Insisto en que, como se dice coloquialmente, en la Colombia de hoy el palo no está para cucharas.
Los acontecimientos de esta semana indican que hay en marcha un proceso de desestabilización institucional que pretende sacar provecho de las dificultades de todo orden que ha suscitado el coronavirus.
Circula en las redes sociales una información acerca de cómo el Foro de San Pablo aspira a valerse del descontento social resultante de la crisis económica que estamos padeciendo. Es lo que llamo andar pescando en río revuelto.
Pero esa aventura no sólo podría resultarles mal a sus promotores, sino a toda la comunidad, cuyos dirigentes deberían tratar de ponerse de acuerdo para enfrentar la crisis en que ya estamos sumidos.
La iniciativa para convocarlos le corresponde, como es obvio, al gobierno nacional. El Presidente debería convocar a un gran encuentro con todas las fuerzas sociales con el fin de mostrar la dura realidad de la situación actual y promover los acuerdos que se requieran. Es hora de pensar con serenidad y actuar con sensatez para que Colombia no se hunda. Todos debemos sacrificarnos en aras del bien común.
Se cuenta que en un encuentro de Reagan con Gorbachov se planteó la hipótesis de lo que habría de hacerse si unos extraterrestres nos invadieran. Gorbachov, de quien Mitterrand dijo que era un personaje formidable, dijo que en ese caso sería ineludible unirse para resistirlos.
Pues bien, la crisis que está en curso nos obliga a los colombianos a aunar esfuerzos encaminados a superarla. A nadie le conviene el hambre y la desesperación consiguiente del pueblo.
Desafortunadamente, en la extrema izquierda hay unos personajes delirantes, como Petro y Bolívar, que creen alocadamente que ha llegado la hora de que la gente se lance a las calles y las multitudes asalten la Casa de Nariño dizque para sacar de ahí a quienes mal que bien nos gobiernan.
Lo que ellos están haciendo es, simple y llanamente, criminal, y amerita que la Corte Suprema de Justicia los procese. Desafortunadamente, ellos parecen gozar de alguna oscura patente de corso, pues la indagación acerca de los malolientes dineros de Petro dizque duerme el sueño de los injustos al cuidado del magistrado Reyes.
De esa franja lunática es poco lo que cabría esperar en bien de Colombia. Pero no toda la izquierda es irracional y es necesario integrarla a la superación de la crisis. Ya sus voceros que ocupan alcaldías como la de Bogotá o la de Medellín se están dando cuenta de que gobernar no es tan fácil, sobre todo en medio de la penuria, y las comunidades les pedirán a su debido tiempo que den cuenta de sus ejecutorias.
A Claudia López conviene recomendarle que deje de pelear con el gobierno nacional, pues necesita su apoyo para la realización de sus programas. Y al pintoresco alcalde Quintero no sobra advertirle que andar excitando la lucha de clases en un medio tan difícil como es el de Medellín nos hará daño a todos. Ya se están moviendo en contra suya unas iniciativas de revocatoria del mandato que, en caso de proseguir, crisparán más un ambiente que está de sobra convulsionado.
Volvamos a la consigna de Laureano Gómez que cité en mi último artículo: "Paz, paz en el interior".
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