Esta madrugada falleció en Bogotá la esclarecida dama doña Helena Baraya de Ospina, viuda de Mariano Ospina Hernández, de quien fue compañera ejemplar.
Preocupada junto con su hoy finado esposo por la incierta situación de Colombia, dieron vida a "La Luciérnaga Azul", concebida como un espacio digital que pudiese servir como medio de información, de pensamiento y de discusión sobre los graves problemas que nos afectan en la actualidad.
La suerte de la patria estuvo en el centro de las preocupaciones de ambos esposos hasta el final de sus vidas. Cuando habrían podido dedicarse a disfrutar de sus últimos años, su sentido de la responsabilidad para con este país que los colmó de honores los indujo a emprender la ardua tarea de animar y sostener este medio que ha ganado una muy buena reputación por la calidad de sus contenidos.
Doña Helena fue un dechado de virtudes. Fuera de su simpatía personal, enmarcada dentro de un digno señorío propio de su egregia estirpe, se distinguió por su espíritu emprendedor, incansable como pocos, puesto al servicio de iniciativas cívicas destinadas al mejoramiento de las condiciones de vida de nuestras comunidades. El bien de Colombia estaba presente en todas las actividades que realizaba.
En Medellín se recuerda su gestión al frente de Turantioquia, así como el interés que puso en el cultivo de las orquídeas, que era, más que una afición, una pasión de su familia política. La floricultura es uno de los aspectos más elevados de la identificación del espíritu humano con el medio natural que lo rodea. Diríase que entraña una colaboración con la esmerada obra del Creador. Es un profundo acto de amor.
La vida siempre es procelosa, así se cuente con medios materiales para sostenerla. Todos tenemos que afrontar dificultades de varia índole y el matrimonio Ospina Baraya no fue la excepción a esa regla inexorable. Pero, confiados en la gracia de Dios y sometidos a sus designios providenciales, supieron sortearlas con entereza digna de todo encomio.
Su ausencia no sólo enluta a su familia, sino también a todos los que de algún modo tuvimos que ver con ella. La recordaremos siempre con afecto y admiración, seguros de que nuestro Dios misericordioso la recibirá en su reino celestial y la iluminará por toda la eternidad.
Reciban los suyos la manifestación de nuestra más sentida condolencia.
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