Al tenor de lo que declaró en Alemania acerca de la caída del Muro de Berlín, el que nos desgobierna mostró que es un comunista redomado. Nadie puede entonces llamarse a engaño acerca de sus intenciones como jefe del Estado colombiano.
No hay que olvidar que la comunista es una ideología criminal que, inspirada en el odio, promueve la violencia para imponer su distopía. Si por lo pronto la evita y hasta la condena, es por oportunismo, a la espera de la ocasión propicia para sacar sus garras e hincar sus colmillos. Es hija del Padre de la Mentira y por consiguiente el engaño hace parte de su estrategia. Juega con el desencanto y las ilusiones de la gente del común para hacerle creer que con ella llega su redención.
Acabo de leer "La Costa Nostra", un valeroso, creíble y descarnado relato de Laura Ardila Arrieta acerca de la corrupción política en la costa atlántica. Pero lo que tan crudamente ahí describe no es patrimonio exclusivo del norte de nuestro territorio. Es como un cáncer que ha hecho metástasis a lo largo y ancho del país.
Desafortunadamente, los que se presentan como alternativa para superar ese deplorable estado de cosas que pone en severo riesgo a nuestra institucionalidad democrática, tampoco son inocentes y suelen incurrir en la política de puestos, contratos y compra de votos que la ha corrompido hasta el tuétano. Me decía un taxista hace poco que un pasajero le contó que había votado por el que hoy nos desgobierna a cambio de un billete de $ 50.000 y un plato de comida. Y mi empleada doméstica me cuenta que presenció en su barrio la fila de los que iban a reclamar la compensación por el voto que habían depositado por el falso redentor.
Piénsese que a sus huestes se suman hoy en día Musa Besaille y el "Hombre Marlboro" que aspira a la alcaldía de Maicao apadrinado por el Pacto Histórico. Ni qué decir del adalid del petrismo en Medellín, el desacreditado "Pinturita".
Como decía Gaitán, hoy presenciamos a "los mismos con las mismas". El gran denunciante de la corrupción ahora preside quizá el gobierno más corrupto en toda la historia de Colombia. Muchos creen que es peor que el de Samper.
Va cobrando verosimilitud el dicho de Rodolfo Hernández acerca de que el falso mesías tiende a rodearse de lo peor de lo peor.
Haciendo alarde de su talante mentiroso, el gobierno predica dizque una "paz total" y la abstención de la violencia oficial, pues la fuerza pública se abstiene por órdenes superiores de proteger a las comunidades. Pero éstas gimen bajo la opresión de criminales de todo pelambre a los que, por urbanidad, no se les puede calificar así, sino como respetables integrantes de organizaciones armadas ilegales.
Toda esta espiral de violencia que nos atrapa como en un tornado goza del estímulo del discurso de odio que se expande desde la Casa de Nariño. No es el caso de un presidente que ejerce la legítima defensa frente a ataques injustos, sino de alguien cuya extrema pugnacidad da lugar a que case peleas con todo el mundo. Su tórrida interioridad, poblada de rencores, frustraciones, envidias, resentimientos y vaya uno a saber cuántos más defectos de carácter, le impide un acercamiento amable a sus semejantes.
Violando las reglas más elementales de la diplomacia, la emprende cada vez que se le ocurre contra dirigentes de la región con quienes no comparte sus ideas. No parece haber leído el famoso libro de Dale Carnegie sobre cómo ganar amigos e influir sobre las personas, pues lo que practica es el arte de multiplicar sus enemigos.
Llama "hitlerianos" a sus contradictores, cuando si alguien en la política contemporánea se parece a Adolfo Hitler es precisamente él, que se propone demoler nuestra maltrecha democracia en aras de un delirante proyecto liberticida y totalitario.
Observándolo bien, se me ocurre compararlo con el desdichado personaje de ese tangazo nihilista que titula "Como abrazado a un rencor". Vid. Como abrazado a un rencor. Tango (1930) (todotango.com). Lo que le va a dejar al mundo es "el testamento de sus amargas palabras, como piantadas de su rencor".
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