto de una entidad que se ha encomendado a amistades de la consorte presidencial, poco conocedoras de lo que le atañe.
El artículo de Lafaurie llama la atención sobre la tremenda inseguridad que padece al campo y afecta severamente a los ganaderos, que no son, como lo creen quienes nos desgobiernan, unos privilegiados esclavistas, sino más de 500.000 colombianos de diversas categorías sociales que ofrecen el suministro de carne, leche y derivados lácteos a la población.
Mientras la delincuencia crece desaforadamente, la fuerza pública y todo lo que configura el poder coactivo del Estado se debilitan, dado que según el Profeta Apocalíptico y Líder Galáctico la palabra castigo no es propia del lenguaje democrático y progresista. Pero el crimen sin castigo termina enseñoreándose en la sociedad, tal como lo estamos padeciendo.
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